¿Ralentización o recesión global?

 

Una de las frases más peligrosas que se suele escuchar es “los fundamentales no han cambiado”. Cambian, y mucho.

Si analizamos las expectativas de crecimiento global de los organismos internacionales, lo primero que nos debería preocupar es la velocidad e intensidad de las revisiones a la baja. En EEUU, por ejemplo, pasamos de una expectativa de crecimiento del 3,5% al 2% en menos de seis meses. Si miramos la revisión de estimaciones del cuarto trimestre de 2015 para las principales economías del mundo, en veinte días se rebajaron más de un 40%.

No es sorprendente que el FMI y la OCDE hayan recortado sus expectativas para 2016 y 2017 ya en enero. ¿Se pueden equivocar? Sí, pero si atendemos a la historia, casi siempre lo han hecho por optimistas, no por cautelosos.

Este proceso de reducción de estimaciones no ha terminado.

China es una de las claves. La economía global ha estado apalancándose justificando enormes inversiones para atender al crecimiento chino, ignorando la fragilidad del mismo. China, con una sobrecapacidad de casi el 60% y una deuda total que ya supera el 300% del PIB, se encuentra con un problema financiero del que solo saldrá con grandes devaluaciones -muchos inversores esperan un 40% en tres años- y menor crecimiento. Ese aterrizaje no será corto. No se soluciona un exceso de más de una década en un año. Exporta desinflación al resto del mundo, al devaluar e intentar exportar más, y cuando el “motor del mundo” se ralentiza porque termina un modelo insostenible, salta el exceso de capacidad instalada global creado para a ese espejismo. Caen las materias primas y los países dependientes de ellas, sufren.

Los economistas de consenso han sobreestimado los efectos de la política monetaria y fiscal expansiva e ignorado sus riesgos. Unas medidas de emergencia que se han convertido en perpetuas.  Y la economía global, tras ocho años de políticas expansivas, se encuentra con tres efectos que aumentan la fragilidad.

Primero, el exceso de liquidez y bajos tipos han hecho que aumente la deuda global en más de 57 billones de dólares, liderado por un crecimiento de la deuda pública del 9% anual, según el Banco Mundial.

Segundo, la sobrecapacidad industrial se ha perpetuado por las refinanciaciones de sectores ineficientes y endeudados. Los gobiernos no entienden el efecto acumulativo de dicha sobrecapacidad porque siempre lo achacan a falta de demanda, no a asignación incorrecta de capital. En 2008, era un problema fundamentalmente de países desarrollados. Con los enormes planes de expansión en emergentes, esa sobrecapacidad se ha acumulado y trasladado a dos tercios de la economía global. Brasil, China, los petroestados, y el sureste asiático en 2015 se unen a los países desarrollados en sufrir las consecuencias de la inversión en elefantes blancos -gastos enormes en proyectos de cuestionable rentabilidad “para sostener el PIB”-.

Tercero, la represión financiera -bajar tipos y devaluar- no ha llevado a los agentes económicos a acelerar la actividad. La guerra de divisas y la manipulación de la cantidad y precio del dinero hace que la velocidad del mismo -que mide la actividad económica- se ralentice. Porque la percepción de riesgo es mayor y el crédito solvente no crece ya que el coste de capital medio sigue siendo superior a la rentabilidad, haciendo que la capacidad de repago de deuda se reduzca en emergentes y cíclicos por debajo de los niveles de 2007 según Fitch y Moody´s.

Desde 2008, los países del G7 han añadido casi 20 billones de dólares de deuda, con casi siete billones de expansión del balance de los bancos centrales para generar solamente poco más de un billón de dólares de PIB nominal, aumentando la deuda total consolidada del sistema al 440% del PIB.

Una recesión de balances no se soluciona con más liquidez e incentivos para endeudarse. Y desde luego no se soluciona, como pide Larry Summers, gastando en “infraestructuras”.

