A la recesión por un sillón

Ayer recibimos la enésima “propuesta de mínimos” desde Compromis, que volvía a calcar el programa de soluciones mágicas e inviables de Podemos. La sorpresa llegó cuando el PSOE, un partido supuestamente serio con una historia de 22 años gobernando España, anunciaba que estaba de acuerdo con 27 de los 30 puntos.

Bueno, la sorpresa o la “no sorpresa”, porque se ha llegado a un punto en el que en nuestro país se dice una cosa y la contraria y se llama consenso. “Además, coincide con el acuerdo con Ciudadanos”, replicaba el portavoz del partido socialista. ¿En qué? Pues en nada, pero intentarlo vale un buen sillón y muchos puestos a repartir, luego “ya se verá”.

Pedir prestado más, y a la vez hacer impago. Una combinación letal que, a buen seguro, hará que todos los inversores se lancen a comprar nuestra deuda.

Ese documento de despropósitos con el que sorprendentemente están de acuerdo “al 90%” incluye, entre mensajes inconcretos y brindis al sol del tipo “reindustrializar”, los viejos dogmas del populismo nacional. Eliminar el compromiso con la reducción del déficit y a la vez reestructurar.

Pedir prestado más, y a la vez hacer impago. Una combinación letal que, a buen seguro hará que todos los inversores se lancen a comprar nuestra deuda. Tú préstame mucho más, que verás la risa cuando no te pague. Eso sí, que sea barato, no vayas a ser usurero. Pueden esperar sentados. “Reformar el art. 135 de la Constitución, priorizar el gasto social y reestructurar la deuda”.

Recordemos que el artículo 135 solamente refleja lo que ya es un compromiso del pacto de estabilidad. Pero además, el gasto social en España no solo se ha priorizado sino que no se ha reducido en estos años a pesar de la caída de ingresos tributarios por la crisis. Las cifras oficiales de gasto en sanidad, muestran que en 2015 se destinan casi 4.000 millones de euros más que antes de la crisis (61.238 millones en 2007, 64.130 millones en 2015).

El gasto en educación por alumno se ha mantenido y España sigue invirtiendo un 14% más que la media de la OCDE, con los últimos datos oficiales. De hecho, el gasto social total ha aumentado un 17% en los últimos cuatro años. El presupuesto para 2016 asume 249.166 millones de euros, más de 35.200 por encima de la cifra de 2011 y superior a la de 2007. Todo ello con un nivel de desempleo inferior al de 2010.

Ese gasto se ha priorizado a pesar de la caída de la recaudación por pinchazo de la burbuja inmobiliaria, el déficit estructural, y el hecho de que los beneficios de las empresas no aumentaron en el periodo. ¿Y cómo van a “priorizar” nuestros amigos el gasto social? Veamos su historial. Paralizando inversiones. En las ciudades “del cambio”, más de 6.000 millones de euros y 165.000 empleos potenciales menos.Aumentando impuestos a empresas y eliminando deducciones, para destruir aún más la inversión productiva. E incumpliendo el déficit.

Incrementando la rigidez derogando todas las reformas desde 2010 y aumentando la burocracia, para hacer aún más complicado que las empresas contraten y que se creen nuevos puestos de trabajo, en un país donde aún estamos por debajo de la media de nuestro entorno en facilidad de crear empresas y donde tenemos algunas de las cuotas sociales más altas de la OCDE.

Las propuestas con las que dicen que “coinciden en un 90%” incluyen, como no podía ser de otra manera, los viejos cuentos de la Renta Básica, aumentar gastos corrientes. Estamos hablando de un aumento de gasto mínimo de 25.000 millones de euros. ¿Y cómo van a financiar esos gastos? Con el cuento de subir los impuestos a “los ricos”. Lo explicaba aquí, la entelequia de “subir impuestos a las rentas altas” se convierte, como ha ocurrido allá donde gobiernan, desde Navarra a Valencia, desde Grecia a Portugal, en más impuestos para todos y encima, peores ingresos.

Porque la media de error en estimaciones de ingresos esperados ha sido del 50% históricamente. Como explican los propios inspectores de Hacienda “de unos estudios previos sin fundamento surgen propuestas inadecuadas e imposibles” (enero 2015)¿Aumentar gastos, saltarse –más- el objetivo de déficit y encima “reestructurar” –hacer impago? La entelequia de pensar que, dejando de pagar la deuda o reestructurando, vamos a poder gastar más y encima endeudarnos barato es uno de los unicornios más divertidos –si no fuera peligroso- de los inflacionistas del populismo nacional.

