Esperando a Draghi, pero ¿qué puede hacer?

24.02.2016 – 05:00 H.

I´m waiting for my man

Velvet Underground

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Nos acercamos a la reunión del BCE en la que una gran mayoría de inversores han puesto toda su fe. “Help, ayúdame”, como diría el difunto Tony Ronald.

Lo primero que debemos entender antes de preocuparnos sobre lo que vaya a decir Draghi es lo siguiente:

La liquidez excesiva en el BCE es ya de 670.386 millones. Cuando se lanzó el programa de recompras, QE, era de 125.000. El problema de la Eurozona no es de liquidez ni acceso a crédito.
Los tipos ultra-bajos no han llevado a una mejora del exceso de capacidad de la Eurozona (se mantiene a niveles de 2008 (20% aprox)

El aumento de crédito es muy inferior al aumento de la masa monetaria (de ahí el exceso de liquidez) porque la demanda solvente de crédito sigue siendo muy baja comparada con las expectativas del BCE.

Las expectativas de inflación subyacente no han caído más pero siguen bajas.

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¿Qué medidas se rumorean que puede tomar el BCE?

  • Aumentar el volumen de recompras de 60.000 a 70.000 millones. Dado el exceso de liquidez generado es como echar más agua a un cubo que ya desborda.
  • Bajar el tipo de depósito. Ya estamos en tipos negativos. Bajarlos más no va a hacer que se preste mucho más. El crecimiento del crédito es muy moderado no por falta de interés de los bancos a la hora de prestar sino por falta de demanda de deuda solvente. Una trampa de liquidez clásica.
  • Extender el programa de recompras. Ya se descuenta por parte de todos los operadores
  • Comprar deuda privada además de pública. Es una hoja de doble filo. No acelera el crédito ya que, como hemos hablado, no existe un problema de liquidez ni de voluntad, y perpetúa la sobrecapacidad en los sectores zombi. Adicionalmente, al descargar de deuda razonablemente rentable a los bancos, estos se encuentran con resultados y márgenes cada vez peores. Les es imposible generar rentabilidad con tipos negativos y los activos de cierta rentabilidad absorbidos por el BCE.

 

El primer problema con el que nos vamos a encontrar es que un incremento de algo que no ha surtido efecto no lo hace más efectivo. Si esperamos que las nuevas medidas de Draghi cambien lo que ya es claramente un resultado muy pobre, que anticipamos en esta columna cuando se lanzó (el plan de Draghi no salvará a Europa), tenemos que creer en la magia de que se revertirá el impacto sobre el crecimiento potencial que ha supuesto la saturación de deuda y los tipos extremadamente bajos.
Recordemos que estas medidas expansivas pierden su cuestionable efectividad –incluso para los activos de riesgo- a medida que se convierten en estructurales. Porque pasan de ser una emergencia ante un entorno de riesgo sistémico a ser un efecto placebo para sostener activos financieros y estados que se endeudan para pagar gastos corrientes.
Mario Draghi volverá a repetir que hay que bajar impuestos y hacer reformas estructurales y los gobiernos volverán a hacer como que llueve.

 

 

 

 

 

Vídeo: Analizando el programa de Podemos y el riesgo de la economía

  • Las estimaciones fiscales y de consolidación de Podemos son irreales (lean)
  • El BCE sabe que ese documento es completamente irrisorio. El programa de Podemos incluye un imposible crecimiento del 6% anual del PIB para cuadrar el brutal aumento del gasto
  • El Banco Central Europeo no va a poder disfrazar el riesgo si se dispara el déficit y el gasto
  • En Francia el gobierno socialista (ministro Macron) van a introducir una reforma laboral como la española porque ha funcionado
  • En Navarra la coalición de Podemos con Bildu lo primero que ha hecho es subir impuestos

La OCDE y el dudoso multiplicador del gasto público

Believing in a thing you see to disbelieve, all the days that slipped away are repeating.

