SÍ al TTIP, NO al estancamiento

Esta semana se han “filtrado” parte de los documentos con los que se está conformando el tratado de libre comercio (TTIP, por sus siglas en inglés= entre Estados Unidos y la Unión Europea. Es curioso que lo único que se ha filtrado sea que –oh, sorpresa- EEUU negocia desde su regulación y Europa desde la suya.

Para Europa, el TTIP supondría la oportunidad de dejar atrás la crisis y recuperar el crecimiento y cuota de mercado en el comercio internacional. Pero además, existe un riesgo de pretender mantener la política del avestruz actual. Tras la firma del Tratado Transpacífico (TPP) por parte de EEUU y once países, si la Unión Europea permanece al margen, corremos el riesgo de profundizar el estancamiento. Ese acuerdo transpacífico abarca casi el 40% de la economía y comercio mundial. Se estima que generará un efecto positivo de entre el 2% y 3% del PIB de los países involucrados y un aumento de la renta per cápita de hasta un 10% en las naciones menos ricas.

Si la Unión Europea bloquea el acuerdo con EEUU, sus posibilidades de perder importantes cuotas de comercio global son relevantes. Pero la probabilidad de que a medio plazo nuestros países sufran en liderazgo global y bienestar es enorme. Está demostrado que el libre comercio no reduce el empleo, ni lo precariza, sino todo lo contrario. En los últimos 50 años, desde que se han reducido las barreras comerciales y se ha integrado a nuevos países en el comercio global, no solo ha mejorado la renta per cápita y el empleo, sino la calidad del mismo y se ha reducido la pobreza, según el Banco Mundial.

Según el análisis del Instituto de Estudios Económicos (IEE), el TTIP supondría para España más empleo, más actividad económica, y mejoras salariales. El PIB español crecería un 0,7% adicional al año, y se generarían hasta 335.000 nuevos empleos en los cinco primeros años, además de aumentar las exportaciones a EEUU. Según el CEPR, el impacto en el PIB de la UE superaría los 120.000 millones de euros (0,5% del PIB) y de EEUU en 95.000 millones de euros (0,4% del PIB), un beneficio mayor para la UE que para EEUU.

¿ES BUENO O MALO?

Tengamos una cosa clara. El TTIP no sustituye ni se antepone a ninguna norma o ley europea. Que se creen tribunales de arbitraje internacionales no elimina el cumplimiento de la ley, sino que evita el abuso y los cambios unilaterales a medio partido contra la seguridad jurídica. Y tampoco, como tratado, tiene nada de “ultraliberal”, como les gusta decir a algunos. En los círculos liberales se critica… por mantener el intervencionismo que permea gran parte de las políticas de la Unión Europea desde 1990. De hecho, en EEUU la principal crítica al TTIP es que envía a su país al estancamiento y desempleo europeo a través del intervencionismo y de la hiperregulación.

¿Cómo puede ser malo algo que no se conoce? El principal beneficiado, las pymes. Las principales críticas sobre “favorecer a las grandes empresas” no se sostienen
No es sorprendente, por lo tanto, que aquellos grupos europeos que buscan el control estatal total consideren un acuerdo de libre comercio como algo malísimo. No es por el acuerdo, sino por el odio a las palabras “libre” y “comercio”. El que ataca el TTIP suele decir que es un acuerdo para las grandes empresas y contra el medio ambiente. Es un sinsentido. Por un lado, dicen que las grandes empresas lo controlan todo y por otro, parecen necesitar este acuerdo transnacional.

¡Menudo control! Por un lado dicen que el acuerdo es malísimo y por otro que es secreto. ¿Cómo puede ser malo algo que no se conoce? El principal beneficiado, las pymes. Las principales críticas sobre “favorecer a las grandes empresas” no se sostienen. El libre comercio, y la ventaja principal del TTIP, es para las pymes.

Las grandes empresas no tienen problemas en contratar a baterías de abogados y consultores para llevar a cabo actividades en EEUU o Europa. Son las pymes, las que tienen más barreras a la hora de comerciar y navegar entre la marea de equerimientos burocráticos. Por ejemplo, EEUU impone tasas de hasta el 40% al textil europeo. Eliminar ese disparate crearía decenas de miles de puestos de trabajo en Europa.

