Japón al borde de la recesión

Los datos de exportaciones publicados hace un par de días en Japón ponen, de nuevo, varios problemas de manifiesto. Fíjense que cuando se habla de la recuperación española se habla de los factores externos -devaluación, precio del crudo bajo y estímulo monetario- como determinantes. Les presento a Japón, país con prácticamente la misma sensibilidad al precio del crudo, la devaluación y los tipos de interés que España (según UBS y DB). Camino de la recesión a pesar del mayor estímulo monetario de la OCDE… Bueno, ‘debido a’ más bien.

Imprimir moneda no hace que mejoren las exportaciones. Aunque el Banco de Japón lleva a cabo la política expansiva más agresiva de su historia -y ya lleva seis planes de estímulo con 22 años de estancamiento-, el déficit comercial -la diferencia entre exportaciones e importaciones- sigue por encima de los 950 millones de dólares en septiembre a pesar de la caída del crudo y el gas, que han ayudado a que las importaciones de materias primas cayeran un 36%.

Las exportaciones japonesas crecen al menor ritmo en meses y encadenan tres meses de datos muy por debajo de expectativas ya revisadas a la baja. En términos totales, un mero aumento de 0,6% en valor, pero una caída del 3,9% en volumen.

Por otro lado, el agresivo plan monetario solo ha conseguido que los salarios reales en Japón estén al nivel más bajo en 29 años.

Sí, Japón tiene un bajo desempleo, pero ya lo tenía antes de ningún plan de gas de la risa monetario y además su deuda sigue creciendo, y ya se sitúa por encima del 230% del PIB, mientras el plan de Shenzo Abe de aumentar el PIB un 20% se considera imposible y se demuestra quimérico.

De hecho, los datos de comercio, producción industrial y consumo indican que no solo no se ha cambiado el estancamiento, sino que estamos ante una posible contracción de la economía japonesa.

Tan complicada es la situación que Moody´s alerta de la dificultad para financiar el desproporcionado incremento de la deuda. Aviso a los podemitas y economistas de “gastar y tirar de déficit porque no hay inflación”. Japón paga alrededor de un 0,6% por sus bonos a 10  años y se gasta un 23% de su presupuesto en intereses.

El riesgo de recesión no es pequeño. Cuando miramos los componentes del PIB japonés, la caída de actividad industrial hace casi imposible que el gasto público supla el declive.

Llevamos alertando de la inútil apuesta por la política monetaria desde que se anunció Abenomics. No se pueden solucionar problemas estructurales de demografía -envejecimiento de la población-, sobrecapacidad, sectores de baja productividad con asaltos al ahorrador y sacando dinero del bolsillo de los ciudadanos. Es un problema de incidencia económica. Medidas que impiden que las generaciones jóvenes consuman más y que las empresas pequeñas y medianas, que son el 87% de las empresas japonesas, desarrollen su actividad, para sostener un Estado hipertrofiado, sectores rentistas y un enorme gasto en pensiones.

No se puede suplir la desaceleración china imprimiendo yenes, igual que no se puede parar un problema de pérdida y envejecimiento de la población dividiendo el pastel una y otra vez.

¿Por qué no se introdujo en Abenomics un plan de reformas estructurales? Sí se hizo, pero se guardó en el cajón. ¿Por qué no bajan impuestos y facilitan que las pymes crezcan y cambien el modelo rentista, endeudado y estancado de los ‘keiretsu’ y el Estado fagocitador? En Japón lo llaman los “intereses especiales”. Vamos, que es más fácil inaugurar puentes que permitir que los sectores de valor añadido respiren.

No me digan que todo esto no les suena. Pues ya saben la fórmula perdedora que se quiere imponer desde Francia y la socialdemocracia europea.

Draghi anticipa las Navidades

El plan de estímulo monetario de 60.000 millones de euros mensuales del Banco Central Europeo, expansión cuantitativa o QE, se lanzó cuando las economías de la Eurozona empezaban a recuperarse, y en pocos meses los riesgos globales hicieron que el efecto euforia se disipase. Pero las primas de riesgo han caído a mínimos. Sin ir más lejos, esta semana el Tesoro español emitía más de 2.200 millones de bonos a tipos negativos. Nos pagan por prestarnos.

