Europa no va a reducir la dependencia del gas ruso limitando tecnologías y con una visión regresiva e intervencionista de la energía. Necesitamos todas las tecnologías y diversificar las fuentes de suministro para ganar en competitividad y flexibilidad.

Alemania es el ejemplo perfecto de un error catastrófico de política energética guiado por la ideología y no la lógica industrial.
Tras eliminar las nucleares y gastar casi 200.000 millones de euros en subvenciones verdes, depende más del gas ruso, usa más lignito, se enfrenta a «la peor crisis desde la Segunda Guerra Mundial» (según el Financial Times) y los consumidores pagan un 65% más por la electricidad que en 2006.
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