La locura monetaria… Nueve años y medio de tipos bajos

Julio de 2006. La película ‘Piratas del Caribe’ (‘Dead Man’s Chest’) batía récords en taquilla. El disco más vendido era la banda sonora de la película juvenil ‘High School Musical’, cuyo adolescente protagonista cumplirá 30 años en 2017. En julio de 2006 fue la última vez que se vio una subida de tipos de interés.

Desde entonces, una generación de ‘traders’, que no recuerda a Johnny Depp como pirata y que piensa que Zac Efron es un medicamento para la gastritis, solo ha vivido políticas expansivas.

Más de 600 bajadas de tipos y 19 billones de dólares de estímulos monetarios han convertido a toda una generación de inversores en yonquis zombis, que no miran a la caja y el balance y solo saben leer actas de los alquimistas burócratas, de los bancos centrales. Que solo han sabido comprar las caídas porque “los bancos centrales apoyan”.

Esa generación, como las canciones de ‘High School Musical’ -gracias a Dios-, va a morir con la subida de tipos de la Reserva Federal.

Tenemos ante nosotros un reto global como inversores. Primero, entender cuáles son las empresas que pueden sobrevivir a un entorno de tipos al -oh, calamidad- 0,25%. Si un sector o empresa no puede sostenerse con enorme liquidez y tipos cero, es un zombi condenado a reestructurar, desinvertir, ampliar capital y eliminar dividendos. Segundo, debemos analizar cómo se sostiene un mundo en el que más del 40% de la inversión a largo plazo productiva se ha hecho pensando en crecimientos de países emergentes que no se van a dar ni de lejos y en precios de las materias primas que aparecerán en los anales de la historia como desproporcionados.

Ayer comentábamos en esta columna el desplome de los bonos de alto riesgo. Ojo, que en lo que llamamos bajo riesgo hay mucho peligro escondido. Las agencias de calificación están empezando a descontar efectos como Brasil o el precio del petróleo pero, como siempre son diplomáticas, lo harán gradualmente en las emisiones que califican.

Casi todas las subidas de tipos suelen generar un efecto ‘relief’ (desahogo) en que se dan importantes subidas de los activos de mayor riesgo ante la certidumbre de la noticia. En nuestro caso, nos encontramos con una subida de tipos que no se acompaña, como ocurrió en las 22 ocasiones anteriores a julio de 2006, de mejoras en las estimaciones de crecimiento global. En este caso es al contrario. Tampoco es un entorno de recalentamiento de la economía real. Esta subida de tipos es urgente porque lo que está recalentado -ardiendo, de hecho- es el grupo de burbujas consecutivas creadas por la política expansiva. Por lo tanto, cuando analicemos el efecto ‘desahogo’ de una subida de tipos, debemos tener en cuenta varias cosas:

– Cuál es la expectativa de subidas siguiente. Si los mercados reaccionan con alivio -como es previsible, aunque uno nunca sabe-, la siguiente subida puede darse en seis meses, hasta llegar al 1% (¡uno por ciento!, oh, halcones malvados anticrecimiento).

– Cuál es la expectativa de crecimiento de beneficios empresariales. Y es cercana a ser planos, como comentábamos recientemente.

– La subida de tipos va a sacar a la luz muchos unicornios (inversiones inviables que se han mantenido en las carteras de grandes fondos y bancos por el acceso a deuda barata). Y estamos hablando de más de un billón de dólares ‘reconocible’.

Me da la sensación de que ese alivio será, de nuevo, una oportunidad para reorientar carteras hacia activos que generen buena rentabilidad en un entorno de bajo crecimiento y menor inflación. Llevamos demasiado tiempo acostumbrados al gas de la risa monetario, hasta tal punto que nos cuesta entender que los precios y múltiplos que hemos aceptado durante una década son como ‘High School Musical’. Una moda -pesadilla- pasajera. Una anécdota.