John Frusciante

 

La OCDE pide más inversión pública para salir del estancamiento al que se orienta la economía. ¿Cuál es el problema? Que la OCDE siempre pide más inversión pública. Tras $60 billones de deuda acumulada a nivel, un incremento del 9% de la deuda pública anual desde 2007, y un “boom” inversor en infraestructuras, las estimaciones de crecimiento se han revisado consistentemente a la baja. La muy repetida frase de que “hay un déficit de inversión pública en infraestructuras” es simplemente incorrecta (lean) como demuestra el gráfico.

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De hecho, la política expansiva estatal que proponen los nuevos inflacionistas sería una decisión incorrecta ante una desaceleración liderada por caídas de los precios de las materias primas y con evidente saturación de deuda. ¿Por qué? Porque lo que estamos viviendo es un shock de exceso de oferta, que lleva a caídas de precios, no una deficiencia de demanda agregada. Lo estamos viendo en el consumo, que crece a buen ritmo. Lo que vivimos es un entorno de exceso de capacidad tras una década de optimismo inversor ante unas expectativas de crecimiento que no se han dado. La sobrecapacidad es evidente en las principales economías (lean este post de Bloomberg), como muestra el gráfico de @combarro.

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De hecho, está demostrado que en una economía abierta y con comercio globalizado con tipo de cambio flexible, la efectividad de la expansión fiscal es extremadamente limitada (lean el informe).

¿Es necesaria la inversión pública? Igual que la privada, si –como decía Lord Keynes- tiene rentabilidad real (lean “What Keynes Really Said About Deficit Spending”) y una necesidad evidente. Si no, no es inversión, solamente gasto para “sostener el PIB”… Y los que hemos sufrido los planes E, o los ciudadanos del mundo que han sido castigados con la factura de los elefantes blancos, sabemos que deja tras de sí deuda y reduce el crecimiento potencial. La sobrecapacidad se ha trasladado de los países desarrollados (media de 22%) a los emergentes (Brasil cerca de 30%) y China (más de 38%).

Leí el otro día a un economista del socialismo inflacionista argumentar que «un euro de déficit público es un euro más en el bolsillo de las familias». Se lo juro. Es el milagro de los panes y los peces del gasto estatal. No, un euro adicional de déficit público es un euro y sus intereses de deuda adicional que le pasamos a nuestros hijos y nietos. No solo no es cierto que el gasto público a base de déficits incentive la economía, sino que existen estudios empíricos que demuestran su baja efectividad.

Ustedes escucharán constantemente: «si el Estado gasta, aumenta la actividad económica y se produce un efecto multiplicador» ¿no?. No.

La falacia del multiplicador del gasto público garantizado se ha demostrado en muchos estudios (lean). En el historial de más de 44 países se demuestra que el efecto multiplicador es muy pobre en economías abiertas, y negativo en las altamente endeudadas. Como la española.

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El estudio de Ethan Ilzetzki, Enrique Mendoza, y Carlos Vegh, “How Big (Small?) are Fiscal Mutlipliers?” analiza la historia del impacto acumulativo del gasto público en esos 44 países mostrando la bajísima efectividad de los estímulos fiscales. Pensar que, además de que la historia nos ha demostrado su ineficacia, la próxima vez “será diferente” o, como asume Podemos, que el multiplicador será mayor al creado jamás en ninguna economía, es una locura.

Los «economistas» de Podemos citan un estudio de I. Zubiri y J. Martínez (2013, aquí su extensa e interesante bibliografía) para justificar su optimista expansión económica.

Sin embargo, como explica Juan Rallo, uno debería interpretar los cálculos de Zubiri y Martínez con mucho más que prudencia. Los propios economistas reconocen en su ensayo que «cualquier valor numérico del multiplicador debe tomarse con cautela (…) probablemente no hay un multiplicador único que solo dependa de una variable (por ejemplo, la tasa del crecimiento del PIB). Lo que hay son multiplicadores aplicables en contextos distintos y, por ello, lo razonable es dar un intervalo de valores más que un número fijo». Más en particular, la estimación del efecto multiplicador por parte de Zubiri y Martínez se efectuó a partir de una serie de datos en la que el endeudamiento público español era muy inferior al actual… Y analizando un periodo de burbuja inmobiliaria.

