La OCDE y el dudoso multiplicador del gasto público

Believing in a thing you see to disbelieve, all the days that slipped away are repeating.

John Frusciante

 

La OCDE pide más inversión pública para salir del estancamiento al que se orienta la economía. ¿Cuál es el problema? Que la OCDE siempre pide más inversión pública. Tras $60 billones de deuda acumulada a nivel, un incremento del 9% de la deuda pública anual desde 2007, y un “boom” inversor en infraestructuras, las estimaciones de crecimiento se han revisado consistentemente a la baja. La muy repetida frase de que “hay un déficit de inversión pública en infraestructuras” es simplemente incorrecta (lean) como demuestra el gráfico.

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De hecho, la política expansiva estatal que proponen los nuevos inflacionistas sería una decisión incorrecta ante una desaceleración liderada por caídas de los precios de las materias primas y con evidente saturación de deuda. ¿Por qué? Porque lo que estamos viviendo es un shock de exceso de oferta, que lleva a caídas de precios, no una deficiencia de demanda agregada. Lo estamos viendo en el consumo, que crece a buen ritmo. Lo que vivimos es un entorno de exceso de capacidad tras una década de optimismo inversor ante unas expectativas de crecimiento que no se han dado. La sobrecapacidad es evidente en las principales economías (lean este post de Bloomberg), como muestra el gráfico de @combarro.

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De hecho, está demostrado que en una economía abierta y con comercio globalizado con tipo de cambio flexible, la efectividad de la expansión fiscal es extremadamente limitada (lean el informe).

¿Es necesaria la inversión pública? Igual que la privada, si –como decía Lord Keynes- tiene rentabilidad real (lean “What Keynes Really Said About Deficit Spending”) y una necesidad evidente. Si no, no es inversión, solamente gasto para “sostener el PIB”… Y los que hemos sufrido los planes E, o los ciudadanos del mundo que han sido castigados con la factura de los elefantes blancos, sabemos que deja tras de sí deuda y reduce el crecimiento potencial. La sobrecapacidad se ha trasladado de los países desarrollados (media de 22%) a los emergentes (Brasil cerca de 30%) y China (más de 38%).

Leí el otro día a un economista del socialismo inflacionista argumentar que «un euro de déficit público es un euro más en el bolsillo de las familias». Se lo juro. Es el milagro de los panes y los peces del gasto estatal. No, un euro adicional de déficit público es un euro y sus intereses de deuda adicional que le pasamos a nuestros hijos y nietos. No solo no es cierto que el gasto público a base de déficits incentive la economía, sino que existen estudios empíricos que demuestran su baja efectividad.

Ustedes escucharán constantemente: «si el Estado gasta, aumenta la actividad económica y se produce un efecto multiplicador» ¿no?. No.

La falacia del multiplicador del gasto público garantizado se ha demostrado en muchos estudios (lean). En el historial de más de 44 países se demuestra que el efecto multiplicador es muy pobre en economías abiertas, y negativo en las altamente endeudadas. Como la española.

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El estudio de Ethan Ilzetzki, Enrique Mendoza, y Carlos Vegh, “How Big (Small?) are Fiscal Mutlipliers?” analiza la historia del impacto acumulativo del gasto público en esos 44 países mostrando la bajísima efectividad de los estímulos fiscales. Pensar que, además de que la historia nos ha demostrado su ineficacia, la próxima vez “será diferente” o, como asume Podemos, que el multiplicador será mayor al creado jamás en ninguna economía, es una locura.

Los «economistas» de Podemos citan un estudio de I. Zubiri y J. Martínez (2013, aquí su extensa e interesante bibliografía) para justificar su optimista expansión económica.

Sin embargo, como explica Juan Rallo, uno debería interpretar los cálculos de Zubiri y Martínez con mucho más que prudencia. Los propios economistas reconocen en su ensayo que «cualquier valor numérico del multiplicador debe tomarse con cautela (…) probablemente no hay un multiplicador único que solo dependa de una variable (por ejemplo, la tasa del crecimiento del PIB). Lo que hay son multiplicadores aplicables en contextos distintos y, por ello, lo razonable es dar un intervalo de valores más que un número fijo». Más en particular, la estimación del efecto multiplicador por parte de Zubiri y Martínez se efectuó a partir de una serie de datos en la que el endeudamiento público español era muy inferior al actual… Y analizando un periodo de burbuja inmobiliaria.

