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Soluciones ante el reto tecnológico

La cuarta revolución industrial, y el avance de las tecnologías disruptivas, se están analizando en la Unión Europea desde una perspectiva errónea, como hemos comentado en varias ocasiones. Nos planteamos la revolución digital como una amenaza, y desde una perspectiva recaudatoria, fiscal. Exageraciones del estilo de “los robots nos quitarán el trabajo” y ridiculeces como “que las máquinas paguen seguridad social”.

Sin embargo, el enfoque erróneo, tratar de preservar el pasado subvencionando a los sectores obsoletos y penalizando a las nuevas tecnologías, no solo no funciona, sino que no protege nada y, encima, nos hace perder la carrera de la innovación, poniendo escollos al cambio del patrón de crecimiento.

Sí, las tecnologías disruptivas tienen un efecto desinflacionista y fiscal. La democratización de la tecnología genera mucha mayor calidad de vida y prestaciones para todos, pero estorba a la vieja economía y a algunos gobiernos porque los precios no aumentan. La tecnología favorece la eficiencia, y sus economías, basadas en el inflacionismo y la deuda, sufren si no se disparan los precios.

 

La democratización de la tecnología genera mucha mayor calidad de vida y prestaciones para todos, pero estorba a la vieja economía y a algunos gobiernos porque los precios no aumentan

 

¿Quién se beneficia de las subidas de precios? Ningún consumidor, solo los sectores de bajo valor añadido y los gobiernos y sectores de baja productividad endeudados, que esperan que la deuda se les “desinfle” con la inflación. La inflación, el impuesto de los pobres, tiene un enemigo en la tecnología.

Pero, además, la tecnología genera menores ingresos fiscales de los que les gustaría recibir a los gobiernos de “no tenemos un problema de gasto, sino de ingresos”. El caso reciente en Francia, con la victoria de un gigante tecnológico contra las veleidades confiscatorias del fisco galo, es muy revelador, y además con consecuencias en toda la Unión Europea, que está demasiado acostumbrada a hacer estimaciones de cuento de la lecherade ingresos fiscales debidos.

La tecnología destruye las veleidades de que el gasto público solo puede crecer y ratios tan hilarantes como “funcionarios por habitante”. Sin embargo, la cuarta revolución industrial es una gran ventaja para todos, no una amenaza.

Los gobiernos tienen que gestionar mejor, no esperar que el mundo se adapte a sus decisiones de gasto. Porque los gobiernos están al servicio de una sociedad cambiante, no al revés.

El reto de la tecnología no se soluciona poniendo obstáculos burocráticos y fiscales, sino desde la formación y permitiendo que crezcan las empresas de alto valor añadido.

Ya comentábamos aquí que el alarmismo sobre la tecnología esconde las ansias intervencionistas de algunos, pero es que incluso si tuvieran razón, las soluciones que proponen son miopes e inútiles. Si de verdad les preocupase la digitalización estarían favoreciendo -no obstruyendo- la creación y el desarrollo de líderes tecnológicos y facilitando la formación desde el trabajo para crear líderes y expertos. Pero no.

Desde el punto de vista fiscal, la perspectiva miope de intentar recaudar de manera injusta de donde no tienen derecho no ayuda al cambio ni a la mejora.Los impuestos se pagan donde se crea el valor añadido y se tiene la estructura empresarial, no donde le apetezca a un gobierno. La doble imposición fue un desastre para el crecimiento y el desarrollo y caer en esos errores ni soluciona el agujero fiscal ni el laboral.

Seamos claros.

Los robots no destruyen empleo. Los gobiernos intervencionistas, sí.

En Corea del Sur, hay unos 531 robots por cada 10.000 empleados, el paro es del 3,3%. En Singapur, 381 y un paro del 2,7%. En Francia, paraíso del obstruccionismo y la subvención, 127 robots por cada 10.000 empleados, y un paro del 9,6%. Datos de la Federación Internacional de Robótica y la OCDE ¿Quién destruye empleo, la tecnología o la burocracia?