Incluso si asumimos multiplicadores fiscales positivos, la evidencia empírica de los últimos quince años muestra un rango que, cuando es positivo, se mueve entre 0,5 y 1 como máximo… Y en la mayoría de los países de la periferia han sido negativos (Giles, C. “Has the IMF proved multipliers are really large? (wonkish)”. Financial Times, 12 de octubre, 2012).

Efectivamente, incluso estudios que analizan un efecto positivo del gasto público (lean), alertan de que las economías avanzadas y endeudadas están al borde de su límite fiscal y sus anuncios pierden credibilidad («many advanced economies may be near their fiscal limit, which consequently has two important effects. First, the effects of the monetary and fiscal policy instruments become unpredictable, and specifically, fiscal policy announcements lose credibility»).

La conclusión real -que los multiplicadores son muy bajos o negativos en economías abiertas y endeudadas- es la que se resalta en el estudio de Corsetti, G., A. Meier y G. J. Müller (2012) “What Determines Government Spending Multipliers?” (Economic Policy, octubre, 521–565): «Los multiplicadores fiscales son negativos en tiempos de debilidad en las finanzas públicas«.

Adicionalmente, tiene un impacto históricamente negativo y peligroso en las primas de riesgo, como muestra el propio estudio de Bi, H. (2012): “Sovereign Default, Risk Premia, Fiscal Limits, and Fiscal Policy” (European Economic Review, 56, 389-410).

La idea de que el gasto público genera mayor crecimiento ignora muchos efectos adicionales, incluyendo el impacto fiscal –más impuestos- para financiar ese gasto, la utilización de la capacidad productiva y el nivel de endeudamiento del propio Estado. Todos esos efectos frenan cualquier impulso estimado. Y no debemos olvidar, como señala Robert Mulligan, que el «multiplicador keynesiano» no es una referencia base, es un máximo estimado (lean).

El Nobel Angus Deaton da nombre a lo que se llama «la paradoja Deaton» que explica que el aumento de gasto público genera en muchas ocasiones el efecto contrario al deseado (lean). Los “shocks de ingresos” –gastar más- no generan los deseados shocks de consumo. Porque los aumentos de impuestos y la incertidumbre creada por el efecto embudo en la economía real atacan la propensión marginal al consumo. Por otro lado, el crowding out, por el que los estados acumulan la mayoría del crédito disponible,  afecta a las empresas y su crecimiento. Y encima no se crea más empleo por la capacidad ociosa ya existente.

Existen otros estudios perfectamente documentados que muestran que el efecto multiplicador del gasto público es casi inexistente en economías maduras y endeudadas, sobre todo la creación de empleo público. Faggio y Overman, de la London School of Economics, encontraron que “en el periodo de 1999 a 2007 (ya antes de la crisis) no se encuentra ningún efecto multiplicador en el sector constructor o servicios, y un efecto destructor mucho mayor en el sector manufacturero”, convirtiendo el exceso de empleo y gasto público en un “evidente expulsador del sector privado”.

Lean por qué el estímulo gastando no funciona aquí (Robert J Barro y por qué es un cuento matemático aquí) y aquí (Thomas Sowell)

La utilización de capacidad productiva en España, según el Ministerio de Industria, es del 77,7%, una notable mejora desde los niveles de 2010, pero significa que todavía hay un 22% aproximado de exceso de capacidad. La media de sobrecapacidad en la UE es del 20%.

Asumir que el sector público tiene mejor información que el privado o los consumidores sobre dónde invertir o que es capaz de absorber el exceso de capacidad es simplemente falso. Pensar que la sobrecapacidad es un problema de “crear demanda” y no de oferta es otro error. La demanda no se “crea” por decisión de un comité.

¿Hacen falta inversiones? Sí, claro. ¿Es esa necesidad remotamente cercana a la cantidad de masa monetaria creada por los bancos centrales? Ni de lejos. ¿Se va a poder repagar la deuda incurrida si se vuelven a lanzar planes de elefantes blancos como los vistos hasta ahora? No. Y además se entorpece el crecimiento potencial y la capacidad de consumo a base de impuestos.

