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Acerca de Daniel Lacalle

Daniel Lacalle (Madrid, 1967) es Doctor en Economía, profesor de Economía Global y Finanzas, además de gestor de fondos de inversión. Casado y con tres hijos, reside en Londres. Es colaborador frecuente en medios como CNBC, Hedgeye, Wall Street Journal, El Español, A3 Media and 13TV. Tiene un certificado internacional de analista de inversiones CIIA y un máster en Investigación económica y el IESE.

Viejos, paletos y tontos

Cualquiera que haya atendido al análisis de los principales medios sobre los resultados de los grandes eventos electorales de este año llegaría a la conclusión de que los que votaron mayoritariamente, sea en el Brexit, o en EEUU, eran algo parecido al Fernando Esteso de La Ramona. Una especie de división entre esa población urbana, joven, “cool” que sí que sabe lo que debe de votar, y los zombis de The Walking Dead que no terminan de comprender las fantásticas ventajas del pensamiento único socialdemócrata y de la burocracia.

En EEUU el partido demócrata ha perdido más de diez millones de sus propios votos desde 2008 y su Yes, We Can, y más de 6 millones desde 2012, y eso no es una casualidad. La monstruosa expansión monetaria y fiscal, duplicar el endeudamiento, subir impuestos y coste de la sanidad (un 75%) y una política proteccionista que ha hecho a EEUU campeón de limitaciones a la globalización demuestra que el voto no solo no ha sido pro Trump, sino que ha sido -sobre todo- anti Obama-Clinton.

Pero siguen contándonos el cuento de que es un voto de los viejos, paletos y tontos contra la “globalización y el neoliberalismo”. Claro, por eso votan a un empresario cowboy.

¿Protesta contra la “globalización”? Desde 2008 ningún país del G20 ha introducido más medidas proteccionistas y anti-comercio que EEUU () … Más que India, Rusia, Brasil, Argentina o China.

¿Protesta contra el “neoliberalismo”? Si a subir impuestos (442 subidas) , aumentar la intervención pública a niveles no vistos desde Roosevelt y subvencionar sectores improductivos a mansalva llaman “neoliberalismo”, que venga Dios y lo vea.

¿Protesta de los paletos? Trump recibió 42% del voto femenino, 10% del voto afroamericano y 30% del voto latino. Trump recibió el 37% de los votos de los “millennials”, entre 18 y 29 años (datos Bloomberg y CNN). Pero, sobre todo, señores, los “listos, guapos y jóvenes” (nótese la ironía) se quedaron EN SU CASA y no votaron a la candidata que los politólogos e ideólogos de salón les pusimos enfrente.

La evidencia de la administración Obama ha sido que, si bien los errores del periodo conservador anterior fueron muy claros, los resultados han sido atroces para esos que rápidamente engloban en la categoría de paletos que no tienen ni idea y que son, precisamente, los que han pagado los costes de los destrozos de Bush y Obama, los que han levantado a Estados Unidos tras las recesiones, trabajando, creando empresas, esforzándose y pagando impuestos. La idea de que no tenemos nada que aprender de los que han conseguido que esos “millennials” tuvieran prosperidad a pesar de las vicisitudes, que no tienen nada que enseñarnos los que han sostenido sus negocios, visto ciclos y aprendido de unas y otras políticas, es simplemente hilarante.

Cuanto más se esfuerza el pensamiento único socialdemócrata en acallar e ignorar la voz de esa población que está harta de pagar en impuestos los costes de las soluciones mágicas, de aguantar lecciones de personas que jamás se han arriesgado, más “sorpresas” electorales nos llevaremos.

Porque de los que tenemos poco que aprender es de cierta parte de una generación que se autodenomina la “mejor preparada” y, sin embargo, cree en los Reyes Magos de la intervención masiva y las ideas mágicas, que ignora la historia para alabar atrocidades como el Leninismo y que, desde el privilegio, desprecia el esfuerzo, trabajo y experiencia de los que les han puesto los algodones entre los que se han criado mientras tenían la desvergüenza de hablar de miseria, falta de oportunidades y crisis. Y que, encima, son mucho más proteccionistas e intervencionistas que el diablo Trump.

Porque, señores, en el peor de los casos, Estados Unidos con o sin Trump siempre será mucho menos proteccionista que lo que se nos vendría encima con los populismos europeos. Es más que probable que Trump sea lo que llevo temiendo y alertando desde hace tiempo y que, ocurra lo que ocurra, la administración sea incapaz de evitar una recesión que lleva gestándose desde el megaestímulo y la política de promover la mala asignación de capital, pero esos 59 millones de votos, esos “viejos, paletos y tontos” que no votan lo que les decimos los privilegiados, al menos tendrán más dinero en su bolsillo. Y, lo que es más importante, los diez millones que creyeron en Obama y rechazaron votar a Clinton, también.

