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Acerca de Daniel Lacalle

Daniel Lacalle (Madrid, 1967) es Doctor en Economía, profesor de Economía Global y Finanzas, además de gestor de fondos de inversión. Casado y con tres hijos, reside en Londres. Es colaborador frecuente en medios como CNBC, Hedgeye, Wall Street Journal, El Español, A3 Media and 13TV. Tiene un certificado internacional de analista de inversiones CIIA y un máster en Investigación económica y el IESE.

Ocho años de Lehman y unos días de Deutsche Bank

“Never free, never me, So I dub thee Un-forgiven” James Hetfield.

Esta semana, cuando se cumplían ocho años de la quiebra de Lehman, también conocíamos la noticia de que el Departamento de Justicia de EE.UU. exige que Deutsche Bank pague una multa de 14.000 millones de dólares por el papel que el banco alemán desempeñó en el negocio de las hipotecas basura.

El día en que Lehman quebró, salí de la oficina en Londres hacia Waterloo Station y me di cuenta de que algo monumental había ocurrido. Las caras de las decenas de personas que esperaban pacientemente a los trenes desde el centro a sus hogares eran un auténtico mapa. Pánico.

¿Qué había ocurrido con Lehman? Llevaba tiempo diciendo que su situación era impecable, que su solvencia estaba fuera de cuestión y que la acción sufría por los “ataques de los especuladores”. A muchos de nuestros lectores les sonaran esas excusas. Se utilizaron mucho unos años después con la crisis europea.

Lehman Brothers no era un banco comercial, con depósitos de ahorradores minoristas, era un banco de inversión. Sus clientes eran “personas competentes” es decir, con conocimientos suficientes del riesgo y la complejidad de los productos financieros ofrecidos. No es posible contratar los servicios de un banco de inversión sin tener esa característica.

Por otro lado, la multa estimada a Deutsche Bank se apoya en el mismo activo que causó la caída de Lehman. Las hipotecas ahora llamadas “basura”.

Recuerdo cuando se rescató a Freddie Mac y Fannie Mae -públicas ambas-, porque ocurrió poco antes de antes de dejar caer a Lehman. Eran las mayores originadoras de hipotecas de alto riesgo.

Recuerdo a Janet Yellen o Bernanke hablar de la práctica imposibilidad de un pinchazo de una burbuja inmobiliaria, porque tal burbuja no se contemplaba. Yellen hablaba de “sofisticados productos financieros que mitigan el riesgo y facilitan el acceso a financiación de vivienda” y Bernanke hablaba de “una desaceleración, pero no una caída”. El propio Michael Lewis nos muestra, en su libro “The Big Short”, como antiguos conocidos míos y ex jefes se las veían y se las deseaban a la hora de poder apostar contra las hipotecas basura porque los propios tenedores de los productos les decían que eran super seguros.  Recordemos a los héroes, esos gestores y analistas que alertaron de esos riesgos y a los que se acusó de casi terrorismo por demostrar que el Rey iba desnudo.

¿Qué hacía, entre otras cosas, que se considerasen esos productos -y cito- “tirar a balón parado”?  La garantía pública. Porque obre todo, recuerdo al actual vicepresidente de EEUU, Joe Biden, hablar unos años antes de la democratización de la vivienda y de dar casa en propiedad “a todos los ciudadanos” fuera quien fuera y tuviera capacidad de repago o no.

“LOS PISOS NUNCA BAJAN, DANIEL”. Y OTROS MENSAJES.

La locura colectiva que asaltó a unos y otros, que rompió toda lógica analítica y que, como ya sabemos, explotó, se generaba -como todas las crisis financieras- por la percepción de bajo riesgo de un activo que no lo tiene (“nuestra tasa de mora en préstamos hipotecario es irrisoria”) y la acumulación desproporcionada de exposición a ese activo de “bajísimo riesgo”. “Lo último que se deja de pagar es una hipoteca”, me decían en EEUU en 2007.

Muchos, agentes públicos, privados, bancos, grandes economistas, reguladores, estados y gobernadores de bancos centrales, así como agencias de calificación, cayeron en la trampa de ignorar la acumulación de exposición a un activo de supuesto bajo riesgo.