Incluso si asumimos multiplicadores fiscales positivos, la evidencia empírica de los últimos quince años muestra un rango que, cuando es positivo, se mueve entre 0,5 y 1 como máximo… Y en la mayoría de los países de la periferia han sido negativos (Giles, C. “Has the IMF proved multipliers are really large? (wonkish)”. Financial Times, 12 de octubre, 2012).

Efectivamente, incluso estudios que analizan un efecto positivo del gasto público (lean), alertan de que las economías avanzadas y endeudadas están al borde de su límite fiscal y sus anuncios pierden credibilidad («many advanced economies may be near their fiscal limit, which consequently has two important effects. First, the effects of the monetary and fiscal policy instruments become unpredictable, and specifically, fiscal policy announcements lose credibility»).

La conclusión real -que los multiplicadores son muy bajos o negativos en economías abiertas y endeudadas- es la que se resalta en el estudio de Corsetti, G., A. Meier y G. J. Müller (2012) “What Determines Government Spending Multipliers?” (Economic Policy, octubre, 521–565): «Los multiplicadores fiscales son negativos en tiempos de debilidad en las finanzas públicas«.

Adicionalmente, tiene un impacto históricamente negativo y peligroso en las primas de riesgo, como muestra el propio estudio de Bi, H. (2012): “Sovereign Default, Risk Premia, Fiscal Limits, and Fiscal Policy” (European Economic Review, 56, 389-410).

La idea de que el gasto público genera mayor crecimiento ignora muchos efectos adicionales, incluyendo el impacto fiscal –más impuestos- para financiar ese gasto, la utilización de la capacidad productiva y el nivel de endeudamiento del propio Estado. Todos esos efectos frenan cualquier impulso estimado. Y no debemos olvidar, como señala Robert Mulligan, que el «multiplicador keynesiano» no es una referencia base, es un máximo estimado (lean).

El Nobel Angus Deaton da nombre a lo que se llama «la paradoja Deaton» que explica que el aumento de gasto público genera en muchas ocasiones el efecto contrario al deseado (lean). Los “shocks de ingresos” –gastar más- no generan los deseados shocks de consumo. Porque los aumentos de impuestos y la incertidumbre creada por el efecto embudo en la economía real atacan la propensión marginal al consumo. Por otro lado, el crowding out, por el que los estados acumulan la mayoría del crédito disponible,  afecta a las empresas y su crecimiento. Y encima no se crea más empleo por la capacidad ociosa ya existente.

Existen otros estudios perfectamente documentados que muestran que el efecto multiplicador del gasto público es casi inexistente en economías maduras y endeudadas, sobre todo la creación de empleo público. Faggio y Overman, de la London School of Economics, encontraron que “en el periodo de 1999 a 2007 (ya antes de la crisis) no se encuentra ningún efecto multiplicador en el sector constructor o servicios, y un efecto destructor mucho mayor en el sector manufacturero”, convirtiendo el exceso de empleo y gasto público en un “evidente expulsador del sector privado”.

Lean por qué el estímulo gastando no funciona aquí (Robert J Barro y por qué es un cuento matemático aquí) y aquí (Thomas Sowell)

La utilización de capacidad productiva en España, según el Ministerio de Industria, es del 77,7%, una notable mejora desde los niveles de 2010, pero significa que todavía hay un 22% aproximado de exceso de capacidad. La media de sobrecapacidad en la UE es del 20%.

Asumir que el sector público tiene mejor información que el privado o los consumidores sobre dónde invertir o que es capaz de absorber el exceso de capacidad es simplemente falso. Pensar que la sobrecapacidad es un problema de “crear demanda” y no de oferta es otro error. La demanda no se “crea” por decisión de un comité.

¿Hacen falta inversiones? Sí, claro. ¿Es esa necesidad remotamente cercana a la cantidad de masa monetaria creada por los bancos centrales? Ni de lejos. ¿Se va a poder repagar la deuda incurrida si se vuelven a lanzar planes de elefantes blancos como los vistos hasta ahora? No. Y además se entorpece el crecimiento potencial y la capacidad de consumo a base de impuestos.