Hemos vivido una época que se recordará en los anales de la historia por la locura monetaria. Donde Estados Unidos ha creado más de la mitad de la masa monetaria de toda su historia en siete años. Y lo único que quedará es la frase repetida por los economistas de consenso. “Hubiera sido peor”. Dentro de muy poco, ya lo verán, volverán a recomendar bajar tipos y aumentar masa monetaria usando la otra frase favorita de la academia. “Esta vez es diferente”. Pero no lo será.

La debacle de los bonos de alto riesgo

 

Hace ya tiempo que comentamos la montaña de deuda que vencía en los próximos cuatro años y cómo se había deteriorado la capacidad de repago de los bonos de alto riesgo y emergentes.

Esta semana hemos visto cómo se desplomaba aún más el mercado de bonos de alto riesgo (bonos basura), que durante la época de la bonanza de tipos bajos y alta liquidez de los bancos centrales había llegado a la locura de tener los tipos más bajos en 38 años. La represión financiera -bajar tipos y aumentar la masa monetaria- llevaba a que empresas al borde de la quiebra emitieran bonos a tipos del 4% o similares al cabo de unos meses. Los inversores, al ver los bonos de bajo riesgo a tipo negativo -casi el 70% de la deuda alemana con rentabilidades negativas-, se lanzaban a aceptar cualquier cosa que diese algo de rentabilidad. Y ahora, ante una mísera subida de tipos de la Reserva Federal de 0 a 0,25%, esperada esta semana, se desploma el mercado de deuda de alto riesgo, que además simplemente carece de liquidez. Casi nadie acepta el riesgo de comprar esos bonos.

Los inversores, al ver los bonos de bajo riesgo a tipo negativo se lanzaban a aceptar cualquier cosa que diese algo de rentabilidad

Según Standard and Poor’s, el 50% de los bonos de alto riesgo en energía -solares y petróleo en especial- y el 75% de las mineras están en riesgo de impago. De la deuda emitida por países emergentes, Brasil está al borde de bono basura.

No es un problema pequeño, y no se soluciona con el error de no subir tipos. La burbuja creada por la política de los bancos centrales no se soluciona perpetuándola. Pero ya han caído varios fondos que invierten en bonos de mercados emergentes, y las salidas de capital de algunos se acercan al 41% de sus activos.

No es fácil salir de este bucle. Estos fondos se han cargado de bonos de emergentes y alto riesgo, anticipando grandes rentabilidades y con la promesa de que los bancos centrales seguirán manteniendo políticas expansivas. Y lo están haciendo, vaya si lo hacen. El BCE, el Banco de Japón y 26 bancos centrales siguen bajando tipos y aumentando masa monetaria.

Ahora la situación a valorar es si genera u efecto dominó en la banca que ha financiado a mercados emergentes y de alto riesgo

Pero lo que muchos de estos fondos de inversión no esperaban es que una subida tímida, casi raquítica, y anunciada durante meses de la Reserva Federal iba a generar un efecto aspiradora tan brutal. Ya lo explicamos aquí, la liquidez desaparece mucho más rápido de lo que muchos creen.

Ahora la situación a valorar es si genera un efecto dominó en la banca que ha financiado a mercados emergentes y de alto riesgo. De momento, las estimaciones dicen que el impacto es moderado aunque no inexistente. La banca de media tendría un impacto máximo del 12% en su capital (‘core capital’) si se da un 70% de impagos. Adicionalmente, aunque vence una montaña de deuda en los próximos cuatro años, las refinanciaciones de 2016 y 2017 son relativamente moderadas. Eso sí, la montaña se hace enorme en 2019 (gráfico cortesía de Goldman Sachs).

