Entrevista en Plan Magazine

 

Daniel Lacalle (Madrid, 1967) es economista, profesor de Economía Global y Finanzas, además de gestor de fondos de inversión. Casado y con tres hijos, reside en Londres.

Licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad Autónoma de Madrid, posee el título de analista financiero internacional CIIA (Certified International Investment Analyst), máster en Investigación Económica (UCV) y postgrado (PDD) por el IESE (Universidad de Navarra).

Su carrera en gestión de carteras e inversión comenzó en Estados Unidos y continuó en Londres, (en Citadel y Ecofin Limited) abarcando renta variable, fija, capital riesgo y materias primas.

Ha sido votado durante cinco años consecutivos en el Top 3 de los mejores gestores del Extel Survey, el ranking de Thomson Reuters, en las categorías Estrategia General, Petroleo y Eléctricas.

Previa a su etapa como gestor, trabajó como analista financiero en ABN Amro (hoy RBS), y llevó a cabo distintas responsabilidades en Repsol y Enagas, donde recibió el premio a la mejor OPV (IR Awards 2002).

Escribe una columna diaria en El Español, y colabora habitualmente en La Razón, Inversión, la CNBC, BBC, El Mundo, Intereconomía, 13TV, Espejo Público, La Sexta, The Commentator, y The Wall Street Journal.

Daniel Lacalle ha dado clases en la London School of Economics (verano 2013, 2014 y 2015), Instituto de Empresa (Economía para Inversores), Instituto de Estudios Bursátiles, Escuela AFI (2012, 2016) y en el master MEMFI de la UNED (2013 y 2014).

 

¿Cree que en el momento actual hay posibilidades de financiación para las empresas de menor tamaño, más allá de los bancos?
Se ha llevado a cabo un gran avance en cuanto a financiación no bancaria con el crowd-funding, el mercado alternativo bursátil y de renta fija y la financiación privada por parte de fondos de inver- sión, pero hace falta profundizar y cambiar la cultura de empresas e inversores para desarrollarlo a niveles similares a los de EEUU o Reino Unido.

¿Cómo pueden afectar las recientes medidas de política monetaria sobre los mercados financieros y cree que éstas decisiones pueden terminar incidiendo sobre el acceso y las condiciones de financiación de las pymes?

Claramente el BCE busca reducir el coste de financiación y aumentar el crédito a la economía real. El BCE busca a su vez reducir el peso de la financiación bancaria, creando mecanismos adicio- nales de transmisión de la política monetaria. Pero el problema de Europa no es de liquidez, sino de demanda de crédito solvente. Eso hace que las medidas hayan tenido un impacto muy pobre, y que probablemente siga siendo así.

No contaría con un efecto positivo en la economía real, ya que en Europa sigue dándose un problema de sobrecapacidad, pero desde luego las pymes se beneficiarán de mejores condiciones porque el BCE penaliza que los bancos mantengan liquidez sin uso.

¿Qué factores tiene en cuenta un inversor a la hora de invertir en una empresa pequeña o mediana?

Fundamentalmente que el equipo gestor sea profesional, el proyecto detallado y bien construido y que el plan de negocio no esté sustentado en estimaciones optimistas o irreales.

¿Qué ventajas tiene atraer capital hacia las pymes sobre otros instrumentos para financiar sus proyectos de inversión?
Muchas pymes son reacias a deshacerse de parte de su capital porque piensan que su negocio tiene un valor que está alejado de la realidad. Atraer capital, además de ser la forma de financiación más adecuada, nos permite incluir en el proyecto a inversores que aportan otro tipo de ideas y ofrecen nuevas perspectivas.

¿Qué cambios cree que se deben dar en las pequeñas y medianas empresas para acercarlas a la financiación procedente de los mercados de capitales?
La pyme en España es fundamentalmente familiar y además suele estar orientada a negocios de medio valor añadido. La profesionalización de la empresa familiar es esencial, separar propiedad de gestión, y además tener un proyecto de generación de valor añadido que evite subvenciones o necesidad de apoyos políticos locales o regionales.

