España crece, pero debemos evitar volver a errores del pasado

El crecimiento de la economía española en el segundo trimestre se ha confirmado en un 0,9%, mostrando un 3,1% anualizado. Esto llevará al gobierno, a Bruselas y a gran parte de los organismos internacionales a revisar al alza sus previsiones sobre la economía española. Esto es una muy buena noticia, porque siempre es mejor superar las previsiones que dar explicaciones. Y los datos de España son muy positivos, especialmente comparados con sus socios comunitarios. Un crecimiento esperado del 2% por parte del consenso, aunque el BCE lo mantiene en 1,9% y los últimos datos de índices manufactureros y sector exterior muestran algo de riesgo para Francia, Italia e incluso Alemania. Por eso, un crecimiento del 3,1% esperado por el Banco de España, que puede revisarse al alza, merece resaltarse.

Es muy habitual leer que el crecimiento de España viene por factores externos. Sin embargo, es fácil de desmontar que sean solo factores externos.

1) “El petróleo barato”. En los seis primeros meses del año, las importaciones de petróleo fueron de 31,8 millones de toneladas, un aumento del 3,8% con respecto al mismo periodo de 2016. El menor precio del crudo en dólares apoya, pero la fortaleza del euro lo diluye a casi cero. Y tenemos que incluir todos los productos energéticos, gas y otros. Las importaciones han subido a 20.615,3 millones de euros, un aumento de casi 52%, impactado por el aumento del precio del gas natural a principios de año con la ola de frío. Recordemos que ya crecíamos más que la media de la UE con el petróleo a $113 por barril y, si fuese el crudo barato la panacea de nuestra economía, Italia o Francia -que tienen una sensibilidad similar y mayor, respectivamente, al precio del barril- crecerían espectacularmente. En cualquier caso, es importante prestar atención al ahorro por menores costes energéticos para mejorar en eficiencia. Hay que vigilar el riesgo de aumentar la dependencia energética, pero solo si la mayor independencia es más competitiva, si no es un tiro en el pie.

2) “Tirando de deuda” No podemos olvidar el riesgo de aumento de deuda pública, pero tampoco que España, sumando familias y empresas, no está más endeudada. Mientras la deuda pública se mantiene en el nivel del 100% del PIB, España ha reducido su déficit anual más de un 45% desde 2011. Y en términos de deuda total, España está reduciendo sus desequilibrios a pasos firmes. Empresas y familias muestran una reducción de deuda que compensa el menor ajuste del sector público. Las necesidades de financiación neta se han reducido de manera drástica, como explicábamos aquí.

3) “El programa del BCE”. No olvidemos que entre 2009 y 2011 el BCE bajó tipos de 4,25% al 2% y luego al 1%, y en esos años compró más de 44.300 de bonos del Estado. A pesar de ello, la economía no mejoraba y se destruían 3,5 millones de empleos a pesar de que se echaba la culpa de la crisis al enemigo exterior, “los mercados” y todas esas excusas. A pesar de ello, la prima de riesgo se disparaba por los enormes desequilibrios acumulados. Si usted cree que comprar bonos crea empleo, es como pensar que va a llover si todos bailamos en círculo.

Pero no olvidemos que todos esos efectos, que por supuesto ayudan, aunque no sean ni de lejos “la causa de todo”. Deben darnos la oportunidad para fortalecer la economía y que la recuperación se convierta en crecimiento sostenido.

Es importante resaltar los cambios en la composición del crecimiento para conseguir dos objetivos: mejorar nuestra economía y no caer en los errores del pasado.

No caer en los errores del pasado. Cuidado con las cuatro palabras más peligrosas de la economía “estimular la demanda interna”, que supondría volver a los elefantes blancos y los gastos inútiles para crear una supuesta demanda que luego solo se convierte en deuda, paro y más impuestos.

El consumo privado se espera que crezca un 2,7% en 2017, y la demanda interna ya supone el mayor componente del crecimiento. No hace falta estimularla, aparece cuando se deja de destruir empleo y se permite respirar a las empresas y familias.

El crecimiento de la inversión se ha moderado en el segundo trimestre, sin embargo se estima un crecimiento para 2017 superior al 3,5%, que superaría al 3,1% de 2016, y que es perfectamente acorde con una economía que todavía sufre del exceso de capacidad creado “estimulando la demanda interna” en los años de “hay margen”.

La aportación del sector exterior sigue siendo clave. Las exportaciones del segundo trimestre se han moderado por el efecto base de un primer trimestre espectacular, y se espera que, a nivel anual, las exportaciones aumenten un 4%, con las importaciones manteniendo un crecimiento del 4,5%. Gracias a ello, España podrá mantener la contención del déficit comercial, que –no debemos olvidarlo- llegó a ser de un 10% del PIB cuando íbamos de negar la crisis y hacer “estímulos”.

El gran reto de la economía española continúa siendo la productividad, que crece muy modestamente (como en el resto del mundo), y que estemos preparados para cuando suban los tipos y se acabe el peligroso programa de recompras del BCE. Esa burbuja no es una a la que nos debamos subir, porque cuando pinche –y lo hará- pillará a muchos más endeudados y con menos opciones. Es importante, por lo tanto, recordar que España ya tuvo una prima de riesgo muy baja sin estímulos y jamás olvidar que se disparaba también con ellos. Por eso es tan importante que el objetivo de reducción de deuda se cumpla. No solo “reducir el déficit”, que es aumentar la deuda de manera más lenta, sino bajar la carga estatal. Para ello debemos facilitar que la inversión crezca más que un 3,5%-4%, que se creen más empresas y las que hay, crezcan. Eso no se consigue con falsos estímulos de gasto, que solo dejan desequilibrios, sino permitiendo que aprovechemos el potencial del país, que no necesita estimularlo, ya existe, y que sigamos avanzando en el crecimiento del sector exterior.

Los datos del PIB son positivos. Recordemos que el consenso no consideraba ni siquiera un 2,5% de crecimiento para 2017 hace doce meses. Pero no son datos para acomodarse y pensar que todo está hecho y que podemos volver a los errores de 2007, sino para recordar que nunca deberíamos haber llegado a esos desequilibrios.

Acerca de Daniel Lacalle

Daniel Lacalle (Madrid, 1967) es Doctor en Economía, profesor de Economía Global y Finanzas, además de gestor de fondos de inversión. Casado y con tres hijos, reside en Londres. Es colaborador frecuente en medios como CNBC, Hedgeye, Wall Street Journal, El Español, A3 Media and 13TV. Tiene un certificado internacional de analista de inversiones CIIA y un máster en Investigación económica y el IESE.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.