Como explicamos en varias ocasiones, las necesidades globales de infraestructura, son de unos 835.000 millones de dólares anuales según la optimista perspectiva del Banco Mundial. Aceptemos la cifra como válida. El gasto en educación global estimado necesario para 2020 sería de unos 25.000 millones de dólares más.  Todo ese enorme esfuerzo adicional supone un porcentaje ínfimo del PIB global anual. Según el Banco Mundial y la ONU, un 1-1,2%. Esa “enorme” expansión fiscal no llega ni de lejos a lo que necesita gastarse para generar la inflación que quieren “porque sí” ni lo que se aumenta la masa monetaria para conseguirlo, aunque ustedes se crean –y no ocurre- que “detrás de esa inversión estatal se lanzarán las empresas a invertir mucho más”.

No va a compensar la diferencia entre el crecimiento histórico global y el actual. Tampoco compensa el efecto depresor del aumento de deuda para acometerlo (se necesitaría un multiplicador superior al jamás visto). Pero sobre todo, generará otro efecto embudo similar al que hizo el “plan de estímulo” de 2009 de la UE, donde se gastó un 3% del PIB y ni se mejoró el crecimiento, ni se solventó la crisis ni se creó empleo.

Es interesante este estudio de Raju Huidrom, M Ayaan Kose y Francisca Ohnsorge sobre la relación del efecto multiplicador en contextos de bajo endeudamiento. Su conclusión es que cuando hay bajo endeudamiento los planes expansivos funcionan, pero cuando por el contrario, el endeudamiento es alto, pueden ser negativos.

Pero da todo igual. Porque les dirán “esta vez es diferente” o “no se trata de gastar menos, sino de gastar mejor”. Y volverá a pagar usted.

 

 

Brexit. El riesgo no se ha acabado.

“It is not simply the British public that wants a more competitive, democratic and less bureaucratic Union. Even at last night’s summit a number of other states attempted to piggy-back on the UK’s reforms” Open Europe

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Recuerdo un vídeo en Youtube donde un pescador en Cádiz decía: “si hay miseria, miseria para todos”. Las reacciones de ciertos medios al acuerdo entre Reino Unido y la Unión Europea me han recordado a esa frase.

El problema de fondo se sigue obviando. Las razones porque la Unión Europea como la conocemos -y hacia dónde va- no encajan con el Reino Unido son múltiples, pero se pueden resumir en la frase de David Cameron. “Amo a Gran Bretaña, no a Bruselas”. Fíjense que dice Bruselas, no Europa. En muchos países de la Eurozona se ha terminado por equiparar Europa con más Bruselas, y ese es el error que Reino Unido no está dispuesto a aceptar. Una Unión Europea modelada a imagen y semejanza del dirigismo económico y el intervencionismo francés choca diametralmente con las aspiraciones, la cultura y la estructura económica del Reino Unido. Yo llevo más de doce años viviendo en Inglaterra y nunca he conocido a un defensor convencido de la permanencia en la UE.

Pero es que el Reino Unido es el segundo mayor contribuyente neto a la UE, y por lo tanto, pretender que su voz sea silenciada para mantener el dirigismo burócrata es malo… para todos. Necesitamos como el agua un Reino Unido dentro de la Unión Europea que sirva de muro de contención contra la marea intervencionista del unicornio.

Adicionalmente, el acuerdo alcanzado se percibe como insuficiente y, como explica Daniel Hannan, no es un nuevo tratado sino un encaje de mínimos que se enmarca dentro de lo que negocian muchos otros estados cada día.

No piensen que el acuerdo firmado por Cameron acaba con el riesgo del Brexit.  El referéndum sigue adelante. Al menos 63 diputados conservadores consideran el acuerdo insuficiente, y algunos sondeos estiman que hasta la mitad de ellos mantienen su apoyo a la salida.

Según Yougov, el 62% de los votantes conservadores están a favor del Brexit, el 30% de los laboristas y 29% de los lib-dems (socialdemócratas), además del 98% de los votantes de UKIP.