Como explicamos en varias ocasiones, las necesidades globales de infraestructura, son de unos 835.000 millones de dólares anuales según la optimista perspectiva del Banco Mundial. Aceptemos la cifra como válida. El gasto en educación global estimado necesario para 2020 sería de unos 25.000 millones de dólares más.  Todo ese enorme esfuerzo adicional supone un porcentaje ínfimo del PIB global anual. Según el Banco Mundial y la ONU, un 1-1,2%. Esa “enorme” expansión fiscal no llega ni de lejos a lo que necesita gastarse para generar la inflación que quieren “porque sí” ni lo que se aumenta la masa monetaria para conseguirlo, aunque ustedes se crean –y no ocurre- que “detrás de esa inversión estatal se lanzarán las empresas a invertir mucho más”.

No va a compensar la diferencia entre el crecimiento histórico global y el actual. Tampoco compensa el efecto depresor del aumento de deuda para acometerlo (se necesitaría un multiplicador superior al jamás visto). Pero sobre todo, generará otro efecto embudo similar al que hizo el “plan de estímulo” de 2009 de la UE, donde se gastó un 3% del PIB y ni se mejoró el crecimiento, ni se solventó la crisis ni se creó empleo.

Es interesante este estudio de Raju Huidrom, M Ayaan Kose y Francisca Ohnsorge sobre la relación del efecto multiplicador en contextos de bajo endeudamiento. Su conclusión es que cuando hay bajo endeudamiento los planes expansivos funcionan, pero cuando por el contrario, el endeudamiento es alto, pueden ser negativos.

Pero da todo igual. Porque les dirán “esta vez es diferente” o “no se trata de gastar menos, sino de gastar mejor”. Y volverá a pagar usted.

 

 

Brexit. El riesgo no se ha acabado.

“It is not simply the British public that wants a more competitive, democratic and less bureaucratic Union. Even at last night’s summit a number of other states attempted to piggy-back on the UK’s reforms” Open Europe

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Recuerdo un vídeo en Youtube donde un pescador en Cádiz decía: “si hay miseria, miseria para todos”. Las reacciones de ciertos medios al acuerdo entre Reino Unido y la Unión Europea me han recordado a esa frase.

El problema de fondo se sigue obviando. Las razones porque la Unión Europea como la conocemos -y hacia dónde va- no encajan con el Reino Unido son múltiples, pero se pueden resumir en la frase de David Cameron. “Amo a Gran Bretaña, no a Bruselas”. Fíjense que dice Bruselas, no Europa. En muchos países de la Eurozona se ha terminado por equiparar Europa con más Bruselas, y ese es el error que Reino Unido no está dispuesto a aceptar. Una Unión Europea modelada a imagen y semejanza del dirigismo económico y el intervencionismo francés choca diametralmente con las aspiraciones, la cultura y la estructura económica del Reino Unido. Yo llevo más de doce años viviendo en Inglaterra y nunca he conocido a un defensor convencido de la permanencia en la UE.

Pero es que el Reino Unido es el segundo mayor contribuyente neto a la UE, y por lo tanto, pretender que su voz sea silenciada para mantener el dirigismo burócrata es malo… para todos. Necesitamos como el agua un Reino Unido dentro de la Unión Europea que sirva de muro de contención contra la marea intervencionista del unicornio.

Adicionalmente, el acuerdo alcanzado se percibe como insuficiente y, como explica Daniel Hannan, no es un nuevo tratado sino un encaje de mínimos que se enmarca dentro de lo que negocian muchos otros estados cada día.

No piensen que el acuerdo firmado por Cameron acaba con el riesgo del Brexit.  El referéndum sigue adelante. Al menos 63 diputados conservadores consideran el acuerdo insuficiente, y algunos sondeos estiman que hasta la mitad de ellos mantienen su apoyo a la salida.

Según Yougov, el 62% de los votantes conservadores están a favor del Brexit, el 30% de los laboristas y 29% de los lib-dems (socialdemócratas), además del 98% de los votantes de UKIP.

Según el último sondeo de TNS , el 36% de los encuestados apoyan el Brexit, con un 32% prefiriendo permanecer en la UE. Los indecisos, 22%, por lo tanto, son esenciales.

Y a los indecisos desde luego no les ayudan los mensajes que llegan a Reino Unido de la UE, exigiendo lealtad incondicional al proyecto.

Un 46% de las empresas británicas perciben que la Unión Europea les supone un coste muy superior al beneficio  y ese porcentaje es mucho mayor entre pymes.

