El voto de un liberal

Según varias encuestas recientes, casi un 30% de los votantes españoles se declara liberal. El liberalismo es defender la propiedad privada, el imperio de la Ley y los derechos individuales. Un liberal es el que defiende para el Estado lo que quiere para sí mismo y su familia: libertad y oportunidad. Los intervencionistas exigen al Estado lo que jamás se atreverían a hacerles a sus hijos, endeudarse, gastar por encima de las posibilidades y pasar la factura a sus nietos. El liberal defiende un modelo de sociedad abierto, con bajos impuestos y meritocracia, que permite a las personas y empresas crecer y ser solidarios sin imponer el paternalismo asistencialista.

El voto de un liberal es extremadamente importante en una sociedad en la que, ley tras ley, paso a paso, se ha ido minando la importancia del esfuerzo, la competencia y el mérito con un intervencionismo creciente. El voto liberal cumple dos objetivos.

Uno, desde el compromiso real, defender que nuestro país siga avanzando y creciendo, para conquistar nuevas cotas de libertad y prosperidad. Otro, tan importante como el primero, es evitar que los enemigos de la libertad alcancen otro peldaño en su estrategia de poner a su Gobierno como dueño y controlador de todas y cada una de nuestras actividades.

El voto liberal es hoy más importante que nunca. Quedarse en casa porque ningún partido con posibilidad de gobernar es 100% liberal es regalar un voto a aquellos que, sin ser 100% socialistas o marxistas, conseguirán avanzar hacia su meta del intervencionismo total. Pensar que en España es mejor no votar para no perder la inmaculada pulcritud del liberalismo maximalista nos puede llevar a cometer los mismos errores que entregaron a tantos países latinoamericanos al populismo. En España nos enfrentamos a dos opciones: continuar creciendo como país diverso y unido o entregar nuestra libertad y nuestro futuro a aquellos que quieren dividirlo y cuyo objetivo no es la prosperidad, sino gestionar el asistencialismo. Hemos conseguido mucho. Salir de una crisis brutal creciendo y creando empleo. ¿Perfecto? No. Pero debemos mirar al futuro. Miremos la gestión, los resultados y los programas. Quién puede hoy bajar impuestos y facilitar el crecimiento y quiénes los quieren subir y entorpecer la recuperación. Los liberales debemos votar en masa. Nos jugamos mucho, porque mientras debatimos sobre quién es más ortodoxo, los intervencionistas «sonríen» y ocupan otra parcela de poder.

China sigue sorprendiendo negativamente

Los datos de comercio chino agregados han vuelto a caer por noveno mes consecutivo. Las exportaciones caían un 6,8% en noviembre. Cinco meses consecutivos de caída. Las importaciones cayeron un 8,7% en el mismo mes. Trece meses de caídas.

Desde el punto de vista del PIB es un factor “positivo”. Lo que se llama un mal dato disfrazado. El superávit comercial se ha duplicado con respecto al año pasado y se sitúa en $540.000 millones. Pero el objetivo de todo país es mejorar su superávit comercial como ha hecho España, reduciendo importaciones y aumentando exportaciones…. No porque se desplomen ambas, pero las importaciones más.

No hay mucho positivo tampoco para los países occidentales en estas cifras. Las importaciones chinas de EEUU, Europa y Japón han caído todas, tanto en cantidad como en valor, lo que demuestra que no es un efecto “materias primas”.

Muchos analistas quieren ver algo positivo en estos datos. Fundamentalmente el desapalancamiento de la economía. Pero no se está dando. La deuda sigue creciendo por encima del PIB nominal.

Otros esperan algún milagro de un nuevo plan de estímulos. Los que leen esta columna ya conocen los efectos disminuyentes que se han dado desde 2008. Porque el problema de China, y llevamos explicándolo desde 2013, no es de falta de estímulo, sino de exceso del mismo.

Los efectos más importantes de esta continuada ralentización a nivel global son:

  • Las materias primas seguirán a precios bajos. Cuando China es entre el 12% y el 30% del consumo de algunas materias primas, es bueno para la sostenibilidad que se reduzca el exceso de los últimos diez años.
  • ¿Inflación? El que piense que se va a crear inflación por decreto organizada por un comité con planes monetarios lo va a tener difícil. La inflación, con un país como China en ralentización, es un espejismo.
  • China volverá a devaluar, y mucho. Ya lo explicamos aquí. China tiene un enorme endeudamiento del 230% del PIB, y un porcentaje de préstamos de difícil cobro o impagables muy superior al oficial. Pero casi toda su deuda está en moneda local y bancos nacionales. Efecto contagio global, mínimo. Y tentación de solucionar devaluando, máxima.
  • El Yuan como moneda de reserva global para el FMI es importante. Con ello se evita que la enorme devaluación pendiente tenga efectos globales inesperados. Aunque no es una panacea. No esperen un impacto a corto plazo positivo de esta medida. Pero a largo plazo, y si se siguen llevando a cabo reformas en el sector financiero, puede aumentar la demanda global de yuanes.

