La deuda pública se paga. Siempre.

“Death in life is your ideal” Bruce Dickinson.

La deuda pública de España es un grave problema.

La deuda pública se paga. Siempre.

Más de 1,56 billones de euros, un 113% del PIB y, lo que es peor: Los pasivos totales de las administraciones públicas, que es deuda que se debe y se paga, superan los 1,9 billones de euros, según el Banco de España, casi un 140% del PIB.

Ese enorme lastre de deuda, además, coincide con un gasto desbocado y unos ingresos fiscales distorsionados por el efecto placebo de la inflación. No sorprende, por lo tanto, que el déficit estructural se sitúe por encima del 4% del PIB según la AIReF, casi el doble del heredado en 2018.

Si hay algo que se ha demostrado una y otra vez desde 2010 es que la consolidación fiscal vía ingresos es una entelequia. Gobierno tras gobierno, la deuda sube y nadie hace la urgente reforma de la administración pública. Ahora, se prorrogarán unos presupuestos que han sido un desastre y el agujero fiscal seguirá creciendo.

Nadie parece querer ponerle el cascabel al gato. Mientras, la ineficiencia en gasto público supera los 60.000 millones de euros anuales, según el IEE. Un gobierno que despilfarra en 22 ministerios, 1.839 asesores, en el ministerio de presidencia 307 millones de euros, en el ministerio de política territorial 589 millones, en agenda 2030 5.399 millones, en “asuntos económicos” 4.000 millones, en transición ecológica 10.371 millones.

El problema, de nuevo, lo veremos en la investidura. La inmensa mayoría del parlamento quiere seguir aumentando los desequilibrios fiscales. Ellos te dicen que bajar impuestos ataca la Sanidad y Educación, pero se conceden una exención del 40% de su IRPF.

La deuda pública se paga. Siempre.

En 2022 la emisión neta de deuda alcanzó los 70.063 millones y la emisión bruta se situó en 232.570 millones. Una locura. Pues bien, en 2023 se estima que subirá hasta un 8% y la emisión bruta podría subir hasta casi 260.000 millones de euros.

¿Y dónde está Bruselas? Muchos medios hablan de que la Comisión Europea exigirá un recorte de 12.000 millones de euros en 2023 y otro similar en 2024, pero no es muy creíble. La Comisión Europea ha abandonado el rigor presupuestario y solo hace recomendaciones que los gobiernos irresponsables ignoran.

Además, no piensen ustedes que cuando leen el titular de las exigencias de ajuste de Bruselas eso significa que vaya a recortarse gasto superfluo. Para nada. El gobierno volverá a presentar a Bruselas otra batería de subidas de impuestos con estimaciones de ingresos ficticias y, de nuevo, le dará la patada hacia adelante y seguirá expoliando a los ciudadanos mientras, a la vez, dispara la deuda.

¿Por qué no hay mucha esperanza? Porque el principal partido de la oposición no parece tener un compromiso real y contundente con la reforma del gasto público. Parece querer conformarse con ser el fontanero de la enorme gotera dejada por el gobierno actual.

No olvidemos que reducir el déficit no es reducir la deuda. Es cavar el agujero un poco más lento, pero seguir cavando.

No es extraño que, ante la evidencia del fracaso en la consolidación fiscal vía ingresos, el estatismo servil acuda a la sandez de afirmar que la deuda pública no se paga y que el déficit público son reservas para el sector privado. Una bobada de tal calibre que parece mentira que hoy en día haya que debatirlo.

La deuda pública se repaga todos los días. Cuando vence un bono no se refinancia automáticamente, siempre y al mismo precio. El coste de la deuda, además, sube. España pagará 14.900 millones más en intereses de su deuda en 2026 según FUNCAS, hasta alcanzar al menos los 45.000 millones de euros.

Asumir que la deuda se va a refinanciar siempre, y barata, es una temeridad y además es falso que ocurra. Existen, según el BIS, más de veintiséis casos de impago de deuda soberana. Adicionalmente, asumir que el Banco Central Europeo va a monetizar esa deuda eternamente significa lo que todos sabemos, que se pagará con mucha mayor inflación y empobrecimiento de los ciudadanos.

