Por qué el superávit alemán no es un problema sino la solución

Ayer, en EL ESPAÑOL, mostrábamos los comentarios de la Comisión Europea sobre los retos y deberes de la Unión Europea y, de nuevo, se comentaba ese viejo mantra de que el superávit comercial alemán es un exceso de ahorro que perjudica a la zona Euro.

La falacia de que el superávit comercial alemán -o cualquiera- es un problema parte de la visión de que los agentes económicos están equivocados y un grupo de burócratas sí que sabe cuánto se debe importar.

El superávit comercial se genera cuando un país exporta más de lo que importa. Magnífico. Nadie ha sufrido nunca por vender más de lo que compra, cuando además lo que compra crece cada año. En el caso de Alemania, no exporta mucho porque hunda los precios o porque no exista demanda interna. Exporta mucho por calidad, valor añadido y tecnología. La mayoría de sus productos vendidos al exterior no son más baratos ni de descuento por volumen. Por lo tanto, la parte de las exportaciones no es una anomalía por intervencionismo o “dumping”.

Vayamos a las importaciones. ¿Son bajas las importaciones de Alemania? Para nada. Alemania no sufre una falta de capacidad industrial ni déficit en infraestructuras o en suministro a sus consumidores y empresas. La idea de que las importaciones de Alemania son bajas es simplemente incorrecta. ¿De verdad alguien piensa que las empresas y agentes económicos alemanes no importan más para fastidiar? No existe ningún indicador económico ni de demanda que nos muestre que los consumidores o empresas alemanas estén dejando de satisfacer ninguna de sus necesidades y, por ello, sus importaciones sean anormalmente bajas.

Alemania es el tercer mayor importador global y sus compras al exterior han aumentado un 6,1% anual en los últimos cinco años. Alemania no muestra ninguna señal de déficit en necesidades de gasto ni de importación. Más bien lo contrario.

Alemania mantiene una alta utilización industrial. La utilización industrial se ha elevado de un 70,9% en 2009 al 86% actual, es decir, casi la máxima capacidad histórica (87,5% media). Tampoco existe un solo indicador de gasto público que indique falta de consumo. El gasto público alemán ha crecido y está a nivel máximo, casi histórico y se estima que seguirá aumentando, manteniendo el correcto objetivo de no aumentar una deuda que, en cualquier caso, no es pequeña (más del 71% del PIB).

La inversión privada está ya por encima de los niveles pre-crisis, crece desde 2009 y sigue siendo exactamente la que las empresas necesitan de acuerdo a las expectativas de crecimiento y oportunidades que ven. Ni más ni menos. La presunción de que un grupo de burócratas y políticos sabe mejor que esas empresas -que son líderes globales por algo- sobre dónde, cuánto y cómo invertir es simplemente hilarante.

La idea de que la inversión debe aumentar porque lo dice un comité no tiene en cuenta que, antes de la crisis, Alemania se había embarcado en una enorme carrera inversora. El error de criticar la inversión privada alemana es pensar que el periodo 2004 a 2009 debe perpetuarse eternamente. En cualquier caso, no se puede acusar de falta de inversión privada, que ha aumentado hasta recuperar niveles pre-crisis. La inversión pública también ha aumentado a 33.000 millones anuales.

Los que asumen que el superávit comercial de Alemania, 252.900 millones de euros, es una anomalía y un elemento negativo, no responden a dos preguntas: ¿Qué saben ellos que no sepan empresas, gobierno y consumidores alemanes sobre sus necesidades de consumo e inversión? y ¿para qué?

La idea de que si Alemania se dedicara a gastar -aunque no lo necesite- solucionaría los problemas de la Unión Europea es una falacia. Porque el exceso de capacidad en el resto de Europa es cercano al 20%. Si Alemania duplicase su inversión neta en España supondría menos de 650 millones de euros. Las exportaciones de España a Alemania ya han aumentado a un ritmo del 8% hasta los 27.088 millones de euros. Pero, sobre todo, es una falacia porque ignora que una gran parte de ese efecto llamada que se daría por un exceso de gasto -innecesario ya hoy- provocaría una burbuja a corto que pincha después. No podemos asumir que los mismos errores que llevaron a los países periféricos a crear exceso de capacidad y burbujas sean la solución hoy.

La falacia de “estimular la demanda interna” -como si hubiese un solo indicador en Alemania que no mostrase su fortaleza, que no necesita estímulo alguno- ignora tendencias mucho más relevantes como los excesos en gasto y capacidad del pasado, la eficiencia y el envejecimiento de la población, con la idea mágica de solucionarlo todo repitiendo los errores de 2004 a 2007.

¿De verdad alguien piensa que Alemania no invierte, importa o consume lo que necesita? ¿Para qué? ¿Para fastidiar a sus ciudadanos y sus socios comerciales y además, perder dinero dejando oportunidades ociosas? No tiene ningún sentido.

