¿Se ha acabado la crisis?

Esta semana hemos leído en varios medios de comunicación que Bruselas certificaba “el final de la crisis”. En un comunicado incómodamente triunfalista, se felicita de que Europa ha salido de la crisis y vuelto al crecimiento “gracias a la acción decisiva de la Unión Europea”

¿De verdad? ¿Gracias a “la acción decisiva” “la economía europea está de nuevo en forma”? Es cierto que en el comunicado dice que “todavía queda mucho por hacer para superar el legado de los años de crisis”, pero si algo podemos decir de la crisis europea es que la “decisiva” actuación de la Unión Europea no ha ayudado a salir de la crisis, sino que la ha perpetuado y adormecido.

La economía europea no está “en forma”. Según el Bank of International Settlement, y Merrill Lynch, Europa tiene hoy más empresas zombi que antes de la crisis, el 9% de las grandes empresas no financieras cotizadas se consideran muertos vivientes, es decir, que generan beneficios operativos que no cubren sus costes financieros, a pesar de los tipos a mínimos de la serie histórica y un estímulo monetario sin precedentes.

Y eso son las grandes empresas, donde los resultados empresariales del Eurostoxx siguen por debajo de 2008. Si vamos a las pymes, la Unión Europea tiene mayores ratios de quiebras y pérdidas que en 2008, pero la presión fiscal sobre las empresas ha aumentado.

De hecho, si algo se puede decir del tejido empresarial europeo es que ha sido devastado a impuestos. La Unión Europea ha seguido poniendo trabas a los sectores de alta productividad y sosteniendo a los mal llamados campeones nacionales y zombis, esa enorme cantidad de conglomerados de bajo valor añadido, alta deuda y pobres márgenes. Mientras Estados Unidos veía el despegue astronómico de los gigantes tecnológicos y los beneficios empresariales creciendo doble dígito, aquí les poníamos trabas, y hoy, en el Eurostoxx 100, tenemos la misma colección de dinosaurios que hace una década.

La banca europea, a finales de 2016, mantenía más de 1 billón de euros en préstamos de difícil cobro y esa cifra supone el 5,1% del total de préstamos comparado con un 1,5% en EEUU o Japón.  Europa ha ido de crisis financiera en crisis financiera y recientemente hemos tenido nuevos episodios en Italia, España y Portugal.

Esa Unión Europea, que en noviembre de 2008 se vanagloriaba de tener la banca más regulada y más solvente del mundo, ha demostrado ser un monstruo normativo e hiperregulado que no previene nada. Mientras en EEUU los bancos repagaban con intereses el rescate, dejando beneficios al Estado (de más de 15.000 millones de dólares), Europa sigue manteniendo una banca hipertrofiada, estatizada, cuyos activos pesan más del 300% del PIB de la Eurozona, con márgenes bajísimos y completamente subordinada a los poderes públicos mediante una regulación que penaliza el préstamo a empresas privadas con muchos más requisitos de capital y casi ninguno a la financiación pública.

¿Qué decir del empleo y del crecimiento? La Unión Europea “certifica” la salida de la crisis con un desempleo del 9,1%, todo manteniendo a toda costa las rigideces, y una tasa de más del doble que los países con mercados laborales flexibles y entornos empresariales dinámicos, como EEUU o Reino Unido.

¿Y esa acción decisiva qué ha dejado financieramente? Una deuda de casi el 90% del PIB y un crecimiento que, al 1,7% estimado, es casi la mitad del potencial. Muchos culpan a la austeridad.

¿Austeridad? El gran ganador de la crisis en Europa ha sido el sistema burocrático.

Con un gasto público que en media supera el 46% del PIB, casi la mitad de la riqueza anual de la UE, y un déficit anual de más del 1,7% en media, y deuda del 90%, hablar de austeridad es como comer diez kilos de bollos y llamarlo “dieta”.

La carga fiscal, en este periodo, se ha aumentado en toda la UE (con honrosas salvedades, como Irlanda) con una cuña fiscal sobre el trabajador medio del 45% y de las empresas del 40%.