La deuda no es una reserva para el sector privado y menos si la demanda de esa deuda se desvanece ante la falta de confianza en la capacidad de repago y la sostenibilidad fiscal del país. Pensar que se pueden tensar las ratios de solvencia y liquidez del estado simplemente por ser el estado es, además de irresponsable y dañino, una falacia.

La deuda pública no es otra cosa que más inflación o más impuestos en el futuro. Y se paga siempre. Los desorientados que defienden un impago de la deuda pública se creen que si dejásemos de responder a nuestros compromisos financieros íbamos a seguir gastando y endeudándonos barato como si nada. Existen reestructuraciones de deuda, pero no gratis. No existen las reestructuraciones de deuda pública que permitan a un gobierno gastar a placer y endeudarse barato.

El estatismo servil y la aberración intelectual que es el marxismo cultural te intentan convencer de que el estado es omnipotente y que los principios básicos de la economía no cuentan cuando se trata del sector público. Lo que no te dicen es que lo que subyace en ese falaz argumento es que el estado siempre te puede robar más para cubrir sus desequilibrios.

La deuda pública es una losa para la economía. Además, es un concepto falso. La deuda pública la paga el sector privado y la privada, también. No existe el poder omnipotente del estado a la hora de financiarse. El estado solo se puede financiar tirando de los ingresos actuales y futuros del sector privado. 

La deuda pública importa, y mucho. Es la manifestación del empobrecimiento futuro de un país en estancamiento secular.

La deuda pública se paga. Siempre.

“Death in life is your ideal” Bruce Dickinson.

La deuda pública de España es un grave problema. Más de 1,56 billones de euros, un 113% del PIB y, lo que es peor: Los pasivos totales de las administraciones públicas, que es deuda que se debe y se paga, superan los 1,9 billones de euros, según el Banco de España, casi un 140% del PIB. Ese enorme lastre de deuda, además, coincide con un gasto desbocado y unos ingresos fiscales distorsionados por el efecto placebo de la inflación. No sorprende, por lo tanto, que el déficit estructural se sitúe por encima del 4% del PIB según la AIReF, casi el doble del heredado en 2018.

Si hay algo que se ha demostrado una y otra vez desde 2010 es que la consolidación fiscal vía ingresos es una entelequia. Gobierno tras gobierno, la deuda sube y nadie hace la urgente reforma de la administración pública. Ahora, se prorrogarán unos presupuestos que han sido un desastre y el agujero fiscal seguirá creciendo.

Nadie parece querer ponerle el cascabel al gato. Mientras, la ineficiencia en gasto público supera los 60.000 millones de euros anuales, según el IEE. Un gobierno que despilfarra en 22 ministerios, 1.839 asesores, en el ministerio de presidencia 307 millones de euros, en el ministerio de política territorial 589 millones, en agenda 2030 5.399 millones, en “asuntos económicos” 4.000 millones, en transición ecológica 10.371 millones.

El problema, de nuevo, lo veremos en la investidura. La inmensa mayoría del parlamento quiere seguir aumentando los desequilibrios fiscales. Ellos te dicen que bajar impuestos ataca la Sanidad y Educación, pero se conceden una exención del 40% de su IRPF.

En 2022 la emisión neta de deuda alcanzó los 70.063 millones y la emisión bruta se situó en 232.570 millones. Una locura. Pues bien, en 2023 se estima que subirá hasta un 8% y la emisión bruta podría subir hasta casi 260.000 millones de euros.

¿Y dónde está Bruselas? Muchos medios hablan de que la Comisión Europea exigirá un recorte de 12.000 millones de euros en 2023 y otro similar en 2024, pero no es muy creíble. La Comisión Europea ha abandonado el rigor presupuestario y solo hace recomendaciones que los gobiernos irresponsables ignoran.

Además, no piensen ustedes que cuando leen el titular de las exigencias de ajuste de Bruselas eso significa que vaya a recortarse gasto superfluo. Para nada. El gobierno volverá a presentar a Bruselas otra batería de subidas de impuestos con estimaciones de ingresos ficticias y, de nuevo, le dará la patada hacia adelante y seguirá expoliando a los ciudadanos mientras, a la vez, dispara la deuda.