Compensar la ralentización china y emergente desde el gasto público es fiscalmente imposible. Hemos superado el umbral de saturación de deuda -cuando una unidad adicional de deuda no genera aumento de PIB nominal-. Las necesidades globales de infraestructura y educación son de unos 855.000 millones de dólares anuales, según el Banco Mundial. Todo ese gasto adicional, si se lleva a cabo, no compensa ni la mitad del impacto de China. Ni siquiera si asumimos multiplicadores que están más que desacreditados por la realidad, visto en estudios del Nobel Angus Deaton entre otros.

China es aproximadamente el 16% del PIB global, su ralentización hacia un crecimiento sostenible no se compensa con elefantes blancos. No es pesimismo, es historia y matemáticas.

El “gas de la risa” monetario solo compra tiempo y da ilusión de crecimiento, pero ignora los desequilibrios que genera. La represión financiera incentiva el endeudamiento, ataca la renta disponible y viene acompañada de subidas de impuestos que afectan al consumo.

En Estados Unidos, tras una expansión monetaria y fiscal de más de 24 billones de dólares, la economía crece a su menor ritmo en treinta años, los salarios reales están por debajo de cifras de 2008 y la participación laboral a niveles de 1978. Su deuda total es de casi el 340% del PIB. La fragilidad es tal que el impacto de una subida insignificante de tipos -de 0% a 0,25%- es enorme.

Las probabilidades de una recesión en EEUU se han triplicado en seis meses. Aunque sea más plausible un crecimiento pobre, los indicadores de consumo e industriales muestran un debilitamiento evidente.

La mala asignación de capital creada por el exceso de liquidez y tipos cero han llevado a una burbuja de crédito de alto riesgo que ha emitido a los tipos más bajos en 38 años, enmascarando su verdadera capacidad de repago. Si miramos la cifra a nivel global, los vencimientos de bonos corporativos y soberanos a 2020 son de casi veinte billones de dólares. Hasta un 14% de ellos se consideran de difícil cobro.

Con todos estos elementos de fragilidad, es normal que el entorno sea de crecimiento bajo, pero hay razones para dudar de una recesión global.

El problema chino está acotado en moneda local y en su banca, reduciendo el riesgo de contagio al sistema financiero global.

Las reservas en dólares de los países emergentes solo han caído un 2% en 2015 y siguen a máximos.

Aunque se ha disparado el riesgo de impago de emergentes, minería y petróleo, no llegan a una fracción de lo que era el crédito inmobiliario en 2008.

Adicionalmente, es improbable que se genere un efecto contagio global cuando no se ha dado en 2015, con la tormenta perfecta de devaluaciones, caídas de materias primas y riesgo geopolítico creciente.

El consumo crece por el aumento de la clase media mundial y el efecto de la tecnología, enriquecedor y desinflacionista.

Esta es una ralentización por exceso de oferta, y eso hace dudar de una recesión global. Pero el mayor consumo no va a compensar la saturación del crecimiento industrial endeudado obsoleto.

Hace ya más de un año que alertaba de un largo periodo de bajos tipos, bajo crecimiento y baja inflación, pero no lo confundamos con recesión global. Repitiendo los errores de estos años no lo vamos a solventar. Se perpetúa.

Los tipos reales negativos no incentivan la inversión. Frenan el crédito a la economía real e incentivan la especulación a corto plazo.

La salida de la recesión de balances no se va a dar aumentando gasto y deuda. Solo se dará cuando se ponga como objetivo principal recuperar la renta disponible de familias y empresas, no atacarla con represión financiera.

Daniel Lacalle es economista, escritor, Director de Inversiones de Tressis Gestión y profesor en el Instituto de Empresa e IEB.

@expansion

El próximo gobierno hará más recortes que nunca

El titular tiene un condicional: “Si no crecemos como hasta ahora”. Es el grave error de las propuestas económicas delineadas por Podemos el pasado fin de semana (aumentar el déficit, subir gasto corriente y subir impuestos) y las líneas económicas presentadas por el PSOE (cinco de las cuales implican más déficit, más impuestos y menor crecimiento, como explicaba Juan Manuel López-Zafra). Que atacan directamente a la línea de flotación del crecimiento potencial de la economía española. El propio FMI y otros organismos ya hablan de un impacto de hasta el 0,7% del PIB y al menos 127.000 empleos por la incertidumbre. Imagínense ante la certidumbre de repetir los mismos errores de 2008 punto por punto.

