En esta ocasión comentamos los verdaderos efectos de la última reunión de la OPEP.
¿Pobreza? La mejor política social es crear empleo
Uno de los mantras más repetidos es el de la necesidad de gastar ingentes cantidades en políticas sociales ante el riesgo de pobreza o exclusión. Lo que raramente se dice es que el principal indicador de aumento o caída de la pobreza es el empleo.
Para todos aquellos amnésicos que descubrieron la pobreza en esta legislatura, merece la pena recordar que el mayor aumento de la pobreza (porcentaje de población con “carencias severas”) de los últimos veinte años se dio entre 2007 y 2011, cuando no había ningún recorte, sino todo lo contrario. De hecho, el aumento entre 2007 y 2010 es uno de los más altos de la Unión Europea.
Según la encuesta de condiciones de vida del INE, la pobreza ha caído un 10% con respecto a 2014, pasando del 7,1% al 6,4% de la población, es decir, la mayor caída de todo el periodo de la crisis. El 80% del cambio se explica por la mejora -y, antes, el empeoramiento- del mercado laboral.
Incluso a nivel de comunidades autónomas, la diferencia es notoria cuando hablamos de políticas orientadas al crecimiento y la creación de empleo comparado con las políticas mal llamadas “sociales”, que ya vimos en 2007-2011 son las menos sociales.
Si medimos el indicador de “riesgo de pobreza y exclusión” (AROPE) la Comunidad de Madrid está 10 puntos mejor que la media nacional. El País Vasco y Navarra (antes de que llegara la política de destruir empresas y empleo) también mejoran a la media nacional en más de diez puntos. Todo eso, además, partiendo de un umbral de pobreza que parte de un nivel de renta más elevado. Ese indicador, por ejemplo, se ha reducido en las comunidades más orientadas al crecimiento y la creación de empresas y con mejor fiscalidad desde 2009, a diferencia de lo ocurrido a nivel nacional.
Recuerden que una cosa es el riesgo de pobreza y otra la pobreza real. No es lo mismo el riesgo de sufrir un accidente que tenerlo. Y que ambas se analizan en términos relativos. Por ejemplo, la renta media por persona en España se sitúa en 10.419 euros y en la Comunidad de Madrid es de 12.534 euros. Es decir, además de tener unas tasas más bajas de pobreza que otras comunidades, el umbral está un 20% más alto.
Si nos vamos a Andalucía, los resultados son opuestos. Más de 13 puntos por encima de la media nacional. Todo muy “social”. Con recepción neta de fondos de otras comunidades y la UE desde hace décadas y políticas de “redistribución” socialista desde hace 35 años. Sí, la política económica tiene un gran impacto y cuando está orientada a crear empresas y empleo la diferencia es notoria.
En cualquier caso, al contrario de lo que dicen los alarmismos interesados, España muestra unos niveles de población con carencias materiales severas (según Eurostat) muchísimo más bajos de lo que algunos dicen -un 6,4%, no un 25%-, inferiores a la media de la Unión Europea, significativamente por debajo de Italia o Portugal, y muy similar al Reino Unido, por ejemplo.
Todo esto pone de manifiesto que para poder llevar a cabo políticas sociales públicas se deben poner como pilares centrales los bajos impuestos, la creación de empresas y de empleo. Una fiscalidad atractiva y orientada a la atracción de capital no sólo permite a las comunidades autónomas mejor posicionadas mantener un endeudamiento inferior a la media, sino dedicar más recursos a dichas políticas sociales sin asaltar al ciudadano a impuestos ni poner escollos al crecimiento.
Al final, como nunca se ha reducido la pobreza es poniendo palos en las ruedas a la creación de empleo y de empresas. Pensar en las empresas como un cajero sólo lleva a mayor pobreza y mayor endeudamiento.
Le echaremos la culpa de lo que queramos al gobierno A o B, pero si no nos damos cuenta de que la prosperidad viene de un sector privado potente y mayor calidad y cantidad de empresas, terminaremos usando el sufrimiento de los desfavorecidos como herramienta política, pero no dando soluciones.
Y es que los intervencionistas se preocupan mucho de los pobres, por eso crean millones de ellos cada año. Pero la mejor política social es tener unas cuentas saneadas y una fiscalidad y una política orientadas a la creación y al crecimiento de empresas. Las promesas de grandes gastos con el dinero de los demás se convierten siempre en la realidad del fracaso intervencionista y enormes recortes.
Ralentización global y ajustes en España
No podemos ignorar los desastrosos datos de exportaciones e importaciones chinas de esta semana, y su incuestionable impacto en las economías globales. Ya explicamos aquí que China no iba a cubrir sus desequilibrios exportando.
