«You crashed a human wave paying for my freedom with your lonely, unmarked graves». Bruce Dickinson.
Con la guerra de Afganistán se están haciendo afirmaciones inaceptables. Estados Unidos no ha sido la causa de la violencia en el país y su posición no ha sido «imperialista». La campaña de asalto y conquista de los grupos terroristas es la culpable. Imperialismo solo lo hemos visto por parte del terrorismo de ISIS y los talibán.
Cuando se habla del coste en vidas humanas de la guerra de Afganistán se suele olvidar que, según las Naciones Unidas, el 64% de las muertes han sido causadas por los grupos terroristas y de ellas, la inmensa mayoría corresponden a asesinatos de los talibán y de ISIS. Eso, sin olvidar los miles de ciudadanos sometidos, esclavizados y mutilados por ambos. Cada vida es preciosa y cada muerte una tragedia, pero no se pueden achacar a Estados Unidos por una misión en defensa de la libertad. La misión de Afganistán no es culpable de los asesinados por los ataques de los liberticidas.
No podemos decir que el problema de Afganistán es de Estados Unidos y mirar hacia otro lado mientras China se posiciona como aliado preferente de los talibán y Rusia se une a la posición china.
La misión de Afganistán no es culpable de los asesinados por los ataques de los liberticidas
La guerra le ha costado a Estados Unidos dos billones de dólares. Las preguntas son ¿dónde está la OTAN en misiones tan complejas? y ¿por qué tiene que ser solo Estados Unidos quien proteja las libertades de los países europeos en el exterior? ¿Qué nos hace pensar que la inacción va a parar a un enemigo que promete aniquilarnos?
No podemos valorar el fracaso o éxito en Afganistán sin analizar la cantidad de asesinatos, ataques terroristas y conquistas que se han evitado dentro de sus fronteras y en países cercanos, además de considerar todas las amenazas terroristas que se han evitado dentro de nuestras fronteras.
Pensar que la misión ha sido un fracaso porque no se ha acabado totalmente con el terrorismo es como mínimo simplista. Nunca se acaba totalmente con el terrorismo y la barbarie, pero se puede debilitar y neutralizar. Ante una amenaza a todos nosotros, a nuestra cultura y nuestra civilización no se puede responder con el silencio.
El que se crea que ISIS o los talibán van a parar su campaña de conquista, aniquilamiento y sometimiento enviándoles una carta muy seria, recogiendo firmas y cambiando las vocales de las palabras está condenado a auto destruirse.
Es, como mínimo, una visión intelectualmente deshonesta defender que la mejor opción en Afganistán era la rendición o la inacción. Miles de ciudadanos afganos han vivido años en una situación difícil, pero ni remotamente similar al terror que impone el régimen talibán y el autodenominado Estado Islámico allá donde toma el poder.
Ante una amenaza a todos nosotros, a nuestra cultura y nuestra civilización no se puede responder con el silencio
El exterminio de homosexuales y cristianos, la esclavización de mujeres y la imposición de un régimen de terror que es imperialista y busca la conquista total, no el acuerdo diplomático, no nos permite la equidistancia.
Asumir que unos señores que reclaman la conquista y destrucción de occidente van a quedarse parados es un error monumental.
Unirse al totalitarismo islamista en la causa común de minar la cultura y sistema occidental es una política suicida de parte de la izquierda en Europa. Pensar que si destruyen occidente van a dejar vivir a esos europeos que les han facilitado la conquista es más que irrisorio.
No existe el apaciguamiento cuando el enemigo desea tu exterminio. No podemos olvidar la gran lección de The Lesser Evil de Michael Ignatieff. No podemos caer en el infantil argumento de que una amenaza terrorista va a acabarse si miramos hacia otro lado. En geopolítica, hay que elegir entre medidas que nunca son perfectas ni con resultados inmaculados. Se trata de defender la libertad que nos ha costado siglos y millones de vidas conseguir.
En su libro, Ignatieff recuerda dos factores importantes: la debilidad del fuerte y la fortaleza del débil. En el caso que nos ocupa, la debilidad de Occidente y las democracias liberales es pensar que somos inexpugnables y que todo se puede solucionar creando un comité y enviando un comunicado. La fortaleza del débil es evidente. El fanatismo que impregna a los grupos terroristas no solo se limita a sus miembros activos, sino a miles de civiles que van tomando posiciones radicalizadas.
El mejor aliado del terror está en nuestro territorio. Es el buenismo que blanquea los asaltos a los derechos humanos que llevan a cabo los radicales y terroristas ignorándolos o, todavía peor, justificando lo injustificable bajo la excusa de que son «sus costumbres».
El mejor aliado del terror está en nuestro territorio. Es el buenismo
No podemos olvidar que la única opción de aquellos que hoy critican la misión militar en Afganistán era solo una: rendirse.
El coste de la guerra ha sido enorme, en vidas y en dinero, pero el riesgo para Europa en particular se ha disparado tras la derrota, como explica Ian Bremner. No analizar el escenario alternativo, ahora que ISIS y los talibán tienen un país que se ha convertido en otro santuario más para el terrorismo, es peligroso. El coste de dos billones de dólares para Estados Unidos es enorme, pero dos billones de dólares es menos de lo que se va a gastar en su último plan de «estímulo» anunciado.
Tal vez deberíamos empezar a cuidar de nuestra seguridad todos los aliados de manera equitativa y no pasarle la factura a Estados Unidos y luego despreciar su sacrificio en vidas y dinero con una leve sonrisa y un mensaje paternalista de privilegiados europeos.
Tal vez debamos dejar de pensar que todo se soluciona cantando Imagine y enviando una carta.
Tal vez debamos entender que la amenaza a nuestra sociedad, nuestra cultura y nuestras vidas viene de un enemigo que no tiene la menor intención de negociar nada ni de adaptarse a nada, solo busca el sometimiento absoluto de todos, no solo de los afganos, sirios o iraquíes.
Tal vez debamos entender mejor la amenaza que tenemos enfrente y no caer en buenismos letales.
Tal vez debamos recordar las palabras de Churchill ante la amenaza nazi: «sin victoria no hay supervivencia».
Nuestras libertades no han llegado por casualidad, han costado millones de vidas y muchas décadas de esfuerzo, y hay que defenderlas. Y eso implica defenderlas en todo el mundo.
La política del avestruz no va a hacer que pase la amenaza.