 

Si la tecnología destruyera trabajo, hoy no existiría el empleo, tras décadas de revolución sin parangón.

Los robots no destruyen empleo. Los gobiernos intervencionistas, sí

 

El agujero fiscal solo se puede solucionar de tres maneras:

Primero, dejando de subvencionar al improductivo para penalizar al productivo. Ni se ha conseguido crear empleo, ni mejorar salarios ni liderar el cambio de modelo productivo.

Segundo, abandonando de una vez, y ya deberíamos aprendido, los planes “de estímulo” para crecer que solo dejan deuda y paro.

Tercero, con la mejora de calidad de vida y avance que genera la tecnología, generando mejores ingresos fiscales y más sostenibles por mejora de actividad económica y productividad, que sólo ha empeorado desde la tozudez de “sostener el PIB” con políticas de demanda.

Atacar a las tecnologías disruptivas desde un punto de vista burocrático y fiscal es un enorme error. A esas empresas se les tenía que poner un monumento, no atacarlas. Pero, además, deberíamos crear millones de ellas, para liderar la verdadera revolución, que no es solo la tecnológica, sino la del valor añadido. Y la estamos perdiendo desde la glorificación del burócrata.

Intentando sostener los sectores rentistas vía subvenciones no creamos empleos, penalizando al productivo los destruimos. Y, si les preocupara el empleo y los salarios, aquello que fingen defender, apoyarían a los sectores disruptivos, que hacen que el poder adquisitivo de los salarios aumente, que la calidad de vida sea mayor y se democratice el conocimiento.

La tecnología no pone en peligro los servicios públicos, los hace mejores y más eficientes. Lo que pone en evidencia es lo innecesario de la enorme cantidad de capas burocráticas que hemos creado.

Si quieren recibir más ingresos, no asalten a los que crean mejores puestos y mejor pagados, dejen que se desarrollen. Y creceremos más, pagaremos mejor y lo haremos de una manera más sostenible.

 

Lo único que intentan proteger es el sistema obsoleto y rentista, y ahogar a impuestos después echando la culpa a los robots

 

Bajo la excusa de defender el empleo lo único que intentan proteger es el sistema obsoleto y rentista, y ahogar a impuestos después echando la culpa a “los robots”. Por eso los mismos que sueltan alarmismos sobre la tecnología son los que defienden el inflacionismo y el intervencionismo. Los mismos que se preocupan por el clima y la sostenibilidad subvencionan el exceso de capacidad para aumentar el consumo y el precio de las materias primas. No por el estado del bienestar sino por sostener el bienestar del estado.

Si le preocupa su pensión o su sanidad, no se preocupe por los robots, preocúpese -y mucho- por el que le dice que lo va a solucionar todo construyendo cosas innecesarias, poniendo puertas al campo y subiendo impuestos.

Si le prometen protegerle del cambio eliminándolo, en vez de liderándolo, ni le protegerán ni lo eliminarán. Pero la factura sí la pagará usted.

El techo de gasto y el techo nefasto

¿Cómo se consigue que quiebre un país y se hunda el estado de bienestar?

 Haciéndolo insostenible. Luego, con la debacle, se quejan de los “recortes”, y vuelven a quebrar el país.

Y es que tenemos una peligrosa mayoría de políticos que siempre piensan que usted gana demasiado y ellos gastan demasiado poco.

En España ya vivimos las consecuencias de “gastar lo que sea necesario” porque “el problema es de ingresos, no de gastos”. En tres años -en tres- acumulamos un déficit de más de 100.000 millones de euros anuales. Todo con mucha dignidad.

Esos mismos que aprobaron el techo de gasto de 2017, ahora rechazan el de 2018. Curioso, porque el presupuesto de 2018 incluye más partidas sociales que nunca, y todas ellas -sanidad, educación- se sitúan por encima de 2011.

