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Acerca de Daniel Lacalle

Daniel Lacalle (Madrid, 1967) es Doctor en Economía, profesor de Economía Global y Finanzas, además de gestor de fondos de inversión. Casado y con tres hijos, reside en Londres. Es colaborador frecuente en medios como CNBC, Hedgeye, Wall Street Journal, El Español, A3 Media and 13TV. Tiene un certificado internacional de analista de inversiones CIIA y un máster en Investigación económica y el IESE.

Por qué no se hizo caso a los técnicos en Bankia

Ayer, en EL ESPAÑOL, se detallaban los correos electrónicos que han servido para investigar a los responsables del Banco de España y la CNMV durante la salida a bolsa de Bankia.

Por supuesto, la investigación seguirá su curso y no debemos llegar a conclusiones apresuradas, pero al lector le parecerá curioso que las autoridades prefiriesen lanzar una oferta pública de acciones antes de una recapitalización privada vendiendo Bankia a otra entidad financiera solvente que absorbiese el agujero patrimonial. La segunda hubiera supuesto reconocer el enorme agujero de las cajas públicas, y eso no era “posible”.

Detrás de estas decisiones, que no son nuevas ni excepción en Europa, siempre se encuentra un problema de diagnóstico, de ingenuidad y de incentivo perverso.

– Diagnóstico: Todos ustedes recordarán aquellas soflamas diciendo que “las cajas tienen mejores ratios de solvencia y liquidez que la banca británica” y que todas las alarmas eran “envidia” de un modelo de éxito por parte de fondos de inversión “bajistas” (el término más ridículo jamás inventado).

– Ingenuidad: En España, también lo hemos visto en otros países del mundo, aunque los técnicos alerten de los graves desequilibrios de las entidades financieras, se tienden a negar esos problemas porque el consenso de economistas y políticos tiene una visión siempre optimista de las perspectivas futuras. Puede que se leyeran con detalle los alarmantes análisis de los técnicos del Banco de España, pero en una Europa –un mundo- que fía todo en el mercado financiero a las frases “a largo plazo todo sube” y “el año que viene mejora”, se decide aguantar la respiración a ver si baja el agua. No solo ocurre con el sector financiero, ocurre con las adquisiciones y crecimiento inorgánico, con las inversiones ruinosas –que se justifican con el mantra de ese largo plazo- y la fe en que las bolsas solo suben. Esa era la idea, como “todos” –ejem- los analistas decían que la bolsa estaba muy barata y los bancos suben mucho, sacar a bolsa y luego llevar a cabo sucesivas ampliaciones de capital –que los inversores “engullirían vorazmente”- y todo solucionado.

– Incentivo perverso: ¿No se han preguntado nunca por qué en una Europa tan unida no hay casi fusiones transnacionales en el sector financiero? A los Estados no les gusta perder “sus” entidades financieras porque, como explicamos en “Por qué se sigue rescatando a la banca” se pierde el privilegio de financiarse eternamente usando los balances de los bancos para acumular deuda soberana y de tener acceso prioritario a crédito para financiar elefantes blancos, infraestructuras de rentabilidad cuestionable y proyectos de dudoso cobro.

No es una casualidad que, ante la alarma de los técnicos, se prefiriese una solución –ejem- “moderada”… las fusiones frías de las cajas –para que siguieran existiendo dichas entidades a toda costa- y la salida a bolsa de una entidad creada tras la fusión de varias entidades a todas luces inviables… Total, los mercados lo absorben y luego deja de ser un problema.

Los técnicos no estaban solos en su preocupación. Muchos fondos fueron acusados de “terroristas financieros” por alertar del enorme agujero de las cajas públicas (lean). La propaganda era tal que un buen amigo mío puso como saludo en su cuenta de Bloomberg “No more Bankia calls”… Pero el problema de alto endeudamiento del país se negaba, el dominó de quiebra de pymes ante el impago de facturas de la administración pública se obvió, el ratio de préstamos de difícil cobro se publicaba con cifras claramente cuestionables…

El comodín era esconder, extender y la bolsa. Si se lleva a cabo un proceso de fusiones “frías” las entidades serían más grandes y con ello más fuertes… Pero fusionar a algo insolvente con una entidad poco solvente solo hace de un problema un problemón. Comprar tiempo para que se recapitalizasen “lentamente”. Y pensar que los inversores son tan ingenuos que van a comprar cualquier entidad financiera bajo la premisa de que “subirán mucho”. Se mostraba una ignorancia de los mercados a la que se unía la soberbia de no reconocer el agujero creado en la época de “a crecer”.

