La EPA que no queremos volver a ver

Mucho se discute estos días sobre la calidad del empleo y la recuperación, y poco sobre el desastre que causaron las políticas equivocadas, que nos quieren vender como “soluciones”.

La EPA del segundo trimestre de 2017 nos muestra que España está creando mejor empleo que el que perdió. España lleva 41 meses creando empleo indefinido y el 91% del empleo recuperado es a tiempo completo. El empleo ha crecido en 503.600 personas en el sector privado en los últimos doce meses y 512.300 personas en total.

La economía se expande por encima del 3,2% anualizado y España se sitúa como líder en crecimiento y el segundo país de la Eurozona en creación de empleo indefinido.

Hay muchos elementos importantes en esta EPA. La tasa de paro juvenil ha caído siete puntos y se sitúa a niveles no vistos desde mediados de 2009. En el último año, los parados de larga duración han descendido en 426.100 personas, una caída del 19,8%.

Se ha tardado seis años en recuperar el destrozo en el mercado laboralcreado por las políticas equivocadas, y la sangría de empleo imparable que situaba a España como una campeona mundial de destrucción de empleo entre 2007 y 2011.

¿Y a qué quieren “volver”?

Para los “redistribuidores de la nada” que han descubierto la temporalidad y el paro juvenil en 2012, siempre conviene recordar que la temporalidad llegó a casi el 34% en 2007 en medio de la burbuja y hoy está en el 25%, y que el desempleo juvenil ya era cercano al 20% en 2007 y se multiplicó entre ese año y 2011, cerrando en un 48,5%.

Lo hemos explicado en varias ocasiones. Volver a la rigidez laboral de los 80 y 90 no solo no reduce la temporalidad, sino que ataca el empleo y aumenta la precariedad.

Entre 1977 y 1985, con los sindicatos al mando del mercado laboral, el desempleo se disparó al 21,6% y estuvo 11 trimestres por encima del 20%. Algunos lo achacan todo a la moneda única. Falso. Antes de la entrada en el euro, el paro estuvo 20 trimestres por encima del 20% y llegó al 24,5%.

 

 Volver a la rigidez laboral de los 80 y 90 no solo no reduce la temporalidad, sino que ataca el empleo y aumenta la precariedad

 

Recordemos que el número de ocupados se desplomó en 348.700 personas solamente en el cuarto trimestre de 2011, se destruían más de 100.000 empleos al mes, con una destrucción de empleo indefinido de 104.200 y 246.000 temporales. La tasa de temporalidad bajaba al 24,98%… Por la destrucción masiva de empleo. Un éxito, reducir la temporalidad mandando gente al paro. Hoy, a pesar de una tasa de temporalidad que aún es alta, ni un 3% de los contratos son de menos de tres meses.

Cuando los mismos que llevan gestionando durante más de tres décadas comunidades autónomas con un paro medio del 25%, y 22 años España con un paro medio del 18%, nos dicen que tienen la solución para crear empleo, o se la han guardado para fastidiar o simplemente es falso.

El problema del mercado laboral español es complejo, pero es una absoluta falacia decir que la reforma laboral es la creadora de la temporalidad, precariedad o de los salarios. Los salarios reales están subiendo. Y el problema del paro, la precariedad o la temporalidad no se va a solucionar ignorando al 90% de las empresas, las PYMEs, para mantener estructuras de negociación obsoletas con una patronal y sindicatos que están muy lejos de las empresas y de los trabajadores.

En el debate político y económico del paro se le da voz a los partidos, y a unos agentes sociales con representación más que mínima, pero hay que escuchar a los que crean empleo, a la inmensa mayoría de las empresas y a los autónomos.

Lo que es una demostración del error garrafal de nuestro mercado laboral es que una enorme mayoría del parlamento quiera mantener a toda costa rigideces que atacan a la contratación, que hacen caro y burocrático contratar y una fiscalidad devoradora que lleva a que las empresas pequeñas y medianas solo tengan una manera de afrontar los cambios de ciclo, cerrando y despidiendo.

No, los evidentes retos de nuestro mercado laboral no se van a afrontar repitiendo los errores del pasado.

¿Hacia dónde hay que ir?

Hay que reconocer el tejido empresarial español, que son 90% PYMEs, y de ellas, 57% microempresas, dejarlas respirar, permitir que ganen tamaño y se fortalezcan para que el empleo sea mucho más sostenible. Debemos apoyar programas de participación en el capital entre trabajadores y empresarios para que la identidad de objetivos a la hora de conseguir que las empresas sobrevivan, se fortalezcan y mejoren en una crisis sea mayor. No demonizando a las grandes empresas hasta que no queden. España necesita muchas más grandes empresas, y urgentemente.