En 2017 alcanzaremos un récord histórico de ingresos. 203.570 millones de euros en impuestos, más que nunca. Récord en IRPF, IVA e Impuestos Especiales y el segundo mejor año de Impuesto de Sociedades, solo superado por el aterrador y -esperemos- nunca replicable pico de la burbuja. Eso a pesar de que las bases imponibles han caído por la debacle de los sectores ultra cíclicos y que casi el 40% de las empresas siguen en pérdidas.

Pero a los redistribuidores de la nada les parece poco. Piden un “suelo de ingresos”, la sandez más grande jamás propuesta, y que demuestra la visión de que empresas y familias están al servicio de los burócratas y no al revés.

No existe sector público sin un sector privado potente. Y no “suelo”, el sótano oscuro y maloliente sin ingresos es el que consiguen con políticas anticuadas e ineficaces de asaltar a los sectores productivos a impuestos. Con sus políticas de expolio se consigue destruir los ingresos del estado a través del destrozo de la actividad económica, la inversión y el empleo, y, con ello, el estado de bienestar que fingen defender.

España ingresa y gasta menos que otros países, es su excusa. Para ello, empiezan la casa por la ventana. No creando más riqueza, más empresas y más empleo, sino negando el riesgo y gastando antes de recaudar. Todo con la excusa de los ricos.

Los que se pasan el día mencionando a otros países a la hora de gastar, siempre olvidan que para tener un estado de bienestar amplio hay que tener un tejido empresarial potente, con beneficios y márgenes sólidos y familias que puedan ahorrar, y no ir “bajando” el umbral de lo que es ser “rico” para arrancar cuatro euros más para alimentar el leviatán.

La próxima crisis de deuda la crearán los que fingen defender “lo público”.

Ya lo explicamos en “La Deuda Gratis No Existe”. Una crisis de deuda no ocurre solo porque la deuda pública sea alta sino, sobre todo, porque la confianza en la solvencia del país desaparece cuando se lanzan a gastar sin control basándolo en ingresos de ciencia ficción. Lean “El Timo de los Presupuestos Alternativos”.

Es por ello por lo que es tan importante fijar un techo de gasto que, a la vez que atiende a los servicios básicos, no entorpece el crecimiento económico y el empleo, y ayuda a atraer inversión. No solo por la credibilidad de las cuentas públicas, sino la estabilidad.

Y, lo más importante, la reducción del déficit es esencial, se ha reducido a la mitad sin inflación ni alto crecimiento global, pero hay que reducir la deuda total. Y eso no se va a hacer nunca con la patada hacia delante de gastar más hoy a ver si mañana ahorro. La razón es sencilla, la prima de riesgo de la deuda española actualmente viene “reducida” por la política del BCE, en parte -aunque no toda- . Debemos tener un nivel de solidez en las cuentas públicas claro para que, cuando esa política termine o se convierta en parte de la liquidez, la prima de riesgo baje porque los fundamentales son todavía mejores.

“Pero, ¿y la emergencia social?”. Bueno, ya sabemos que la emergencia social desaparece en cuanto los populistas gobiernan, sin haber cambiado nada. Los niños desnutridos se atiborran y las familias sin hogar desaparecen con la llegada de las “coaliciones de cambio” al poder, en un día.

Pero lo que es aberrante es que en este país se quiera recuperar el gasto público de la época de burbuja, se llame inversión pública al ladrillo, los aeropuertos innecesarios y los frontones duplicados, y se consideren los estabilizadores automáticos que genera la recesión un “derecho” a perpetuar y aumentar. Pero no me digan que no es divertido que pongan como “recuperar derechos” la época en la que el gasto se disparaba por… el aumento del paro y el gasto en seguro de desempleo.