Esa negación de la realidad fue muy peligrosa. Porque puso en peligro a las entidades solventes. Se puso en duda a todo el sistema financiero cuando se produjo el resultado inevitable: Las entidades “mejor reguladas del mundo” y “más solventes”, porque tenían políticos y agentes sociales en sus órganos de gobierno, en vez de malvados capitalistas avariciosos, eran cualquier cosa menos lo que nos vendían. El Rey estaba desnudo.

La solución hubiera pasado por una reforma financiera como la que se hizo después, un ejercicio de transparencia que separase a las entidades solidas de las problemáticas. Se hubiera evitado el rescate posterior llevando a cabo un proceso de ventas abierto, en el que incuestionablemente se habrían registrado enormes provisiones y ajustes patrimoniales –como ocurrió después-, pero el impacto sobre el país y el sector financiero hubiera sido mucho menor. Una vez colorado en vez de ciento amarillo, no. Porque fue cien veces colorado.

El problema español de entonces se ha repetido en Italia, y se repite en muchos países. Los estados no quieren perder su brazo derecho, “sus” entidades, y no quieren reconocer un agujero que –en el caso europeo, más de 200.000 millones de préstamos de difícil cobro- se mantiene ya durante años.

Sería deseable que, en el futuro, en vez de apartar y criticar a quienes alertan de riesgos como estos, los gobiernos fueran más prudentes y, sobre todo, menos burbujeros.

La gran lección del desastre de Bankia y las cajas públicas debe ser:

– Juntar varias entidades insolventes no las hace solventes.

– Esperar que pase la tormenta sin hacer nada suele llevar a ahogarse.

– No vuelvan a creer que los mercados absorberán entidades de nula rentabilidad y baja solvencia porque “en bolsa todo sube” y “a largo plazo funciona”

Mientras leen este artículo, varios partidos están promoviendo “bancas públicas” de nuevo. Lean los diez mitos sobre la misma aquí.

Luego, cuando vuelvan a generar un agujero patrimonial irrecuperable a base de financiar “sin objetivo economicista” dirán que la culpa es de… el capitalismo. Me parto.

Recesión de beneficios en Europa. ¿Final o espejismo?

Parece que la temporada de resultados empresariales en Europa nos muestra su cara más amable después de más de seis años de decepciones y revisiones constantes a la baja. La recesión de beneficios registrada no sólo ha afectado de manera muy relevante a la cifra de negocio, sino a las bases imponibles y la capacidad de repago de deuda, que no mejoraba a pesar de la caída de tipos de interés -porque la caja se deterioraba más rápidamente-.

Según Morgan Stanley, de 75 compañías que han reportado -aunque es solamente una parte pequeña, 15% de la capitalización- las compañías han presentado los mejores resultados de los últimos 6 años. El 43% ha batido las estimaciones de beneficios, en un 5% o más, mientras que el 29% ha decepcionado. El resto, “en línea” con las expectativas.

De momento, la fe en la recuperación se centra en cuatro pilares, la recuperación en el precio de las materias primas -que ayuda a petroleras y generadoras eléctricas-, la mejora de los resultados de los bancos con más inflación y menos provisiones, un poco más de crecimiento global y ligera mejora de márgenes.

Aún quedan muchos resultados empresariales por analizar, pero merece la pena resaltar que esa mejora es esperanzadora, aunque no exenta de riesgos.

– Es cierto que un poco de inflación ayudaría al sector financiero a sacar la cabeza del agujero y respirar un poco. Los bancos están probando su propia medicina. Se pasaron años exigiendo estímulos monetarios y ahora, por listos, sufren el desplome de márgenes por los intereses reales negativos. Pero el problema de las provisiones está lejos de acabarse, y el peso de los préstamos de difícil cobreo, que superan los 200.000 millones, no va a evitar que sigamos con un dominó de ampliaciones de capital.

– La subida reciente de materias primas no ha generado resultados positivos como se esperaba en las energéticas. Excepto una, Total, que llevaba haciendo los deberes desde mucho antes de la caída del petróleo, gracias al empeño de mi admirado Christophe De Margerie (DEP), los resultados de los grandes conglomerados son, de momento, bastante pobres, desde BP a otros.