¿Y qué va a ocurrir? Lo bueno de vivir en España es que hemos visto el impacto de las políticas de demanda hasta la saciedad. Cualquier ciudadano sufre, en su ciudad o pueblo, la visión diaria del despilfarro ‘para crecer’ que se llevó 200.000 millones de euros en elefantes blancos “porque hay margen”.

España puede crecer más y evitar un ajuste como el que ha pedido Bruselas, de unos 10.000 millones de euros. Pero es que el recorte será muy superior; de hecho, yo estimo el doble, si no crecemos como estaba previsto.

Decir que España necesita expansión fiscal y subir el déficit cuando lleva un estímulo fiscal anual de más de 60.000 millones desde hace ocho años es una broma

Decir que España necesita expansión fiscal y aumentar el déficit cuando llevamos un estímulo fiscal anual de más de 60.000 millones desde hace ocho años es una broma. Pensar que ese aumento de déficit se va a compensar con impuestos es simplemente falso. Como hemos explicado en muchas ocasiones, está demostrado que los errores a la hora de estimar multiplicadores de gasto público y recaudación esperada de impuestos superan -en media, y ya antes de la crisis- un 1% del PIB.

La media de error en estimaciones de ingresos por nuevos impuestos de los últimos 10 años ha sido del 50%. Un estudio excelente de los profesoresCarvalho y Alfonso de la Universidad de Lisboa muestra que gran parte de las subidas de impuestos de la Unión Europea viene por estimaciones de ingresos optimistas y exageradas (‘Revenue Forecast Errors in the European Union’, 2014).

La media de error (desviación estándar) en las estimaciones de ingresos en España ha sido de un 1% del PIB en el primer año y, atención, del 1,6% el segundo y del 1,8% el tercero. Un país donde en todos los años observados se ha producido una desviación real entre ingresos estimados y reales. El propio Banco Central Europeo lo alerta en su informe ‘Lecciones de las estimaciones fiscales’.

Sobre la ‘novedad’ de “estimular la demanda interna desde más gasto público», existen muchos análisis sobre el efecto embudo de estos planes. El impacto positivo a corto disfraza los problemas estructurales y se convierte en mucho peor a medio plazo. Por supuesto que aumenta el PIB a corto plazo (el PIB, no lo olvidemos, también se aumenta gastando y endeudándose, aunque sea tirando el dinero por la ventana), pero el coste y deuda que deja detrás acaban paralizando la economía, porque con ellos vienen las subidas de impuestos para cubrir los agujeros.

España, durante el mandato en el que sirvió Sevilla, gastó 90.000 millones en cinco años en proyectos de infraestructuras y obra civil sin efecto multiplicador sobre el PIB ni creación de empleo, además de disparar la deuda. La Unión Europea se lanzó a gastar 200.000 millones y en el camino destruyó 4,5 millones de puestos de trabajo, disparando el déficit al 4,1% del PIB. La media, según el Tribunal de Cuentas, de desviación en el gasto previsto fue del 20%.

Y lo quieren repetir.

La irresponsabilidad en los planes económicos no nos debe sorprender. No solo no se ha admitido un solo error en la política desastrosa implementada en 2008, sino que se propone repetir, y dos tazas más.

La realidad es que en estos años se debería haber sido más agresivo con la reducción del déficit y no subir impuestos, pero es cierto que más de un tercio del endeudamiento de los últimos cuatro años vino de rescatar comunidades autónomas, cajas públicas y pagar facturas impagadas.

Es hilarante que el posible pacto de perdedores critique la deuda y las subidas de impuestos, y elija como solución subirlos más y aumentar más la deuda

Pero es hilarante que el posible pacto de perdedores critique la deuda y las subidas de impuestos, y proponga como solución subirlos más y aumentar más la deuda. Es increíble que se llame ‘austericidio’ a haber mantenido el gasto social intacto y el gasto público por encima de los niveles de 2007.