Muchos les dirán que Estados Unidos llevó a cabo políticas de gasto público. Estados Unidos, en el pico de la crisis, gastaba un 43% del PIB (la UE, un 50%) y lo ha bajado al 34%, y eso con el 21% del presupuesto en 2009 dedicado a defensa, el tercer capítulo más voluminoso del presupuesto de EEUU que no ha bajado del 15%.

¿Falta de estímulos? Todo este “éxito” de “actividad decisiva” de la Unión Europea se ha “conseguido” con:

1) Un enorme estímulo en 2008 de “plan para el crecimiento y empleo”. Un estímulo del 1,5% del PIB para crear “millones de empleos en infraestructuras, obra civil, interconexiones y sectores estratégicos”. Llegaban los Reyes Magos del Superestado redentor. Se destruyeron 4,5 millones de empleos y casi se duplicó el déficit. Eso después de que, entre 2001 y 2008, la masa monetaria de la Eurozona se duplicara.

2) Dos enormes programas de recompra de bonos soberanos con Trichet como presidente del BCE, bajadas de tipos del 4,25% al 1% desde 2008. A Trichet algunos le acusan de “crear la crisis” por subir los tipos al 1,5% y “solo” comprar más de 115.000 millones de bonos.

3) Un megaestímulo adicional del BCE, además de los programas de liquidez TLTRO con Draghi que ha llevado a los bonos soberanos a los tipos más bajos de la historia y a comprar casi el 10% de la deuda total de los principales estados. Un estímulo tan excesivo y brutal que, a cierre de este artículo, la liquidez excesiva en el BCE es de 1,7 billones de euros (era de 125.000 millones cuando se lanzó el mal llamado plan de estímulos).

El problema de la Unión Europea nunca ha sido de falta de estímulos, sino de exceso de los mismos. La Unión Europea ha sido un plan de estímulo estatal encadenado tras otro, desde su creación. A medida que se multiplicaba el gasto y la inversión improductiva, la sobrecapacidad se mantenía a niveles del 20% (aún continúa) y los constantes errores de los planes estatales “para crecer” dejaban más impuestos y más escollos a los sectores productivos, y una carga adicional a los ciudadanos. Hasta que llegó la saturación, y estalló.

Echarle la culpa a EEUU y a Lehman, o a lo que quieran, es muy fácil, pero la pregunta es sencilla. Si el problema de la crisis era de los “tontos” de EEUU y la Unión Europea estaba más y mejor regulada que ninguno y más social y controlada que nadie, ¿por qué ha tardado más del doble en salir de la crisis y con menos empleo, menos crecimiento, menos beneficios, más impuestos y más deuda?

La respuesta es evidente. Porque esa “acción decisiva” ha sido decisiva solo para retrasar la salida de la crisis. Igual que las políticas intervencionistas retrasaron la salida de la gran depresión siete años, los enormes escollos burocráticos y fiscales, los incentivos perversos generados por la falacia de los “estabilizadores automáticos” (gastar más), y la falsa austeridad que solo ha sido moderada contención presupuestaria, han prolongado la crisis.

No, la Unión Europea no ha “salido de la crisis”. España tampoco. Hemos salido de la depresión con mucho esfuerzo y con reformas estructurales que nos han ayudado a reducir los desequilibrios, pero el riesgo de caer en los mismos errores que cometimos en 2008 es enorme.

Hay que reconocer algo en el informe de Bruselas. Salimos poco a poco de la crisis de manera más sana, aumentando superávit comercial, exportando y reduciendo desequilibrios. Eso es positivo. Y lo hemos hecho gracias a los ciudadanos y las empresas, a pesar de la “acción decisiva” de la maquinaria burocrática por autoperpetuarse y mantener los excesos a toda costa. Ahora toca devolverle a los ciudadanos y empresas el esfuerzo que han hecho, aumentando la renta disponible, dejando respirar a las pymes y autónomos, bajando impuestos.

Pero no olvidemos. Hubiera sido mucho peor si nos hubiéramos lanzado a la entelequia de gasto y déficit que proponen algunos. Hoy, como nos ocurrió con el “plan de crecimiento” de 2008, estaríamos hundidos.

No caigamos en triunfalismos. Estos resultados con semejante cantidad de estímulos y gasto no son para tirar cohetes. Crecer un 1,7% aumentando el balance del BCE hasta más del 35% del PIB de la eurozona y dejando sobrecapacidad y deuda es peligroso, porque no nos preparamos para la próxima crisis.