No me digan que no les parece divertida esta frase. “El reparto del déficit es neoliberal”. Es uno de los hitos de la demagogia lingüística. El déficit no es un derecho, es una obligación, y más déficit es más deuda y más impuestos en el futuro. Pero ya es delirante tildar a aumentar la deuda de “neoliberal”.

El gasto público no es una cifra que deciden los burócratas y los demás debemos sufragar. El gasto público es la gestión de los recursos que tenemos en base a la capacidad de crecer y mejorar.

Para redistribuir riqueza hay que crearla. Y cuánto redistribuir no es una decisión del burócrata, sino lo que acuerda la sociedad que le contrata dependiendo de su capacidad y a cambio de sus servicios.

No existe la dicotomía entre gastar más y bajar impuestos, porque la evidencia del fracaso de “gastar para crecer” es más que evidente. Ningún país de los que se han lanzado a planes de estímulo público ha reducido su deuda en los últimos diez años, y todos la han aumentado mucho más (vean el vídeo de ayer). Hay que dejar respirar y devolver el esfuerzo a empresas y familias que son los que han sufragado la salida de la crisis.

Si empezamos la casa por la ventana, aumentando déficit, gastando con estimaciones de ingresos completamente ficticias, y multiplicando los desequilibrios, volveremos a caer en un shock de deuda. Con una importante diferencia. El próximo será mucho más severo porque no se podrán bajar más los tipos de interés o aumentar la liquidez. La casa se desplomará, de nuevo.

El techo de gasto es importante. Pero el techo nefasto es el que hunde al país con la entelequia de que gastar más reduce la deuda.

Y, entonces, los redistribuidores de la nada dirán que la solución es… gastar más.

La Unión Europea vs. Google: un gran error

“I´ve gone back so far I´m in front of me” Paul McCartney

Como tantos de ustedes, esta semana nos hemos enterado de que existía Google Shopping.

La Unión Europea se inventaba un caso inexistente para imponer una multa injusta y desproporcionada que huele más a subterfugio impositivoque a defensa de la competencia.

¿Cómo se llega a acusar a Google Shopping de abuso de posición dominante?

Primero, inventándose el perímetro y definición de mercado. Cualquier consumidor se caerá al suelo de risa cuando lea que la Unión Europea decide que Amazon -ese sí que sabíamos que existía-, eBay, y las más de trescientas paginas de comparación de precios que se han creado desde 2005, no son “competencia”. Así, pasa de asumir una cuota de mercado alta y líder por calidad y decisión libre de los consumidores, a una “dominante”. Eliminando del análisis a su competencia.

Recordemos que los usuarios no usan Google por imposición -eso es más de la Unión Europea-, sino por decisión personal de los consumidores que consideran su servidor mejor, más eficiente y más fácil de usar que competidores tan poderosos como Yahoo, Bing, etc.

No olvidemos que Google Shopping, si diese un servicio de mala calidad o injusto en su posicionamiento de productos, desaparecería en un santiamén ante la competencia de otros buscadores similares. Si hiciese esa tontería los competidores se lo “merendaban” en días. Porque sería atacar a su modelo de negocio. La tecnología elimina las barreras de entrada, y solo eres líder si los consumidores lo aceptan, si no, desapareces.

 

La tecnología elimina las barreras de entrada, y solo eres líder si los consumidores lo aceptan, si no, desapareces.

 

Lo bueno de la tecnología disruptiva y la democratización de la experiencia compradora que supone internet es que, casi en tiempo real, beneficia a consumidores y pymes. El poder es de los consumidores, y eso es lo que molesta.

Google Shopping no quita cuota de mercado a los anuncios de texto (text ads) por posición dominante, sino porque es un mejor sistema, visualmente más atractivo y una mejor experiencia para consumidores y empresas.

La multa a Google muestra un enorme error a la hora de entender el comercio online, y no entiende cómo busca el consumidor. Incluso si se tuviese el incentivo perverso de «manipular», el comprador dejaría de usar ese servicio.

