Anatomía de un endeudamiento arriesgado

La última cifra registrada por el Banco Mundial refleja que la deuda global alcanzó un 325% del PBI en 2017. Lo más preocupante es que en 2017 se convirtió en el año en el que más aumentó la deuda de los últimos quince. Una década de tipos excesivamente bajos y más de $20 trillones de expansión monetaria no solo no han ayudado a la reducción del endeudamiento global, sino que, como suele ocurrir, lo han disparado.

El error histórico de nuestras economías siempre ha sido el de pensar que los desequilibrios estructurales se pueden cubrir con desequilibrios monetarios. Sea el exceso de inflación por imprimir moneda destruyendo el poder adquisitivo de la misma o aumentando la deuda muy por encima de las capacidades de repago. Ambos desequilibrios acaban más tarde o más temprano en una grave crisis.

En mi último libro “La Gran Trampa”, explico que el exceso de complacencia a la hora de acumular deuda puede generar enormes problemas a más corto plazo de lo que creemos. Si en una semana los capitales a fondos de renta fija pasan de entradas de 30.000 millones a fugas de 38.000 millones de dólares, ignorar los riesgos es imprudente.

Endeudarse no es malo cuando se tiene en cuenta la capacidad de la economía de repagar los vencimientos y se mantiene la credibilidad crediticia. Si se pone en peligro la credibilidad a la hora de emitir el flujo de deuda neta, el stock acumulado se vende a velocidad de pánico. Es por ello que países que tienen un endeudamiento aparentemente bajo con respecto al PIB entran en dificultades financieras y, a la vez, otros que acumulan mayor deuda mantienen su credibilidad. No prestar atención a los flujos financieros y su sostenibilidad es imprudente. Ponerlos en peligro con mensajes aparentemente mágicos de impago o confiscación es suicida. Ecuador vivió ese enorme error haciendo impago para posteriormente financiarse más caro y a más corto plazo con China y no poder acudir a los mercados en años.

Otro enorme error de los periodos de expansión monetaria de Estados Unidos es el de asumir que el flujo de dólares baratos hacia los mercados emergentes o de alto crecimiento va a permanecer inalterable. Ya hemos vivido varias crisis financieras generadas por la toma excesiva de deuda en dólares para financiar proyectos en moneda local a largo plazo. Ese proceso de “marea” de dólares que lleva a una apuesta apalancada, puede terminar abruptamente. El “carry trade” –usar dólares a tipos bajos para invertir en países de alto crecimiento o en vías de desarrollo-, cuando se lleva a cabo de manera agresiva, siempre acaba con lo que se denomina “la parada en seco” (sudden stop), cuando el flujo de dólares se revierte hacia mercados seguros ante el riesgo de enormes desequilibrios.

La subida de tipos en Estados Unidos y la política fiscal de atraer capital aparcado fuera de las fronteras del país son dos factores que ya han generado una alarma en los mercados, y suponen un aviso de la posibilidad de una “parada en seco”.

Este aviso debe servir para, por un lado, evitar caer en “la gran trampa” del dinero barato endeudándose en exceso y, a la vez, para fortalecer el compromiso con acreedores e inversionistas que garantice la credibilidad institucional.

A medida que el diferencial entre los activos de menor riesgo –el bono a 10 años de EEUU y Alemania- y otros instrumentos de renta fija se reduce, y las expectativas de crecimiento e inflación en Estados Unidos y la Eurozona se refuerzan, el riesgo de importantes fluctuaciones en los mercados que han caído en la trampa del exceso de endeudamiento es mayor.

Cuando, además, China ha sido uno de los principales países a la hora de aumentar deuda, el riesgo es superior. China aumentó su deuda en 2017 más que la Eurozona, Estados Unidos, Japón y Reino Unido juntos. Esos importantes desequilibrios no solo son un problema para la economía china, sino un riesgo que no se debe ignorar para los socios comerciales del gigante asiático, especialmente los productores de materias primas.

La combinación de una ralentización agresiva china, un aumento del perfil de riesgo de la deuda y una subida generalizada de tipos puede llevar a un efecto dominó en las economías latinoamericanas y asiáticas que no sería fácil de solventar. Cuando los principales bancos centrales están aumentando masa monetaria en más de 200.000 millones de dólares mensuales y los tipos de interés siguen a mínimos históricos sin una recesión o crisis global, el mayor problema es que los bancos centrales y organismos internacionales se han quedado sin herramientas para acometer una crisis de deuda, una parada en seco. Bajar tipos y aumentar liquidez sería, en todos los sentidos, inútil.

Las economías latinoamericanas y asiáticas han hecho muy bien en los últimos tres años en mantener sus reservas de moneda extranjera casi intacta. También se ha evitado un enorme aumento de importaciones, y las balanzas comerciales están controladas. Estos factores pueden mitigar los riesgos de una parada abrupta del flujo crediticio. Pero el riesgo de ignorar la acumulación de deuda global persiste.

Recordemos. El dinero barato sale caro a medio plazo. Y el invierno llega.


 

Acerca de Daniel Lacalle

Daniel Lacalle (Madrid, 1967) es Doctor en Economía, profesor de Economía Global y Finanzas, además de gestor de fondos de inversión. Casado y con tres hijos, reside en Londres. Es colaborador frecuente en medios como CNBC, Hedgeye, Wall Street Journal, El Español, A3 Media and 13TV. Tiene un certificado internacional de analista de inversiones CIIA y un máster en Investigación económica y el IESE.

2 comentarios en “Anatomía de un endeudamiento arriesgado

  1. Señor la calle he comprado su ultimo libro de la gran trampa y visto el futuro que se expone , Le pregunto : para mi dinero que seria mejor sacarlo de la renta variable y ponerlo en cartilla abierta o llevarmelo a casa y esconderlo .

    Graacias y un saludo .

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