El techo de gasto y el techo nefasto

¿Cómo se consigue que quiebre un país y se hunda el estado de bienestar?

 Haciéndolo insostenible. Luego, con la debacle, se quejan de los “recortes”, y vuelven a quebrar el país.

Y es que tenemos una peligrosa mayoría de políticos que siempre piensan que usted gana demasiado y ellos gastan demasiado poco.

En España ya vivimos las consecuencias de “gastar lo que sea necesario” porque “el problema es de ingresos, no de gastos”. En tres años -en tres- acumulamos un déficit de más de 100.000 millones de euros anuales. Todo con mucha dignidad.

Esos mismos que aprobaron el techo de gasto de 2017, ahora rechazan el de 2018. Curioso, porque el presupuesto de 2018 incluye más partidas sociales que nunca, y todas ellas -sanidad, educación- se sitúan por encima de 2011.

En 2017 alcanzaremos un récord histórico de ingresos. 203.570 millones de euros en impuestos, más que nunca. Récord en IRPF, IVA e Impuestos Especiales y el segundo mejor año de Impuesto de Sociedades, solo superado por el aterrador y -esperemos- nunca replicable pico de la burbuja. Eso a pesar de que las bases imponibles han caído por la debacle de los sectores ultra cíclicos y que casi el 40% de las empresas siguen en pérdidas.

Pero a los redistribuidores de la nada les parece poco. Piden un “suelo de ingresos”, la sandez más grande jamás propuesta, y que demuestra la visión de que empresas y familias están al servicio de los burócratas y no al revés.

No existe sector público sin un sector privado potente. Y no “suelo”, el sótano oscuro y maloliente sin ingresos es el que consiguen con políticas anticuadas e ineficaces de asaltar a los sectores productivos a impuestos. Con sus políticas de expolio se consigue destruir los ingresos del estado a través del destrozo de la actividad económica, la inversión y el empleo, y, con ello, el estado de bienestar que fingen defender.

España ingresa y gasta menos que otros países, es su excusa. Para ello, empiezan la casa por la ventana. No creando más riqueza, más empresas y más empleo, sino negando el riesgo y gastando antes de recaudar. Todo con la excusa de los ricos.

Los que se pasan el día mencionando a otros países a la hora de gastar, siempre olvidan que para tener un estado de bienestar amplio hay que tener un tejido empresarial potente, con beneficios y márgenes sólidos y familias que puedan ahorrar, y no ir “bajando” el umbral de lo que es ser “rico” para arrancar cuatro euros más para alimentar el leviatán.

La próxima crisis de deuda la crearán los que fingen defender “lo público”.

Ya lo explicamos en “La Deuda Gratis No Existe”. Una crisis de deuda no ocurre solo porque la deuda pública sea alta sino, sobre todo, porque la confianza en la solvencia del país desaparece cuando se lanzan a gastar sin control basándolo en ingresos de ciencia ficción. Lean “El Timo de los Presupuestos Alternativos”.

Es por ello por lo que es tan importante fijar un techo de gasto que, a la vez que atiende a los servicios básicos, no entorpece el crecimiento económico y el empleo, y ayuda a atraer inversión. No solo por la credibilidad de las cuentas públicas, sino la estabilidad.

Y, lo más importante, la reducción del déficit es esencial, se ha reducido a la mitad sin inflación ni alto crecimiento global, pero hay que reducir la deuda total. Y eso no se va a hacer nunca con la patada hacia delante de gastar más hoy a ver si mañana ahorro. La razón es sencilla, la prima de riesgo de la deuda española actualmente viene “reducida” por la política del BCE, en parte -aunque no toda- . Debemos tener un nivel de solidez en las cuentas públicas claro para que, cuando esa política termine o se convierta en parte de la liquidez, la prima de riesgo baje porque los fundamentales son todavía mejores.

“Pero, ¿y la emergencia social?”. Bueno, ya sabemos que la emergencia social desaparece en cuanto los populistas gobiernan, sin haber cambiado nada. Los niños desnutridos se atiborran y las familias sin hogar desaparecen con la llegada de las “coaliciones de cambio” al poder, en un día.

Pero lo que es aberrante es que en este país se quiera recuperar el gasto público de la época de burbuja, se llame inversión pública al ladrillo, los aeropuertos innecesarios y los frontones duplicados, y se consideren los estabilizadores automáticos que genera la recesión un “derecho” a perpetuar y aumentar. Pero no me digan que no es divertido que pongan como “recuperar derechos” la época en la que el gasto se disparaba por… el aumento del paro y el gasto en seguro de desempleo.