Google Shopping no muestra productos por su preferencia ni obliga a exclusividad. Beneficia a pymes y consumidores.

Los crecimientos que muestra la Unión Europea no son por abuso de posición dominante, sino por mejora de calidad. Como bien explica Search Engine Land, crecer ventas igual que la competencia no es tener dominio, es que el mercado está cambiando. Si las empresas invierten más dinero en Google Shopping es porque la ratio de conversión de click a venta es más alto. Si los consumidores usan más Google Shopping es porque les ofrece mejores productos, más baratos y más fáciles de encontrar. Nada más y nada menos.

Se plantea si hay daño para el consumidor, derivado de no tener acceso a otros sitios de comparación de precio, por un supuesto abuso de posición dominante. Los denunciantes del caso dicen que sí existe ese daño y lo justifican con el declive de las visitas a sus sitios de comparaciones de precio que, entienden, es debido a que Google prima a Google Shopping y que esta práctica, castiga a los consumidores, al limitar sus opciones. Pero lo cierto es que la Comisión no ha tenido en cuenta en este análisis qué efecto tienen otros sitios como Amazon y eBay y entiende que ese descenso en las visitas es problema de Google Shopping, cuando los datos demuestran lo contrario. Hasta que llegó el dominio local de Amazon, las visitas a estos sitios desde Google fueron creciendo de manera constante, como dice la nota explicativa. Por el contrario, cuando Amazon aparece, comienza el declive. Competencia.

Se podría decir que el poco éxito de los denunciantes en su proceso innovador es el culpable de su descenso de ventas. Si no, habrían aumentado en Amazon, eBay, Idealo o cualquiera de los 300 otros comparadores, ya que no existe exclusividad ni obligación de usar Google Shopping.

 

La “multa” es un impuesto encubierto ante la imposibilidad de atacar fiscalmente a los gigantes norteamericanos.

 

Y ¿más de 2.000 millones de euros? Claramente, la “multa” es un impuesto encubierto ante la imposibilidad de atacar fiscalmente a los gigantes norteamericanos. La “multa” de la Unión Europea no es solo desproporcionada se vea como se vea, es que surgen muchas dudas sobre la motivación y el cálculo de la misma. A los conglomerados europeos les pone una multa de poco más de cien millones, a los norteamericanos de un billón, o, como en este caso, el doble.

Como muestra Jeff Jarvis, la Unión Europea se erige como defensora no de la competencia, sino del intervencionismo, “salvándonos” de Microsoft cuando ya estaba perdiendo cuota contra Apple, y “salvándonos” de nuestro poder como consumidores, como si fuéramos niños. La ignorancia sobre cómo se compra online es casi hilarante. Cualquier comprador decide, comparando diferentes alternativas, no solo de producto, sino de buscador.

Es curioso que a la Unión Europea le importen tanto los consumidores y la competencia que la multa se la quedará ella y esos consumidores y competencia no solo no verán un euro, sino que pagarán más por acceder a un mercado menos competitivo.

Lo que esconde esta multa, y las que vendrán, es el terror que la Unión Europea tiene a las tecnologías disruptivas y los gigantes norteamericanos. Esa Unión Europea que se encuentra muy cómoda subvencionando sus conglomerados y campeones-nacionales-dinosaurio y que no se pregunta por qué no se crean grandes Googles o Amazons en Europa.

Imaginen este caso. Walmart es el mayor empleador privado de EEUU, uno de los mayores contribuyentes fiscales estatales y nacionales, propietaria de miles de metros cuadrados de tiendas, y Amazon -sin tiendas- su némesis disruptiva. Si Walmart y Amazon fueran europeos, los gobiernos, reguladores y legisladores habrían hecho lo imposible por entorpecer el crecimiento de Amazon (no digan que no, que lo vivimos cada día en hostelería, transporte y comercio) porque “hay que mantener el empleo”. ¿Qué se consigue? Ni se mantiene el empleo ni se lidera el cambio tecnológico. Amazon ha sido un revulsivo en EEUU para que Walmart se pusiera las pilas, mejorara sus procesos y eficiencia, y salieran, ambos, líderes. La Unión Europea y muchos de sus estados ponen todas las trabas posibles a las miles de empresas tecnológicas para sostener a sus seguridades sociales encubiertas, esos conglomerados semi-estatales o privados mal llamados “campeones nacionales”.