Me tranquiliza mucho que Paul Krugman prediga que Trump nos lanzará a una recesión global (curiosamente, ralentización creada por estímulos defendidos por él). Porque si el señor que dijo que la Argentina de Kirchner era un modelo para Europa (lean “down Argentina way”), que internet iba a ser una moda pasajera, y que las políticas de Zapatero eran las adecuadas dice que Trump va a crear una recesión, es probable que ocurra lo contrario. Tenemos un “contrarían trade” muy interesante.

En España, gracias a esos “viejos, paletos y tontos” -que no tienen nada de esos tres calificativos-, gracias a esos mayores, a los emprendedores, a los autónomos, y gracias a los jóvenes que no creen en el populismo comunista redentor hemos evitado caer en el desastre que asola Grecia o Portugal con sus ideas de Señorita Marx-Pepis, y volvemos a ser un ejemplo de moderación ante un mundo que se radicaliza.

Nos encontramos, desde Brexit a Trump, ante la respuesta a una política de creciente burocratización, no de neoliberalismo. De inmigración que no sufre ninguno de los políticos que la promueve porque en sus barrios no se asientan las comunidades problemáticas. Nos encontramos ante el fallo estrepitoso -como una escopeta de feria- de la única política económica seguida desde hace muchos años: La represión financiera.

El ciudadano medio no entiende esa represión financiera, pero la sufre. Endeudarse y gastar sin freno, destruir al ahorrador vía devaluación y tipos ínfimos, subir impuestos y pasarles la factura a las generaciones venideras tal vez es algo que no perciba como una agresión -que lo es- deliberada para perpetuar sectores endeudados e ineficientes. Pero ese ciudadano, que tras ahorrar durante años lo poco que podía oye que se lo quieren quitar en impuestos, que cuando se desloma para que su empresa o negocio crezca le insultan, sabe que algo pasa. No solo le es más complicado conseguir sus objetivos de prosperidad, sino que ve que las promesas mágicas le dificultan aún más la salida.

Debemos recuperar las políticas de oferta, promover que la renta disponible aumente, bajar impuestos, ofrecer servicios de calidad eficientes y facilitar el crecimiento. No limitarlo desde la glorificación de la burocracia. Tenemos mucho que aprender de estos viejos, de estos tontos, de estos paletos, que ni lo son ni, si lo fueran, dejarían de tener derecho a mostrar su descontento. Y no volver a fallarles, a ellos y a sus nietos, perpetuando los desequilibrios de nuestros excesos empobreciendo a los creadores de riqueza.

Es triste que al populismo se le pretenda combatir con mayor populismo. Pero en algún momento nos daremos cuenta de que la prosperidad y el crecimiento vienen del ahorro y la inversión, de fomentar el emprendimiento y la meritocracia, de dejar que se desarrollen las empresas. Lo que esos “viejos, paletos y tontos” hicieron y han conseguido para todos nosotros. Y que el futuro no se va a mejorar desde la burocracia, el papanatismo, la deuda y el gasto.

El futuro se construirá cuando los supuestos “jóvenes, cultos y modernos” (ejem) se sienten -nos sentemos- a aprender de esos mayores sin un cazo en la mano, sino siguiendo su ejemplo, y todos juntos dejemos de creer en soluciones mágicas. Eso sí, si pensamos que la solución a estas “sorpresas” electorales es más represión financiera, más burocracia y más ataque al mérito, tendremos más que sustos. Debemos aprender de los que nos han dado todo para que los errores de la historia no se repitan.

China frena un 30% sus objetivos renovables: implicaciones para el sector solar

El sector solar (Global Large Solar Energy Valuation peers Index) ha caído más de un 40% en lo que va de año, un 50% en dos años y cotiza a un 10% de la capitalización que alcanzó en el máximo de 2008. El referente S&P Global Clean Energy registra una caída del 14% y una rentabilidad negativa desde hace cinco. ¿Cómo puede ocurrir con los tipos de interés a mínimos y un aumento global de instalaciones a nivel récord?

La primera razón la explicamos aquí en “la mayor quiebra solar, el fin de la burbuja de deuda”. Se han acumulado más de 1.200 quiebras en el sector solar global, a las que se añaden gigantes como SunEdison. Que un sector sea incapaz de sobrevivir con instalaciones récord (solar se ha multiplicado por diez entre 2009 y 2015) y tipos de interés y liquidez extrema demuestra que el problema no es de “apoyo” sino de modelo de negocio, endeudado y burbujero.