– Preocupa la sorpresa negativa en los resultados de las empresas de consumo, un 7% de sorpresa negativa y un 5% de caída, ya que las expectativas de crecimiento vienen fundamentalmente de mayor consumo.

Por supuesto, analistas y bancos de inversión se animan ante una subida de la inflación. Qué poco burbujeros somos ¿verdad? Sin embargo, tenemos que prestar más atención a la inflación subyacente, ya que nos podemos encontrar con un problema de estanflación si suben los precios por los alimentos y la energía y la economía se mantiene anémica.

Si esa recesión de beneficios no se revierte en 2017, podemos encontrarnos con un problema mucho mayor
Pero, de momento, hay que resaltar lo bueno. Si esa sorpresa positiva se mantiene hasta el final de la temporada de beneficios y, sobre todo, las indicaciones a futuro de las empresas apuntan a mejoras continuadas en 2017, podríamos estar ante la salida de la recesión de beneficios, que es esencial para creernos una verdadera recuperación.

Recordemos que, si esa recesión de beneficios no se revierte en 2017, podemos encontrarnos con un problema mucho mayor. ¿Por qué?

Si en 2017 los beneficios empresariales no empiezan a crecer en Europa, el efecto “viento de cola” de los bajos tipos de interés se disipará antes de que las empresas hayan saneado su capacidad de mejorar márgenes y reducir deuda. Algo muy similar ocurrirá con el impacto positivo de los bajos precios del crudo. Las petroleras europeas sufrirán por el desplome de los márgenes de refino y no lo compensará el repunte del petróleo. Y las empresas importadoras de energía perderán esa ventaja competitiva -al menos en efecto base, no porque se vaya a disparar el crudo-.

Un año fascinante. Europa y sus empresas pueden ser una sorpresa positiva a pesar de las algaradas políticas y el riesgo de que el BCE pare su política monetaria. Porque los miedos a las elecciones y catalizadores políticos, como vimos en 2016, no se trasladan de tal manera a las empresas, y porque nos daremos cuenta de que cuando el BCE deje de dopar al mercado con gas de la risa, no será un drama.

Antes de que alguien me diga que no importa, porque Europa está más barata que EEUU, un apunte. Casi siempre es así. Aparte de por el hecho de que la composición de los índices es muy diferente -tecnología y alto valor añadido en EEUU comparado con bancos y conglomerados de bajo crecimiento en Europa- porque cuando a las empresas norteamericanas les sobra caja y liquidez, recompran acciones y aumentan dividendos. Las europeas, en su inmensa mayoría, no.

Tenemos que seguir esta tendencia. Es tedioso y menos sexy que hablar de conspiraciones políticas, pero sin una mejora evidente e incuestionable de los beneficios empresariales, el rebote europeo no será más que un espejismo… de nuevo.

Dos sustos para un entorno complaciente

No podemos negar que nos encontramos en un entorno en el que el crecimiento global y los indicadores adelantados muestran unas perspectivas más positivas de lo esperado. Hemos pasado del miedo a la esperanza –como explicábamos aquí– y los datos en EEUU vuelven a mostrar fortaleza tras caídas previas a las elecciones.

A eso se añade un aumento de expectativas de demanda de petróleo y mejora de las cifras en Europa. Pero se presentan dos riesgos. Una inflación generada por costes de importaciones energéticas, y la última algarada europea. El riesgo de impago de Francia ante la amenaza de “salir del Euro”

El informe de la IEA (International Energy Agency) publicado ayer nos muestra datos positivos y negativos. Se ha revisado la demanda de petróleo al alza a 1,6 millones de barriles al día en 2017, y eso indica que, tras años de crecimiento anémico y pobre demanda, puede señalar a una mejora global. Pero debemos ser cautelosos, sobre todo por el efecto llamada de la recuperación del crudo del año pasado. De momento, la reducción de producción de la OPEP puede parecer un “éxito”, pero mientras ocurre, la producción de EEUU sigue recuperándose. Pero, además, la respuesta de los consumidores es mucho más rápida. El mundo no se puede permitir un shock petrolífero por la política cortoplacista de los productores.

