Llegan los tipos reales negativos

“I’m not as concerned about the return on my money as I am the return of my money” Will Rogers

Es mucho más fácil perder dinero que ganarlo. Estamos tan acostumbrados a escuchar de unos y otros lo bien que han invertido y que los bancos centrales nos regalan oportunidades que nos olvidamos de los grandes problemas.

Ayer estaba en una reunión con varios gestores en Londres y uno de ellos me comentaba que la pregunta repetida una y otra vez en sus reuniones de la mañana era “¿por qué cae la bolsa si Draghi imprime 60.000 millones al mes?” y “¿por qué no sube si Yellen no ha subido tipos?”

¿Se dan cuenta de lo que es un mercado yonqui, lo que hemos comentado en tantas ocasiones en esta columna? Toda una generación de traders que no ha visto otra cosa que políticas expansivas, bajadas de tipos de interés y expansión monetaria. La pregunta no es si la economía se ralentiza, si el riesgo político sube o si los beneficios empresariales caen. La pregunta es “por qué ya no me da el subidón cuando me inyectan el gas de la risa monetario”.

Esa generación no sabe qué hacer. Sus inversiones en el Nikkei –sin ninguna justificación fundamental basada en beneficios o mejora de rentabilidad- han hecho lo que se llama “roundtrip”. Han perdido en pocos meses todo lo ganado y más. Y como ellas, otras. El problema adicional es que lo único que sabe hacer una gran parte del mercado es comprar las correcciones. “Siempre ha funcionado”, me decía un amigo en el café 202. “Buy Da Junk” se le llama. Compra aquello que tenga los peores fundamentales posibles, negocios ultra endeudados. Es lo que más sube cuando se inyecta el azúcar monetario. Hasta que deja de subir. Y entonces no tiene soporte fundamental. Cuando compras algo a 25-30 veces beneficio y, tras una caída del 50% sigue cotizando a los mismos múltiplos porque las expectativas de beneficios han bajado tanto como la acción, no sólo es caro, es carísimo porque el espejismo de la recuperación de beneficios ha desaparecido.

¿Qué es lo que aterra a los gestores? Por supuesto, una ralentización global mucho más pronunciada de lo que esperábamos incluso los pesimistas. Pero hubo una respuesta, de un amigo en el segundo mayor fondo del mundo, que me pareció muy interesante: “Me aterran los tipos reales negativos”.

El asalto al ahorro y a la lógica económica que han sido los sucesivos planes de estímulo no ha generado los efectos esperados. La propia Reserva Federal (Fed) ha vuelto a revisar a la baja sus expectativas de crecimiento de EEUU para 2016 y 2017 desde 2,5 y 2,3% a 2,3 y 2,2% respectivamente. Parece insignificante pero no lo es cuando sigue un 40% por debajo del potencial de la economía.

Y ahora resulta que lo que se quiere implementar a nivel global es tipos de interés reales negativos. Es decir, que a usted le cueste dinero ahorrar.

La “brillante idea”, como siempre, viene de quienes no aceptan que el problema es el concepto de “estímulo monetario”. El problema es que va a conseguir el efecto contrario al que pretenden alcanzar. Piensan que penalizando aún más el ahorro los consumidores y empresas se lanzaran a gastar e invertir, y así conseguir el “objetivo de inflación”. ¿Y por qué se consigue lo contrario?

De la misma manera que los sucesivos QE han llevado a menor capex –inversiones- y mayor ahorro, porque no da confianza, la retira, y se perpetúa aún más la sobrecapacidad. La industria zombi permanece, pero la velocidad del dinero se vuelve a desplomar.

¿Realmente piensan que ante un crecimiento pobre la solución es que el ciudadano y las empresas tengan menos dinero en su bolsillo?

Mi amigo está convencido que, igual que los sucesivos QE sólo han traído crecimiento frágil y multiplicado el riesgo excesivo, la implantación a nivel de las mayores economías de tipos de interés reales negativos nos envía de cabeza a una recesión global de la que no podemos protegernos.

Seamos serios. Si bajando los tipos de 5% a 0% la inversión productiva ha caído en términos reales a niveles de 1960, ¿pensamos que se va a reavivar con tipos negativos?

Al atacar a la caja y el ahorro de familias y empresas, van a conseguir el efecto que comentamos desde hace años… Se aumenta la aversión al riesgo de largo plazo, no se invierte en activos a 20-25 años… Se agranda la burbuja de riesgo en bonos.

Estaremos atentos. Pero piensen en un dato. Si aumentando la masa monetaria un 10% se reducen las expectativas de crecimiento un 30%, y eso con tipos a 0%… Imaginen con tipos negativos.