Según el último sondeo de TNS , el 36% de los encuestados apoyan el Brexit, con un 32% prefiriendo permanecer en la UE. Los indecisos, 22%, por lo tanto, son esenciales.

Y a los indecisos desde luego no les ayudan los mensajes que llegan a Reino Unido de la UE, exigiendo lealtad incondicional al proyecto.

Un 46% de las empresas británicas perciben que la Unión Europea les supone un coste muy superior al beneficio  y ese porcentaje es mucho mayor entre pymes.

No se nos debe escapar que para un país que contribuye tanto a la Unión Europea, es un riesgo enorme ver cómo economías como la griega, portuguesa o italiana se lanzan una y otra vez a repetir los errores intervencionistas del pasado. Y ahora el riesgo de que lo haga España supondría un coste inasumible.

La contribución neta de Reino Unido a la UE se ha disparado de 3.300 millones de libras en 2008 a 9.800 millones en 2014, mientras que el porcentaje de exportaciones a los países de la Unión caía. Este es uno de los principales problemas de percepción pública, el coste. El segundo, la burocracia.

En Reino Unido se percibe que lo que se impone en Europa es profundizar en el modelo intervencionista fracasado y en el dirigismo que solo ha generado estancamiento. Reino Unido ha creado en cuatro años más empleo que toda la Unión Europea junta, a pesar del aumento de la inmigración. No se le escapa al ciudadano británico que los populismos emergentes en algunos países tienen como objetivo esencial pagar su ansiada fiesta de despilfarro con el dinero de, entre otros, los ingleses.

Lo hemos explicado en esta columna antes. El Institute of Economic Affairs estima un coste de la permanencia cercano a un 3% del PIB de Reino Unido. Solo he leído un informe que estime un beneficio neto, del CBI, cercano al 4% del PIB, pero dicho informe asume que todo el comercio entre Reino Unido y la UE es resultado de la pertenencia a la Unión. Se antoja difícil pensar que todo el flujo comercial es resultado de ser país miembro.

El hecho de que Reino Unido tenga moneda propia es irrelevante. Hay muchos países de la UE que no están en el euro. El problema es cómo se aplica la política fiscal y monetaria. Si se usa para aumentar desequilibrios y rigideces o para crecer y mejorar competitividad. Dentro o fuera del euro, las economías no competititivas tendrían los mismos desequilibrios, como demostró España o Grecia con sus devaluaciones de los 80-90. Alto desempleo, rigidez y desequilibrios perpetuados.

La salida del Reino Unido tendría un grave impacto para la UE, y para Reino Unido. La Unión Europea pierde uno de sus contribuyentes netos y además el que tiene una balanza financiera más importante. Esa doble pérdida sería un impacto brutal para la credibilidad y sostenibilidad de la Unión y del euro. Una Europa en la que los países “receptores” y de credibilidad cuestionada supere a los “pagadores” es un enorme riesgo que afecta a la capacidad de financiación, la inversión y la balanza financiera.

Sector financiero: un problema nada desdeñable de regulaciones y exigencias de capital distintas, así como impacto si algunos bancos y casas de inversión se ven forzadas a dejar el Reino Unido. El argumento contrario es que el flujo financiero aumentaría hacia las islas por la deriva intervencionista de una UE ex-UK.

Se estiman tres millones de puestos de trabajo directos e indirectos en Reino Unido por pertenencia a la UE. Podría darse un aumento del paro. También se argumenta que Reino Unido crea más puestos de trabajo y no contaría con el flujo migratorio antes mencionado.

Comercio: un impacto para ambas partes, que sufrirían mientras se renegocian o firman tratados bilaterales. Sobre un total de 430.000 millones de libras, incluso porcentajes pequeños deben valorarse con cuidado.

“Que se vayan”, dicen algunos. No nos damos cuenta que sería tremendamente negativo para todos. El que piense que una UE sin uno de sus principales contribuyentes va a tener las mismas primas de riesgo y acceso a inversión que antes, mientras los defensores de unicornios económicos se asientan en el poder del “paga usted”, lo lleva claro.