En su libro “Acabemos con el paro” afirma que la maraña normativa en España entorpece la creación de empresas y desincentiva el crecimiento de las mismas, ¿Qué medidas cree que deberían llevarse a cabo para avanzar en la mejora de la regulación para mejorar el acceso de las empresas a los recursos financieros procedentes de inversores privados?

Debe ser normativo y fiscal. Las pymes, a partir de 3-4 millones de euros de facturación y 50 empleados se enfrentan a lo que llamo el “Tsunami” burocrático y fiscal. Debemos avanzar hacia una normativa que sea sencilla, rápida y sobre todo, facilitadora. Cambiar el chip de la administración, que vea a la pyme como una futura gran empresa, no como un ente inerte cuya perspectiva sea solo la recaudación. La fiscalidad debe promover el crecimiento. El propio FMI alerta de la mal entendida fiscalidad progresiva, que es regresiva al impedir el crecimiento de la pyme. Deberíamos pensar en tramos diferentes y más facilidades para que la pyme tenga incentivo a convertirse en gran empresa.

¿Hasta qué punto estas dificultades administrativas encarecen el crecimiento empresarial y desincentivan potenciales vocaciones emprendedoras?
Es muy evidente, no hay más que ver el bajo nivel de transición a gran empresa y las dificultades que sufren las pymes en entornos recesivos. Se calcula que si España tuviese el mismo nivel de transición a gran empresa de los países de su entorno se crearía hasta un millón de puestos de trabajo más y se recaudarían entre 3 y 4 puntos de PIB adicionales.

¿Cree que serían necesarios mayores apoyos financieros y fiscales en los inicios de la actividad empresarial?

Menos subvenciones y más deducciones. Esa es la manera de empezar. Las subvenciones y subsidios dan una idea equívoca de demanda. Las deducciones fiscales apoyan en un entorno competitivo.

 

Menos crecimiento y el riesgo de ‘Brexit’

Si atendemos a los datos publicados esta semana, se constata el pobre desempeño de las economías globales. Los índices manufactureros, especialmente en China, Japón y EEUU, nos muestran algo muy evidente. Ralentización, pero no recesión. Pero tengamos en cuenta que la correlación entre estos indicadores y el crecimiento del PIB global nos muestra que éste último volverá a revisarse a la baja en los próximos meses. Si se mantiene la relación histórica entre ambas variables, estamos hablando de un crecimiento global más cercano a 2,6% que el 3,2% que asume el consenso. Ojo.

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MENOS CRECIMIENTO

La Comisión Europea ha revisado a la baja las expectativas de crecimiento de España y de la Unión Europea. Cabe resaltar dos cosas, que nos llevan a ser cautelosos. La Comisión Europea ha mantenido sus expectativas de crecimiento de Francia (1,3 % en 2016 y el 1,7 % del PIB en 2017) en un entorno que no parece cuadrar ni con los indicadores adelantados ni con la evolución de los beneficios empresariales y el consumo. Es importante, porque es probable que en los próximos meses se vuelvan a revisar a la baja, y porque Francia es nuestro principal socio comercial.

Pero merece la pena resaltar que España seguirá siendo uno de los países que más crecen a pesar de la incertidumbre política, y que en los últimos dos años la Comisión Europea se ha equivocado en las estimaciones sobre España tanto en crecimiento y creación de empleo, y ha tenido que mejorarlas una y otra vez.

Pero no debemos ignorar que el desempeño de nuestra economía puede sufrir un impacto importante si el sector exterior y el consumo dejan de suplir la ralentización en la inversión y la incertidumbre política. Recordemos que, ante las elecciones, lejos de moderarse las propuestas a terreno más realista, lo único que escuchamos es aumentar el déficit, gastar más y subir impuestos.

Sin embargo la economía española crece y crea empleo ¿En qué se ha equivocado el consenso? Claramente en el consumo. Tras un 2015 en el que se registró un incremento del 3,1% interanual, los datos del gasto de las familias siguen mejorando. Incluso si ajustamos por estacionalidad y calendario, y a precios constantes, las ventas minoristas aumentaron un 0,5% en marzo. Una muestra clara de la recuperación es que el consumo aumente un 4,1% anualizado en el primer trimestre comparado con el 3,8% en el cuarto trimestre de 2015.