Siempre se ha dicho que el mundo entra en crisis cuando la factura petrolera -el coste de importar petróleo sobre el PIB total- supera el 5%. Es más bien lo contrario, se dispara la inflación energética por el efecto de las políticas de estímulo y la sobrecapacidad y deuda disparan una crisis, sea el petróleo caro o barato.

De momento el alza del petróleo viene porque los productores cortan suministro, pero el impacto de esas incorrectas decisiones genera siempre una respuesta de los consumidores que acelera la sustitución y la diversificación de los productores no pertenecientes al cartel.

¿Cuál es el problema? Para las economías consumidoras puede ser un impacto en el crecimiento. Se disparan las importaciones, se pierde competitividad… Aunque no seamos tan dramáticos. Igual que la recuperación del petróleo de 2016 no redujo el crecimiento de España -de hecho, fue mejor a lo esperado a principios de ejercicio-, no debe ser un factor depresor en 2017 ya que los precios siguen siendo muy atractivos. Que el petróleo esté por debajo de 57 dólares (Brent) y lleve anclado en una banda muy estrecha a pesar de ese recorte de producción mencionado, nos demuestra lo excelentemente suministrado que está el mercado

¿La mayor quiebra de la historia?

Hace un par de días, David Rachline del Frente Nacional en Francia, decidió acudir al manual de unicornios ‘Made In Varoufakis and Podemos’ y decir la frase “la deuda de Francia es de cerca de 2 billones de euros, alrededor de 1,7 están emitidos bajo la ley francesa, lo cual significa que pueden ser re-denominados”. Un campeón. Vamos, que sus préstamos en euros se pueden pasar a francos o marines, cualquiera sabe… Y piensa -afirma- que no va a pasar nada.

Nada. Solo el hundimiento del sistema de pensiones y Seguridad Social de Francia, que está mayoritariamente en deuda soberana, el destrozo de los ahorros de millones de ciudadanos en bonos soberanos, y el dominó de quiebras de la banca francesa.

Ninguna impresión de moneda mitigaría el impacto de un impago efectivo de Francia.

La idea mágica de pensar que hundiendo la moneda y haciendo impago se va a mejorar la economía está basada en tres mentiras:

– Que hacer impago no afecta a la concesión de crédito y acceso a financiación futura. Pensar que vas a hacer impago y te van a prestar más -y más barato- es una idiotez solo defendible por un político.
– Que dejar de pagar la deuda no afecta a los ciudadanos. No solo se destruye su ahorro y pensiones que se encuentra en depósitos -destruidos por la devaluación y los inevitables corralitos bancarios- y en deuda soberana, sino que el acceso a crédito de pymes y familias desaparece, aunque quieran inventarse mil bancos públicos imprimiendo papelitos.
– Que se puede “contener” el brutal impacto (que ellos mismos esperan) con una moneda ficticia que se pegue “ordenadamente” al euro mientras se lleva a cabo la transición. Vamos, que haga el destrozo a cámara lenta.
Si Francia llevase a cabo esa salvajada, supondría el mayor evento de crédito visto en la historia y, teniendo en cuenta que los activos de la banca francesa superan en varias veces el PIB del país, sería una implosión que ninguna persona seria pensaría que se iba a solucionar imprimiendo Francos sin demanda secundaria ni respaldo.

Lo fascinante -y aterrador- de estas propuestas mágicas a las que nos tienen acostumbrados los populistas totalitarios es que piensan que todas estas sandeces no han funcionado en el pasado porque no las han implementado ellos. La idea de que los desequilibrios económicos que se generan por la emisión de dinero sin respaldo se soluciona emitiendo más dinero con mucho menos respaldo. Brillante.

La buena noticia es que, crisis tras crisis, evento de crédito tras otro, queda cada vez más claro que se reduce cada vez más la capacidad técnica de los populistas de bombardear la economía y hundir a sus ciudadanos con “soluciones” mágicas que no funcionan.

Lo importante es que los candidatos alerten sobre el efecto devastador de estas ideas de pirómano y que los ciudadanos franceses y europeos vean que el problema de una economía basada en desequilibrios no se soluciona perpetuándolos.

Que todavía haya quien se crea que hundiendo la moneda y haciendo impago va a ser más rico y le van a prestar más barato, nos muestra que no nos explicaron correctamente que Papa Noel no existe.