Tanto, que -como explica también Michael Lewis en Boomerange y un servidor en Nosotros los Mercados-, en los días posteriores al pinchazo de la burbuja de las hipotecas basura (y recuerdo que a mí me amonestaron por llamarlas basura un año antes) muchos operadores seguían comprando esos activos tóxicos porque cumplían sus “requisitos de riesgo”. Era “un chollo”. Caían por culpa de especuladores, hay que comprar a mínimos, que a largo plazo “todo sube”. Y no ocurrió.

Mucho ha cambiado desde entonces. Los bancos son mucho más cautelosos y todos han aprendido la lección de una burbuja que se diferenció de otras -acabábamos de pasar la burbuja tecnológica- en que ésta tocaba a algo en lo que casi todo el mundo participaba. Las casas nunca bajan. Alquilar es tirar el dinero. A largo plazo el ladrillo es lo mejor. “Que fluya el crédito” como mantra de progreso, sea como sea.

Si miramos al sector financiero de hoy, han mejorado muchísimas cosas. Análisis de riesgo mucho más rigurosos -y se les acusa de “que no fluye el crédito” por ello-, un aumento de capital de máxima calidad hasta niveles récord, desinversiones y reducción de desequilibrios…. Muchas mejoras y algunas muy lentas. Los activos de la banca siguen pesando más de 300% del PIB de la Eurozona, los préstamos de difícil cobro superan los 900.000 millones de euros, y la rentabilidad de la mayoría sufre ante unos tipos negativos y se sitúa en muchos casos por debajo del coste de capital.

Pero lo importante es que siga mejorando la calidad y el análisis de riesgo. Que hayamos visto una caída de emergentes y materias primas como la de los dos últimos años y dos crisis financieras en Portugal e Italia y no se haya generado un efecto contagio global es algo que debemos valorar.

Pero estamos muy bien preparados para evitar la crisis anterior. El riesgo es si estamos preparados para la próxima. Porque la próxima crisis no vendrá de los activos que consideramos de alto riesgo sino, como todas, de aquellos activos financieros que hoy consideramos “sin riesgo” y “a balón parado” como en 2007. La próxima crisis costará mucho más porque la gran burbuja se está generando en los bonos a tipos negativos, con un 24% del PIB global en tipos cero o negativos. Lean “la próxima crisis costará un trillón” y “los bancos centrales no protegerán de la próxima crisis” de la misma manera en que no lo hicieron en el pasado.

La gran lección de Lehman ha sido dejar de creer en las cualidades mágicas de los bancos centrales y los analistas, dejar de creer con los ojos cerrados que los bancos son inexpugnables. Lo que no hemos aprendido de entonces es que disfrazar el riesgo no lo elimina. El gas de la risa monetario ha cubierto de un manto de seguridad a todo tipo de bonos y activos disfrazando el riesgo con tipos ultra-bajos. Hemos cerrado una crisis de exceso de riesgo, deuda y desequilibrios aumentando la deuda, los desequilibrios y tomando más riesgo por menos rentabilidad.

Hemos aprendido muchas cosas de Lehman (escuchen aquí). Pero da la sensación de que queremos replicar la misma burbuja desde las políticas inflacionistas. Luego, le echamos la culpa a los especuladores y pedimos más regulación. Y que fluya el crédito.

Que se acaba, que se acaba… El petróleo y sus implicaciones

“I just want you to hurt like I do” Randy Newman.

Hace ya dos años que Diego Parrilla y yo publicamos “The Energy World Is Flat” (Wiley, La Madre de Todas las Batallas en Deusto) en el que explicábamos las fuerzas que aplanan el mundo energético. Ayer, tras meses negando la evidencia, la IEA (International Energy Agency) tuvo que volver a revisar sus estimaciones del mercado de crudo, que esperaban que se equilibrase este año solo hace un mes. Por fin reconocen que el exceso de suministro y los inventarios disparados harán que el mercado no se equilibre hasta mediados de 2017. Y como agencia diplomática que es, esa estimación tiene –como la anterior- un error fundamental, las expectativas de crecimiento de demanda asiática y el consumo de exceso de inventarios.

No salen los números. A menos que en 2017 el crecimiento económico se dispare a más del doble del de 2016 –improbable siendo amable-y la demanda de crudo crezca en más de 500.000 barriles al día por encima de las ya optimistas expectativas, es prácticamente imposible que el mercado se equilibre.