No esperen que la entrada del Yuan se convierta en una garantía que limite los riesgos de una crisis financiera. Igual que no lo ha evitado para otros países como EEUU o Europa. Lo mejor que podemos esperar es que la implosión “dirigida” de la burbuja de deuda china siga generando baja inflación, ralentización global y nada más.

Cuidado con China, porque un problema creado durante décadas no se soluciona en un año.

El cuento de subir los impuestos «a los ricos»

Ayer leía, con cierta sorpresa y divertimento, un artículo de El Confidencial sobre “cómo financiar las propuestas de las elecciones” y me pareció que daba mucho que pensar.

Es curioso que una sociedad que critica a los “políticos” con tanta vehemencia busque curar su decepción votando a otros que prometan cosas más peregrinas.

Porque la promesa de subir impuestos a los ricos siempre es subir a los pobres.

España es el país donde todo el mundo piensa que paga demasiados impuestos y que los demás pagan demasiado poco.

Uno detrás de otro, los partidos más intervencionistas, Podemos, PSOE o IU, prometen ingentes cantidades de dinero para todo tipo de gastos que van a financiar “relajando el déficit”, es decir, deuda (como si pudiesen saltarse aún más el pacto de estabilidad, que llevamos incumpliendo sólo nueve años) y subiendo impuestos a los ricos.

Esos gastos, por supuesto, son ciertos, reales y los exprimen hasta el último euro. De hecho, la media histórica de exceso de gasto sobre el presupuesto es del 20% en los últimos diez años (mención honorifica a ciertas comunidades autónomas que han gastado hasta dos veces más de lo estimado).

Pues bien, los gastos son reales y evidentes. Vayamos a los ingresos.

Las estimaciones de ingresos presentadas por Podemos en el capítulo de “lucha contra el fraude” ya han sido negadas públicamente por los Inspectores de Hacienda (los de verdad), en enero de 2015, alertando sobre “propuestas inadecuadas e imposibles” basadas en informes inexistentes. (“Algunos otros estudios, en su afán por aportar datos llamativos que calan con facilidad en la opinión pública y a medios de comunicación, realizan estimaciones desglosando las magnitudes del fraude por regiones, por tamaño de empresas o por tipologías. Sería, además, muy interesante que aquellos que hablan una y otra vez de esas llamativas cifras aportaran los estudios en los que se basan para poder contrastarlas. De unos estudios previos sin fundamento surgen propuestas inadecuadas e imposibles», Inspectores de Hacienda, 2015).

Las estimaciones sobre recaudación por tasa a transacciones financieras e impuestos adicionales son igualmente optimistas. En los países europeos donde se instauró dicha tasa se recaudó mucho menos. En Suecia se recaudó 15 veces menos de lo previsto. Querían ingresar 1.500 millones de coronas, no llegó a 100 millones y, encima, cayó la recaudación por plusvalías.

Recuerden que la media de error en estimaciones de ingresos por nuevos impuestos de los últimos diez años ha sido del 50%.

Un estudio excelente de los profesores Carvalho y Alfonso de la Universidad de Lisboa muestra que gran parte de las subidas de impuestos de la Unión Europea vienen por estimaciones de ingresos optimistas y exageradas (Revenue Forecast Errors in the European Union, 2014).

La media de error (desviación estándar) en las estimaciones de ingresos en España ha sido de un 1% del PIB en el primer año y, atención, el 1,6% el segundo y el 1,8% el tercero. Un país donde en todos los años observados se ha producido una desviación real entre ingresos estimados y reales.

Gastos muy reales, aumentos de déficit –deuda- muy reales, y estimaciones de ingresos “de los ricos” optimistas. Tachaaaan. Una ecuación que siempre termina en “subir los impuestos a todos”.

El propio Banco Central Europeo lo alerta en su informe “Lecciones de las estimaciones fiscales”. Explica “los objetivos han sido criticados por ser sistemáticamente parciales como resultado de presentar planes irreales, políticamente motivados”. Y no es “por la crisis”. Ya en 2006 Jonung y Larch analizaban el error sistemático en la presentación de objetivos por parte de la mayoría de los países de la Unión Europea.