No me digan que no les parece divertida esta frase. “El reparto del déficit es neoliberal”. Es uno de los hitos de la demagogia lingüística. El déficit no es un derecho, es una obligación, y más déficit es más deuda y más impuestos en el futuro. Pero ya es delirante tildar a aumentar la deuda de “neoliberal”.

El gasto público no es una cifra que deciden los burócratas y los demás debemos sufragar. El gasto público es la gestión de los recursos que tenemos en base a la capacidad de crecer y mejorar.

Para redistribuir riqueza hay que crearla. Y cuánto redistribuir no es una decisión del burócrata, sino lo que acuerda la sociedad que le contrata dependiendo de su capacidad y a cambio de sus servicios.

No existe la dicotomía entre gastar más y bajar impuestos, porque la evidencia del fracaso de “gastar para crecer” es más que evidente. Ningún país de los que se han lanzado a planes de estímulo público ha reducido su deuda en los últimos diez años, y todos la han aumentado mucho más (vean el vídeo de ayer). Hay que dejar respirar y devolver el esfuerzo a empresas y familias que son los que han sufragado la salida de la crisis.

Si empezamos la casa por la ventana, aumentando déficit, gastando con estimaciones de ingresos completamente ficticias, y multiplicando los desequilibrios, volveremos a caer en un shock de deuda. Con una importante diferencia. El próximo será mucho más severo porque no se podrán bajar más los tipos de interés o aumentar la liquidez. La casa se desplomará, de nuevo.

El techo de gasto es importante. Pero el techo nefasto es el que hunde al país con la entelequia de que gastar más reduce la deuda.

Y, entonces, los redistribuidores de la nada dirán que la solución es… gastar más.

La Unión Europea vs. Google: un gran error

“I´ve gone back so far I´m in front of me” Paul McCartney

Como tantos de ustedes, esta semana nos hemos enterado de que existía Google Shopping.

La Unión Europea se inventaba un caso inexistente para imponer una multa injusta y desproporcionada que huele más a subterfugio impositivoque a defensa de la competencia.

¿Cómo se llega a acusar a Google Shopping de abuso de posición dominante?

Primero, inventándose el perímetro y definición de mercado. Cualquier consumidor se caerá al suelo de risa cuando lea que la Unión Europea decide que Amazon -ese sí que sabíamos que existía-, eBay, y las más de trescientas paginas de comparación de precios que se han creado desde 2005, no son “competencia”. Así, pasa de asumir una cuota de mercado alta y líder por calidad y decisión libre de los consumidores, a una “dominante”. Eliminando del análisis a su competencia.

Recordemos que los usuarios no usan Google por imposición -eso es más de la Unión Europea-, sino por decisión personal de los consumidores que consideran su servidor mejor, más eficiente y más fácil de usar que competidores tan poderosos como Yahoo, Bing, etc.

No olvidemos que Google Shopping, si diese un servicio de mala calidad o injusto en su posicionamiento de productos, desaparecería en un santiamén ante la competencia de otros buscadores similares. Si hiciese esa tontería los competidores se lo “merendaban” en días. Porque sería atacar a su modelo de negocio. La tecnología elimina las barreras de entrada, y solo eres líder si los consumidores lo aceptan, si no, desapareces.

 

La tecnología elimina las barreras de entrada, y solo eres líder si los consumidores lo aceptan, si no, desapareces.

 

Lo bueno de la tecnología disruptiva y la democratización de la experiencia compradora que supone internet es que, casi en tiempo real, beneficia a consumidores y pymes. El poder es de los consumidores, y eso es lo que molesta.

Google Shopping no quita cuota de mercado a los anuncios de texto (text ads) por posición dominante, sino porque es un mejor sistema, visualmente más atractivo y una mejor experiencia para consumidores y empresas.

La multa a Google muestra un enorme error a la hora de entender el comercio online, y no entiende cómo busca el consumidor. Incluso si se tuviese el incentivo perverso de «manipular», el comprador dejaría de usar ese servicio.

Google Shopping no muestra productos por su preferencia ni obliga a exclusividad. Beneficia a pymes y consumidores.