La mejora del empleo también reduce el riesgo de grandes ajustes a las estimaciones de crecimiento y, si se cumplen las previsiones de creación de 400.000 puestos de trabajo, podrían demostrar que la Comisión Europea se equivoca –felizmente- de nuevo. La caída de los contratos temporales y el aumento de los contratos indefinidos (en abril ya subían un 20%) ha supuesto una reducción del empleo temporal hasta el 25,0% en el trimestre desde el 25,7% en el trimestre anterior. La correlación entre afiliación a la Seguridad Social y el PIB nos podría llevar a crecimientos cercanos al 2,7% anual, por encima de las expectativas de la Comisión.

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Pero los riesgos son relevantes. Volver a perder el control del déficit, ante las llamadas a gastar más, supone un efecto pernicioso a medio plazo que reduce el crecimiento potencial y la creación de empleo. España ha reducido de manera muy relevante sus desajustes y no podemos pensar que se ha acabado el trabajo. Aumentar el déficit no crea empleo, presiona la posibilidad de crecer en el futuro y aumenta el riesgo de muchos mayores recortes a futuro, como ha ocurrido en prácticamente todos los países, incluidos los que tienen políticas monetarias superexpansivas. España se puede beneficiar de un entorno de ralentización global atrayendo más inversión y creando mayor empleo precisamente por la imagen global de un país de enormes oportunidades que sale del agujero creado en el pasado. No lo desaprovechemos.

¿BREXIT O NO BREXIT?

Los recortes de expectativas mencionados han sido especialmente pronunciados en Italia, Holanda y… Reino Unido. Las cifras del PMI de servicios del Reino Unido siguen en expansión, pero lleva cayendo desde hace meses… Y el Brexit, que afecta, no es el problema principal, sino un sector servicios que se encuentra con un enorme aumento de costes, laborales entre otros, a la vez que el comercio internacional se resiente.

Las elecciones locales en Reino Unido han mostrado el deterioro progresivo del apoyo popular a los laboristas desde la llegada del radical populista Jeremy Corbyn (“el incompetente”, como decían anoche algunos frustrados líderes del Partido Laborista, y se consolida una mayoría que sabe que las soluciones mágicas no funcionan y que Reino Unido no quiere ser Grecia.

El impacto de una posible salida del Reino Unido de la Unión Europea no debe ignorarse. Aunque hoy los datos de las encuestas dan una ligera ventaja a “quedarse” (46 vs 43%), no podemos pasar por alto que es el cuarto socio comercial de nuestro país y que es uno de los principales contribuyentes netos a la Unión Europea. Según el gobierno británico, el Brexit le costaría 4.300 libras por familia a los ciudadanos, pero el apoyo en las encuestas a la salida de la UE no se ha reducido a pesar de las cifras mostradas por las autoridades, y la amenaza de Obama en su visita diciendo que abrir nuevos tratados comerciales llevaría años.

El Institute of Economic Affairs estima un coste de la permanencia del Reino Unido en la UE cercano a un 3% del PIB mientras que el CBI asume un impacto positivo cercano al 4% del PIB. Eso nos da una idea de lo difícil que es predecir el impacto, y la razón por la que creo que probablemente gane la opción de quedarse.

Si el Reino Unido se queda, puede seguir influenciando y defendiendo su posición, pero si se va, se convierte en una apuesta que algunos ven como demasiado arriesgada hacia lo desconocido. Pero el problema es más que económico. He vivido once años en el Reino Unido y nunca he conocido a nadie que defienda a la Unión Europea. Los hay que la ven como un mal menor, o como un potencial de cambio donde ejercer influencia, pero casi todo el mundo reconoce el coste y las desventajas de una burocracia cada vez mayor.

La razón por la que nos debería preocupar el posible Brexit es por la deriva de la Unión Europea hacia un modelo burocrático y dirigista copiado de Francia. No por el impacto del Reino Unido solamente, sino porque choca frontalmente con el espíritu de apertura, libre comercio e iniciativa privada de muchos otros países, incluida Holanda o Finlandia. Y no nos podemos permitir una Unión Europea que se conforme con crecer menos, crear menos empleo y tener más deuda que sus potencias comparables

Ya sufrimos esos errores. Hemos tardado el doble que los países líderes en salir de la crisis. Si ser un mastodonte burocrático y estatalizado hubiera sido la solución para evitar dicha crisis, no habríamos caído en ella y, desde luego, no habríamos salido los últimos. El que piense que el problema fue de política monetaria, tiene la evidencia ahora de que no es así. Seguimos revisando a la baja las estimaciones de crecimiento. La política del avestruz no funciona.