Y es que la literatura sobre la historia de errores de estimación es aplastante, tanto desde el BCE como las universidades de Europa. Los políticos, oh sorpresa, siempre se equivocan en los ingresos esperados y en las previsiones de déficit, con un efecto acelerador. Se equivocan más –en contra del ciudadano y del contribuyente- cada año adicional previsto.

Y encima de gastar más y subir más los impuestos, los servicios empeoran, según análisis de Public Sector Trends (2014) o la Comisión Europea. Ya antes de la “crisis”.

En España el gasto público creció un 48% en 5 años, del 2004 al 2009, y la percepción de calidad del sector público no mejoró (AEVAL). Mucho observatorio, mucho comité y mucha burocracia.

¿Cómo evitamos, como ciudadanos, este incentivo perverso a equivocarse en ingresos y acabar asaltando nuestro bolsillo mientras empeoran los servicios? Votando contra los que prometen decenas de miles de millones de gasto y más gasto. Exigiendo desde la sociedad civil que los programas electorales no sean una carta a los Reyes Magos de un burócrata.

Si no aprendemos que las promesas de “relajar el déficit”, “subir los impuestos a los ricos” y “retrasar el objetivo de estabilidad”, “estimular la demanda interna con gasto público” terminan en mayores impuestos, peores servicios y más asfixia burocrática, la culpa es nuestra.

Entonces, por supuesto, criticaremos a los “políticos”. Alguno sacará otra cifra “mágica” de ingresos de la manga, y votaremos al que prometa el gasto más peregrino… con nuestro dinero.

LOS DATOS

Los “impuestos a los ricos” es el timo más recurrente en el discurso del populista.

  • En España hay menos de 4.700 contribuyentes que ganen más de 600.000 euros al año. No precisamente “grandes fortunas”, y suponen 2.561 millones de euros de recaudación. Ni duplicando el esfuerzo fiscal -suponiendo que el incremento de ingresos fuera lineal, y no lo es- se consigue financiar una fracción de los espejismos de gasto de los populistas e intervencionistas.
  • En España, «los ricos», son el 3,2% del total de contribuyentes y aportan el 32,4% de la recaudación por IRPF.
  • Solo hay 443 personas con un patrimonio superior a 30 millones, que tributa ya. El que piense que va a recaudar decenas de miles de millones de esas 443 personas tiene un problema con la lógica, antes de siquiera considerar que, simplemente, se vayan. Además, la inmensa mayoría de ellos tiene ese patrimonio en acciones de sus empresas invertidas a largo plazo y en bonos. ¿Qué quieren, que los vendan y se desplomen las empresas?.
  • El patrimonio bruto total declarado de las «grandes fortunas» es de medio billón de euros (recuerden bruto total, no liquidable neto ni base imponible), y recauda más de 929 millones de euros. Recordemos que es un impuesto injusto, que grava cosas que han tributado muchas veces antes vía sociedades, renta, etc…

Pero es que en España los especialistas en redistribuir la nada llaman “los ricos” a los que ganan más de 60.000 euros año. Estamos hablando, incluidos los 4.700 anteriores, de menos de 615.000 contribuyentes que aportan 22.000 millones a las arcas del estado, más del 32% del total ingresado por IRPF. De nuevo, aumentando los tipos marginales en la cantidad propuesta por Unidos Quebremos no llegas ni de lejos a las cifras que dicen que van a conseguir.

En España las 200 mayores fortunas tienen un patrimonio neto de 205.609 millones de euros y solo hay 443 contribuyentes con un patrimonio superior a 30 millones de euros. Pero es que, además, la cifra tiene truco. Ni un tercio de ese patrimonio está concentrado en activos liquidables en nuestro país y la gran parte está en acciones y bonos que no se venden, están a largo plazo. Además, ese supuesto aumento por patrimonio no se recaudaría todos los años, es una sola vez.

Y ¿saben lo que van a gravar cuando hablan de impuestos a la riqueza y el patrimonio? SU PENSIÓN, SUS AHORROS. El 90% del capital gestionado son los ahorros de los ciudadanos medios.

La recaudación por impuesto de patrimonio no supera los 1.500 millones y el PSOE, por ejemplo, piensa que va a recaudar casi tres veces y media más de lo que se consiguió en el pico de la burbuja, subiendo impuestos.

El impuesto de sucesiones es injusto, porque grava cosas que han tributado varias veces anteriormente, desincentiva el ahorro y la principal fuente de transmisión de riqueza en la clase media, el piso de padres a hijos. Encima, es fiscalmente desastroso. A pesar de la carga fiscal, que en algunos casos llega al 86%, recauda solo 2.000 millones, y hace a la economía más frágil al desincentivar la inversión y la compra-venta en el país. No recauda y espanta la entrada de capital. Un impuesto para “fastidiar”.