Por supuesto que existen casos de reestructuración de deuda. Lo que nunca se ha dado, porque es una soberana estupidez, es una reestructuración acompañada de más gasto y más déficit, que es más deuda.

La evidencia es clara. Nunca se ha dado esa combinación. Reestructuración implica, siempre, enormes recortes. Lo explicaba aquí. Según el estudio de 275 casos de impago, las consecuencias son un impacto negativo en el crecimiento del país de un 0,6% a un 1,2% mínimo, un desplome del crédito concedido del 40% de media al perder la confianza internacional, y la quiebra generalizada de pymes porque se seca el crédito.

Lo que nunca se ha dado, porque es una soberana estupidez, es una reestructuración acompañada de más gasto y más déficit, que es más deuda. La evidencia es clara. Nunca se ha dado esa combinación
La pérdida de acceso a los mercados internacionales es inmediata y no solamente del Estado, sino las empresas, que encuentran costes más caros, plazos más cortos… si hallan financiación. Y el que piense que esto no pasa porque “el Banco Central Europeo apoya”, que se dé un paseo por Atenas. Sin embargo, esta colección de propuestas de ‘terror-gore’, que han criticado –con todo detalle- economistas de todo tipo de sensibilidades desde que Podemos lanzó su batería de programas de Economía-Ficción, ahora encuentra coincidencia en un 90% en un partido serio… Por un sillón.

Y es que cuanto más nos acercamos a horas cruciales, más evidente es que muchos parecen encantados de recuperar las fórmulas que nos llevaron al borde de la quiebra con el subterfugio de la inexistente “austeridad” que no ha sido más que moderación presupuestaria. El problema es que, con esta batería constante de exigencias de “mínimos” desde la nada, porque exigir gastar lo que no hay es nada, se mueve casi todo el arco parlamentario hacia propuestas cada día más alucinantes, y que nos llevarán de nuevo a un shock de deuda.

Hacen falta nuevas elecciones. Muchos ciudadanos votaron con unas ideas de moderación, de líneas rojas y compromisos que han sido demolidos durante el proceso de jugar a las sillas musicales. No haber alcanzado pactos sobre propuestas inaceptables, lejos de ser un fracaso, es un éxito de la democracia. El votante ya está bien informado sobre donde y a qué políticas va a ir su voto. Nadie podrá decir que no estaban avisados.

Porque los mismos que fingen defender el estado de bienestar desde la irresponsabilidad presupuestaria son los que lo hundirán con propuestas mágicas inviables.
Porque los mismos que fingen defender el estado de bienestar desde la irresponsabilidad presupuestaria son los que lo hundirán con propuestas mágicas inviables. Lo triste es que una parte de los ciudadanos crean que no se puede estar peor y que la razón por la que esas medidas siempre han fracasado en el pasado es porque no las han aplicado ellos. Lo que buscan no es la prosperidad, sino el estancamiento, para erigirse en “benefactores” de las migajas. Siempre lo digo. El objetivo del populismo no es reducir la pobreza, sino beneficiarse de gestionar el asistencialismo.

 

Publicado en El Español, 27 de abril de 2016.

Acerca de Daniel Lacalle

Daniel Lacalle (Madrid, 1967) es Doctor en Economía, profesor de Economía Global y Finanzas, además de gestor de fondos de inversión. Casado y con tres hijos, reside en Londres. Es colaborador frecuente en medios como CNBC, Hedgeye, Wall Street Journal, El Español, A3 Media and 13TV. Tiene un certificado internacional de analista de inversiones CIIA y un máster en Investigación económica y el IESE.

3 comentarios en “A la recesión por un sillón

  1. Yo no apostaria a que somos mas los que defendemos la austeridad, la propaganda ha calado en la poblacion y muchos se creen las mentiras del austericidio y los planes de estimulo.
    Parece que los unicornios ya no son fantasia hasta que nos demos con ela realidad

  2. Creo que el problema reside en la batalla ideologica que los que se consideran de «izquierdas», osea los buenos, tienen ganada desde hace demasiado tiempo. Ellos pueden soltar las barbaridades demagogicas mas impresionantes, sin que tengan una contestacion adecuada. Que salga alguien de peso, q se lleve las manos a la cabeza y diga «pero ustedes estan locos?».

    Las pocas contestaciones se hacen con la boca pequeña, casi acomplejados ante la exhuberancia de medios de izquierda que afean los recortes, la temporalidad, … sean ciertos o no. Al final el mensaje termina calando, lo q junto q es mas facil adherirse al populismo q a la cultura del esfuerzo, nos lleva a los resultados q disfrutamos. Que la gente dé 69 escaños a un partido populista como Podemos mientras, por ejemplo, deja sin representacion a un partido coherente como UPyD.

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