¿Por qué no hay mucha esperanza? Porque el principal partido de la oposición no parece tener un compromiso real y contundente con la reforma del gasto público. Parece querer conformarse con ser el fontanero de la enorme gotera dejada por el gobierno actual.

No olvidemos que reducir el déficit no es reducir la deuda. Es cavar el agujero un poco más lento, pero seguir cavando.

No es extraño que, ante la evidencia del fracaso en la consolidación fiscal vía ingresos, el estatismo servil acuda a la sandez de afirmar que la deuda pública no se paga y que el déficit público son reservas para el sector privado. Una bobada de tal calibre que parece mentira que hoy en día haya que debatirlo.

La deuda pública se repaga todos los días. Cuando vence un bono no se refinancia automáticamente, siempre y al mismo precio. El coste de la deuda, además, sube. España pagará 14.900 millones más en intereses de su deuda en 2026 según FUNCAS, hasta alcanzar al menos los 45.000 millones de euros.

Asumir que la deuda se va a refinanciar siempre, y barata, es una temeridad y además es falso que ocurra. Existen, según el BIS, más de veintiséis casos de impago de deuda soberana. Adicionalmente, asumir que el Banco Central Europeo va a monetizar esa deuda eternamente significa lo que todos sabemos, que se pagará con mucha mayor inflación y empobrecimiento de los ciudadanos.

La deuda no es una reserva para el sector privado y menos si la demanda de esa deuda se desvanece ante la falta de confianza en la capacidad de repago y la sostenibilidad fiscal del país. Pensar que se pueden tensar las ratios de solvencia y liquidez del estado simplemente por ser el estado es, además de irresponsable y dañino, una falacia.

La deuda pública no es otra cosa que más inflación o más impuestos en el futuro. Y se paga siempre. Los desorientados que defienden un impago de la deuda pública se creen que si dejásemos de responder a nuestros compromisos financieros íbamos a seguir gastando y endeudándonos barato como si nada. Existen reestructuraciones de deuda, pero no gratis. No existen las reestructuraciones de deuda pública que permitan a un gobierno gastar a placer y endeudarse barato.

El estatismo servil y la aberración intelectual que es el marxismo cultural te intentan convencer de que el estado es omnipotente y que los principios básicos de la economía no cuentan cuando se trata del sector público. Lo que no te dicen es que lo que subyace en ese falaz argumento es que el estado siempre te puede robar más para cubrir sus desequilibrios.

La deuda pública es una losa para la economía. Además, es un concepto falso. La deuda pública la paga el sector privado y la privada, también. No existe el poder omnipotente del estado a la hora de financiarse. El estado solo se puede financiar tirando de los ingresos actuales y futuros del sector privado. 

La deuda pública importa, y mucho. Es la manifestación del empobrecimiento futuro de un país en estancamiento secular.

Acerca de Daniel Lacalle

Daniel Lacalle (Madrid, 1967) es Doctor en Economía, profesor de Economía Global y Finanzas, además de gestor de fondos de inversión. Casado y con tres hijos, reside en Londres. Es colaborador frecuente en medios como CNBC, Hedgeye, Wall Street Journal, El Español, A3 Media and 13TV. Tiene un certificado internacional de analista de inversiones CIIA y un máster en Investigación económica y el IESE.

Un comentario en “La deuda pública se paga. Siempre.

  1. Hay que implantar cursos acelerados de economía desde el bachillerato o antes, si es posible. ¿Cuánto nos ahorraríamos si, para empezar, se dejase de pagar a los aplaudidores apandadores? El P$O€ es un cáncer que va corroyendo poco a poco la sociedad hasta acabar con ella, vía política nefasta y vía saqueadora. Hay más de siete millones de sardinas que no se han dado cuenta aún y hay ocho millones que creen que se han dado cuenta, pero no. Total quince millones en la inopia y seis millones que volando van, volando vienen, Esperanzador país.

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