La Banca de EEUU necesitará 120.000 millones más

Cuando saltó la crisis financiera, muchos economistas comentamos que en vez de rescatar a bancos con dinero público se tendría que haber hecho un ‘bail-in’, un rescate interno que evite el incentivo perverso de cometer los mismos errores del pasado.

En España teníamos un problema. Se podría haber evitado el rescate de haberse tomado medidas a tiempo, en vez de buscar peregrinas ‘fusiones frías’ -unir malo con peor nunca crea nada bueno- y negar la evidencia del agujero bancario por parte del entonces gobernador del Banco de España. La banca que hubo que rescatar en nuestro país era pública -las cajas- y, como tal, no tenía suficiente accionariado privado ni bonistas externos para cubrir el agujero. Uno de los males de la banca pública es que el ‘bail-in’, rescate interno, lo paga usted, contribuyente (lean ‘Diez mitos sobre la banca pública’). Efectivamente, cuando hubo que buscar bonistas y preferentistas, se dieron cuenta de que las cajas fundamentalmente se prestaban entre sí (no la sandez repetida tantas veces de “la banca alemana que nos prestó mal»).

Posteriormente, con la normativa del Eurogrupo y la crisis de Chipre, se han establecido mecanismos para que los agujeros de capital, si se da otra crisis, se cubran internamente.

En EEUU, el rescate bancario fue una buena decisión. A día de hoy, el Gobierno ha recuperado todo el dinero si sumamos principal e intereses acumulados por los bonos. En España, tener que rescatar las cajas públicas, es decir, rescatar a los depósitos, supone que se haya recuperado un 4,4%, y probablemente solo se recupere una fracción de lo aportado para cubrir el agujero. Lean ‘Mitos y mentiras sobre los rescates’ tanto de países como de entidades financieras.

Ahora, la Reserva Federal busca, con una nueva regla aprobada el viernes, que los grandes bancos tengan que convertir deuda en acciones si se da la necesidad. Supondría que los grandes bancos tendrían que emitir hasta 120.000 millones de dólares en deuda a largo plazo, y que en caso de crisis se pudiera convertir en acciones sin acudir a un rescate público. Desde el punto de vista de la Reserva Federal, es mucho más eficiente que ampliar capital a corto plazo.

Al fin y al cabo, se trata de una posibilidad remota y no sería lógico ampliar capital en enormes porcentajes por ello.

Sin embargo, aunque la idea es buena, tiene riesgos.

1. Que el inversor perciba que toda deuda a largo plazo de los bancos es convertible en acciones en una crisis. Por lo tanto, los inversores demandarán mayores intereses por el riesgo.

2. Que el mercado asuma que la cifra descrita por la prensa (120.000 millones de dólares) es demasiado pequeña si se da otra crisis a pesar de que la banca cuenta con ratios de capital más sólidos. Porque la próxima crisis puede encontrarse con sectores de mayor riesgo que el inmobiliario en 2007. La deuda de alto riesgo emitida entre 2009 y 2015 supera en varias veces la exposición ‘subprime’ de aquella época. Y es deuda de alto riesgo emitida a tipos ultra-bajos gracias al gas de la risa monetario.

Muchos ciudadanos siguen pensando en los bancos como entidades parecidas a la torre del tío Gilito, llena de dinero. Un banco tiene un porcentaje muy limitado de capital (11%-14%) y se endeuda para prestar. Es por ello que, cuando se da una crisis, aunque sea buena su gestión de riesgo, la cantidad de capital puede esfumarse rápidamente.

Recuerden que en la crisis de muchas cajas públicas el agujero patrimonial se creó en préstamos que parecían muy seguros, fundamentalmente a administraciones públicas y familias para vivienda, que históricamente tenían tasas de impago muy bajas. La mayoría de las crisis financieras que se han dado en los últimos 90 años han aparecido por la acumulación de riesgo en activos que se resumían de bajísima morosidad.

La Reserva Federal comentaba el viernes que muchos bancos tendrán fácil cumplir la nueva norma, porque en parte es similar a otras regulaciones impuestas en los últimos años.

Todo ello nos lleva a una reflexión final. Olvídense de que fluya el crédito a mansalva. A los bancos se les está pidiendo soplar -prestar- y sorber -reducir riesgo y aumentar capital- a la vez, tanto en la Unión Europea como en EEUU.

Veremos si este nuevo requisito será suficiente. Estaremos atentos.

Acerca de Daniel Lacalle

Daniel Lacalle (Madrid, 1967) es Doctor en Economía, profesor de Economía Global y Finanzas, además de gestor de fondos de inversión. Casado y con tres hijos, reside en Londres. Es colaborador frecuente en medios como CNBC, Hedgeye, Wall Street Journal, El Español, A3 Media and 13TV. Tiene un certificado internacional de analista de inversiones CIIA y un máster en Investigación económica y el IESE.

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