Feliz fin de semana.

Publicado en El Español, 7 de mayo de 2016.

SÍ al TTIP, NO al estancamiento

Esta semana se han “filtrado” parte de los documentos con los que se está conformando el tratado de libre comercio (TTIP, por sus siglas en inglés= entre Estados Unidos y la Unión Europea. Es curioso que lo único que se ha filtrado sea que –oh, sorpresa- EEUU negocia desde su regulación y Europa desde la suya.

Para Europa, el TTIP supondría la oportunidad de dejar atrás la crisis y recuperar el crecimiento y cuota de mercado en el comercio internacional. Pero además, existe un riesgo de pretender mantener la política del avestruz actual. Tras la firma del Tratado Transpacífico (TPP) por parte de EEUU y once países, si la Unión Europea permanece al margen, corremos el riesgo de profundizar el estancamiento. Ese acuerdo transpacífico abarca casi el 40% de la economía y comercio mundial. Se estima que generará un efecto positivo de entre el 2% y 3% del PIB de los países involucrados y un aumento de la renta per cápita de hasta un 10% en las naciones menos ricas.

Si la Unión Europea bloquea el acuerdo con EEUU, sus posibilidades de perder importantes cuotas de comercio global son relevantes. Pero la probabilidad de que a medio plazo nuestros países sufran en liderazgo global y bienestar es enorme. Está demostrado que el libre comercio no reduce el empleo, ni lo precariza, sino todo lo contrario. En los últimos 50 años, desde que se han reducido las barreras comerciales y se ha integrado a nuevos países en el comercio global, no solo ha mejorado la renta per cápita y el empleo, sino la calidad del mismo y se ha reducido la pobreza, según el Banco Mundial.

Según el análisis del Instituto de Estudios Económicos (IEE), el TTIP supondría para España más empleo, más actividad económica, y mejoras salariales. El PIB español crecería un 0,7% adicional al año, y se generarían hasta 335.000 nuevos empleos en los cinco primeros años, además de aumentar las exportaciones a EEUU. Según el CEPR, el impacto en el PIB de la UE superaría los 120.000 millones de euros (0,5% del PIB) y de EEUU en 95.000 millones de euros (0,4% del PIB), un beneficio mayor para la UE que para EEUU.

¿ES BUENO O MALO?

Tengamos una cosa clara. El TTIP no sustituye ni se antepone a ninguna norma o ley europea. Que se creen tribunales de arbitraje internacionales no elimina el cumplimiento de la ley, sino que evita el abuso y los cambios unilaterales a medio partido contra la seguridad jurídica. Y tampoco, como tratado, tiene nada de “ultraliberal”, como les gusta decir a algunos. En los círculos liberales se critica… por mantener el intervencionismo que permea gran parte de las políticas de la Unión Europea desde 1990. De hecho, en EEUU la principal crítica al TTIP es que envía a su país al estancamiento y desempleo europeo a través del intervencionismo y de la hiperregulación.

¿Cómo puede ser malo algo que no se conoce? El principal beneficiado, las pymes. Las principales críticas sobre “favorecer a las grandes empresas” no se sostienen
No es sorprendente, por lo tanto, que aquellos grupos europeos que buscan el control estatal total consideren un acuerdo de libre comercio como algo malísimo. No es por el acuerdo, sino por el odio a las palabras “libre” y “comercio”. El que ataca el TTIP suele decir que es un acuerdo para las grandes empresas y contra el medio ambiente. Es un sinsentido. Por un lado, dicen que las grandes empresas lo controlan todo y por otro, parecen necesitar este acuerdo transnacional.

¡Menudo control! Por un lado dicen que el acuerdo es malísimo y por otro que es secreto. ¿Cómo puede ser malo algo que no se conoce? El principal beneficiado, las pymes. Las principales críticas sobre “favorecer a las grandes empresas” no se sostienen. El libre comercio, y la ventaja principal del TTIP, es para las pymes.

