Hace unos meses, en marzo, tuve un desafortunado encuentro en la fiesta de cumpleaños de un buen amigo y colega.

Un autoproclamado “experto”, me dijo que sabía “exactamente” lo que ocurría en Estados Unidos y espetó, con inusitada agresividad y virulencia, que las políticas del presidente Trump llevaban al país a una recesión inminente, inflación desbocada “peor que en 2021”, que se “hundía” la inversión, y que España sí que iba bien.
Intenté darle mis argumentos, pero cerró la “conversación” chillándome: “si tanto te gusta Estados Unidos, vete allí”. Me dio la espalda y se fue.
Desde entonces, hemos visto la bolsa dispararse a máximos históricos, la demanda de inversores extranjeros de deuda de Estados Unidos aumentar y los datos de crecimiento e inversión mejorar de manera significativa, y el empleo privado crece con salarios reales aumentando mientras se eliminan casi 100.000 empleos públicos.
Estados Unidos crece mucho más y lo hace reduciendo el gasto público, mientras que España crece dopando el PIB con fondos europeos, aumento de gasto público e inmigración.
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