Debemos reconocer el éxito de esta EPA sin olvidar los retos. España es un país que, con una legislación laboral flexible y segura, como las de los países líderes, con menos trabas burocráticas y una fiscalidad orientada al crecimiento, creará muchos más empleos y saldrá de los errores del pasado. Pero no podemos hacer a los trabajadores sufrir los destrozos generados desde perspectivas obsoletas. La mayor política social es crear empleo, y los salarios crecen cuando pongamos como objetivo aumentar la productividad y acabar con los escollos a la contratación.

 

Para ser líderes en empleo de calidad, no necesitamos políticos con ideas mágicas, sino avanzar en lo que está funcionando

 

No se va a conseguir subvencionando a los improductivos subiéndole impuestos a los productivos. Ni, desde luego, creyendo que los que destruyeron millones de puestos de trabajo o los que no han creado uno en su vida, van a tener la solución mágica del empleo.

Para ser líderes en empleo de calidad, no necesitamos políticos con ideas mágicas, sino avanzar en lo que está funcionando. Crecer más, atraer inversión. Necesitamos que dejen a las empresas respirar y a los trabajadores desarrollarse y formarse.No queremos volver a ver una EPA donde se aplauda que se destruye menos empleo que en el mes anterior. No queremos volver a ver una EPA donde nos digan que se destruyen cientos de miles de puestos de trabajo mensuales, eso sí, con mucha dignidad.

No vamos a tener tasas de empleo alemanas con legislación griega.

Acerca de Daniel Lacalle

Daniel Lacalle (Madrid, 1967) es Doctor en Economía, profesor de Economía Global y Finanzas, además de gestor de fondos de inversión. Casado y con tres hijos, reside en Londres. Es colaborador frecuente en medios como CNBC, Hedgeye, Wall Street Journal, El Español, A3 Media and 13TV. Tiene un certificado internacional de analista de inversiones CIIA y un máster en Investigación económica y el IESE.

7 comentarios en “La EPA que no queremos volver a ver

  1. Se puede decir más claro pero no más alto. Para la sección podemita si se destruye empleo es por culpa de la legislación, si se crea es de mala calidad… el neocomunismo siempre tiene mejores planes, legislaciones, expectativas… pero no las aplican porque no saben montar en su unicornio y presentarlas en el parlamento o en los ayuntamientos del «kambio»

  2. Spot on, mate!

    Pienso que es de capital importancia reconocer la problemática del mercado laboral (que creo es interesantísima de abordar) como un fenómeno estable y persistente en el tiempo, como ya apuntas, desde hace décadas. También creo muy interesante de notar esta persistencia inclusive en el contexto de extraordinaria bonanza y crecimiento de la burbuja.

    Por una parte, lleva a intuir que no se trata de un problema soluble mediante una generación arbitraria de riqueza. Por otra parte parece que la problemática subyace en una «capa más profunda» (quizá no la expresión más precisa) en tanto que el desarrollo de nuestra burbuja y su contexto son completamente coherentes y consistentes con dicha problemática: los sectores preponderantes y más inflados fueron aquellos que demandaban empleo no cualificado, temporal y de baja productividad.

    Conjeturando un poco hacia donde hay que ir (mucho de lo cual ya expones) diría que:

    – La fiscalidad tiene que estar con toda prioridad orientada a la expansión por encima de otros criterios; no como resultado de principios ideológicos, si no como un asunto de pura necesidad contextual. Particularmente, se me antoja una suerte de «fiscalidad inteligente» que cumpla (a) una sustancial reducción de costes laborales proporcional y acorde a necesidad de estímulo y productividad (b) desincentive al ineficiente mediante el aumento del gravamen a la base imponible, atendiendo proporcionalmente a su volumen (c) atraiga capital a la economía.

    Creo que nunca está de más matizar que hacer asequible la contratación no significa «desproteger y dar oportunidad de explotar al trabajador» (por desgracia esto ya sucede actualmente). Especialmente para aquellos sectores más susceptibles, la facilidad económica y burocrática para contratar debe y ha de reflejarse también en el adecuado incremento salarial.

  3. – Entender correctamente el gasto público (gasto capital). Una buena inversión es una buena inversión, venga de donde venga. Aunque los resultados en el pasado hayan sido nefastos pienso que el deficiente criterio inversor puede dar cuenta por si solo: previsiones excesivamente optimistas, inversiones muy susceptibles a circunstancias ajenas de difícil control, apuestas de baja eficiencia, motivaciones puramente políticas y de imagen, etc.