No se nos debe escapar que para un país que contribuye tanto a la Unión Europea, es un riesgo enorme ver cómo economías como la griega, portuguesa o italiana se lanzan una y otra vez a repetir los errores intervencionistas del pasado. Y ahora el riesgo de que lo haga España supondría un coste inasumible.

La contribución neta de Reino Unido a la UE se ha disparado de 3.300 millones de libras en 2008 a 9.800 millones en 2014, mientras que el porcentaje de exportaciones a los países de la Unión caía. Este es uno de los principales problemas de percepción pública, el coste. El segundo, la burocracia.

En Reino Unido se percibe que lo que se impone en Europa es profundizar en el modelo intervencionista fracasado y en el dirigismo que solo ha generado estancamiento. Reino Unido ha creado en cuatro años más empleo que toda la Unión Europea junta, a pesar del aumento de la inmigración. No se le escapa al ciudadano británico que los populismos emergentes en algunos países tienen como objetivo esencial pagar su ansiada fiesta de despilfarro con el dinero de, entre otros, los ingleses.

Lo hemos explicado en esta columna antes. El Institute of Economic Affairs estima un coste de la permanencia cercano a un 3% del PIB de Reino Unido. Solo he leído un informe que estime un beneficio neto, del CBI, cercano al 4% del PIB, pero dicho informe asume que todo el comercio entre Reino Unido y la UE es resultado de la pertenencia a la Unión. Se antoja difícil pensar que todo el flujo comercial es resultado de ser país miembro.

El hecho de que Reino Unido tenga moneda propia es irrelevante. Hay muchos países de la UE que no están en el euro. El problema es cómo se aplica la política fiscal y monetaria. Si se usa para aumentar desequilibrios y rigideces o para crecer y mejorar competitividad. Dentro o fuera del euro, las economías no competititivas tendrían los mismos desequilibrios, como demostró España o Grecia con sus devaluaciones de los 80-90. Alto desempleo, rigidez y desequilibrios perpetuados.

La salida del Reino Unido tendría un grave impacto para la UE, y para Reino Unido. La Unión Europea pierde uno de sus contribuyentes netos y además el que tiene una balanza financiera más importante. Esa doble pérdida sería un impacto brutal para la credibilidad y sostenibilidad de la Unión y del euro. Una Europa en la que los países “receptores” y de credibilidad cuestionada supere a los “pagadores” es un enorme riesgo que afecta a la capacidad de financiación, la inversión y la balanza financiera.

Sector financiero: un problema nada desdeñable de regulaciones y exigencias de capital distintas, así como impacto si algunos bancos y casas de inversión se ven forzadas a dejar el Reino Unido. El argumento contrario es que el flujo financiero aumentaría hacia las islas por la deriva intervencionista de una UE ex-UK.

Se estiman tres millones de puestos de trabajo directos e indirectos en Reino Unido por pertenencia a la UE. Podría darse un aumento del paro. También se argumenta que Reino Unido crea más puestos de trabajo y no contaría con el flujo migratorio antes mencionado.

Comercio: un impacto para ambas partes, que sufrirían mientras se renegocian o firman tratados bilaterales. Sobre un total de 430.000 millones de libras, incluso porcentajes pequeños deben valorarse con cuidado.

“Que se vayan”, dicen algunos. No nos damos cuenta que sería tremendamente negativo para todos. El que piense que una UE sin uno de sus principales contribuyentes va a tener las mismas primas de riesgo y acceso a inversión que antes, mientras los defensores de unicornios económicos se asientan en el poder del “paga usted”, lo lleva claro.

 

 

El “Plan Económico” de Podemos y los Unicornios Amarillos.

Máxima expectación para conocer un proyecto-memoria económica y financiera, fundamentos políticos y resortes administrativos de Podemos para instalar en España la Revolución Política, Progresista y de Cambio de la “gente”.

El proyecto económico fiscal de país es, a nuestro juicio, fundamental, para entender qué modelo de política económica quieren implantar en España, sobre qué premisas y cuáles pueden ser sus consecuencias para España y los españoles. Aunque lo primero que hay que tener en cuenta es que Podemos quiere y defiende un Referéndum de Independencia para Cataluña – y posiblemente para el resto de comunidades que lo pidan como el País Vasco, de realizarse éste referéndum y de salir SÍ, todo este proyecto de ingeniería económica–fiscal perdería vigencia, para empezar porque se perdería el 18% del PIB de España que actualmente es Cataluña.