Hay mucho más que hacer. Empecemos por dejar de asfixiar al productivo para subvencionar al improductivo. Y la Unión Europea empezará a crecer más cerca de su potencial.

Asfixiados a impuestos

No para usted de escucharlo. “España tiene un problema de ingresos, no de gastos” y “la presión fiscal en España es más baja que en la UE”. Son argumentos incesantemente repetidos. El problema, dicen, es que recaudamos poco. Nadie parece parar, sentarse y pensar por qué. Muchos impuestos, pobre recaudación.

España es uno de los países de la OCDE con una mayor imposición al trabajo. Según el informe Taxing Wages de la OCDE, un trabajador en España tiene una presión fiscal sobre su salario total del 39,5%, comparado con el 36% de media de la OCDE. Casi cuatro de cada 10 euros de salario bruto de un trabajador medio español van a pagar los impuestos al trabajo. ¿Debemos agradecer que no sea tan alta como la de Bélgica o la de Francia? Es una manera de ver el vaso medio lleno o medio vacío.

En España siempre se habla de “la media de la Unión Europea” como si fuera sacrosanta a la hora de gastar o imponer tasas, nunca -eso no- en facilidad para crear empresas, apertura o libertad económica. Y es que esa “media” es fantástica, Francia y Bélgica la disparan, el resto dicen que está por debajo de la media, y sube la media de nuevo. Una media que solo ha conseguido que esas economías estén en estancamiento desde hace dos décadas y con tasas de paro que duplican a las economías líderes del mundo. Es el truco de la media de gasto o imposición creada por el que tiene como incentivo gastar y subir más los impuestos. Entre 2009 y 2013, esa presión fiscal sobre el salario aumentó en España más del doble que en la media de la OCDE.

Además, España es uno de los países con más impuestos a las empresas. Y eso pone barreras al crecimiento y al tamaño de las mismas. Usted leerá constantemente que las empresas pagan muy poco, pero es falso. Si atendemos solo al impuesto de sociedades, las grandes empresas tributan a un 19,8% sobre su base imponible y el resto de las empresas un 24,4%, cuatro y dos puntos más que en 2008, respectivamente. Las bases imponibles se han desplomado con la crisis y el impacto de las pérdidas en expansión internacional, y a pesar de ello, en 2017 el impuesto de sociedades será el segundo de mayor recaudación de la historia.Si miramos cifras de Bloomberg, veremos que las grandes empresas españolas tributan prácticamente lo mismo que las europeas.

Pero el truco de los intervencionistas está en no considerar todos los impuestos que sufre la actividad empresarial. Y ahí se explica mucho más. En un estudio excelente de Javier Santacruz para Civismo se demuestra la enorme carga fiscal que soporta una empresa.

Las conclusiones son reveladoras. Cuando añadimos impuestos a la actividad económica, inmuebles, aranceles, impuestos autonómicos, locales, especiales, indirectos, verdes, etc. resulta que la carga impositiva es brutal:En conjunto, las empresas en España pagan en función de su tamaño los siguientes porcentajes de tipos efectivos sobre el resultado bruto de explotación: Empresa pequeña, 41,67%, empresa mediana, 51%, y gran empresa 61,57%.Esos tipos efectivos son hasta dos puntos superiores en Andalucía, Aragón o Asturias.

Incluso si deducimos los costes laborales, hablamos de una carga fiscal total que se mueve entre el 30% para las empresas pequeñas y el 40% para las grandes.Este análisis incluye todos los impuestos y sirve para analizar el enorme coste impositivo de la actividad empresarial. Pero, incluso armonizado, y con una muestra creciente de países en términos comparables, PwC señala en su informe “Paying Taxes” que España, con un 49%, se sitúa casi 9 puntos porcentuales por encima del tipo efectivo medio europeo (UE y otros países de la región, con un 40,3%).Y aquí llega un grave problema que he comentado en muchas ocasiones, esta fiscalidad no favorece el crecimiento de las empresas ni la mejora de la inversión, ni el empleo, porque busca recaudar el máximo de lo que queda, no favorecer el aumento de las bases imponibles.