    *Apunte* El «caso de los aeropuertos» es una perfecta ilustración que conglomera la mayoría de estos despropósitos. Por un lado se proyecta para un requerimiento mínimo de previsión burbujístico-fantástica. Por otro lado no se observa el hecho de que inclusive en la más pura fantasía prospectiva una simple estabilización en la situación socio-política de los rivales turísticos en el área mediterránea puede tener un efecto (negativo) más que sustancial sobre el sector local. Añadido a todo esto, se escoge además el fomento a un transporte de relativamente baja eficiencia (y limitada utilidad) como es el aéreo. Por último, rozando ya lo humorístico (es que tiene telita), se encuentra el hecho de que la operación de las aerolíneas es significativamente dependiente de las subvenciones del Estado, tanto aquí como en los rivales turísticos periféricos, con sus obvias implicaciones. *

    Por ende, parece difícil cometer los errores pasados entendiendo el gasto público como una actividad que (a) sea planteada como una inversión racional y no como una suerte de «deus ex machina» infalible para la creación de demanda y riqueza (b) tenga una más que estricta observancia y respeto por el riesgo (c) huya de la sobre-capacidad por medio de la innovación y (d) sea realizada en estrecha cooperación con la iniciativa privada buscando la obtención de las máximas sinergias. No por ello creo que debiera ser una estrategia principal ni de habitual recurrencia, pero sí creo honestamente que en las circunstancias adecuadas puede ser una oportunidad merecedora de consideración.

  4. – El planteamiento racional de la educación y formación atendiendo (a) la necesidad de la sinergia e integración entre sector empresarial y educación, de especial interés en aquellos sectores más técnicos y de ciencia aplicada (b) un paradigma de modularidad frente a esquemas rígidos, el cual habría de proveer de un uso del tiempo más eficiente tanto en la especialización lineal como en la ramificación, ya que las inversiones actuales en formación con escasos mecanismos de reconversión no parecen lo más coherente en un entorno altamente dinámico de ciclos muy cortos (c) la integración racional de los niveles formativos con el consiguiente abandono de categorías arbitrarias y convencionales.

    – Me apropio de tu propuesta (muy interesante) del empleo de métodos en la participación del capital entre trabajadores y empresarios para lograr la identidad de objetivos y la óptima implicación de todas las partes. En palabras de Adam Smith, «no es razonable esperar que los directivos de estas compañías, al manejar mucho más dinero de otras personas que de ellos mismos, lo vigilen con el mismo ansioso cuidado con el que frecuentemente vigilan el suyo los socios de una empresa particular». En mis propias palabras, «nada como una representación mayoritaria en una junta de accionistas».

    – Hilando con lo último, en un plano mucho más abstracto, se hace necesario un enfoque general entre los agentes en la dirección de la cooperación, la sinergia, los objetivos comunes. Una «visión económica virtuosa» por así decirlo (quizá un poco cursi el término). Parece coherente la superación de esquemas trillados y de fundamentos sospechosamente ideológicos que ni siquiera aplican en el contexto actual.

  5. No existen tales todopoderosos y perversos gigantes empresariales, en realidad, seguramente se darían por muy contentos los conglomerados patrios de ser tan solo un espejismo de lo que algunos mantienen; basta con echar un vistazo a las noticias para inferir lo que has expuesto ya en muchas ocasiones, y es que distan mucho de ser el epítome del éxito. Si así fuera, del sentido común se sigue que, en su afán desmedido, continuasen la dinámica empleando a más y obteniendo más beneficio.

    Lo mismo aplica a los barruntos del signo contrario: no operan esas todopoderosas maquinarias sindicales capaces de poner en apuros al más virtuoso y entregado emprendedor por medio de contratos blindados y abusivos, en implacables negociaciones coercitivas. No, por desgracia, no hay nada que negociar; no hay posibilidad de empleo rentable.

    Es de hecho, razonable, considerar que tanto la incapacidad de ir más allá como la creencia en estos constructos es, irónicamente, un obstáculo para solventar el problema.

    (Siento la tremenda extensión del texto)

  6. Qué fue primero, el huevo o la gallina ??.
    La crisis fue por la rigidez legislativa o empezó en EE.UU con las subprime???
    Los hermanos Lheman eran comunistas???. Sí hay comunistas o podemitas es por que lo encuentran sembrado o porque son malos malasombra????
    Sí damos trabajo no habrá problemas
    ..

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