La IEA ha tenido que revisar a la baja sus expectativas de crecimiento de demanda en 100.000 barriles al día comparado con sus previsiones de hace un mes. Para que se hagan una idea, en el segundo trimestre la demanda crecía a una tasa anualizada de 1,4 millones de barriles/día y en el tercer trimestre va camino de 0,8. Lo mismo que ocurrió el año pasado y el anterior… y el anterior. Se sobreestima la demanda por el impacto de la acumulación de inventarios de China en particular.

Los inventarios en la OCDE están a máximos históricos y rompieron la barrera récord de 3,1 millones de barriles. Sobra petróleo en todos lados.

Los productores ya se han acostumbrado a los bajos precios. No sólo estamos viendo un aumento de la producción iraní a niveles pre-sanciones más rápido de lo que ninguno, incluso nosotros, estimábamos, sino que las paradas no planificadas se han resuelto.

Las plataformas operando en EEUU han aumentado durante tres meses consecutivos. El sector se ha adaptado de manera admirable y hoy, según datos de Morgan Stanley y Goldman Sachs, el 89% de la producción estadounidense es rentable a $45/barril… Cuando hace menos de dos años decían que era imposible hacerla rentable a $80. No solo han bajado los costes de servicios petroleros y los imposibles sueldos de los ingenieros –que se triplicaron en algunos casos durante la locura de 2008 a 2013- sino que aumenta.

Si recuerdan hace unos meses, comentábamos en “el petróleo en zona de peligro”  y “la debilidad del petróleo es estructural” los diferentes aspectos que hacen de las expectativas de algunos de que el precio recupere los $75-80/barril más un acto de fe que de análisis real.

Bien, todo esto, aunque convenga recordarlo, es demostrar la evidencia –aunque muchos la negaran-. Hablemos de las consecuencias.

La primera, y más evidente, es que a $40-45/barril ninguna tecnología sustitutiva es competitiva. La caída de costes y mejora de eficiencia no evita que el petróleo siga siendo, de lejos, la fuente de energía más competitiva. Esto no significa que se abandonen los esfuerzos por llevar a cabo la transición tecnológica. Todo lo contrario. La sustitución y transición a vehículos eléctricos, de gas, energías renovables, etc… no se para. Pero las empresas de esos sectores que rezan a que vuelvan los enormes precios del petróleo para justificar sus ineficiencias tienen sus días contados, y se unirán a las miles de empresas solares y de fracking que caen como moscas ante la evidencia de la inviabilidad de su modelo de negocio. Porque no es un problema de tecnología, sino de modelo endeudado y burbujero.

La segunda, y menos evidente, es ¿dónde se ha ido el supuesto estímulo de los bajos precios?

Si tomamos las estimaciones de crecimiento de las economías occidentales para 2016 y 2017 realizadas el año pasado, veremos que se esperaba un crecimiento casi un 40% superior con un precio del petróleo medio de más de $50. Ahora, hemos perdido crecimiento potencial pero los precios del petróleo son más bajos. La propia IEA lo comenta. “The stimulus from cheaper fuel is fading” (el estímulo de los precios bajos se desvanece). Y es bien evidente, como explicábamos este fin de semana en “el G20 y el estancamiento”, la saturación de deuda y el fracaso de los estímulos se unen a la sobrecapacidad para continuar alimentado de donuts a una economía mundial obesa.

Esta semana, Goldman Sachs mostraba que en China, para un crecimiento del 6% raspado, el crecimiento del crédito en los primeros seis meses supera el 35% del PIB. Lo miremos como lo queramos ver, es una cifra desproporcionada y solo puede traer un efecto negativo posterior.

Mientras algunos siguen esperando que todo se solucione con una reunión de la OPEP, esas en las que nunca hacen lo que anuncian y se saltan las cuotas,  debemos seguir analizando el mercado como una potencial en la parte media del ciclo, no como una anomalía que lleva demasiados años para ser coyuntural. La erosión de la demanda potencial vía eficiencia, sustitución y menor crecimiento es simplemente imparable. Los ganadores se están adaptando. El día 25 de Octubre presento en The Mining Show en Dubai el libro. Uno de los organizadores me comentó “la época de los $100 barril era la lotería, los que apostaron a que les tocara todos los años desaparecerán”. Y así está ocurriendo. Los ganadores son los consumidores y los eficientes.