Es por ello que la Reserva Federal debe subir tipos ya. Es urgente y lo vengo diciendo desde hace meses. Si no lo hace, dará la impresión de que saben algo realmente malo que los demás ignoran y crearán lo que venimos llamando desde hace tiempo el ‘dovish mistake’ (error expansivo), que generará pánico real en los mercados. Un mercado que es incapaz de tolerar una subida de tipos de 0 a 0,25%, absolutamente ridícula, sería un mercado enfermo, y el riesgo de perpetuar y aumentar la burbuja de bonos creada con políticas monetarias salvajes (lean cuando lo alertábamos en 2013) .

Esperemos que la Reserva Federal deje de pensar que retrasando lo inevitable va a calmar un sector de los activos financieros completamente desproporcionado en tamaño y riesgo como es el de los bonos ‘high yield’, que no son ni ‘high’, porque los tipos a los que emitían eran simplemente incongruentes con el perfil de caja y situación de balance, ni son ‘yield’ porque una gran parte simplemente no van a poder pagar.

Y esperemos que algún día los que dicen que las políticas monetarias expansivas pueden mantenerse eternamente porque “no crean inflación” dejen de pensar en el IPC y miren la brutal inflación de activos de riesgo -bolsa y bonos- que crea. La inflación se crea en los sectores donde se va el dinero. Y con represión financiera y subidas de impuestos, hundimos los salarios reales y la renta disponible, aniquilando la velocidad del dinero -que mide la actividad económica- y, efectivamente, no “sube el IPC”. Pero el burbujón de liquidez en activos de riesgo es de órdago. Y eso, señores, también es inflación. Hiperinflación de hiperburburja: hiperpinchazo.

El voto de un liberal

Según varias encuestas recientes, casi un 30% de los votantes españoles se declara liberal. El liberalismo es defender la propiedad privada, el imperio de la Ley y los derechos individuales. Un liberal es el que defiende para el Estado lo que quiere para sí mismo y su familia: libertad y oportunidad. Los intervencionistas exigen al Estado lo que jamás se atreverían a hacerles a sus hijos, endeudarse, gastar por encima de las posibilidades y pasar la factura a sus nietos. El liberal defiende un modelo de sociedad abierto, con bajos impuestos y meritocracia, que permite a las personas y empresas crecer y ser solidarios sin imponer el paternalismo asistencialista.

El voto de un liberal es extremadamente importante en una sociedad en la que, ley tras ley, paso a paso, se ha ido minando la importancia del esfuerzo, la competencia y el mérito con un intervencionismo creciente. El voto liberal cumple dos objetivos.

Uno, desde el compromiso real, defender que nuestro país siga avanzando y creciendo, para conquistar nuevas cotas de libertad y prosperidad. Otro, tan importante como el primero, es evitar que los enemigos de la libertad alcancen otro peldaño en su estrategia de poner a su Gobierno como dueño y controlador de todas y cada una de nuestras actividades.

El voto liberal es hoy más importante que nunca. Quedarse en casa porque ningún partido con posibilidad de gobernar es 100% liberal es regalar un voto a aquellos que, sin ser 100% socialistas o marxistas, conseguirán avanzar hacia su meta del intervencionismo total. Pensar que en España es mejor no votar para no perder la inmaculada pulcritud del liberalismo maximalista nos puede llevar a cometer los mismos errores que entregaron a tantos países latinoamericanos al populismo. En España nos enfrentamos a dos opciones: continuar creciendo como país diverso y unido o entregar nuestra libertad y nuestro futuro a aquellos que quieren dividirlo y cuyo objetivo no es la prosperidad, sino gestionar el asistencialismo. Hemos conseguido mucho. Salir de una crisis brutal creciendo y creando empleo. ¿Perfecto? No. Pero debemos mirar al futuro. Miremos la gestión, los resultados y los programas. Quién puede hoy bajar impuestos y facilitar el crecimiento y quiénes los quieren subir y entorpecer la recuperación. Los liberales debemos votar en masa. Nos jugamos mucho, porque mientras debatimos sobre quién es más ortodoxo, los intervencionistas «sonríen» y ocupan otra parcela de poder.