Es por eso que la estimación de Bruselas de ajustes necesarios puede ser muy optimista y llevar a mayores recortes y subidas de impuestos que los 10.000 millones de euros mencionados. Porque el efecto sobre el crecimiento potencial de estas políticas ha probado ser devastador en países de nuestro entorno, incluida Francia. Llamar políticas ‘del cambio’ a gastar más y subir impuestos no tiene nada de cambio, es repetir los errores de 2004-2010 pero a lo bestia. Y, gastando en elefantes blancos y ministerios de Plurinacionalidad, supondrá mayores recortes, de verdad, en los servicios esenciales del Estado de bienestar en pocos años.

Los que fingen defender el Estado de bienestar lo van a dinamitar desde el despilfarro. Porque olvidan que no hay mayor política social que crecer y dejar que los creadores de empleo desarrollen su actividad.

¿Trampa u Oportunidad? Inversión en un entorno incierto

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Vídeo de la conferencia #Tressis2feb @JMMate @TressisSV :

http://www.tressis.com/landing/tressis/video-conferencia-2feb.html
El 2 de febrero 2016, José Miguel Maté y yo tuvimos la oportunidad de presentar en Madrid el análisis de Tressis de las oportunidades de inversión en un entorno complejo.
Los que leen con frecuencia esta columna saben que hemos analizado con cierto detalle los riesgos de la desaceleración china, una posible recesión en EEUU, el impacto del petróleo y la política de tipos reales negativos y expansión monetaria de los bancos centrales.

Estos riesgos se enmarcan dentro de lo que llamo ‘las tres B’, bajos tipos de interés, baja inflación y bajo crecimiento. Este entorno presenta grandesoportunidades de inversión, si somos conscientes de los riesgos y nos olvidamos del mantra que se ha instaurado desde 2008 de “comprar todo lo cíclico porque sube mucho” y que “los bancos centrales apoyan”. Recuperar los fundamentales y evitar las apuestas inflacionistas es parte de ese universo de oportunidades.

Conviene también aclarar que no se dan las condiciones para una crisisfinanciera global similar a 2008. Varios factores ayudan:

  • Las reservas de moneda extranjera de los países emergentes siguen a niveles muy altos, lejos de entorno de crisis.
  • La ralentización se está dando por exceso de oferta y sobrecapacidad acumulada, no por un ‘credit crunch’ (hundimiento del crédito).
  • La deuda privada (empresas y familias) no se encuentra a los niveles elevados de aquel momento.
  • Tras una ‘tormenta perfecta’ en 2015 (atentados, Grecia, escándalos corporativos, China, el petróleo, etc.), no se ha generado un efecto dominó de riesgo sistémico.

La política de los bancos centrales ha ‘disfrazado’ muchos de los riesgos con un manto de enorme liquidez, y la percepción de dichos riesgos se nubla con los bajos tipos, pero si analizamos las rentabilidades exigidas y los múltiplos sin fiarlo todo a la política monetaria, nos encontramos con empresas ysectores que están haciéndolo muy bien, dando dividendos pagados con caja de un 4-5%, que no necesitan devaluaciones o bajadas de tipos para generar rentabilidades superiores.

La política de los bancos centrales ha ‘disfrazado’ muchos de los riesgos con un manto de enorme liquidez, y la percepción de dichos riesgos se nubla

Conviene entender que el 23% del PIB global ya se mueve en tipos de interés reales negativos y que la alta liquidez, la guerra de divisas y los tipos bajos están para quedarse, y que eso no crea inflación sino que perpetúa la sobrecapacidad y el endeudamiento. La volatilidad de ese entorno frágil es a su vez una excelente oportunidad para encontrar valor a largo plazo, con un horizonte claro, y siempre analizando los cambios que se dan en el entorno macroeconómico. Porque los fundamentales cambian, y mucho, y negarlo nos puede llevar a tomar decisiones incorrectas o reiterar errores pasados.

Se trata de volver a la mentalidad preburbuja inflacionista creada con el QE1 en EEUU. Buscar valor y generar rentabilidades superiores a largo plazo es posible porque se dan las condiciones en las que muchas empresas se beneficiarán de las grandes tendencias mundiales:

  • El envejecimiento de la población de los países desarrollados.
  • El aumento del peso del consumo y la tecnología.
  • El crecimiento de la clase media en el mundo.
  • La mejora de la renta disponible por desinflación.