La devaluación de la moneda local no ha ayudado en nada a la mejora de exportaciones. De nuevo se desmonta el mantra de los monetaristas. El Yuan lleva una depreciación de cerca del 3,6% contra el dólar en lo que va de año y muy superior con la “implosión controlada” que el Banco Central Chino lleva a cabo desde hace más de un año. Las exportaciones han caído un 10% en dólares y un 5,6% en yuanes.
Pero es importante ver que, además, las ventas a países como EEUU, en crecimiento, caían casi un 10% y se reducían un 8% a una Unión Europea en pleno proceso de mega estímulo. A las economías globales les parecerá estupendo que China exporte menos, con esa manía anti-comercio que invade la imaginación colectiva que piensa que comerciando menos se va a crear más empleo. Algo así como pensar que haciendo menos ejercicio vas a estar más sano.
Pero es que el crecimiento de las importaciones chinas se han reducido también. Un crecimiento anualizado que se presuponía atractivo, 10%, se ha quedado en un más que modesto 2,2% en moneda local. Eso ya no les gusta tanto a los defensores del paleolítico económico. Malvados chinos que no nos compran todo lo que queremos.
Los datos muestran la evidencia de tres factores:
1. El cambio de “modelo” chino no se genera, de hecho se está perpetuando los sectores de baja productividad.
2. El “desapalancamiento” es inexistente. La deuda sigue aumentando.
3. La debilidad de los datos chinos no vienen por políticas de austeridad, sino tras el mayor paquete de estímulos de la historia, no solo el chino desde 2008, sino en EEUU como en Japón y la UE.
Sin embargo, estas cifras incluyen señales de estabilización. La inflación de productos de consumo creció en China un 1,9%, y los precios en el sector productivo aumentaban un 0,1% , la primera vez en cuatro años que suben los precios de la industria en un país plagado por la sobrecapacidad. Esas señales son débiles, y hay que monitorizarlas, pero igual que resaltamos los problemas, debemos ser conscientes si se genera un punto de inflexión.
AJUSTES EN ESPAÑA
El ministro De Guindos resaltaba esta semana la necesidad de llevar a cabo un ajuste de 5.000 millones de euros aproximadamente para cumplir con el déficit. En estos meses en España se ha ignorado el riesgo de ralentización global a pesar de que las señales eran muy obvias (caída del comercio global a niveles de 2010, revisiones a la baja de expectativas de crecimiento por parte de la OCDE y el FMI, saturación de estímulos). Nos hemos dedicado a mirar hacia dentro olvidando la caída de beneficios empresariales y el impacto del bloqueo, pensando solo en gastar.
España ha ahorrado más de 2.000 millones de euros en intereses de la deuda con respecto a las previsiones de los presupuestos, lo cual es una gran noticia. Pero los desequilibrios se mantienen. De hecho, lo más peligroso es que muchos consideran ese ahorro como eterno y quieren gastarse eso, y mucho más.
La evidencia nos demuestra que vía ingresos no cubriremos los desequilibrios. Tras subir todos los impuestos y crecer más de lo esperado, el desajuste entre ingresos y gastos sigue por encima de las expectativas y del presupuesto. Ninguna economía de la OCDE ha reducido deuda subiendo impuestos. A pesar de contar con grandes beneficios en el coste del endeudamiento, nos arriesgamos a que nos pille una nueva recesión si aplicamos una política impositiva que cercene el crecimiento potencial.
Lo que debemos entender es que la mejor política presupuestaria a corto plazo es reducir el desempleo, que llevará a bajar los costes por subsidios. Facilitando la creación de empresas y la creación de empleo, se puede reducir el subsidio en presupuestos a la mitad (oiga, y ya se ha hecho casi el doble del “ajuste”). Una de las grandes mejoras de nuestro gasto público ha sido que se ha reducido en más de un 34% la partida de prestaciones gracias a la creación de empleo.
Ese mismo efecto viene por el lado de los ingresos. Atrayendo más capital y empresas a nuestro país se cubre la volatilidad y riesgo de un Impuesto de Sociedades que no va a aumentar su recaudación rascando de lo que queda de unos beneficios empresariales que siguen muy por debajo de la cifra de 2007 y que en 2016 han caído por el efecto del refino y los sectores ultra-cíclicos.
En realidad, lo que muestra el entorno económico es que España se puede beneficiar –como lo está haciendo- de un entorno global difícil para llevar a cabo los ajustes desde el crecimiento y la creación de empleo, no desde la represión fiscal. Porque la segunda receta es la que ha llevado a Francia, por ejemplo, o a Grecia, al estancamiento y volver a empeorar. España no necesita más represión fiscal. Lo que necesita es muchas más empresas y crear más empleo. Eso no se hace poniendo palos a las ruedas.
Deuda disparada. Cuidado con las infraestructuras
Una de las soluciones mágicas que se repiten una y otra vez cuando se habla del riesgo de estancamiento y saturación de deuda es “llevar a cabo grandes planes de inversión pública”. No es suficiente con que aún estemos digiriendo el empacho de los planes E, los puertos inservibles y los puentes a ninguna parte. Hay que crecer con “infraestructuras”. Una palabra que sirve para todo, pero, sobre todo, para enmascarar la palabra “ladrillo”.