Las burbujas serán más agresivas y menos duraderas. Pero cada bajada de tipos y nuevo QE lleva a resultados disminuyentes.

Al final el error es el mismo. No se cuestiona la política monetaria sino la amplitud y agresividad de la misma. La solución al error, hacer más. Pero ya ni siquiera se consigue el ridículo “efecto riqueza” de inflar los activos de riesgo.

La solución es mucho más evidente. Reactivar la economía desde políticas de oferta. Pero eso no da puestos en la administración. Así que seguiremos pensando que la culpa es de usted que no hace lo que le dice Krugman que haga. No de la medida.

La Política Monetaria No Es Magia

No soluciona problemas estructurales, ni genera crecimiento. Es sólo una herramienta que, como todas, termina por generar el efecto contrario al deseado cuando se abusa de ella.

Parte del error por el que los países piensan que la política monetaria es la panacea viene de la salida de la crisis de Estados Unidos. Hemos olvidado que EE UU encontró petróleo y gas gracias a la revolución del «fracking», pasando de importador neto a casi independiente en energía, creando 2,8 millones de puestos de trabajo y contribuyendo un 2,5% del PIB por año.

Sin entender el impacto del sector energético es fácil caer en el error de magnificar el efecto de la expansión monetaria. Y estamos viendo en el pobre crecimiento japonés, la ralentización china, la estanflación brasileña y la débil recuperación europea que replicar la política de un país tan dinámico y flexible como EE UU no da los mismos frutos cuando se aplica en economías menos liberalizadas.

En los últimos cinco años, los bancos centrales del G-7 han aumentado su balance en más de cinco billones de dólares y el crecimiento sigue siendo decepcionante. La Reserva Federal ha tenido que revisar de nuevo a la baja las estimaciones de PIB de 2015 y 2016. China, que ha aumentado su masa monetaria más del 12% anual desde 2008, se enfrenta a la desaceleración, endeudamiento y sobrecapacidad.

La fórmula de «devaluar para exportar y crecer» es una forma de proteccionismo que simplemente no funciona porque todos hacen lo mismo. El efecto placebo dura muy poco. Además, los tipos bajos eternos perpetúan un modelo endeudado y mantienen la sobrecapacidad.

Hemos convertido medidas excepcionales en estructurales, y no sabemos cómo salir del exceso de liquidez creado. La velocidad del dinero, que mide la actividad económica, se desploma. La inversión productiva no crece a pesar del dinero barato y los bajos tipos porque la sobrecapacidad se subvenciona desde políticas expansivas. Porque hemos olvidado que la política monetaria sin reformas estructurales sólo crea burbujas.

El sistema sigue demasiado endeudado. Un 440% de deuda sobre PIB en los países desarrollados, que en los últimos cinco años han aumentado deuda en 19 billones de dólares para conseguir un endeble crecimiento de un billón de dólares de PIB.

Un problema de deuda no se soluciona con más deuda. Si, además, los países del G7 se lanzan a tipos negativos reales el efecto va a ser el mismo. Aversión al riesgo a largo plazo y burbujas en activos financieros a corto. Llevamos décadas de políticas de demanda.

La saturación resulta evidente. Es momento de reformas estructurales, porque más liquidez no va a mover las ruedas de una economía endeudada.

El Comercio Global Se Estanca

Una economía que crece al 6,8% no es una en la que el gobierno se vea forzado a bajar tipos de interés, devaluar e inyectar miles de millones de dólares en la bolsa. El hecho de que las exportaciones chinas hayan caído más de lo esperado muestra el nivel de saturación de una economía que, aumentando la masa monetaria más de un 12% anual, ha alcanzado niveles de deuda excesivos y sobrecapacidad industrial del 30%. Si China crece por debajo de las expectativas, la Unión Europea lleva años en estancamiento. Y entre los dos suman más del 40% del comercio global.

El impacto sobre las economías globales es doble. Por un lado, tras más de una década de inversiones realizadas para satisfacer la demanda de una China en crecimiento perenne, se da una evidente sobrecapacidad industrial y exceso de oferta en la mayoría de materias primas. No es de extrañar que ante la ralentización china y un crecimiento del resto del mundo muy frágil, el carbón, cobre, mineral de hierro, petróleo o gas se encuentren a niveles de precio de 2008. Por otro lado, la búsqueda de la mayor parte de los países de mejorar su posición global devaluando y exportando bienes de bajo valor añadido tiene un impacto deflacionista en todos los sectores que ningún banco central va a poder solucionar imprimiendo dinero.