Dentro de las empresas exportadoras regulares en España, el crecimiento más significativo ha sido el de las pymes, las más de 10.000 empresas que exportan hasta 12 millones de euros. No se trata de acabar con la regulación, sino de evitar requerimientos y papeleo duplicado (“Why TTIP is good”)

¿CONTRA EL MEDIOAMBIENTE?

Pensar que el TTIP va a cambiar las directivas y regulaciones medioambientales de la Unión Europea es simplemente faltar a la verdad. No solo no se cambia nada, sino que desde el punto de vista energético. Europa se beneficiaría de poder importar gas natural licuado de EEUU, por ejemplo, y reducir su dependencia de Rusia y del carbón.

Adicionalmente, Europa y EEUU se beneficiarían en renovables al poder competir de manera unificada con China en paneles solares y aerogeneradores. De hecho, la batería de quiebras de empresas solares en Europa y EEUU se habría reducido considerablemente de haber tenido un mercado único, abierto y normativas similares en EEUU y Europa. Desde un acuerdo común, no se eliminarían las leyes internas, pero se reducirían las trabas para continuar en la descarbonización del mundo, que sólo se puede dar desde un punto de vista global.

¿CONTRA LA SALUD PÚBLICA?

Ninguna ley europea se deroga o elimina por el TTIP. Los propios papeles que han “filtrado” muestran que el modelo del TTIP es el CETA (Comprehensive Economic and Trade Agreement) con Canadá y que mantiene la gestión de “servicios públicos” y no cambia la potestad de las autoridades de regular o gestionar la sanidad ni tener sus propias las leyes sanitarias. De hecho, la Unión Europea mantiene estas cláusulas en todos los acuerdos de libre comercio que ha firmado siempre.

El TTIP garantiza que los derechos y la industria de Europa y EEUU se fortalezcan respecto al gigante chino. Decir que las multinacionales norteamericanas van a acabar con las europeas es ridículo

POR QUÉ LA IZQUIERDA DEBERÍA DEFENDER EL TTIP

La izquierda europea, antes de ser secuestrada intelectualmente por el marxismo más caduco, siempre ha reconocido los beneficios para los trabajadores y las industrias del libre comercio. Porque sufrió el terrible impacto de las políticas proteccionistas. Como explica The Independent (“TTIP is something the left should fight for”), es precisamente una izquierda que defienda una industria competitiva y con derechos para sus trabajadores la que debería apoyar el TTIP, que, por ejemplo, supondría un aumento de exportaciones de hasta el 26% para la renqueante industria del automóvil o las dinosáuricas telecomunicaciones europeas.

Precisamente, el TTIP garantiza que los derechos y la industria de Europa y EEUU se fortalezcan respecto al gigante chino. Decir que las multinacionales norteamericanas van a acabar con las europeas es ridículo. Nuestras grandes transnacionales compiten con ellas sin problema en todo el mundo. Y quien crea que se van a proteger desde la hiperregulación y el intervencionismo tiene un problema. Sólo tiene que mirar a los conglomerados semiestatales y ver que no funciona.

El que piense que lo que hay que hacer es renegar de los estadounidenses pero convencer a chinos, rusos, brasileños o coreanos de que tienen que incorporar las rigideces, trabas y burocracia europeas, tiene un problema con la realidad. Pero si encima pretende exportar más aumentando el proteccionismo y entorpeciendo los acuerdos bilaterales, entonces delira. Hay muchas razones para defender el TTIP y solo una para rechazarlo: la demonización del comercio. Mientras seguimos pensando que la política del avestruz nos va a garantizar mantener nuestros privilegios, el mundo seguirá adelante. No nos quedemos atrás.

La falacia del «austericidio»

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Gráfico cortesía perpe.es

El cuento de la «austeridad», que no ha sido más que moderación presupuestaria.

Casi €685,000 millones en términos reales de gastos por encima de los ingresos acumulados en los últimos 8 años.