El mundo ha alcanzado este mes un nivel de deuda de más de 152 billones, más del 225% del PIB global. Gran parte de esa enorme masa de deuda se ha generado precisamente al calor de “planes de estímulo” financiados con enormes cantidades de financiación y que no solo no han generado el crecimiento esperado, sino que han llevado a que la capacidad de repago de esa deuda se haya disminuido. Según Moody´s, a niveles previos a la crisis.
Esa deuda no apoya el crecimiento, lo limita. Y el resultado de la acumulación de “inversiones” sin rentabilidad económica real lleva a mayor fragilidad, sobrecapacidad y estancamiento.
Los defensores de los megaplanes de estímulo (que mencionamos aquí), precisamente porque ignoran la importancia de la rentabilidad real en favor de “sostener el PIB” sea como sea, cuentan con nuevas evidencias que destruyen su amor al gasto por el gasto.
Un estudio de Deepak Lal, profesor de Desarrollo Internacional de la UCLA, analiza el impacto devastador en el crecimiento potencial y la deuda de los planes de estímulo llevados a cabo en China “para crecer” y el análisis “If You Build” de Edward Glaeser destruye el mito repetido por Bernie Sanders sobre su propuesta de gastar un billón de dólares en infraestructuras públicas. Porque los defensores del gasto desorbitado en infraestructuras ignoran el más básico análisis de coste beneficio, infraestimando el coste -y sobre todo los sobrecostes- y magnificando el beneficio estimado a través de multiplicadores de ciencia ficción.
Los profesores Ansar y Flyvbjerg también han dedicado un gran esfuerzo a analizar el efecto negativo de los grandes planes “de estímulo” desde los megaproyectos hidráulicos a las organización de los Juegos Olímpicos.
Japón, para potenciar el crecimiento, gastó entre 1991 y 2008 la friolera de 6,3 billones de dólares en infraestructuras, con un impacto inexistente en el crecimiento económico -el país lleva dos décadas en estancamiento-, en los salarios reales -están a niveles de hace dos décadas- y sin embargo ha sido un factor esencial en la acumulación de una brutal deuda que ya supera el 230% del PIB. “la economía de Japón no es más dinámica, sino mucho menos, tras la bonanza en infraestructuras” demuestra Glaeser.
China es peor, porque no cuenta con el nivel de renta, productividad y ahorro privado con el que contaba Japón en 1991. El estudio de Deepak Lal citando a los profesores Ansar y Flyvbjerg muestra que el análisis de coste beneficio real comparado con el “estimado” cuando se aprueban los proyectos prueba resultados desastrosos. El 55% de los proyectos analizados genera una ratio de beneficio sobre coste inferior a uno, es decir, que crea perdidas reales. Pero es que, del resto, solo seis proyectos analizados muestran rentabilidades positivas. El resto, inexistente. No se crece más, se hace la economía más débil.
Ustedes -muchos- dirán que el problema es de deuda privada y que ésta vez es diferente “porque se va a hacer bien”. Que China tiene una deuda sobre PIB muy baja. Merece la pena que revisemos ese mantra. Como muestra Moody´s o Standard and Poor´s, una enorme parte de esa deuda mal llamada “privada” son empresas estatales, o semi-estatales, llevando la deuda total ligada al sector público a más del 190% del PIB. Hoy China necesita cuatro veces más deuda para “crear” una unidad de PIB que hace ocho años.
Si pensamos que lo vamos a hacer mejor los europeos que uno de los países más desarrollados y productivos del mundo, Japón, podemos empezar a olvidarlo. Ya lo hicimos mal en 2008, un estímulo del 1,5% del PIB de la UE en infraestructuras, obra civil, interconexiones y sectores estratégicos. Llegaban los Reyes Magos del ‘superestado’ redentor. Ocho años después, la deuda, sobrecapacidad y pobre crecimiento potencial siguen ahí. Lean el problema de sobrecapacidad en Bloomberg.
Todos los estudios concluyen que la inversión en infraestructuras puede ser beneficiosa cuando existe una necesidad real y verificable, pero que se convierte en una losa económica a corto y largo plazo cuando es una herramienta cuyo único objetivo es justificar el gasto y sostener el PIB. En cuanto se olvida la rentabilidad económica real y se ignora el efecto depresor de la deuda contraída, se destruye el crecimiento potencial y la capacidad de crecer de manera sostenible.
Cuando las decisiones de inversión económica recaen sobre quienes no sufren las consecuencias de sus errores, siempre se incentiva la mala asignación de capitales. Aquí, en Japón o en China.
Pero volveremos a repetir el error. Esta vez es “diferente”.