Uno es suficientemente mayor como para recordar que en 2007 las principales agencias de calificación daban una nota de A con perspectiva estable a Grecia, destacando el crecimiento por encima de la media de la Unión Europea y la reducción del déficit.
Pues bien, ahora ocurre algo parecido con España, que está siguiendo las mismas políticas del PASOK y mantenidas por Nueva Democracia; disparar el gasto público, el empleo público y disfrazar los gigantescos desequilibrios públicos gracias al turismo y fondos europeos.
Se ignoran los desequilibrios estructurales y el empeoramiento de las perspectivas fiscales por un crecimiento sustentado en bases endebles.
Todos sabemos lo que pasó poco después.
La mejora de la calificación de la deuda española viene justificada por la fortaleza del sector privado
La mejora de la calificación de la deuda española viene justificada por la fortaleza del sector privado y, aunque las agencias alertan sobre la elevada deuda pública, vuelven a caer en su tradicional diplomacia dando una perspectiva estable a una deuda cada vez más elevada y un déficit estructural descontrolado.
Los datos son incuestionables.
La deuda total de las administraciones públicas, según el protocolo de déficit excesivo, ha aumentado con Sánchez un 40%, más de 476.000 millones de euros. La deuda total, pasivos totales de las administraciones públicas, que es deuda que se debe y se paga, se ha elevado a 2,17 billones, un aumento del 42% con Sánchez.
La ratio de deuda sobre PIB se disfraza por el denominador, con un crecimiento dopado por aumento de gasto público, el efecto externo de los fondos europeos y el incremento de inmigración añadido al efecto de la inflación.
Así, el PIB nominal hace que la ratio deuda/PIB se “reduzca” aunque aumenta la deuda emitida, el coste de esta y el gasto en presupuestos por intereses. Es decir, el efecto de la elevadísima inflación hace que el PIB nominal haya aumentado un brutal 39% con Sánchez.
El déficit estructural, según AIReF, no ha descendido del entorno del 4% del PIB y es seis décimas superior al nivel prepandemia
Magia: la deuda emitida aumenta un 40% y el PIB nominal un 39% y el Gobierno se vanagloria de reducir “la deuda”.
Ni con el subterfugio del PIB nominal han reducido la deuda. La ratio de deuda, según el protocolo de déficit excesivo, sobre el PIB Nominal también crece, del 99,3 % al 102,3%.
El déficit público era del 2,5% anual en 2018 y, con ingresos récord, fondos europeos y la economía “creciendo”, será del 2,7% según la AIReF. Y el déficit anual es seguir cavando el agujero de deuda.
Es más, ha aumentado el déficit estructural, aquel que se genera en cualquier fase del ciclo económico, es decir, no relacionada con fluctuaciones temporales como recesiones o auges coyunturales. Según la AIReF, ha pasado del 3,4% anual al 4,0% estimado en 2025.
El déficit estructural, según AIReF, no ha descendido del entorno del 4% del PIB y es seis décimas superior al nivel prepandemia, reflejando la negativa del ejecutivo a la hora de abordar reformas de gasto y a pesar de contar con recaudación histórica.
Y España, sin frenos, y con el aplauso del consenso socialdemócrata, se lanza a la próxima crisis de deuda
La evidencia del despilfarro del Gobierno es que, con ingresos fiscales récord, el efecto placebo de los fondos europeos y los ingresos extraordinarios por inflación, la deuda emitida ha subido un 40% y el gasto en intereses de la deuda pública ha experimentado un notable aumento entre 2018 y 2025, pasando de alrededor de 31.000 millones de euros a cifras próximas a los 42.000 millones de euros anuales en 2025…
Y eso con el mayor estímulo fiscal y monetario de la historia y el BCE disfrazando los excesos fiscales con el mecanismo anti-fragmentación y tipos bajos.
Diego Barceló, uno de nuestros mejores economistas, resalta un dato demoledor: En 2025 España cumplirá 18 años pagando los intereses de la deuda con más deuda y ni siquiera se ha eliminado el déficit primario tras disparar la recaudación fiscal. José Ramón Riera, otro de los mejores economistas españoles, recuerda que la deuda aumenta en términos reales, nominales, absolutos y relativos.
El BCE disfraza los desequilibrios estructurales de los Estados miembros a través de lo que llama «antifragmentación», que es antimercado: penaliza a los que llevan a cabo una política fiscal prudente y beneficia a los que siguen gastando sin control.
Aun así, ni con esa política evita que suba la rentabilidad exigida a los bonos soberanos. Se ha reprimido el diferencial que alertaba sobre riesgos crecientes y, con ello, se celebra y alienta el exceso fiscal como un éxito de gestión. Luego se sorprenden con lo que ocurrió en Grecia o ahora en Francia, cuando se incentiva seguir las mismas políticas.
No hay razón para mejorar la calificación de la deuda de España, aparte de justificar, con ello, no bajársela más a Francia.
Efectivamente, las agencias de rating siguen justificando el estatismo y blanqueando las políticas que, inevitablemente, llevan a una crisis de deuda como la de Francia o la de Grecia, aunque no sean iguales.
A nadie se le escapa que el Gobierno de España está acudiendo a las mismas políticas fallidas que han llevado a Francia a un problema de deuda y déficit estructural. Disparar el gasto y el empleo público, aumentar la inmigración y tirar de mayores impuestos hasta asfixiar a la economía productiva.
Sorprende que ninguna agencia de rating se pregunte por qué el Gobierno de España no reduce su déficit estructural y nominal en un entorno de récord de ingresos fiscales y entrada de fondos europeos. Esto es importante porque el compromiso del gobierno era alcanzar una reducción significativa con estimaciones de crecimiento, ingresos y fondos europeos menores. Es decir, se ha despilfarrado y desaprovechado la bonanza fiscal y el estímulo recibido.
La pregunta es sencilla. Si el déficit no baja del 2,7% en época de bonanza y el déficit estructural ha aumentado… ¿Qué va a pasar con la deuda pública cuando se acaben los efectos placebo de los fondos europeos y el efecto disfraz de la inflación en el denominador?
La respuesta es triste. En la calificación de la deuda francesa no se ha alertado jamás sobre el desastre fiscal que supone subir constantemente los impuestos y el gasto político… y, cuando salta, las agencias que deberían haber frenado el exceso público recomiendan “mayor disciplina fiscal, reformas permanentes y consensos políticos para superar el elevado déficit y estabilizar la deuda de forma sostenible”.
Los informes de las agencias de rating son muy importantes porque en su interior se incluye información mucho más relevante que la mera calificación del titular.
Tampoco podemos olvidar que su calificación no es infalible ni pretende serlo, y que es relativa al contexto, pero el problema es que los gobiernos no se leen nada de eso y, cuando ven una mejora de calificación, se lanzan a difundirlo como un éxito propio y a seguir gastando sin control porque se creen que esa mejora es la validación de sus políticas.
No lo duden, en el momento en el que España deje de recibir el efecto coyuntural de los fondos europeos y desaparezca el placebo de la inflación y la inmigración en el PIB, aparecerán los verdaderos problemas de la política fiscal irresponsable que sufrimos.
Entonces, no lo duden tampoco, vendrán los mismos “moderados”, cuyos homólogos han hundido la economía francesa, y propondrán otra subida de impuestos y reducir suavemente el aumento de gasto.
Y España, sin frenos, y con el aplauso del consenso socialdemócrata, se lanza a la próxima crisis de deuda. Luego dirán que es culpa de la austeridad o de los ricos. Qué pena.