China muestra el gran error de un sector que, en vez de pensar en un modelo energético, como hizo la energía eólica, se lanzó a un modelo constructor-promotor. Por eso siempre hablan de instalaciones en términos absolutos. Como una inmobiliaria ineficiente, es un modelo que no puede sobrevivir sin ingentes cantidades de deuda, subvenciones y subidas de precios.

A ese sector con ese modelo no le importaba que casi un 20% de los paneles instalados en China no estuvieran siquiera conectados a la red, o que el modelo chino siempre va a favorecer a sus empresas estatales –carboneras, gran parte de ellas-. O que China estuviese entrando en un exceso de capacidad similar al de la burbuja española.

El cielo era el límite. Pero, como decía Jimmy Cliff, más dura será la caída. Como explicaba Eduardo Montejo, el 73% de la electricidad en China viene degeneración térmica. Y en 2015 el 50% de la nueva potencia fue también térmica. China en 2020 seguirá con un mix que será en su inmensa mayoría carbón (65%) y nuclear y donde la solar solo pesará 4,6%.

China instalará 110 gigawatios de solar a 2020 con el nuevo plan. Probablemente volverá a recortar sus objetivos porque el exceso de capacidad e imposibilidad de conectar a la red todo lo que se instala son demasiado altos. Pero la cantidad es enorme. Así que ¿por qué se iba a preocupar nadie? Porque como las constructoras en la burbuja inmobiliaria, una reducción de 27% en unos objetivos muy ambiciosos aumenta la sobrecapacidad productiva, se retrasa el equilibrio de mercado y las empresas caen como moscas con el aumento del capital circulante y la imposibilidad de cubrir la deuda.

Como esas petroleras ineficientes o las carboneras burbujeras, como las navieras ultra-endeudadas, el sector es incapaz de sobrevivir a un ajuste mínimo dentro de una expansión brutal, porque está apalancado exponencialmente. Un modelo de correr para estarse quieto (run to stand still). Y esa reducción es estructural. No la suple otro país.

No es un problema de tecnología, sino de modelo de negocio que ignora la baja rentabilidad y la sobrecapacidad. El sector solar global cuanta con una sobrecapacidad productiva cercana al 45%, por eso el hecho de que China reduzca sus instalaciones casi un 30% llevará a mayores caídas de los precios de los paneles y a más quiebras, demostrando que la mala asignación de capital del sector no lo ha convertido en más competitivo, sino menos, con la bajada de precios. En el caso eólico ha ocurrido lo contrario. La bajada de precios y mejora de la eficiencia y tecnología ha apoyado a la rentabilidad, porque el objetivo de las empresas del sector nunca ha sido contructor-promotor, sino energético (oferta-demanda).

La buena noticia es que los paneles volverán a desplomarse, la tecnología será más barata. La mala, que hay muy muy pocas empresas del sector que estén preparadas para ese entorno. Y, lo que es más triste, a pesar de que es una tendencia (exceso de deuda, sobrecapacidad, caída de márgenes, quiebras) que se lleva generando desde 2010, pocas –y las hay- parecen querer aprender lo que comprendieron otras tecnologías renovables. O siguen un modelo industrial y energético como el de cualquier empresa normal, basado en oferta y demanda y rentabilidad sobre el capital empleado, o desaparecerán.

Eso sí, seguirán diciéndole que “el año que viene” todo mejora.

Elecciones USA: Las sombras del “milagro” Obama le pesan a Clinton

Acabo de regresar de Nueva York, y muchos analistas -sobre todo europeos- se sorprenden ante lo ajustadas que están las encuestas, con Clinton cerca de 269 votos electorales y Trump pisándole los talones con 265 y subiendo. Ya hemos comentado en esta columna en diversas ocasiones el legado de Obama y la atroz deriva proteccionista de Trump.

La pregunta es ¿por qué los americanos no están encantados con la política de Obama? Y, sobre todo, ¿qué riesgos se presentan ante las elecciones? ¿Son los norteamericanos unos malvados desagradecidos que no valoran el éxito de los últimos ocho años?

Al fin y al cabo, si creemos a los analistas del mainstream socialdemócrata europeo, Obama ha “creado” 11 millones de puestos de trabajo (curioso, porque ni el partido demócrata se apunta más de 8,7) y la economía crece a todo tren. La debilidad demócrata en esta campaña, por lo tanto, sólo puede ser por “una conspiración mediática y derechista contra Obama y, por extensión, Clinton… Total, por unos emails de nada…”. Eso es lo que nos parece llegar a Europa.