Con ello solo consigue perder el tren de la tecnología, la innovación, el cambio de patrón de crecimiento, y la mejora de salarios y empleo.

Decía Ronald Reagan que “la visión del Gobierno sobre la economía se podría resumir en unas pocas frases cortas: si se mueve, ponle impuestos; si se sigue moviendo, regúlalo. Y si deja de moverse, subsídialo”. Era un chiste, pero lo estamos cumpliendo paso a paso.

Pedro, CETA y la deriva populista

La aprobación del tratado de libre comercio entre la Unión Europea es un hecho, aunque hayan votado en contra la ultraderecha y la ultraizquierda. Lo que es muy triste es que el PSOE, en su carrera suicida hacia el Podemismo, haya decidido rechazarlo. Un partido que ha gobernado España durante dos décadas, que ha cerrado acuerdos bilaterales de enorme calado que han permitido que nuestro país se desarrollara, se junta con el Frente Nacional y la ultraizquierda, con los más totalitarios, para rechazar el acuerdo con… Canadá.

Ya saben ustedes, Canadá, ese país sin derechos ni estado de bienestar ni salarios altos ni protección social… nada. Vamos, ese país donde comen alimentos tóxicos según los populistas. ¡Canadá! Uno de los países más avanzados del mundo, con unos requisitos más estrictos en términos de sanidad y con un nivel de vida y de derechos de los trabajadores que ya querrían para sí muchos millones de europeos. Ah, pero es que los garantes de los “derechos” y los verdaderos controles de calidad y medioambientales son los que defienden el carbón subvencionado aquí y gobiernan desde hace décadas en regiones campeonas mundiales de paro y precariedad.

Es, por lo tanto, normal que “teman” los requisitos comerciales y derechos laborales. Total, el salario mediano en Canadá es casi un 50% superior al de la España que gobernaron durante más de 20 años. Decir que el tratado no habla de derechos no solo no es cierto, es que es una ridiculezcuando los países que lo firman… comparten la totalidad de esos derechos.

 

Decir que el tratado no habla de derechos no solo no es cierto, es que es una ridiculez cuando los países que lo firman comparten la totalidad de esos derechos

 

Y es que el CETA es un acuerdo bilateral que tiene de todo menos liberal, está completamente alineado con una vertebración de la economía dirigista, más cercano a Francia que a cualquier otro país. Pero sus ventajas, sin quitar sus errores, son incuestionables, y merece la pena apoyarlo como lo que es, un marco de apertura muy necesario para Europa.

 

La miopía de unirse a los extremistas se une a la pérdida de participar en la mayor oportunidad de la Unión Europea de mostrar su influencia.

 

Porque el acuerdo CETA es uno de los mayores éxitos de la Unión Europea, un tratado de libre comercio donde se defienden claramente unos valores y principios que están totalmente compartidos por Canadá, y que servirá de ejemplo y guía para otros. En realidad, las críticas al CETA están basadas en la crítica a cualquier tratado de libre comercio. Es el odio al comercio, y esconde el proteccionismo más rancio y destructor. El que no protege nada.

Es ese proteccionismo que glorifica el intervencionismo y que antepone la burocracia al progreso. En realidad, es el ejemplo más evidente de atacar un acuerdo de progreso. Los propios laboristas británicos lo explican; El CETA no solo supondría un aumento de exportaciones de más de 12.000 millones de euros, sino que, desde el punto de vista de los derechos, protege los servicios públicos y no elimina las leyes de los países en ningún caso, se protegen las leyes laborales y se mantiene el derecho de los gobiernos de regular de acuerdo al interés público, se garantiza que ningún inversor extranjero tendrá mayores facilidades que uno nacional, y las regulaciones en temas de salud, seguridad y regulación medioambiental se mantienen, y no obliga a ningún estado a aceptar regulaciones, la cooperación regulatoria es voluntaria.