No existe un solo indicador que muestre que Alemania esté ahorrando innecesariamente y que no invierta, consuma e importe todo lo que necesita y más. Lo que nos muestra el superávit comercial de Alemania, sus cuentas equilibradas y su posición inversora neta es que el país germano no es el problema, sino que muestra la solución a los desequilibrios de la Unión Europea.

Reducir el superávit comercial de Alemania vía importaciones innecesarias y gastos inútiles sólo nos llevaría al mismo espejismo de la burbuja de 2007, y sus terribles consecuencias. Igual que los países que hoy exigen que China aumente sus desequilibrios para perpetuar los errores cometidos pensando que China crecería eternamente al 10%, exigir a Alemania invertir y gastar en cosas que no necesita ni en sueños sería un error monumental y, encima, no solucionaría nada. El efecto llamada crearía una burbuja, un espejismo a corto plazo, y un pinchazo inevitable.

La solución a los problemas de la Unión Europea no es que Alemania copie los desequilibrios de los periféricos, sino que todos aprendamos de lo que ha sido un modelo de éxito.

Acerca de Daniel Lacalle

Daniel Lacalle (Madrid, 1967) es Doctor en Economía, profesor de Economía Global y Finanzas, además de gestor de fondos de inversión. Casado y con tres hijos, reside en Londres. Es colaborador frecuente en medios como CNBC, Hedgeye, Wall Street Journal, El Español, A3 Media and 13TV. Tiene un certificado internacional de analista de inversiones CIIA y un máster en Investigación económica y el IESE.

3 comentarios en “Por qué el superávit alemán no es un problema sino la solución

  1. Estoy de acuerdo. Sin ser economista mi criterio para saber si un país a corto y medio plazo va a ir bien (hablo de países donde se sobreentiende que existe cierta base de libertad económica, formación, organización institucional democrática y de estado de derecho, seguridad y seguridad jurídica…) o va a ir mal pasa por observar la balanza de pagos por cuenta corriente…

    Entiendo que un país que vive demasiado tiempo en «negativo» viviendo de prestado tarde o temprano lo sufre.

    Igual que una economía familiar sana implica que los ingresos superen los gastos y que una empresa debe tener ingresos superiores a los gastos y los periodos en que por inversiones o el motivo que fuere el balance fuera inverso deberían ser lo más cortos posibles, creo que en la economía de un país que no deja de ser la suma de las economías de sus habitantes (personas, familias, empresas…) deben regir los mismos principios.

    Hace no mucho hice el ejercicio de observar el histórico de la balanza de pagos de diversos países desde los años 70´s hasta nuestros días… y explica muchas cosas, (en nuestro país obvio, desde luego) creo yo.

    Qué opinión le merece el inmenso negativo mantenido durante décadas en la balanza de pagos por parte de los EEUU y qué consecuencias cree usted que tendrá.

  2. «Los tipos de interés próximos a cero y las compras masivas de títulos de renta fija, tanto públicos como privados, por parte de Draghi conllevan como corolario inevitable que el capital golondrina huya de Europa. Invertir euros dentro de la Unión Europea con la promesa de ganar un 0% no parece un gran negocio. Nadie se extrañe, pues, de que esos euros terminen cambiándose por dólares con vistas a migrar a algún otro rincón del planeta. Y, como siempre sucede en cualquier mercado, tanto da que sea de monedas como de melones, cuando la oferta (en este caso de euros) deviene muy superior a la demanda, el precio final cae. Pero cada vez que el euro cae, la industria norteamericana rueda por los suelos detrás de él. Por eso el cabreo cósmico de Trump con la Unión Europea, es decir con Alemania. Pero el hecho contrastado e inobjetable de que los alemanes están manipulando el valor de su moneda, ese marco de siempre al que ahora llamamos euro, no significa que pudiesen hacer otra cosa muy distinta al respecto.

    El problema de Trump es que Merkel hace trampas.Y el problema de Merkel es que está obligada a hacer trampas para que no quiebren los países del sur de la Unión Europea, España entre ellos. Sin los tipos de interés negativos y las compras de deuda del BCE, tanto España como Italia se habrían declarado ya en suspensión de pagos frente a su principal acreedor internacional, la propia Alemania. Por tanto, no es que Merkel quiera hacer trampas, es que no le queda otro remedio que hacerlas. Y el equipo económico de Trump lo sabe. De ahí que Estados Unidos esté concentrando toda su artillería en el objetivo de presionar al Gobierno de Alemania, y de modo subsidiario al resto de la Unión Europea, para que incremente sus compras en armamento de fabricación yanqui. »

    http://www.libremercado.com/2017-05-31/jose-garcia-dominguez-trump-tiene-razon-82344/

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