Todas las entradas de: Daniel Lacalle

Acerca de Daniel Lacalle

Daniel Lacalle (Madrid, 1967) es Doctor en Economía, profesor de Economía Global y Finanzas, además de gestor de fondos de inversión. Casado y con tres hijos, reside en Londres. Es colaborador frecuente en medios como CNBC, Hedgeye, Wall Street Journal, El Español, A3 Media and 13TV. Tiene un certificado internacional de analista de inversiones CIIA y un máster en Investigación económica y el IESE.

Por qué el superávit alemán no es un problema sino la solución

Ayer, en EL ESPAÑOL, mostrábamos los comentarios de la Comisión Europea sobre los retos y deberes de la Unión Europea y, de nuevo, se comentaba ese viejo mantra de que el superávit comercial alemán es un exceso de ahorro que perjudica a la zona Euro.

La falacia de que el superávit comercial alemán -o cualquiera- es un problema parte de la visión de que los agentes económicos están equivocados y un grupo de burócratas sí que sabe cuánto se debe importar.

El superávit comercial se genera cuando un país exporta más de lo que importa. Magnífico. Nadie ha sufrido nunca por vender más de lo que compra, cuando además lo que compra crece cada año. En el caso de Alemania, no exporta mucho porque hunda los precios o porque no exista demanda interna. Exporta mucho por calidad, valor añadido y tecnología. La mayoría de sus productos vendidos al exterior no son más baratos ni de descuento por volumen. Por lo tanto, la parte de las exportaciones no es una anomalía por intervencionismo o “dumping”.

Vayamos a las importaciones. ¿Son bajas las importaciones de Alemania? Para nada. Alemania no sufre una falta de capacidad industrial ni déficit en infraestructuras o en suministro a sus consumidores y empresas. La idea de que las importaciones de Alemania son bajas es simplemente incorrecta. ¿De verdad alguien piensa que las empresas y agentes económicos alemanes no importan más para fastidiar? No existe ningún indicador económico ni de demanda que nos muestre que los consumidores o empresas alemanas estén dejando de satisfacer ninguna de sus necesidades y, por ello, sus importaciones sean anormalmente bajas.

Alemania es el tercer mayor importador global y sus compras al exterior han aumentado un 6,1% anual en los últimos cinco años. Alemania no muestra ninguna señal de déficit en necesidades de gasto ni de importación. Más bien lo contrario.

Alemania mantiene una alta utilización industrial. La utilización industrial se ha elevado de un 70,9% en 2009 al 86% actual, es decir, casi la máxima capacidad histórica (87,5% media). Tampoco existe un solo indicador de gasto público que indique falta de consumo. El gasto público alemán ha crecido y está a nivel máximo, casi histórico y se estima que seguirá aumentando, manteniendo el correcto objetivo de no aumentar una deuda que, en cualquier caso, no es pequeña (más del 71% del PIB).

La inversión privada está ya por encima de los niveles pre-crisis, crece desde 2009 y sigue siendo exactamente la que las empresas necesitan de acuerdo a las expectativas de crecimiento y oportunidades que ven. Ni más ni menos. La presunción de que un grupo de burócratas y políticos sabe mejor que esas empresas -que son líderes globales por algo- sobre dónde, cuánto y cómo invertir es simplemente hilarante.

La idea de que la inversión debe aumentar porque lo dice un comité no tiene en cuenta que, antes de la crisis, Alemania se había embarcado en una enorme carrera inversora. El error de criticar la inversión privada alemana es pensar que el periodo 2004 a 2009 debe perpetuarse eternamente. En cualquier caso, no se puede acusar de falta de inversión privada, que ha aumentado hasta recuperar niveles pre-crisis. La inversión pública también ha aumentado a 33.000 millones anuales.

Los que asumen que el superávit comercial de Alemania, 252.900 millones de euros, es una anomalía y un elemento negativo, no responden a dos preguntas: ¿Qué saben ellos que no sepan empresas, gobierno y consumidores alemanes sobre sus necesidades de consumo e inversión? y ¿para qué?

La idea de que si Alemania se dedicara a gastar -aunque no lo necesite- solucionaría los problemas de la Unión Europea es una falacia. Porque el exceso de capacidad en el resto de Europa es cercano al 20%. Si Alemania duplicase su inversión neta en España supondría menos de 650 millones de euros. Las exportaciones de España a Alemania ya han aumentado a un ritmo del 8% hasta los 27.088 millones de euros. Pero, sobre todo, es una falacia porque ignora que una gran parte de ese efecto llamada que se daría por un exceso de gasto -innecesario ya hoy- provocaría una burbuja a corto que pincha después. No podemos asumir que los mismos errores que llevaron a los países periféricos a crear exceso de capacidad y burbujas sean la solución hoy.