Entre 2004 y 2009 el gasto público en términos reales creció casi un 20%, y entre 2009 y 2015 se redujo apenas un 5,7%. «Austericidio»

España ha sido deficitaria todos los años -menos tres, los de la burbuja inmobiliaria- desde principios de los ’80.

Con la pérdida de los ingresos extraordinarios que generaba dicha burbuja (40.000 millones anuales), no solo no se ajustaron los gastos, sino que aumentaron. Desde 2007 el gasto público siempre ha estado muy por encima de los ingresos.

Vea el vídeo sobre la evolución del déficit (aquí).

¿Austericidio?

El gasto social en España no solo se ha priorizado sino que no se ha reducido en estos años a pesar de la caída de ingresos tributarios por la crisis. Las cifras oficiales de gasto en sanidad, muestran que en 2015 se destinan casi 4.000 millones de euros más que antes de la crisis (61.238 millones en 2007, 64.130 millones en 2015).

El gasto en educación por alumno se ha mantenido y España sigue invirtiendo un 14% más que la media de la OCDE, con los últimos datos oficiales.

Gasto anual en educación por alumno:

– España: 7.861€
– OCDE: 6.829€

De hecho, el gasto social total ha aumentado un 17% en los últimos cuatro años. El presupuesto para 2016 asume 249.166 millones de euros, más de 35.200 por encima de la cifra de 2011 y superior a la de 2007 en gasto social directo e indirecto. También el directo se ha mantenido (187.000 millones). Todo ello con un nivel de desempleo inferior al de 2010.

¿Un problema de ingresos?

La Administración ingresó por tributos un 5,2% más en 2015 que en 2014 hasta llegar a los 242.265 millones de euros, un montante que no se embolsaban las arcas públicas desde 2007. En 2008 era de 229.579 millones de euros, y en plena burbuja inmobiliaria, 267.610.

Si quitamos los tres años de burbuja, los gastos siempre crecen más que los ingresos (lean).

¿Por las bajadas de impuestos?

Pese a que el año pasado el Gobierno bajó el Impuesto sobre la Renta y el de Sociedades, la suma de ambos alcanzó los 105.570 millones, un aumento del 4% respecto a 2014.

 

La falacia del intervencionismo. Ni Corea ni Nórdico

Cuando ustedes y yo escuchamos a algunos economistas en España discutir sobre lo que hay que hacer para cambiar el patrón de crecimiento, nos suelen decir aquello de “como Corea del Sur”. Esa frase suele ser pronunciada, curiosamente, por los más intervencionistas y cercanos al inflacionismo socialista, que de “progresista” no tiene nada.

Siempre me ha divertido esta afirmación. “Hay que hacer como Corea”. Corea del Sur tiene un gasto público sobre PIB del 21% (comparado con un 43,3% nuestro). Menos de la mitad. Y eso con un 12,5% dedicado a defensa. Eso lo “olvidan”. Vaya por Dios, en eso no. Corea del Sur tiene una tasa de impuesto de sociedades del 24,2%, que ha bajado desde casi el 28% de 2007. Eso también lo “olvidan”.

Como las enormes deducciones a la inversión, que hacen que las empresas que entran a invertir en el país no tengan casi tributación efectiva. Bueno hombre, en esto tampoco.

En Corea del Sur el gasto en I+D es de los más altos del mundo, con un 3% del PIB, pero el 50% se dedica a tecnología. Corea es el cuarto país del mundo en número de patentes registradas. La mayoría de dicho gasto es privado. Las veinte primeras empresas del país suponen el 52% del mismo. Vale, de acuerdo, en eso tampoco…

Corea del Sur tiene uno de los mercados laborales más flexibles del mundo, y menos de un 4% de paro. El país permite rescindir un contrato por cualquier causa con un plazo de preaviso de 30 días antes del despido y sus cuotas sociales son mucho más bajas que las nuestras. El primer paso crucial para remediar la crisis de Corea del Sur –causada en parte por una concentración excesiva en pocas empresas muy maduras y obsoletas- fue la atracción de tanta inversión como fuera posible y flexibilizar al máximo el mercado laboral. Mantener la paz industrial fue un requisito para atraer la inversión extranjera, para la resurrección y supervivencia de la industrial. No existe el convenio colectivo sectorial y la afiliación sindical no llega al 10% de la fuerza laboral.

