
La semana pasada hablamos del impuesto a la banca que en realidad es un impuesto al ahorro y a los clientes. Y siguiendo con esta moda del subterfugio lingüístico de los impuestos finalistas que no lo son, llegamos a los “impuestos medioambientales”.
Cualquiera de mis lectores recordará como, durante años, se ha incentivado la compra de vehículos de gasóleo, se nos ha repetido una y otra vez su conveniencia, porque emiten menos CO2. Para ello, la gasolina sufría más impuestos. Seguir leyendo Impuestos ¿medioambientales?