Adjunto extractos en El Mundo y El Confidencial de capítulos de Acabemos com el Paro, a la venta en Deusto.
El problema educativo: Extracto de El Confidencial
Adjunto extractos en El Mundo y El Confidencial de capítulos de Acabemos com el Paro, a la venta en Deusto.
El problema educativo: Extracto de El Confidencial
A la venta el 24 de noviembre y ya en pre-venta.
Ver aquí: Booktrailer de Acabemos con el Paro
Uno de los indicadores más importantes a la hora de analizar el riesgo de una recesión, sobre todo en EEUU, es la acumulación de inventarios. Ha sido clave a la hora de prever la llegada de la recesión en Japón que comentábamos ayer y merece la pena analizarlo en una economía norteamericana donde aún se dan expectativas que me parecen extremadamente optimistas.
El ratio de inventarios (productos almacenados pendientes de venta) contra venta es muy relevante, porque mide la velocidad de consumo de la producción y adelanta si existe un problema.
Las empresas acumulan productos en almacén ante la expectativa de un repunte de las ventas y producen más esperando que la economía se recupere. Como en Estados Unidos la inversión productiva no ha crecido, el ratio debería estar reduciéndose ante una economía que crece.
El inventario cuesta. Un amigo mío dice que “el capital circulante mata más empresas que el Estado”. Si se sigue acumulando producto no vendido, las empresas dejan de ordenar nuevos insumos y reducen su nivel de producción. Eso ralentiza la economía y ya ha supuesto un impacto en la última cifra de PIB americano. En septiembre, las ventas totales no aumentaron y, sin embargo, los inventarios crecieron un 0,3%. El aumento de ventas del S&P 500 es de 0,4% y lleva bajando desde 2012.
Tras 606 bajadas de tipos de interés y 12,4 billones de dólares de estímulos monetarios, el crecimiento de ventas en EEUU es el más bajo desde 2004, y el ratio de inventarios sobre ventas está a niveles de 2003.
Puede uno pensar que ese aumento de inventarios es positivo porque las empresas piensan vender mucho de aquí a navidades. Puede ser. En cualquier caso, entonces hablamos de consumir producto almacenado, y no tendrá efecto positivo en el PIB.
Podemos decir también que ese ratio ha sido alto con la caída del precio del petróleo por el impacto del sector energético en muchos sectores, pero olvidamos que los precios del gas y del petróleo llevan ya muchos meses de caída (y el del gas en EEUU lleva deprimido desde hace años).
Si queremos ser negativos, una acumulación persistente de inventarios supondrá despidos y cierres de plantas a medio plazo.
Si añadimos que las importaciones a los mayores puertos de EEUU han caído en los últimos tres meses, con una reducción en los tres principales puertos (Nueva York, Long Beach y Los Ángeles) del 10% durante una temporada considerada de máxima actividad, no es fácil verlo desde una perspectiva optimista.
Lo veamos como lo veamos, está aún lejos de niveles de recesión, pero claramente en niveles de estancamiento. E incluso si lo miramos desde la perspectiva de contribución al PIB, el consumo de dicho inventario no va a ayudar.
Adicionalmente, merece la pena alertar sobre el excesivo impacto positivo que se ha dado a la revalorización de inventarios en el PIB de EEUU y que no ocurre en el europeo. Si se sigue acumulando, y las empresas deben bajar precios para reducir producción almacenada, tendrán que revisarse a la baja las valoraciones.
Tengamos en cuenta este indicador y esperemos que no supere 1,4 veces.
Lo que está claro es que el megaestímulo sigue dejando una economía con un crecimiento muy por debajo de su potencial y un sector empresarial que no acaba de encontrar oportunidades relevantes. Alguno dirá que no se hizo lo suficiente.
Ayer se confirmó lo que comentábamos en esta columna desde hace tiempo. Japón entraba en recesión técnica con un decrecimiento del 0,8% anualizado en el tercer trimestre en medio del mayor programa de estímulo monetario, lo que aquí llamamos “el manga monetario”. Dos trimestres consecutivos de decrecimiento.
Pero el verdadero problema de Japón no es el evidente estancamiento, ni una demografía que ningún banco central puede maquillar, el auténtico problema es que el banco central se ha convertido en el mayor ‘trader’ del país y sostiene una burbuja de proporciones enormes.
– El Banco de Japón aumenta su balance un 1,4% del PIB… por mes.
– Ha aumentado su balance a un 70% del PIB y se estima que alcanzará el 90% del PIB en 2016.
– El Banco de Japón supone el 52% del mercado de ETFs nipón. El banco central se ha convertido en el mayor especulador de la bolsa.
Pero lo que evidencia este desplome de los salarios reales es que a la vez que se cercena el crecimiento potencial se anula el posible cambio de patrón de crecimiento.
El ministro Akira Amari culpa a la falta de “trabajadores cualificados disponibles para construir crecimiento” y a “la lenta inversión pública”, cuando el problema es mucho más grave. Al hundir los salarios reales con la política monetaria y aumentar los impuestos, se destruye la demanda real potencial y la confianza de los consumidores se desploma. Las empresas no invierten más. La inversión productiva ha caído un 1,3% en este último trimestre.
Como vemos, en Japón se está poniendo en evidencia que la represión financiera no produce ninguno de los efectos deseados. Sí, el paro es bajo en Japón, pero ya lo era antes de Abenomics. Mientras, la deuda se dispara.
Japón es la prueba de que los que piden “relajar el déficit” para relanzar la economía y políticas monetarias se equivocan.
El crecimiento del PIB nominal de Japón ha sido prácticamente cero en los últimos 25 años, mientras la deuda del Estado se ha triplicado al 230% del PIB.
A pesar de que Japón paga muy poco, 0,3%, por sus bonos a 10 años (acaba de emitir un bono a tipo negativo), se deja más del 23% de su presupuesto en pagar intereses.
Pero antes hemos mencionado la demografía. Un país que lleva años perdiendo habitantes, hasta el nivel actual, el más bajo desde el año 2000. No solo pierde habitantes, sino que envejece muy rápido. El segmento entre 15 y 65 años ha caído en cuatro millones de personas desde 2008, mientras que los habitantes con más de 65 han aumentado en la misma cantidad. Por eso el país se deja casi el 30% del presupuesto en Seguridad Social y pensiones.
Este problema estructural no lo cubre el gas de la risa monetario. De hecho, lo empeora. Al hundir los salarios reales, la capacidad de las generaciones jóvenes de gastar, tener hijos y mejorar la actividad económica se desploma. El efecto, para el lector español que piense que es peor nuestro caso por la devaluación interna, es devastador, porque mientras la inflación en Japón es muy baja, el coste de la vida es muy alto. Es decir, la renta disponible ha caído mucho más que los precios.
Ahora, a ese problema estructural se añade un banco central que consume más de la mitad de todos los activos de riesgo. La Gran Ballena del mercado japonés no es un ‘trader’ alocado, es el Estado.
Algunos dirán que da igual, que con seguir imprimiendo no pasa nada y que, si no funciona, solo hay que imprimir más. Qué curioso. Lo que dijeron con los seis planes de estímulo anteriores a Abenomics. “Esta vez es distinto”. Y no, no lo es.