Lilian Tintori, inflación y devaluación

Esta semana, nuestros totalitarios de smartphone han descubierto la hiperinflación que crean sus entelequias monetarias.

A Lilian Tintori le confiscaron 200 millones de bolívares, y rápidamente las redes se lanzaron a criticar la “fortuna”. Por supuesto, 200 millones de bolívares no son 16 millones de euros, ni siquiera 60.000, como increpaban algunos desorientados. Por supuesto, lo verdaderamente triste es que 200 millones de bolívares son, a cierre de este artículo, menos de 9.500 euros. Digo a cierre, porque en un par de días seguirá devaluándose.

…Y los totalitarios descubrieron la hiperinflación que crean sus políticas de “crear dinero para el pueblo”:

“Hallazgo millonario en el auto de Tintori, la suma equivale a unos 256 años de salario mínimo actual en Venezuela”, decían los indignados de PowerPoint.

Venezuela tiene el segundo salario mínimo más bajo de la región, después de… Cuba. En un país donde una docena de huevos cuesta entre 25.000 y 32.000 bolívares, un pan de molde 11.950, un queso 12.814, y un trabajador necesita un mínimo de 31.875 bolívares diarios para alimentar a su familia, los totalitarios –sin quererlo- mostraban la miseria de sus políticas en el país. El salario mínimo no da para dos días de alimentos básicos.

El salario mínimo en Cuba está por debajo del equivalente a 10 dólares mensuales, y el de Venezuela no llega a 27 dólares (recuerden que el destrozo monetario hace que estas cifras empeoren cada día).

“Pero los golpistas, como siempre, tienen su motivación en el dinero”, afirmaba quien cobraba sus estudios para el gobierno venezolano, por supuesto, en euros. No los cobró en bolívares, porque es una persona muy inteligente. Tampoco cobran en bolívares los asesores que recomiendan a Maduro imprimir más porque “la inflación no existe”.

Lo más triste del episodio es que muestra que una persona debe acumular durante meses, con ayuda de todo familiar que pueda aportar algo, esas cantidades de millones de bolívares en cajones para pagar unas medicinas que, por culpa del destrozo económico del chavismo, escasean en más de un 80% y es casi imposible pagar.

“Pero si el cambio oficial dice que son 16 millones de euros, lo será”, saltaba la jauría. Por esa regla de tres, el sueldo mínimo en Venezuela es el más alto del mundo. Hilarante.

Los totalitarios no entienden que el valor del dinero no es lo que decide un político, sino lo que aceptan los ciudadanos. El tipo de cambio “oficial” es tan ridículo como esos tipos de cambio “oficiales” que publicaban la URSS o Zimbabue o la RDA. Nadie quería esos papeles.

El valor del dinero lo fijan los ciudadanos y es el poder adquisitivo de la moneda en el momento actual. Es decir, el valor de moneda no lo decide el gobierno, lo fijamos nosotros al aceptarla como instrumento de cambio.

El valor de moneda no lo decide el gobierno, lo fijamos nosotros al aceptarla como instrumento de cambio

Un país, su banco central o gobierno, puede hundir esa confianza en el instrumento de cambio –como hizo Argentina o tantos otros- o fortalecerla.

La idea de que la gente va a aceptar la cantidad y precio de una moneda porque lo imponga un gobierno es simplemente falsa. Buscarán –como en todos los casos de la historia- maneras de protegerse del asalto al poder adquisitivo, comprando monedas fuertes donde y como puedan, oro, lo que sea que les salvaguarde del ataque político. Y con la pérdida de esa confianza, la combinación de imprimir más “porque lo dice el gobierno” y menos agentes aceptando la irrisoria moneda, la devaluación y la hiperinflación aparecen. Los insumos se disparan muy por encima del precio que los consumidores pueden pagar, el uso de la moneda se desploma, la velocidad del dinero colapsa e, incluso cuando las empresas son estatales, las hunde el capital circulante y la escasez, y se dispara la inflación.

Ningún país ha sufrido miseria e hiperinflación manteniendo una moneda fuerte. Decenas se han lanzado al desastre creyendo que imprimiendo papelitos se crea riqueza.

«Crear dinero para el pueblo»: inflación

El destrozo económico de “crear dinero para el pueblo” siempre termina igual, y siempre se achaca al enemigo exterior. La falacia de decir que la creación de dinero no generará inflación porque la demanda y oferta de bienes y servicios crecerá en tándem. El milagro de los panes y los peces. Nunca ocurre y nunca ha ocurrido.

No deja de ser un espejismo, una teoría completamente falaz y desacreditada pensar que el gobierno sabe perfectamente cuál es la demanda y oferta real de bienes y servicios, y sabe perfectamente cuál es la cantidad de dinero que debe crear para generar crecimiento sin hundir la moneda y crear enorme inflación. Literalmente, es creer en la magia. Igual de falaz, que quede claro, que pensar que crear dinero con expansión cuantitativa va a hacer lo mismo. El error no es el método de creación política de dinero, sino la creencia en el alquimismo por planificación centralizada (lean aquí).

¿Cómo destruir la economía en tres pasos?

Paso 1. “Un país con moneda propia puede crear todo el dinero que quiera sin riesgo”. “Si creamos todo el dinero que queramos para el pueblo, la economía mejora y no habrá inflación”.

Tras dilapidar más de 300.000 millones de dólares de ingresos petroleros durante la bonanza (recordemos que el chavismo vio los precios del petróleo multiplicarse por diez), expropiar a miles de empresas que hoy están en su mayoría en quiebra, y lanzarse a imprimir bolívares para cubrir el enorme gasto superfluo, se desata la hiperinflación.