Pero seamos positivos y pensemos que con o sin consulta, Cataluña sigue siendo parte de España. El “cuadro macroeconómico” que presenta la memoria del documento programático es el siguiente:

 

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Las cifras presentadas trabajan a propósito con ratios sobre PIB, que permiten dibujar un panorama más difuso y favorable a la propuesta. Traducción: los economistas de Podemos hay formulado unos números que están destinados a beneficiar su propuesta, y que no son realistas. Los números de Podemos suponen una estimación de crecimiento sostenido del PIB en el entorno del 6% hasta 2019, lo que casi nos empareja con países como China. Estamos hablando de más de 280.000 millones de euros sobre 2015, algo realmente inaudito, teniendo en cuenta la evolución de nuestra economía.

Ni España, ni ningún país del primer mundo han crecido en los últimos 30 años a un ritmo del 6% del PIB. España no cuenta con recursos naturales que permitan pensar que de su explotación se podría incrementar el PIB de esa manera – no tenemos ni petróleo, ni minas de diamantes, ni yacimientos de coltán-.  Ni está claro que, aún teniendo esos recursos España pudiera generar riqueza de esa forma tan espectacular. El PIB, el Producto Interior Bruto es la suma de bienes y servicios que produce un país, y hay ejemplos para aburrir de países que incluso teniendo fuentes naturales de riqueza se han arruinado simplemente por coyunturas globales como Venezuela, Argentina o Nigeria. Hay países como Japón, de enorme riqueza y mayor inversión pública que están sumidos en el estancamiento desde hace décadas.

La formación morada parte, además, de las propias previsiones del Partido Popular, que ya de por sí incluyen una sobrevaloración del PIB, todo ello sin considerar los riesgos coyunturales que pueden llevar a la baja estos datos, desmontando todo el tinglado ya desde el primer año.

 

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El crecimiento anterior se acompaña con una nueva senda de reducción del déficit, que del -2,8%/-1,5%/-0,3%/-0,3% actuales de 2016 a 2019, pasa a ser del -3,9%/-3,5%/-2,3%/-2,2%. Todo ello, expresado en cantidades absolutas, significa un déficit anual de -45,3/-42,7/-30,4/-30,2 miles de millones de euros respectivamente, déficit que se traducirá en un incremento muy notable de la deuda pública, eso sí, camuflado por nuestro increíble crecimiento, que la dejará en el 90,7% del PIB. Todo muy bonito.

El primer escollo con el que se encuentran los economistas de Podemos, y que por supuesto no aparece en su Plan de Unicornios Amarillos, es Bruselas. España forma parte de la Unión Europea y tiene unos compromisos de déficit que tiene que cumplir. Por supuesto, Europa que ya está siendo flexible en el cumplimiento de déficit para España no permitirá un cuadro como el que pinta Podemos, pero lo que es aún peor, nos enfrentaría a Europa de la misma forma en la que Varoufakis se enfrentó, y ya estamos viendo el resultado de Grecia.

Pablo Iglesias se la juega al movimiento “revolucionario político por el Cambio” que lidera el fracasado Varoufakis en Europa, un economista que fue expulsado del gobierno de Tsipras sin contemplaciones. Piensa Iglesias que con Varoufakis, Tsipras y Renzi pueden promover un movimiento de la Europa del Sur contra la Europa del Norte que bien, apoye sus políticas, o bien salga del euro. Sin sonrojos.

Resulta importante destacar que las acciones programáticas de Podemos se basan en estos supuestos económicos, que se dan por hechos. Cabe preguntarse cómo, de cumplirse, pretenden convencer a la Unión Europea que, creciendo como motos, pasemos olímpicamente de reducir nuestros números rojos. Puro wishful thinking.

 

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Sobre este endeble armazón, Podemos construye su propuesta de gasto adicional para la legislatura (96.000 millones para 2019), destinado a “revertir los recortes en los servicios públicos fundamentales”, a la puesta en marcha de programas sociales (entre ellos, un “Plan de Renta Garantizada”) y a inversiones públicas (“Plan de Transición Energética”, gasto en I+D+i…) potenciadas, ojo al dato, por una banca pública creada a partir de Bankia, Banco Mare Nostrum e ICO.  ( Lo que implicaría, para empezar, sacar de bolsa Bankia). Como apuntaba un sensato y avispado tuitero, “que todo ello no dependa del gobierno español sino de las autoridades europeas, es un detalle irrelevante”.