El informe de Civismo resalta que el salto de mediana empresa a grande “se traduce en 10 puntos más de presión fiscal sobre el beneficio de explotación, lo que actúa en detrimento del crecimiento de las compañías y, por tanto, de su capacidad de generar más riqueza y empleo. Algo especialmente preocupante en un país donde el 99,8% de las empresas son pequeñas y medianas”. Efectivamente, en mi libro “Acabemos con el Paro” (Deusto, 2015), mostraba que el desincentivo fiscal y burocrático al crecimiento de pyme a gran empresa es enorme. Lo llamo el “tsunami fiscal y burocrático”, que lleva a tantos miles de empresas a no tener ayuda a la hora de crecer. Muchas, queriendo hacerlo, ni pueden. Es como una enorme zancadilla impuesta desde los que siempre piensan que gastan poco y que usted gana mucho.

Ahora, con esos datos, no les extrañará a ustedes que la Presión Fiscal que mide Eurostat, que es una ratio recaudatoria (ingresos fiscales sobre PIB) sea muy baja. Porque la carga fiscal es muy alta y, a más impuestos, menos crecimiento, menos empleo y menos recaudación.

Se recauda menos precisamente porque se imponen escollos al crecimiento y a la mejora del tamaño y calidad de las empresas. Adicionalmente, el trabajador sufre el mismo desincentivo a medida que se imponen mayores cargas. Por supuesto, con ello, se ponen trabas a la contratación, a la inversión y a la reducción del paro. Y la culpa, según algunos, es del “capitalismo feroz”, cuando lo que vivimos es “Recaudacionismo Feroz”.

Nos seguirán machacando a impuestos diciendo que hay margen, que estamos “por debajo de la media”, esa que suben los más intervencionistas, y que recaudamos poco. Cuanto más confisco, menos recaudo, y además, la culpa es nuestra. Y no funcionará. Usted se preguntará que, si estos datos son evidentes, por qué los políticos no llevan a cabo una fiscalidad facilitadora y orientada al crecimiento. Porque el objetivo no es la prosperidad y el empleo, sino el control. Por ello siempre se ponen de acuerdo en aumentar la presión, sabiendo que, además, le echarán la culpa a usted cuando los ingresos no cubren sus gastos.

La EPA que no queremos volver a ver

Mucho se discute estos días sobre la calidad del empleo y la recuperación, y poco sobre el desastre que causaron las políticas equivocadas, que nos quieren vender como “soluciones”.

La EPA del segundo trimestre de 2017 nos muestra que España está creando mejor empleo que el que perdió. España lleva 41 meses creando empleo indefinido y el 91% del empleo recuperado es a tiempo completo. El empleo ha crecido en 503.600 personas en el sector privado en los últimos doce meses y 512.300 personas en total.

La economía se expande por encima del 3,2% anualizado y España se sitúa como líder en crecimiento y el segundo país de la Eurozona en creación de empleo indefinido.

Hay muchos elementos importantes en esta EPA. La tasa de paro juvenil ha caído siete puntos y se sitúa a niveles no vistos desde mediados de 2009. En el último año, los parados de larga duración han descendido en 426.100 personas, una caída del 19,8%.

Se ha tardado seis años en recuperar el destrozo en el mercado laboralcreado por las políticas equivocadas, y la sangría de empleo imparable que situaba a España como una campeona mundial de destrucción de empleo entre 2007 y 2011.

¿Y a qué quieren “volver”?

Para los “redistribuidores de la nada” que han descubierto la temporalidad y el paro juvenil en 2012, siempre conviene recordar que la temporalidad llegó a casi el 34% en 2007 en medio de la burbuja y hoy está en el 25%, y que el desempleo juvenil ya era cercano al 20% en 2007 y se multiplicó entre ese año y 2011, cerrando en un 48,5%.

Lo hemos explicado en varias ocasiones. Volver a la rigidez laboral de los 80 y 90 no solo no reduce la temporalidad, sino que ataca el empleo y aumenta la precariedad.

Entre 1977 y 1985, con los sindicatos al mando del mercado laboral, el desempleo se disparó al 21,6% y estuvo 11 trimestres por encima del 20%. Algunos lo achacan todo a la moneda única. Falso. Antes de la entrada en el euro, el paro estuvo 20 trimestres por encima del 20% y llegó al 24,5%.