Los crecimientos que muestra la Unión Europea no son por abuso de posición dominante, sino por mejora de calidad. Como bien explica Search Engine Land, crecer ventas igual que la competencia no es tener dominio, es que el mercado está cambiando. Si las empresas invierten más dinero en Google Shopping es porque la ratio de conversión de click a venta es más alto. Si los consumidores usan más Google Shopping es porque les ofrece mejores productos, más baratos y más fáciles de encontrar. Nada más y nada menos.

Se plantea si hay daño para el consumidor, derivado de no tener acceso a otros sitios de comparación de precio, por un supuesto abuso de posición dominante. Los denunciantes del caso dicen que sí existe ese daño y lo justifican con el declive de las visitas a sus sitios de comparaciones de precio que, entienden, es debido a que Google prima a Google Shopping y que esta práctica, castiga a los consumidores, al limitar sus opciones. Pero lo cierto es que la Comisión no ha tenido en cuenta en este análisis qué efecto tienen otros sitios como Amazon y eBay y entiende que ese descenso en las visitas es problema de Google Shopping, cuando los datos demuestran lo contrario. Hasta que llegó el dominio local de Amazon, las visitas a estos sitios desde Google fueron creciendo de manera constante, como dice la nota explicativa. Por el contrario, cuando Amazon aparece, comienza el declive. Competencia.

Se podría decir que el poco éxito de los denunciantes en su proceso innovador es el culpable de su descenso de ventas. Si no, habrían aumentado en Amazon, eBay, Idealo o cualquiera de los 300 otros comparadores, ya que no existe exclusividad ni obligación de usar Google Shopping.

 

La “multa” es un impuesto encubierto ante la imposibilidad de atacar fiscalmente a los gigantes norteamericanos.

 

Y ¿más de 2.000 millones de euros? Claramente, la “multa” es un impuesto encubierto ante la imposibilidad de atacar fiscalmente a los gigantes norteamericanos. La “multa” de la Unión Europea no es solo desproporcionada se vea como se vea, es que surgen muchas dudas sobre la motivación y el cálculo de la misma. A los conglomerados europeos les pone una multa de poco más de cien millones, a los norteamericanos de un billón, o, como en este caso, el doble.

Como muestra Jeff Jarvis, la Unión Europea se erige como defensora no de la competencia, sino del intervencionismo, “salvándonos” de Microsoft cuando ya estaba perdiendo cuota contra Apple, y “salvándonos” de nuestro poder como consumidores, como si fuéramos niños. La ignorancia sobre cómo se compra online es casi hilarante. Cualquier comprador decide, comparando diferentes alternativas, no solo de producto, sino de buscador.

Es curioso que a la Unión Europea le importen tanto los consumidores y la competencia que la multa se la quedará ella y esos consumidores y competencia no solo no verán un euro, sino que pagarán más por acceder a un mercado menos competitivo.

Lo que esconde esta multa, y las que vendrán, es el terror que la Unión Europea tiene a las tecnologías disruptivas y los gigantes norteamericanos. Esa Unión Europea que se encuentra muy cómoda subvencionando sus conglomerados y campeones-nacionales-dinosaurio y que no se pregunta por qué no se crean grandes Googles o Amazons en Europa.

Imaginen este caso. Walmart es el mayor empleador privado de EEUU, uno de los mayores contribuyentes fiscales estatales y nacionales, propietaria de miles de metros cuadrados de tiendas, y Amazon -sin tiendas- su némesis disruptiva. Si Walmart y Amazon fueran europeos, los gobiernos, reguladores y legisladores habrían hecho lo imposible por entorpecer el crecimiento de Amazon (no digan que no, que lo vivimos cada día en hostelería, transporte y comercio) porque “hay que mantener el empleo”. ¿Qué se consigue? Ni se mantiene el empleo ni se lidera el cambio tecnológico. Amazon ha sido un revulsivo en EEUU para que Walmart se pusiera las pilas, mejorara sus procesos y eficiencia, y salieran, ambos, líderes. La Unión Europea y muchos de sus estados ponen todas las trabas posibles a las miles de empresas tecnológicas para sostener a sus seguridades sociales encubiertas, esos conglomerados semi-estatales o privados mal llamados “campeones nacionales”.

Con ello solo consigue perder el tren de la tecnología, la innovación, el cambio de patrón de crecimiento, y la mejora de salarios y empleo.

Decía Ronald Reagan que “la visión del Gobierno sobre la economía se podría resumir en unas pocas frases cortas: si se mueve, ponle impuestos; si se sigue moviendo, regúlalo. Y si deja de moverse, subsídialo”. Era un chiste, pero lo estamos cumpliendo paso a paso.