No vamos a entrar en el detalle de los gastos, porque se trata de una decisión política sometida a la ideología de los proponentes, pero sí debemos analizar con detalle los ingresos que van a posibilitar dichos gastos. Y ahí entramos en los terrenos del Mago de Oz:

 

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De los 96.000 millones señalados, 68.000 (un 70,83%, señalados en rojo) se encomiendan a fuentes de financiación totalmente inciertas y poco acreditadas:

  • 12.000 millones obtenidos de la lucha contra el fraude fiscal. Al menos, ya no son los 45.000 millones que proclamaban antes de las elecciones. Les invitamos a revisar las medidas del programa, en donde advertimos muchos más gastos probables (de personal, operativos y costes ocultos) que ingresos esperados. Este dato, siendo el más plausible de todos no se implanta con un mayor número de inspectores fiscales, sino con lo que ellos denominan “el concurso ciudadano”, básicamente chivarse de lo que tiene el vecino en nombre del patriotismo mal entendido. Buscan crear escuadrones vecinales de chivatos profesionales del régimen. ¿Les suena?
  • 29.700 millones de, toma castaña, “efecto multiplicador”. Merece la pena leer la explicación sobre esta cantidad:“El gasto público del Estado genera actividad económica, lo cual se traduce finalmente en un mayor consumo e inversión y, con ello, en mayor recaudación fiscal. Teniendo en cuenta que este multiplicador del gasto es claramente mayor que el multiplicador de los impuestos, el efecto estimado sobre los ingresos que cabe esperar por esta vía es de 29 700 millones de euros”.Ahí lo dejan, y se fuman un puro. Nos lo tenemos que creer, porque sí.

 

En este punto hay que explicar que el gasto público se financia de dos maneras: vía impuestos o vía financiación. Una financiación que tiene un coste ( denominado el interés de la deuda), y que hay que pagarlo al prestamista. Es decir que es una premisa falsa. Otro Unicornio amarillo.

 

  • 26.300 de los “ahorros” (=menos esfuerzo de ajuste) derivados de la nueva senda de reducción del déficit. Sí, esa que las autoridades europeas concederán graciosamente sin contrapartida alguna. Vamos, como en el caso de Grecia o de Portugal.

 

El resto de ingresos, 28.000 millones (un 29,17%) corresponden a la recaudación adicional esperada de una nueva reforma fiscal. Dicho en román paladino: más impuestos, salvo en el caso de IVA (merced a unos confusos ajustes), lo que supone superar los 200.000 millones de euros en las principales figuras impositivas, techo que sólo se consiguió en el pico más alto de nuestra monumental burbuja inmobiliaria. Ya nos explicarán cómo se consigue tal objetivo con un 20% de paro y con una economía todavía en lenta senda de recuperación de niveles precrisis, sin construcción ni turismo y con el ajuste productivo aún sin consolidar.

La pregunta en este punto es obvia: ¿Pretende Podemos construir más carreteras, más AVEs a ninguna parte, más Universidades, más puentes? ¿Quizá pantanos? ¿Exactamente en qué piensa invertir Podemos el dinero público? Dicen que contrataran un millón de funcionarios más, España pasaría de tres millones a cuatro millones de funcionarios: ¿Es eso inversión productiva o se puede denominar de otra manera?

En materia de Inversión Inmobiliaria, su política es franquista, básicamente regresar a las medidas que estaban en las leyes de 1947, 1957 y 1964.

 

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Merece la pena recordar en este punto que el impacto de las reformas fiscales emprendidas en el período 2011-2014, tan ferozmente criticadas por Podemos, supuso ya 31.112 millones de euros adicionales a las arcas del estado. También resulta interesante destacar que el desvío de los ingresos tributarios sobre lo presupuestado, en ese mismo período, fue de -17.107 millones de euros. Hagan cálculos. ¿En cuánto se pueden quedar finalmente esos 28.000 millones?