 

 Volver a la rigidez laboral de los 80 y 90 no solo no reduce la temporalidad, sino que ataca el empleo y aumenta la precariedad

 

Recordemos que el número de ocupados se desplomó en 348.700 personas solamente en el cuarto trimestre de 2011, se destruían más de 100.000 empleos al mes, con una destrucción de empleo indefinido de 104.200 y 246.000 temporales. La tasa de temporalidad bajaba al 24,98%… Por la destrucción masiva de empleo. Un éxito, reducir la temporalidad mandando gente al paro. Hoy, a pesar de una tasa de temporalidad que aún es alta, ni un 3% de los contratos son de menos de tres meses.

Cuando los mismos que llevan gestionando durante más de tres décadas comunidades autónomas con un paro medio del 25%, y 22 años España con un paro medio del 18%, nos dicen que tienen la solución para crear empleo, o se la han guardado para fastidiar o simplemente es falso.

El problema del mercado laboral español es complejo, pero es una absoluta falacia decir que la reforma laboral es la creadora de la temporalidad, precariedad o de los salarios. Los salarios reales están subiendo. Y el problema del paro, la precariedad o la temporalidad no se va a solucionar ignorando al 90% de las empresas, las PYMEs, para mantener estructuras de negociación obsoletas con una patronal y sindicatos que están muy lejos de las empresas y de los trabajadores.

En el debate político y económico del paro se le da voz a los partidos, y a unos agentes sociales con representación más que mínima, pero hay que escuchar a los que crean empleo, a la inmensa mayoría de las empresas y a los autónomos.

Lo que es una demostración del error garrafal de nuestro mercado laboral es que una enorme mayoría del parlamento quiera mantener a toda costa rigideces que atacan a la contratación, que hacen caro y burocrático contratar y una fiscalidad devoradora que lleva a que las empresas pequeñas y medianas solo tengan una manera de afrontar los cambios de ciclo, cerrando y despidiendo.

No, los evidentes retos de nuestro mercado laboral no se van a afrontar repitiendo los errores del pasado.

¿Hacia dónde hay que ir?

Hay que reconocer el tejido empresarial español, que son 90% PYMEs, y de ellas, 57% microempresas, dejarlas respirar, permitir que ganen tamaño y se fortalezcan para que el empleo sea mucho más sostenible. Debemos apoyar programas de participación en el capital entre trabajadores y empresarios para que la identidad de objetivos a la hora de conseguir que las empresas sobrevivan, se fortalezcan y mejoren en una crisis sea mayor. No demonizando a las grandes empresas hasta que no queden. España necesita muchas más grandes empresas, y urgentemente.

Debemos reconocer el éxito de esta EPA sin olvidar los retos. España es un país que, con una legislación laboral flexible y segura, como las de los países líderes, con menos trabas burocráticas y una fiscalidad orientada al crecimiento, creará muchos más empleos y saldrá de los errores del pasado. Pero no podemos hacer a los trabajadores sufrir los destrozos generados desde perspectivas obsoletas. La mayor política social es crear empleo, y los salarios crecen cuando pongamos como objetivo aumentar la productividad y acabar con los escollos a la contratación.

 

Para ser líderes en empleo de calidad, no necesitamos políticos con ideas mágicas, sino avanzar en lo que está funcionando

 

No se va a conseguir subvencionando a los improductivos subiéndole impuestos a los productivos. Ni, desde luego, creyendo que los que destruyeron millones de puestos de trabajo o los que no han creado uno en su vida, van a tener la solución mágica del empleo.

Para ser líderes en empleo de calidad, no necesitamos políticos con ideas mágicas, sino avanzar en lo que está funcionando. Crecer más, atraer inversión. Necesitamos que dejen a las empresas respirar y a los trabajadores desarrollarse y formarse.No queremos volver a ver una EPA donde se aplauda que se destruye menos empleo que en el mes anterior. No queremos volver a ver una EPA donde nos digan que se destruyen cientos de miles de puestos de trabajo mensuales, eso sí, con mucha dignidad.

No vamos a tener tasas de empleo alemanas con legislación griega.