Ah, vaya, en eso tampoco.

Lo único que les gusta de Corea del Sur es que se lanzó a un plan de gasto público -que, en cualquier caso, jamás llegó ni de lejos a los niveles de dispendio público españoles y nunca supuso un aumento de carga impositiva a la iniciativa privada-.

Y el silencio se convierte en sepulcral cuando les recuerdas que la utilización industrial en Corea ha caído al 72,3% en 2016 desde el 80% de 2012 por la sobrecapacidad creada en los sectores dirigidos desde las cuatro palabras más peligrosas de la economía: “estimular la demanda interna”. Construir cosas que no se necesitan, pero ya se utilizarán. El sector naviero, receptor de generosas subvenciones durante años, se evidencia como el mayor ejemplo de ese error rentista de “a largo plazo todo vale”, pero no es el único. Ahora el gobierno se plantea medidas para “corregir la sobrecapacidad” creada. Aun así, Corea del Sur es una economía que ha sabido salir de las dificultades de la dependencia y retos que genera Japón o China, desde la apertura, la flexibilidad y la atracción de capital. Un modelo de verdad, que no tiene nada del intervencionismo falsamente “progresista” que nos quieren hacer digerir.

Entonces, ¿qué ocurre? Lo mismo que con la falacia del “modelo nórdico” del populismo local. Que sólo se fijan para lo que supone gastar, pero olvidan que para redistribuir hay que crear.

Cuando hablan de los países nórdicos ignoran su respeto absoluto a la propiedad privada, que son de los primeros en el mundo en libertad económica y facilidad para crear negocios, en privatizar telecomunicaciones y eléctricas (Suecia rescató a Nordbanken y privatizó hasta Correos), que los funcionarios no tiene puesto vitalicio, en un mercado laboral flexible y en reducción de impuestos, como Suecia (bajado impto. sociedades de 28% en 2006 a 22% en 2013).

La economista del Institute of Economic Affairs Nima Sanandaji escribió con detalle la falacia de la percepción de que el modelo de estos países estás sustentado en la intervención estatal, cuando ese proceso de creación del estado de bienestar viene de un modelo de apoyo y facilidad para el inversor y la iniciativa privada.

Si los economistas y líderes de la política española realmente valorasen el modelo nórdico o el coreano pondrían como pilar de su programa atraer inversión y crear empresas, jamás aceptarían un plan de aumentar gasto corriente deficitario como el que puebla sus programas, o la rigidez e intervencionismo que se pretende imponer a empresas, contratadores y autónomos para sostener los miles de observatorios y duplicidades burocráticas.

Porque los inflacionistas del gasto público no quieren un modelo surcoreano, sino norcoreano. Justificar y aumentar los desequilibrios del sistema español perpetuándolos.

Nos acercamos a unas elecciones cruciales.

Volverán a usar la falacia nórdica y surcoreana porque son países lejanos y no queda bien decir que su modelo, de verdad, es Grecia, Portugal o, en el mejor de los casos, la Francia intervencionista y estancada de los últimos 25 años. Eso para decirnos que usted y yo ganamos demasiado, que ellos gastan muy poco y que la prosperidad la va a crear un comité de políticos.

La oportunidad para España no es hablar de países que esas formaciones no copiarían nunca. Nuestra oportunidad es mejorar el modelo español, no inventar modelos inexistentes. Seguir exportando más y mejor, continuar reduciendo el déficit tecnológico, dejar que nuestras pymes y autónomos crezcan. Para “modelos” burocráticos ya tenemos más que copiado todo lo malo.

Para redistribuir algo hay que crear riqueza, no pintarla. Lo progresista es facilitar el desarrollo, no entorpecerlo.

Publicado en El Español, 2 de mayo de 2016.