Tampoco se puede acudir a «incentivar la demanda interna» ya que ésa ha sido la política que ha llevado al exceso de endeudamiento y pobre crecimiento de Europa, Brasil o Japón.

Un crecimiento del comercio global del 3% –menos de la mitad de la media histórica– puede suponer un problema recesivo para los países emergentes. Se juntan tres factores peligrosos, una inflación alta por las políticas del pasado, estancamiento o recesión económica y pérdida acelerada de reservas de moneda en sus bancos centrales. La parada en seco.

Ante un escenario como éste, España ha salido beneficiada ya que exporta más y ganando cuota de mercado global, mientras que sus importaciones se reducen de manera relevante. Por ello la contribución del sector exterior al PIB será positiva en 2015 y 2016.

Pero debemos prestar atención. Francia, nuestro principal socio comercial, sigue en estancamiento, y debemos profundizar en exportar valor añadido. Porque la batalla de los demás va a buscar «tirar los precios». Y ésa es una guerra que siempre se pierde.

27S: Por qué los inversores no celebran la posible independencia de Cataluña

Entrevista en Espejo Público sobre la posible independencia de Cataluña

@elconfidencial

No voy a entrar en el debate agresivo y emocional que muchos provocan. Solo me pregunto… ¿Si las balanzas fiscales son tan amplias y la solvencia de Cataluña independiente es tan evidente, por qué no lo reconocen las agencias de rating y los inversores?

Si la independencia se percibiera como ese mar de dinero excedentario por balanzas fiscales que nos intentan vender, la prima de riesgo contra el bono español no subiría, ¡bajaría!.

El bono de Cataluña es bono basura, como el de otras comunidades españolas, según Standard & Poor´s. Podrá usted decir que es “porque España les roba”. Pero ninguna agencia de calificación, sea Moody´s, la citada S&P, o Fitch, le concede la más mínima ventaja a la independencia. Ninguno dice algo como “si se independizan serán Investment Grade”. Dicen lo contrario, y explícitamente. Sin el apoyo del Estado central el riesgo es mayor.

Voy a intentar explicar dos conceptos en el mercado de bonos que muchos no tienen –o no quieren tener- en cuenta. El “evento de crédito” y “riesgo de subyacente”. Vamos con los argumentos del independentismo:

«… Lo que digan las agencias no importa porque están influenciadas por el Gobierno español y no tienen credibilidad»

Supongamos que fuera así. Que Moody´s, Standard & Poor´s, Fitch, Merkel, los bancos de inversión, Cameron y Hollande están todos “secuestrados” por el Gobierno central –que por otra parte jamás ha podido influirles en las opiniones negativas sobre España, vaya por Dios-. Asumir que esas personas y entidades tienen intereses ocultos pero los independentistas son todos altruistas, es al menos infantil. Pero recuerden que las agencias de calificación de lo que han pecado históricamente es de OPTIMISTAS, no de pesimistas, de ahí sus errores en la crisis. Si piensan que las agencias no tienen credibilidad al decir que la independencia es un mayor riesgo, al menos tengan muy claro que están siendo diplomáticas.

Las agencias de calificación de lo que han pecado históricamente es de optimistas, no de pesimistas

«… Pero la deuda catalana está garantizada por el Estado español, y si queremos no la pagamos».

Bienvenido a un “evento de crédito”. Suponga que un país le debe toda su deuda a una sola nación. Con hacer impago, todos contentos y nos financiaremos como reyes, ¿no? No es así. El riesgo no se reduce, se multiplica. Porque la fiabilidad como deudor se destruye. No solo no te financias más barato. Es más difícil acceder a los mercados. Vean el caso de Ecuador, que tras hacer impago tardó años en acceder a los mercados de deuda y tuvo que hipotecarse con China. Cuando finalmente acudió a emitir bonos, lo hizo en una cantidad irrisoria y al 7,95% a diez años en dólares. Hoy se financia al 10,5%. Y es un país rico en materias primas.

«… Pero el estado catalán tendrá una deuda sobre PIB muy baja y los inversores se lanzarán a invertir en ella».

Una deuda sobre PIB muy baja no significa nada. Brasil tiene un 56% y es bono basura. Andorra tiene un 41% de deuda sobre PIB y emite cantidades irrisorias a tipos muy superiores a la UE, y está a dos puntos de bono basura. Los países bálticos al independizarse no tenían acceso al mercado a pesar de su baja deuda.  La deuda sobre PIB es uno de los diferentes elementos a analizar en el riesgo. Eso es el stock de deuda. Falta analizar la capacidad de repago.