 

Decir que los tribunales de arbitraje benefician a las multinacionales y las sitúa por encima de los tribunales nacionales es una broma de tal calibre que no debería ser discutida

 

Decir que los tribunales de arbitraje benefician a las multinacionales y las sitúa por encima de los tribunales nacionales es una broma de tal calibre que no debería ser discutida. Cualquiera que conozca el sistema de arbitrajes internacionales –y yo he participado en muchos- sabe que lo que hace es proteger los derechos de todos en igualdad de condiciones sin atacar a las leyes de un país.

Ninguna multinacional se beneficia de esas normas comunes. Las multinacionales se pueden gastar millones de dólares sin pestañear en abogados y consultores para navegar y adaptarse a las legislaciones de cualquier país. Ninguna multinacional lidera un tribunal de arbitraje. El ejemplo más claro es todas esas que han perdido contra el Reino de España u otros estados soberanos en casos recientes.

Son las pymes las que se benefician de normas comunes para poder exportar, porque son las que no tienen acceso a enormes capitales para pagar abogados y asesores.El propio PSOE escribía el 15 de febrero de 2017 a las 15:35 de la tarde un tuit que decía “no queremos el proteccionismo de Trump y LePen, queremos globalización regulada y progresista” defendiendo el CETA. Curioso, porque han pasado a unirse a Le Pen y Podemos, y poner en cuestión el acuerdo más importante que pone los requisitos y principios de la Unión Europea en valor con un socio que los comparte totalmente.

Y ustedes dirán que no importa, que al final, primero apoyando, después rechazando y ahora absteniéndose, el acuerdo va a salir adelante. Pero es un síntoma grave.

Es un síntoma de un partido que ha abrazado el proteccionismo más rancio y que, a cambio de hacer un guiño a los 1,5 millones de votantes que se fueron a Podemos, según Sigma Dos, desprecia a los casi 11 millones que le llevaron al poder en su momento.

Es un síntoma de una enfermedad muy grave. Los mismos que se autodenominan defensores de lo público son los que lo destruyen haciéndolo insostenible, poniendo trabas al crecimiento, el empleo y la inversión.

 

Los mismos que se autodenominan defensores de lo público son los que lo destruyen haciéndolo insostenible, poniendo trabas al crecimiento, el empleo y la inversión

 

Europa necesita recuperar liderazgo mundial y el CETA es una excelente opción que, sin ser perfecto –es un tratado claramente socialdemócrata y con mucho intervencionismo-, podría servir de guía para que la Unión Europea se convierta en una potencia mundial, no en un experimento que se pone en cuestión constantemente.

Las empresas españolas, que han conseguido niveles de exportaciones récord, no merecen que el tacticismo político ponga en peligro la recuperación y el empleo bajo el engaño de defender unos “derechos” que ellos ponen en peligro cuando destruyen millones de empleos.

Europa no va a sobrevivir si no es una potencia mundial de atracción de capital, innovación, empleo y crecimiento. Dinamitar tratados comerciales hunde la posición de Europa en el mundo. Estados Unidos puede permitirse pegarse un tiro en el pie con medidas proteccionistas porque es moneda de reserva global y potencia económica, militar y tecnológica mundial, y hacerlo no deja de ser un error y un enorme destrozo a sus ciudadanos. Pero la Unión Europea no puede permitírselo. Por eso rechazan hasta acuerdos tan “light” como el CETA los enemigos del progreso. Porque prefieren controlar el 100% del erial que dejan sus políticas antes de perder la opción de intervenirlo todo.