Los próximos meses van a ser apasionantes. Se han puesto las bases de un mundo que presenta un crecimiento débil y frágil, pero donde los que han mostrado cautela durante estos años de gas de la risa monetario serán a la vez los ganadores en rentabilidad y posicionamiento global. La alta liquidez y los tipos bajos pueden ser una trampa, como hemos visto en muchos índices, pero esas correcciones son también excelentes oportunidades para encontrar valor en los sectores y empresas que están ya saliendo reforzados por no haber caído en el espejismo del crecimiento por decreto y la promesa monetaria.

Reseñas:

China, ¿un agujero «mayor que las subprime»?

Hace unos días, el Wall Street Journal se hacía eco de las declaraciones de Kyle Bass, David Tepper y George Soros comentando que la devaluación esperada del yuan, la moneda china, sería de alrededor del 40% en los próximos tres años. Hace ya meses que comentamos en esta columna queChina volverá a devaluar y bajar tipos, y que la principal razón se encuentra en que la enorme burbuja de deuda impagable que se esconde en su sistema financiero está denominada, fundamentalmente, en yuanes. Adicionalmente, como no pueden solucionar su problema de sobrecapacidad y competitividad con reestructuraciones por el riesgo de crear un enorme desempleo, es más fácil atacar la bolsa de ahorro.

Lo interesante de las declaraciones de estos gestores es que consideran la magnitud del agujero chino como “muy superior a la crisis subprime”. Y por ello la devaluación que estiman supera, en mucho, la que comentábamos en esta columna a la hora de “desinflar la burbuja interna” sin crear riesgo sistémico.

A pesar de continuar con enormes reservas de moneda extranjera ($3,3 billones), el banco central chino ha perdido una cantidad récord en los últimos meses.

Adicionalmente, como comenta Jim Rickards, muchos analistas olvidan que China no tiene capacidad de utilizar más de un tercio de esas reservas, porque están comprometidas en sostener los enormes préstamos y compromisos de capital en dólares.

Es cierto que las reservas de oro de China son altas, pero no dejan de ser casi ocho veces inferiores a las de EEUU y aproximadamente un tercio de las alemanas, por ejemplo.

Si a estos datos añadimos la confirmación por parte del Banco Central chino de que harán todo lo posible por mantener dichas reservas de moneda extranjera –dólares-, y que aumentarán la “flexibilidad” de su moneda respecto a la cesta de divisas con las que comercia, no podemos esperar otra cosa que una gran devaluación, sea “controlada” o no.

El efecto de una devaluación continuada del yuan es triple:

  • Desinflación exportada al resto del mundo.
  • Menor capacidad de importación de otras economías
  • Ralentización del cambio de patrón de crecimiento. Al asaltar al ahorro interno y atacar la renta disponible, baja la capacidad marginal de consumo.

Si lo miramos desde el punto de vista positivo, el hecho de que China pinche su propia burbuja dejando que su moneda cotice a un cambio más acorde con su verdadero crecimiento real y su nivel de endeudamiento, es bueno. Porque se evita un efecto dominó al estar el riesgo contenido en su sistema financiero y en su divisa.

Podemos pensar que el Gobierno chino sostendrá su moneda para dar confianza, pero ¿qué incentivo tiene cuando ya es moneda de reserva del FMI y está perdiendo sus reservas de divisas a tal velocidad? Algunos argumentan que debe hacerlo para defender a las grandes corporaciones semiestatales, pero son precisamente estas las que están presionando para que sus costes se reduzcan en moneda local, ya que gran parte de sus ingresos –y parte de su deuda- es en dólares.

Pero desde el punto de vista macro, el motor de crecimiento del mundo va a traspasar al exterior todo lo que pueda delpinchazo de su burbuja, y eso implica menor crecimiento, menores precios y mayor volatilidad.

Pensemos un momento. Si las bolsas y activos de riesgo han sufrido un batacazo como el visto por una devaluación insignificante del yuan y una mini subida de tipos en EEUU (lean “no es el PIB, son los precios”) , es evidente que el mercado no está ni de lejos preparado para una devaluación que sea más del doble que la estimada por los más negativos del consenso. Hay que estar alerta.