Las grandes empresas no tienen problemas en contratar a baterías de abogados y consultores para llevar a cabo actividades en EEUU o Europa. Son las pymes, las que tienen más barreras a la hora de comerciar y navegar entre la marea de equerimientos burocráticos. Por ejemplo, EEUU impone tasas de hasta el 40% al textil europeo. Eliminar ese disparate crearía decenas de miles de puestos de trabajo en Europa.

Dentro de las empresas exportadoras regulares en España, el crecimiento más significativo ha sido el de las pymes, las más de 10.000 empresas que exportan hasta 12 millones de euros. No se trata de acabar con la regulación, sino de evitar requerimientos y papeleo duplicado (“Why TTIP is good”)

¿CONTRA EL MEDIOAMBIENTE?

Pensar que el TTIP va a cambiar las directivas y regulaciones medioambientales de la Unión Europea es simplemente faltar a la verdad. No solo no se cambia nada, sino que desde el punto de vista energético. Europa se beneficiaría de poder importar gas natural licuado de EEUU, por ejemplo, y reducir su dependencia de Rusia y del carbón.

Adicionalmente, Europa y EEUU se beneficiarían en renovables al poder competir de manera unificada con China en paneles solares y aerogeneradores. De hecho, la batería de quiebras de empresas solares en Europa y EEUU se habría reducido considerablemente de haber tenido un mercado único, abierto y normativas similares en EEUU y Europa. Desde un acuerdo común, no se eliminarían las leyes internas, pero se reducirían las trabas para continuar en la descarbonización del mundo, que sólo se puede dar desde un punto de vista global.

¿CONTRA LA SALUD PÚBLICA?

Ninguna ley europea se deroga o elimina por el TTIP. Los propios papeles que han “filtrado” muestran que el modelo del TTIP es el CETA (Comprehensive Economic and Trade Agreement) con Canadá y que mantiene la gestión de “servicios públicos” y no cambia la potestad de las autoridades de regular o gestionar la sanidad ni tener sus propias las leyes sanitarias. De hecho, la Unión Europea mantiene estas cláusulas en todos los acuerdos de libre comercio que ha firmado siempre.

El TTIP garantiza que los derechos y la industria de Europa y EEUU se fortalezcan respecto al gigante chino. Decir que las multinacionales norteamericanas van a acabar con las europeas es ridículo

POR QUÉ LA IZQUIERDA DEBERÍA DEFENDER EL TTIP

La izquierda europea, antes de ser secuestrada intelectualmente por el marxismo más caduco, siempre ha reconocido los beneficios para los trabajadores y las industrias del libre comercio. Porque sufrió el terrible impacto de las políticas proteccionistas. Como explica The Independent (“TTIP is something the left should fight for”), es precisamente una izquierda que defienda una industria competitiva y con derechos para sus trabajadores la que debería apoyar el TTIP, que, por ejemplo, supondría un aumento de exportaciones de hasta el 26% para la renqueante industria del automóvil o las dinosáuricas telecomunicaciones europeas.

Precisamente, el TTIP garantiza que los derechos y la industria de Europa y EEUU se fortalezcan respecto al gigante chino. Decir que las multinacionales norteamericanas van a acabar con las europeas es ridículo. Nuestras grandes transnacionales compiten con ellas sin problema en todo el mundo. Y quien crea que se van a proteger desde la hiperregulación y el intervencionismo tiene un problema. Sólo tiene que mirar a los conglomerados semiestatales y ver que no funciona.

El que piense que lo que hay que hacer es renegar de los estadounidenses pero convencer a chinos, rusos, brasileños o coreanos de que tienen que incorporar las rigideces, trabas y burocracia europeas, tiene un problema con la realidad. Pero si encima pretende exportar más aumentando el proteccionismo y entorpeciendo los acuerdos bilaterales, entonces delira. Hay muchas razones para defender el TTIP y solo una para rechazarlo: la demonización del comercio. Mientras seguimos pensando que la política del avestruz nos va a garantizar mantener nuestros privilegios, el mundo seguirá adelante. No nos quedemos atrás.