Bruselas y el Déficit

Una de las polémicas más sorprendentes que he visto recientemente ha sido la famosa “exigencia de Bruselas” de revisar los presupuestos generales del Estado para el año que viene porque se corre el riesgo de no cumplir el objetivo de déficit.

Lo más divertido es que los partidos de la oposición se han lanzado en tromba a criticar unas décimas adicionales estimadas de déficit mientras, en mítines y entrevistas, arengan a sus votantes diciendo que hay que relajar los objetivos de endeudamiento mientras prometen gastar el dinero que no tenemos en enormes planes de empleo público, rentas garantizadas y todo tipo de ilusiones de Reyes Magos.

Es una falta de integridad y una irresponsabilidad criticar unas décimas por diferencia de criterio con Bruselas mientras se promete “relajar el déficit” y gastar como si fuese 2008. La realidad es que esa misma falsa polémica se dio en 2013 y 2014, cuando Bruselas mencionó diferencias similares, y España cumplió. ¿Por qué? Porque las estimaciones de crecimiento y de mejora del empleo de la Unión Europea siempre han sido extremadamente cautelosas, y me parece muy bien. Pero recordemos que Bruselas ha tenido que revisar al alza seis veces sus estimaciones de crecimiento de nuestra economía.

Existen dos variables esenciales que explican las diferencias de criterio. La primera es el gasto por subsidio de desempleo, que se reduce más de lo que estimaba no sólo Bruselas, sino todos los organismos internacionales. Crear más empleo es un factor esencial para la estabilidad presupuestaria. La segunda es la mejora de ingresos por mayor actividad económica.

Pero existen otros factores que pueden ayudar a mejorar las cuentas públicas por encima de las previsiones del gobierno. Una mayor recaudación bajando impuestos, que los organismos raramente valoran, a pesar de ser una realidad en Reino Unido o Irlanda. El aumento de las bases imponibles por reducción de la economía sumergida y regularización fiscal. El ahorro por reestructuración del sector público, que ya supuso 30.000 millones de euros, y debe continuar hasta duplicarse. Finalmente, no tener que acudir al rescate de cajas, comunidades autónomas y pagar facturas atrasadas.

El riesgo para cumplir el déficit no está en el presupuesto aprobado. Está en encontrarnos en enero a una coalición que tenga como objetivo volver a las políticas del pasado y lanzarse al gasto descontrolado, cuando aún tenemos muchas reformas que ampliar y desequilibrios muy importantes que corregir.

Acerca de Daniel Lacalle

Daniel Lacalle (Madrid, 1967) es Doctor en Economía, profesor de Economía Global y Finanzas, además de gestor de fondos de inversión. Casado y con tres hijos, reside en Londres. Es colaborador frecuente en medios como CNBC, Hedgeye, Wall Street Journal, El Español, A3 Media and 13TV. Tiene un certificado internacional de analista de inversiones CIIA y un máster en Investigación económica y el IESE.

3 comentarios en “Bruselas y el Déficit

  1. La reestructuración del sector público se antoja una quimera. El PP ha tenido cuatro años y una oportunidad de oro para abordarla y los cambios que ha implementado son cosméticos. El Reino de España soporta una estructura estatal elefantiásica, insostenible e inasumible, plagada de duplicidades e ineficiencias que por desgracia el PP no ha querido, en el marco de sus competencias, reducir. Por tanto ese eventual ahorro no me parece posible.

    Con respecto a rescatar proyectos empresariales que ha resultado un fiasco (siempre pensé que el capitalismo consistía en asumir riesgos) es público y notorio que el próximo ejecutivo se enfrenta a la quiebra de multiples infraestructuras, en especial autovías y se verá en dilema de rescatarlas/nacionalizarlas o no, con lo que ello supone.

    Un saludo

  2. En el sistema actual de deuda mutualizada europeo, la reducción del déficit ha quedado para siempre a merced de factores exógenos.
    ¿En que circunstancias ven ustedes la reducción del gasto público como una opción real por parte de la política?
    Genuinamente estos últimos cuatro años me han demostrado que el sistema democrático hoy conocemos y la responsabilidad crediticia son absolutamente incompatibles.

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