Ayer, Mario Draghi comentó varios aspectos relevantes con respecto al plan implementado que nos deben hacer pensar antes de lanzarnos a la euforia. La posibilidad de aumentar la cantidad del estímulo monetario ante la incertidumbre global, la probable extensión del programa más allá de 2016 y ampliar el tipo de activos incluyendo renta variable y bonos corporativos. No se anuncia semejante cambio si los riesgos para el crecimiento no fueran claros.

La reacción de las bolsas ante el posible enchufe de más gas de la risa monetario no se hizo esperar y el Eurostoxx rompía resistencias al alza. El impacto de las políticas monetarias sobre los activos financieros vuelve a lanzar a los inversores a tomar mayor riesgo por menor rentabilidad. Pero la liquidez excedentaria de la Eurozona es de más de 470.000 millones de euros. Gran parte de la masa monetaria emitida por el BCE no encuentra lugar donde invertir. En el caso de algunas emisiones de bonos, el BCE supone ya más del 100% de la demanda. La capacidad de compra supera a las necesidades de financiación netas de muchos países.

El problema, como estamos viendo en Japón, al borde de la recesión tras el rotundo fracaso de Abenomics, es claro. No se puede imprimir crecimiento ni crear inflación porque lo decida un comité.

El Plan Juncker, por ejemplo, supone unos 360.000 millones en inversión en infraestructuras. La mitad de lo que imprime el BCE al año. ¿Dónde invertimos el resto? El problema de Europa no es de falta de inversión tras dos décadas de planes industriales que han dejado una sobrecapacidad del 20% y una enorme deuda. Es de exceso de gasto.

No vamos a solucionar con más liquidez el impacto de China, Brasil, emergentes y las fuerzas que ralentizan el crecimiento global. Un chute adicional de gas de la risa monetario no va a suplir el efecto deflacionista de un 20% del PIB del mundo en desaceleración. Aumentar la liquidez no va a generar más inversión cuando hay sobrecapacidad. Lo que hace falta es devolver el dinero a los ciudadanos para que consuman y, si les place, ahorren. Es su dinero.

Mario Draghi es un técnico brillante, y es consciente de los riesgos, pero sus palabras muestran que no va a ser el chivo expiatorio de los gobiernos europeos. Siempre repite que la política monetaria es sólo una herramienta y que sin reformas estructurales no funciona. Él va a poner la herramienta. Los inversores y estados tienen su regalo de Navidad. Ahora toca implementar las políticas de oferta y mejoras de renta disponible de empresas y familias que hagan que Europa salga del estancamiento.

Europa y el estancamiento (TTIP)

La semana pasada se firmó el acuerdo de comercio transpacífico entre EEUU y once países, conocido como TPP. Abarca a cerca del 40% de la economía mundial y casi un 44% del comercio mundial, y beneficia a 650 millones de personas. Se estima que generará un efecto positivo de un 2% al 3% del PIB de los países involucrados y un aumento de la renta per cápita de hasta un 10% en las naciones menos ricas. Un acuerdo de tal magnitud debe servir de ejemplo a la Unión Europea para acelerar la aprobación del tratado bilateral con EEUU (el llamado TTIP).

Para Europa, el TTIP supondría la oportunidad de dejar atrás la crisis y recuperar el crecimiento y cuota de mercado en el comercio internacional. Según el análisis del Instituto de Estudios Económicos supondría más empleo, más actividad económica, y mejoras salariales. Las cifras, conservadoras en mi opinión, merecen resaltarse.

El PIB español crecería un 0,7% adicional al año, y se generarían hasta 335.000 nuevos empleos en los cinco primeros años, además de aumentar las exportaciones a EEUU.

Los críticos del TTIP hablan de secretismo cuando la web de la Unión Europea tiene decenas de documentos detallados sobre el acuerdo. Y es porque confunden democracia y transparencia con intervencionismo. Todo lo que reduzca la burocracia les aterra. Dicen que va contra la soberanía cuando garantiza el cumplimiento de la Ley y evita la discrecionalidad y abuso político. Los tribunales de arbitraje existen ya en todo el mundo para que las normativas se cumplan.