La capacidad de repago se empaña por la incertidumbre ante todo el proceso. Al no existir certeza sobre el impacto en la actividad económica, en los ingresos fiscales ante las salidas de capital, etc, nadie asume un escenario optimista ni neutral desde el principio. Hay que valorar el pesimista. Todas las secesiones en la historia económica moderna han visto una caída del PIB muy relevante, y con suerte, una recuperación a medio plazo en V. Y en su enorme mayoría han sido países ricos en materias primas y que han devaluado su moneda brutalmente. Las pensiones y gasto social se cercenan en términos reales mientras se estabiliza la economía.

«… Las balanzas fiscales son enormes».

Las balanzas fiscales no son un concepto de caja. En el día uno de la independencia Cataluña no cuenta con 9.000 millones –o los que quieran calcular, puesto que la cifra tan comentada es solo una estimación-. Entre otras cosas porque los ingresos fiscales que estiman que son “catalanes” pero que pagan las empresas en impuestos nacionales no entrarían en la caja, y eso antes de pensar en “Inversion Deals” (empresas catalanas que se establezcan como sede central en otra parte o compren empresas fuera para usar la adquirida como sede central). En el mejor de los casos, y sin contar los costes de la independencia de 4.500 millones de euros, Cataluña sería un estado deficitario en un 10% de sus ingresos. La cifra de costes es la calculada por el Consejo de Transición Nacional, no por mí, y es a todas luces muy baja considerando los costes que no incluyen, entre ellos, aparte de la pertenencia a la OTAN, los de financiarse a mayor tipo (los bonos de la nueva Cataluña no se beneficiarían del “efecto Draghi”).

Los ingresos fiscales que estiman que son “catalanes” pero que pagan las empresas en impuestos nacionales no entrarían en la caja

Adicionalmente, el propio Consejo de Transición Nacional reconoce que el Estado catalán deberá financiarse con bonos patrióticos y  “bonos canjeables por impuestos” futuros.

Bienvenidos al riesgo de subyacente. Un bono cuyo subyacente está soportado por unos ingresos desconocidos y futuros cuando no existe ni marco normativo ni impositivo claro y predecible. ¡Y cuyo principal no se garantiza si no se dan esos ingresos!

«… Pero los bancos catalanes están cubiertos por el BCE».

Supongamos que sí –y es más que probable que tuvieran que pedir una nueva ficha al BCE o, si se establecerían como bancos “no catalanes” en otra plaza, supondrían en cualquier caso otra pérdida de ingresos fiscales para Cataluña-. Los bonos emitidos por “el nuevo estado”, si los coloca, no tendrían el apoyo del BCE ni serían parte del programa de recompras (QE). Por lo tanto, en el balance de los bancos esos bonos serían de alto riesgo y, sin garantía del estado central o del BCE, la prima sería, cuando menos, muy alta. Y las cantidades emitidas, por definición, muy pequeñas por no decir inexistentes, durante años, como se ha visto en todos los casos similares. En todos.

«… Las pensiones las sostiene la deuda pública».

No existe sistema de pensiones regional. Es nacional, de reparto y la caja de las pensiones y la seguridad social están invertidas en un 90% en deuda pública estatal. Un ciudadano que piense que forzando un evento de crédito en España se garantizan las pensiones en Badalona simplemente sueña.

«… Pero tendrán que aceptarlo».

Vale, señor Lacalle, todo esto puede ser cierto, pero como somos una economía muy importante, la UE, las agencias, los inversores y el mundo tendrán que plegarse a lo que queramos, cuando queramos, como lo queramos. Vaya por Dios, justo lo que decían Tsipras y Varoufakis que resultó en el éxito que todos conocemos.

«… No va a pasar nada porque seguiremos siendo españoles»

Eso. Viva la independencia. Para lo bueno, independientes, y por si hay riesgo, más españoles que la espada de El Cid.

Si yo fuera un líder independentista no iría por la vida pavoneándome de que la deuda “se la van a  comer con patatas”. Existe una razón por la que un país con 230% de deuda sobre PIB paga un 0,6% por sus bonos y otro con un 40% paga un 10%. Se llama no decir a los cuatro vientos que no eres de fiar.

Si yo fuera un ciudadano catalán antes de las elecciones haría lo que dicen en Inglaterra: “Rezar por lo mejor pero prepararse para lo peor”. Ante un proyecto rupturista, considerar que todo va a ir bien porque “me lo dicen en privado” y porque “no van a tener más remedio”, es como mínimo peligroso. Como le dijo el presentador de la BBC Stephen Sackur a Romeva “you´re talking nonsense” (dice usted cosas sin sentido).

Analizar el riesgo no es asustar. Es ser prudente. Ignorar los riesgos y asumir una arcadia feliz de financiación de superpotencia es simplemente suicida.