La falacia de “estimular la demanda interna” -como si hubiese un solo indicador en Alemania que no mostrase su fortaleza, que no necesita estímulo alguno- ignora tendencias mucho más relevantes como los excesos en gasto y capacidad del pasado, la eficiencia y el envejecimiento de la población, con la idea mágica de solucionarlo todo repitiendo los errores de 2004 a 2007.

¿De verdad alguien piensa que Alemania no invierte, importa o consume lo que necesita? ¿Para qué? ¿Para fastidiar a sus ciudadanos y sus socios comerciales y además, perder dinero dejando oportunidades ociosas? No tiene ningún sentido.

No existe un solo indicador que muestre que Alemania esté ahorrando innecesariamente y que no invierta, consuma e importe todo lo que necesita y más. Lo que nos muestra el superávit comercial de Alemania, sus cuentas equilibradas y su posición inversora neta es que el país germano no es el problema, sino que muestra la solución a los desequilibrios de la Unión Europea.

Reducir el superávit comercial de Alemania vía importaciones innecesarias y gastos inútiles sólo nos llevaría al mismo espejismo de la burbuja de 2007, y sus terribles consecuencias. Igual que los países que hoy exigen que China aumente sus desequilibrios para perpetuar los errores cometidos pensando que China crecería eternamente al 10%, exigir a Alemania invertir y gastar en cosas que no necesita ni en sueños sería un error monumental y, encima, no solucionaría nada. El efecto llamada crearía una burbuja, un espejismo a corto plazo, y un pinchazo inevitable.

La solución a los problemas de la Unión Europea no es que Alemania copie los desequilibrios de los periféricos, sino que todos aprendamos de lo que ha sido un modelo de éxito.

¿Enemigos de Europa?

Uno se despierta cada semana con noticias sobre la Unión Europea que no ayudan para nada a mejorar su credibilidad y el apoyo popular. Bruselas y la UE están tan despegadas de la realidad de las economías y los ciudadanos que sus principales líderes ni siquiera pestañean o se preguntan si es una buena idea decir que “no se pueden bajar impuestos” (Schaeuble), y ese último titular que mostraba un periódico económico español: “Bruselas desmonta las excusas del Gobierno para resistirse a subir el IVA”. Gracias, euro-burócratas.

Es muy peligroso que una Unión Europea, que tiene ventajas incuestionables y debe convertirse en una potencia global de crecimiento y prosperidad, ponga escollos y expolie a ciudadanos y empresas para perpetuar el monstruo burocrático.

LA MENTIRA DE BRUSELAS CON EL IVA

Es más que cuestionable decir que el Estado recaudaría 14.000 millones con un tipo único del 21%. La historia de errores en las estimaciones de recaudación por subidas de impuestos en la Unión Europea es tan amplia que deberían, como mínimo, reconocer el riesgo de incumplimiento. La media de error, según estimaciones del propio BCE, es enorme y constante.

No solo las estimaciones de ingresos, como siempre, son un cuento, sino que es falso que lo que llaman en Bruselas “un retoque en el IVA reducido y superreducido” eliminaría el déficit de 2017.

Estima Bruselas que la subida del IVA “apenas” afectaría a las rentas bajas y que el aumento de la desigualdad –“solo” de 2,6%- se “puede compensar con transferencias sociales”. Qué curioso que ellos nunca hagan “retoques” en los gastos. O sea, que subir el IVA “apenas” afecta a las rentas bajas pero, como sí lo hace y además aumenta la desigualdad, proponen mitigarlo con más subvenciones vía gasto. Bravo. Brillante.Lo cual nos lleva a la falacia de que aumentando impuestos se elimina el déficit. Una falacia, porque esos ingresos extraordinarios se gastan, y más, como hemos visto en el pasado.

Para Bruselas no hay efecto negativo en consumo, en empleo ni en actividad económica de subir el IVA
Para Bruselas no hay efecto negativo en consumo, en empleo ni en actividad económica de subir el IVA. Nada. Total, más de la mitad de las empresas españolas están en pérdidas, pero asumen, oh sorpresa, que pueden absorber el aumento del IVA reduciendo márgenes. Brillante. Para usted siempre hay margen para ajustarse, para ellos, no tanto.

La realidad, ya demostrada, es que aumentar el IVA –uno de los impuestos más regresivos- tiene un impacto directo sobre el consumo potencial, la capacidad de compra de las familias y, además, reduce el potencial de empleo en el sector servicios. Bruselas debería reconocer que se ha equivocado durante cuatro años en sus previsiones de crecimiento y empleo para España. Y analizar por qué. Una de las razones por las que tuvieron que duplicar sus estimaciones sobre nuestro país fueron las “resistencias” a subir los impuestos que Bruselas exigía, y por haber bajado el IRPF y Sociedades, que son medidas que favorecen el crecimiento, como muestra la lógica, la historia y la estadística.