Interesante también es el punto del IVA del 25% para los “productos de lujo”. Una propuesta que es imposible porque la UE no permite tipos impositivos superiores en el IVA al general ( que está en el 21%). Pero les da igual, porque ellos en realidad lo que quieren es cambiar Europa. En todo caso, conviene recordar que la Industria del Lujo da trabajo en España directamente a 200.000 personas ( individuos con familias), y que el año pasado supuso ventas superiores a 10.000 millones de euros. El ingreso medio de un artesano de la marroquinería, joyería, industria del calzado de lujo o de moda es superior a la media. Esto sin entrar en el turismo de lujo y su impacto en la economía, o en la gastronomía de lujo y su capacidad de movilizar crecimiento económico local.

El documento establece que el esfuerzo en IRPF recaerá sobre las rentas mayores de 60.000 euros de base imponible. De nuevo, recordemos: las rentas de más de 60.000 euros generan apenas un 33% del total de la recaudación. Apretando a estos contribuyentes, retocando deducciones y corrigiendo “la dualidad de la tarifa entre rentas del trabajo y ahorro” se pretende recaudar 10.000 millones adicionales. Ahí es nada.

Sumen a ello una “reforma en profundidad del Impuesto de Sociedades” (+12.000 millones) y la recuperación de Patrimonio y Sucesiones (+2.000 millones). Pero es que además se sacan de la chistera “otros” 8.000 millones de euros en “fiscalidad verde” (atentos a las medidas), un “impuesto de solidaridad” a las entidades financieras y el Impuesto sobre Transacciones Financieras (la famosa Tasa Tobin).

Esto es: impuestos, impuestos y más impuestos que, de forma directa o indirecta, acabarán pagando sí o sí “la gente” para la que pretenden legislar.

Es más, ¿tal incremento fiscal sobre familias y empresas no va a tener repercusión en el estratosférico crecimiento esperado? ¿No afectará al consumo, a la inversión y al emprendimiento, y por ende al multiplicador mágico? ¿Dónde se contempla la reacción de los agentes económicos a estas medidas? ¿Y la supervisión y armonización europeas? Demasiados interrogantes para demasiado humo.

Montoro, con la mayor subida de impuestos de la historia, subiendo 5 puntos el marginal por la necesidad de cuadrar las cuentas, aumentó la recaudación de IRPF en 4.000 millones. Ellos creen que van a sacar más del doble.

No hablan ya de «impuestos a rentas altas» sino «acomodadas». En Navarra o Cantabria ya han demostrado que suben los impuestos a todos. Especialmente a los pobres, subiendo los indirectos -gasolinas, etc-.

La media histórica de errores en estimación de ingresos fiscales, según el BCE, es del 1% del PIB. Eso significa que Podemos lanzaría a España a un déficit anual superior al 8%, el mayor del mundo y unos 240.000 millones más de deuda. Eso llevaría a la prima de riesgo a dispararse aunque el BCE apoye, como hemos visto en Portugal o Grecia.

Podemos se ha inventado el multiplicador del gasto corriente. Estiman una expansión económica que duplica el crecimiento medio histórico del PIB nominal aumentando en 93.000 millones el gasto corriente. No la inversión.

Podemos PIB

Es una broma pensar que la solución es gastar más cuando llevamos ocho años con una expansión fiscal de más de 60.000 millones anuales. Pero es alucinante que Podemos pida más déficit -más deuda- cuando tienen cientos de horas de televisión pidiendo auditoria de la deuda, impago y salir del euro. Quieren pedir más para luego no pagar. Genial.

El plan es claramente anti empleo y anti crecimiento, subirá impuestos a Pymes y autónomos, y no existe un solo caso de semejante subida de impuestos y aumento del gasto en la OCDE que haya generado crecimiento del empleo.

Podemos olvida el impacto del aumento de flujo de deuda aunque el BCE monetice. Aumentar el déficit en tal cantidad va a disparar la prima de riesgo, y con ello destruye el acceso a crédito de empresas y familias.

Publicado en El Mundo, 21 de febrero 2016.

Daniel Lacalle es economista y director de inversiones en Tressis Gestión.

Sebastián Puig es economista, analista, escritor y conferenciante.

Pilar García de la Granja es periodista, especializada en información económica y Jefe de la corresponsalía de Tele5 en Nueva York.

Podemos el Mundo

 

 

 

 

 

 

Moody´s alerta. Riesgo de shock de deuda.

Históricamente siempre han reaccionado tarde ante los desequilibrios. El informe de Moody´s sobre la economía española publicado ayer es, por ello, extremadamente revelador. Nos muestra que el deterioro de las cuentas públicas que se avecina es muy relevante, ante promesas de más gasto y más déficit.