El TTIP no beneficia a las multinacionales, sino a las Pymes exportadoras. Las multinacionales no necesitan acuerdos bilaterales porque pueden costearse abogados y asesores para entender las exigencias administrativas de los países. Los que se benefician de la armonización son los que no pueden pagar esas facturas. Acusar de ir contra el medio ambiente es cuando menos infantil, ya que la legislación europea no se vería afectada.

Es curioso, los críticos del TTIP en EEUU dicen que supone introducir rigideces e intervencionismo europeo y aquí dicen que va a ser la ley del Oeste. La realidad es que el comercio y el empleo mejorarían y que la historia de los tratados bilaterales ha sido un éxito en mejora de calidad de vida y prosperidad. Pretender exportar más pero imponer barreras en casa es ridículo. El proteccionismo solo genera estancamiento.

El crecimiento de China es atroz

El dato de crecimiento chino de 6,9% ha generado una cierta tranquilidad. Solo tiene un problema: las decenas de datos macroeconómicos que señalan que la economía se estanca, no crece. Hace ya mucho que lo venimos comentando, desde 2013, pero ante los mensajes de “ya está descontado”, merece la pena reiterar los riesgos.

 

El producto interior bruto, como ustedes saben, se compone del gasto público, el privado, la inversión y la aportación del sector exterior. Como China no es transparente a la hora de publicar los componentes, y en particular la cifra de inventarios, utilizando el índice de crecimiento sintético de Evercore ISI, que ha sido históricamente el mejor indicador de fiabilidad internacional de la evolución de la economía china, es fácil asumir que la diferencia entre el PIB oficial y sus indicadores subyacentes es que el PIB se sostiene gracias a un sector exterior en el que caen las exportaciones menos que las importaciones y un elevado endeudamiento por gasto público e inversión ‘privada’ (recuerden que en China esa distinción es cuestionable, dada la enorme cantidad de empresas semiestatales).

 

Si atendemos a ese análisis, la economía china no es una que esté creciendo al 6,9% sino más bien estancada, lo cual coincide plenamente con unos indicadores de actividad empresarial, consumo, productividad y utilización industrial en ralentización evidente.

 

Un gran economista del Conference Board, Harry Wu, analizó la economía china desde 1978 a 2012, y llegó a la conclusión, evidente hoy en día, de que el crecimiento se ha sobreestimado en casi dos puntos del PIB anual, porque el cálculo oficial sobreestima la productividad e infraestima la inflación. Para que se hagan una idea, ese mismo análisis metodológico utilizado en economías como la europea, la norteamericana o la española no muestra variaciones perceptibles a medio plazo entre el PIB oficial y el analizado (ya lo explicamos aquí).

 

Desde mi punto de vista, lo más preocupante lo mostraba el ‘Wall Street Journal’, porque pone en duda la teoría del desapalancamiento sano y cambio del patrón de crecimiento. La deuda crece más rápido que el crecimiento nominal, mostrando que la economía no se está desapalancando por el cambio de modelo productivo. De hecho, la capacidad de pago de intereses de las principales empresas cotizadas se ha reducido en un 30% de media en un año.

 

La deuda china -superior al 240% del PIB- está fundamentalmente denominada en moneda local y bancos domésticos. Eso permite controlar el efecto dominó sobre las economías del mundo. No es previsible que se vaya a generar una crisis financiera por China.

 

Pero el crecimiento global se va a seguir revisando a la baja, muy probablemente, y un frenazo como el chino no se soluciona con gas de la risa monetario o haciendo puentes en Fráncfort.

 

Lo más preocupante será intentar “relanzar” el crecimiento con más deuda. Aumentar la deuda total un 15% anual para crecer un 5% nominal es simplemente crear un mayor problema dentro de dos años.

 

Sigamos prestando atención al gigante asiático. No va a desaparecer y las oportunidades se darán en los sectores de alto valor añadido y no dependientes de deuda, pero no pensemos que un nuevo plan de estímulo va a mejorar lo que los dos anteriores no han solucionado. La historia de China es la historia de periodos de expansión de un par de décadas seguidos de estancamiento durante otra década. Pensar que el Gobierno lo va a cambiar con las mismas medidas que crearon el problema es creer en los Reyes Magos.