BRUSELAS Y LOS IMPUESTOS “VERDES”

La Comisión Europea adora los impuestos no finalistas. Los mal llamados “verdes” son una auténtica broma. Usted, consumidor, sigue pagando las subvenciones “verdes”, pero además le cobran un impuesto “verde”, que no se usa para reducir el coste de la supuesta lucha contra el cambio climático en su bolsillo, sino para aumentar los desequilibrios. Paga usted dos veces. Por las subvenciones y por ser tan malvado de usar un automóvil.

Y volvemos con las medias. Para Bruselas, armonizar es equiparar al infierno fiscal de los demás. No pone en cuestión la asfixia económica que se lleva a cabo en Francia u otros países, nos exige a los demás “acercarnos” a la media –siempre en presión fiscal-, que Francia sube desproporcionadamente.

La realidad es que subir la fiscalidad mal llamada “verde” del 1,8% del PIB al 2,5% es un asalto a la competitividad que volverá a poner escollos en nuestra capacidad de crecer y competir, sin solucionar nada de lo supuestamente “verde” que pretende defender.

Subir la fiscalidad mal llamada “verde” del 1,8% del PIB al 2,5% es un asalto a la competitividad
Eso sí, para parecer razonable, la Comisión pide controlar el gasto de las Comunidades Autónomas, pero en ningún caso con el nivel de detalle y claridad que muestra a la hora de exigir subidas de impuestos.

La realidad es que las recomendaciones de la Comisión Europea no buscan reducir los desequilibrios y promover la competitividad, la creación y atracción de capital y el empleo, lo que hacen es perpetuar un modelo dirigista copiado del francés que solo genera estancamiento y –ojo- cada vez mayor descontento.

Incluso en el documento donde la Unión Europea “explica” por qué no es un ente burocrático y gastador, que siempre pide mayor presión fiscal, nos “aclara” que “los estados y administraciones locales seguirán controlando las subidas de impuestos” (nótese que no dice “la gestión” o “las bajadas” de impuestos, sino solo “las subidas”). Gracias. Nos “explica” que “solo” gasta el 1% de la riqueza de los países, y que esos países –den ustedes las gracias- gastan mucho más.

La Unión Europea tiene muchos enemigos, y –seamos claros- algunos están en casa. Defendiendo y justificando un modelo de presión fiscal creciente y aumento del intervencionismo. Los que criticamos sus evidentes errores queremos una Unión Europea que los solucione, no que use la política del avestruz y culpe a los demás de sus problemas.

La presión fiscal en la Unión Europea ha alcanzado máximos históricos –del 40% del PIB- en esa carrera a igualarse “a la media” siempre en gastar más y subir más. Como una clase donde se hace una carrera a ver quién suspende más y todos se acercan a la media.

La mejor manera de combatir a los que, injustamente, critican a la Unión Europea es con hechos. Bajando, no subiendo los impuestos, como piden los ciudadanos, empresas, presidente del BCE y cualquiera que vea el brutal aumento de la presión fiscal. Contra las voces que acusan a la UE de intervencionista y burocrática, eficacia y eficiencia evidente. Que, cuando hablen de armonizar, piensen en los países que crecen y son líderes mundiales, no igualar en desequilibrios a un modelo dirigista que solo ha generado estancamiento.

Tenemos una oportunidad de oro ante las amenazas externas –e internas-. No una oportunidad de justificar que “hay margen” para subir impuestos a los ahogados ciudadanos. No una oportunidad para confundir “más Europa” con “más burocracia”. No una oportunidad para atacar a los que crecen, tienen superávit y crean empleo y riqueza, sino para armonizar… en facilidad para crear empresas, trabajo y dejar que las familias respiren.

Tenemos en nuestras manos todas las herramientas para ser mejores y más competitivos
La Unión Europea no puede seguir conformándose con ser un ente de bajo crecimiento, alta deuda, enorme carga impositiva y penalizar a sus ciudadanos y empresas, que son los que han rescatado al leviatán burocrático de la crisis.

Si no despertamos ya de la confortable deificación de la burocracia y el expolio fiscal, la Unión Europea, que es un proyecto por el que merece luchar, perecerá ante su propia inacción. Yo no deseo que ocurra. Pero les aseguro que, de ocurrir, no voy a culpar del fracaso al socorrido enemigo exterior, cuando tenemos en nuestras manos todas las herramientas para ser mejores y más competitivos.

Los ciudadanos y empresas no son cajeros automáticos para cubrir los excesos. Son los clientes de una Unión Europea que debe estar al servicio de los agentes económicos que contribuyen y crean empleo, no de la burocracia.