Por qué exportamos más y mejor. La falacia de devaluar para exportar

“And so it goes… The way it´s going no one knows” Nick Lowe

Los bajos precios del petróleo y el plan de liquidez y tipos bajos del Banco Central Europeo benefician a todas las economías de la Unión Europa. Sin embargo, economías como Italia -con la misma sensibilidad macroeconómica que España a los tipos bajos y el precio del crudo- siguen en estancamiento. El riesgo político y la incertidumbre pesan en España e Italia -con un referéndum constitucional en noviembre-, sin embargo, España crece más que ellos y que la media de la Unión Europea.

Si analizamos la sensibilidad a una caída del 10% de los tipos de interés y 10 dólares en el precio del barríl, estudios de UBS, el BCE y Goldman Sachs muestran que Italia, Portugal y Francia tienen impactos históricos muy parecidos. Y España crece más del doble.

En España, el Índice de Tendencia de Competitividad calculado respecto a los países de la Unión Europea acumula once trimestres consecutivos de ganancias de competitividad frente a esta zona. Que esto haya ocurrido mientras suben los salarios (la masa salarial crece por encima del PIB nominal, y el salario medio ha subido también en el último año), es positivo.

Pero la apreciación del euro contra otras monedas aparentemente ha reducido la competitividad total con respecto a la OCDE y los países BRICs (Brasil, China, India y Rusia) en más de un 2% y 4%. La apreciación del euro contra las monedas de referencia explica el 100% de la pérdida de “competitividad”.

Pues bien, para los economistas del Club de la Impresora esa combinación debería ser letal. Se pierde “competitividad” en moneda, suben los salarios y, por lo tanto, no se puede “exportar”.

Bienvenidos a los mantras falaces del burbujerismo monetarista. Lean los “mitos de las exportaciones españolas”.

España en el primer semestre ha alcanzado exportaciones récord, creciendo un 2,3% y reduciendo el déficit comercial un 31,4%. Las exportaciones de bienes y servicios superan el 32% del PIB.

Todo ello ocurre mientras el comercio mundial se ralentiza. El crecimiento del crecimiento mundial se ha estancado en un 2,8% y se ha revisado a la baja en tres ocasiones en 2016, según la Organización Mundial del Comercio. Por ello, España ha aumentado cuota de mercado global.

El incremento interanual de las exportaciones de España (+2,1%) se compara con retrocesos registrados en la zona euro (-1,8%) y la Unión Europea (-2,3%). Fuera de la UE, también decrecen las exportaciones de Estados Unidos (-4,5% interanual), China (-6,0%) y Japón (-7,4%), según el Ministerio de Economía.

A alguno de los que repiten la consigna de “devaluar para exportar” le dará un pasmo.

El que piense que si hubiéramos devaluado exportaríamos mucho más se encuentra con la falacia en los países que si han visto sus monedas retroceder con respecto a sus socios, y que he detallado antes.

Devaluar no deja de ser una subvención encubierta a los sectores de baja competitividad a costa de los ciudadanos y sus ahorros, y encima no funciona más que a muy corto plazo, y, por supuesto, dispara las importaciones porque lo que compramos fuera nos cuesta más. Transfiere rentas de los trabajadores y ahorradores al gobierno y a sectores en decadencia. Se empobrece a los ciudadanos perpetuando los desequilibrios. Y no se consigue nada.

No exportamos más porque los salarios sean bajos. Países con salarios mucho más bajos están perdiendo cuota y volumen absoluto. Además de que están subiendo un 4% (0,8% medio), el peso de los salarios en el coste total del sector exportador es muy bajo y decreciente desde hace 10 años. Lo que hace que exportemos más y mejor es la apuesta por el valor añadido y la calidad. Los empresarios exportadores llevan años abriendo mercados y los frutos van haciéndose evidentes.

Siempre lo digo, una economía de alta productividad sobrevive a una moneda fuerte. Sin embargo, una economía de baja productividad no sobrevive ni siquiera con una moneda débil.

En realidad, los que promueven devaluar para “exportar más” no buscan aumentar el comercio internacional -del que reniegan sin parar-, sólo buscan subvencionar artificialmente el hipertrofiado gasto político y su endeudamiento vía empobrecimiento de todos.