Pero es que esos datos de empleo distan mucho de la historia y dinamismo de EEUU. Siendo buenos, y negarlo es ridículo, están muy lejos de lo que se espera de una economía que ha tenido un estímulo monetario y fiscal superior a $24,7 billones en ocho años. La deuda ha aumentado un 121% con Obama y el crecimiento es el más pobre en décadas, menos de la mitad de su potencial.

Por un lado, han salido más de 11 millones de personas de la fuerza de trabajo, llevando la participación en el mercado laboral a niveles de 1978, y es completamente falso que se explique por la demografía. EEUU tiene una demografía similar a la de Reino Unido y su participación laboral es casi diez puntos inferior. Además, se ha reducido en casi todos los segmentos de edad (muy relevante entre 25 y 35 años).

En octubre de 2016 salieron de la fuerza laboral 425.000 trabajadores, el nivel más alto de la serie histórica, alcanzando un total de 94,6 millones de norteamericanos en edad de trabajar que ni participan en el sistema ni buscan trabajo. Eso muestra un índice de participación laboral de 62,8%, no visto desde 1978. Por lo tanto, un desempleo bajo se contrapone a una participación laboral paupérrima. Además, el número de ciudadanos norteamericanos que suplementa su renta con cupones de comida (food stamps) se ha duplicado de 20 millones a más de 40.

El empleo temporal se sitúa en 18,2% (menos de 35 horas semanales), es decir, niveles considerados de recesión. En época de crecimiento, EEUU siempre ha tenido una temporalidad inferior al 16,6%. En la recesión de 2001 era del 17% y en 2008 el máximo del 20%. Con Obama y el mayor estímulo de la historia sólo se ha reducido la temporalidad ligeramente al 18,2% y eso hundiendo la mencionada participación laboral.

El dato de octubre publicado la semana pasada mostraba una destrucción de empleos fijos de 103.000 y creación de empleo temporal de 90.000. A propósito, cuando piensen en empleo fijo y temporal en EEUU, piensen en condiciones de flexibilidad que aquí no imaginaríamos jamás.

Desde 2009, duplicando la deuda, ha caído la renta media de los hogares en todos los segmentos (la mediana de $55.000 a $54.000 y el segmento más pobre de $13.000 a $12.000) y los salarios reales continúan a niveles de 2008. Encima, la implantación del llamado Obamacare (Affordable Care Act) ha supuesto que el coste medio de una póliza se dispare hasta un 25%, haciendo una sanidad pública cara e ineficiente aún más cara.

Para acabar de desanimar, en los últimos cinco años el crecimiento anual de productividad ha sido de 0,6% de media, el más pobre desde 1978.

Por lo tanto, no es tan “sorprendente” la falta de euforia ante una nueva administración demócrata. Se entiende mejor cuando se diseccionan los datos de empleo y se ponen en el contexto del mayor estímulo fiscal y monetario de la historia y de haber duplicado la deuda.

Y es que, si con semejante chute de adrenalina “sólo” se ha conseguido esto, imaginen el riesgo que percibe un ciudadano fuera de Nueva York o Los Angeles.

Estos datos de empleo y economía nos dicen mucho cuando miramos a nuestros países en la UE.

– Nunca se ha salido de una crisis desde el empleo fijo y reducir la temporalidad es muy complejo.

– El “poster boy” de los estímulos monetarios, el ídolo de la socialdemocracia europea, Obama, ha conseguido reducir el paro a niveles del 4,5% desde una flexibilidad y contención salarial que casi nadie en Europa es capaz de defender.

– El enorme aumento de desequilibrios fiscales y financieros no genera el tipo de empleo y calidad que imaginan los populistas europeos en sus cuentos de ciencia ficción.

Es cierto que los datos de la administración Obama son muy pobres teniendo en cuenta semejante mega-estímulo. Es cierto que la crisis fue muy importante, pero que casi ningún dato haya recuperado niveles de época de crecimiento es la evidencia de un fracaso que se refleja en el descontento del votante. Pero es mucho más preocupante pensar que la solución a este pobre historial sea repetirlo con Clinton. Y aterrador que la “alternativa” sea el populismo rancio y proteccionista de Trump. Por lo tanto, ante “susto” o “muerte”, sin duda yo prefiero susto.

Mañana sabremos quién va a ser presidente de Estados Unidos. Si empatan a 269 votos electorales lo decidirá un congreso mayoritariamente republicano, pero también poco “fan” de Trump… Veremos.

Lo que sí queda claro es que EEUU se enfrenta a un periodo complicado donde el crecimiento se presenta pobre y las soluciones mágicas que proponen ambos candidatos mayoritarios no van en el camino de recuperar el crecimiento histórico y la productividad perdida.