La rebaja a “estable” de la calificación de la deuda española nos muestra que siguen esperando un ritmo positivo de crecimiento de la economía que será insuficiente para reducir el déficit y, lo más importante, señala el riesgo que supone revertir las reformas y caer en políticas que acentúen los desajustes económicos.

Moody´s alerta de un panorama político fragmentado que puede llevar a políticas presupuestarias equivocadas. El clima favorable a avanzar en las reformas ha “decaído por el fuerte calendario electoral” de los últimos meses, afirma la agencia. La fragmentada constelación política que ha emergido de las elecciones del 20D no conduce a una nueva aceleración de las reformas en España.

La agencia de calificación muestra la misma preocupación que he comentado en tantas ocasiones en esta columna. Revertir las reformas puede ser extremadamente negativo, sobre todo la laboral y la de las administraciones públicas, que han supuesto gran parte de la mejora en crecimiento y empleo de nuestro país.  Moody´s avisa que es improbable que “las reformas estructurales que aún necesita España para consolidar el crecimiento se logren en los próximos tres o cuatro años con independencia de la composición del próximo Gobierno”. Y ahí es importante que los partidos que mantienen la responsabilidad y cordura no se rindan a las exigencias de los populistas.

Moody´s estima que España no cumplirá el objetivo de déficit público ni este año ni los próximos, lo que evitará que se reduzca una deuda pública en el entorno del 100% del PIB.

La agencia constata lo difícil que va a ser cumplir con los objetivos cuando las mejoras conseguidas por el Gobierno en los últimos años, entre ellas el control de las administraciones públicas o la reforma de las pensiones, han tenido un menor impacto de lo que la propia agencia estimaba.

La agencia estima que no se han implementado las reformas con la contundencia necesaria para controlar el desajuste presupuestario, a pesar de contar con la legislación para hacerlo.  Moody´s reconoce que el crecimiento económico ha sido mayor a lo estimado, pero constata que el lo no ha resultado en una mejora equivalente de las cuentas públicas, a pesar de la reducción del déficit.

Todo esto nos puede parecer subsanable si continuamos creciendo y creando empleo como hasta ahora. Efectivamente, si el Gobierno tiene como objetivo avanzar en las reformas, seguir creando empleo y fortalecer el crecimiento económico, estas preocupaciones de la agencia de calificación serían irrelevantes. Pero no lo son. Muestran un deterioro que es evidente desde que la incertidumbre política se instaló en nuestro país y comenzaron las promesas rupturistas, populistas y temerarias de gastar y endeudarse.

 

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¿Cuáles son las consecuencias reales?

La economía no va a crecer un 2,8%-3% si se vuelven a subir los impuestos y se aumenta el gasto para alimentar mayor burocracia. Las irresponsables llamadas a relajar el déficit ya parten de unas estimaciones de ingresos optimistas e imposibles de cumplir y de un aumento del gasto corriente que profundizará los desequilibrios de una economía con un déficit estructural de casi 40.000 millones de euros anuales.

Se ha llevado a cabo una modesta reforma de la administración pública que ha generado ahorros de 30.000 millones de euros estructurales, pero olvidamos que el gasto público ha aumentado en España un 41% desde 2004 y llevamos un déficit acumulado de más de 550.000 millones en ocho años. Los políticos olvidan también lo que ha alertado el BCE. No se reduce la deuda con subidas de impuestos y estimaciones mágicas de ingresos fiscales futuros para gastos muy reales.

Debemos hacer mucho más. Garantizar un “colchón” de reducción de gasto ante caídas de recaudación imprevistas que impidan cumplir con el déficit. Introducir sensibilidades al crecimiento que se ajusten cortando gasto discrecional, no aumentando deuda y subiendo impuestos.

Esta llamada de atención no debe ser ignorada.

Si paramos las reformas, intervenimos y gastamos más nos encaminamos a otro shock de deuda que ningún banco central va a disfrazar.

España tiene que refinanciar más de 400.000 millones de euros en 2016, de los cuales unos 230.000 son de deuda pública. Destruir lo conseguido y entorpecer las reformas nos llevará no solo a que se dispare la prima de riesgo, sino al impacto en pymes y familias del mayor riesgo país. Ignorar la alerta de Moody´s es peligroso. Lanzarnos a repetir el 2008, suicida.

Publicado en La Razón, 21 de febrero 2016.