La masa monetaria (dinero en circulación) aumentó en Venezuela un 384% solo en 2016, comparado con un 5,5% en EEUU, por ejemplo, y se ha multiplicado desde 2010. Imprimiendo dinero “para el pueblo”, la inflación se disparó al 800% y el PIB se desplomó un 19%. El 82% de los hogares en pobreza (Encuesta sobre Condiciones de Vida en Venezuela, Encovi), y escasez generalizada.

Paso 2. “Echarle la culpa al boogie” (el petróleo, el capitalismo, los mercados…). Venezuela es el único país de la OPEP con hiperinflación, depresión y pobreza generalizada. Echarle la culpa al petróleo sería una broma si no estuviese muriendo de hambre la población.

Venezuela ha expropiado más de 1.200 empresas, que “gestionadas en socialismo” están hoy en quiebra, al borde del cierre o producen una fracción de lo que producían antes de expropiarse.

Paso 3. “Repetir pero a lo bestia”. Ante la evidencia de que el aumento de la masa monetaria y la impresión de dinero desbocada estaba generando escasez y exceso de inflación, se le echaba la culpa a cualquier cosa (“hay colas en Venezuela porque la gente tiene más dinero para comprar”, “señora, no acapare” decía un anuncio en la TV venezolana acusando a las madres que compraban lo que encontraban) … y repetir a lo bestia. El Banco Central de Venezuela, organismo dependiente del gobierno, redobló su impresión de dinero, y aumenta la masa monetaria casi un 200% al mes porque los gurús dicen que la inflación no existe y que la soberanía monetaria es lo que salvará a la economía mientras se expropian todos los medios de producción. Pobreza y miseria.

Cuando ese pueblo no quiere los billetes ni para envolver el bocadillo, le echa la culpa a los especuladores

Lo malo es que todo esto ha ocurrido en decenas de ocasiones.Argentina, Zimbabue, Albania, Hungría , Yugoslavia, Alemania, México, Brasil, Taiwán… Siempre viene alguno que piensa que la solución a los desequilibrios es imprimir dinero “para el pueblo”. Luego, cuando ese pueblo no quiere los billetes ni para envolver el bocadillo, le echa la culpa a los especuladores. ¿Quién hay más especulador que el gobierno que se autoconcede la posición endiosada de pensar que el dinero va a valer lo que ellos quieran? No es una casualidad que los nazis intentaran hundir la economía británica imprimiendo millones de libras falsas.

El destrozo ya lo conocemos.

Solo espero que Lilian y su bella familia puedan comprar medicinas libremente sin tener que acumular cajas de billetes. Solo deseo para Venezuela que disfrute de lo mismo que disfrutan los comunistas totalitarios que se ríen de las desgracias del pueblo venezolano desde la comodidad de su sillón en España, y cobrando en monedas de reserva global.

La única guerra económica que existe en Venezuela es la del chavismo contra su pueblo.

Lo peor es que, como ha ocurrido desde la Revolución Francesa hasta hoy, siempre saldrá alguno que le venda a usted que hundir la moneda y destrozar la economía imprimiendo papelitos es “social”. Les dirán que “esta vez es diferente”. Y no, no lo será.

España crece, pero debemos evitar volver a errores del pasado

El crecimiento de la economía española en el segundo trimestre se ha confirmado en un 0,9%, mostrando un 3,1% anualizado. Esto llevará al gobierno, a Bruselas y a gran parte de los organismos internacionales a revisar al alza sus previsiones sobre la economía española. Esto es una muy buena noticia, porque siempre es mejor superar las previsiones que dar explicaciones. Y los datos de España son muy positivos, especialmente comparados con sus socios comunitarios. Un crecimiento esperado del 2% por parte del consenso, aunque el BCE lo mantiene en 1,9% y los últimos datos de índices manufactureros y sector exterior muestran algo de riesgo para Francia, Italia e incluso Alemania. Por eso, un crecimiento del 3,1% esperado por el Banco de España, que puede revisarse al alza, merece resaltarse.

Es muy habitual leer que el crecimiento de España viene por factores externos. Sin embargo, es fácil de desmontar que sean solo factores externos.

1) “El petróleo barato”. En los seis primeros meses del año, las importaciones de petróleo fueron de 31,8 millones de toneladas, un aumento del 3,8% con respecto al mismo periodo de 2016. El menor precio del crudo en dólares apoya, pero la fortaleza del euro lo diluye a casi cero. Y tenemos que incluir todos los productos energéticos, gas y otros. Las importaciones han subido a 20.615,3 millones de euros, un aumento de casi 52%, impactado por el aumento del precio del gas natural a principios de año con la ola de frío. Recordemos que ya crecíamos más que la media de la UE con el petróleo a $113 por barril y, si fuese el crudo barato la panacea de nuestra economía, Italia o Francia -que tienen una sensibilidad similar y mayor, respectivamente, al precio del barril- crecerían espectacularmente. En cualquier caso, es importante prestar atención al ahorro por menores costes energéticos para mejorar en eficiencia. Hay que vigilar el riesgo de aumentar la dependencia energética, pero solo si la mayor independencia es más competitiva, si no es un tiro en el pie.

2) “Tirando de deuda” No podemos olvidar el riesgo de aumento de deuda pública, pero tampoco que España, sumando familias y empresas, no está más endeudada. Mientras la deuda pública se mantiene en el nivel del 100% del PIB, España ha reducido su déficit anual más de un 45% desde 2011. Y en términos de deuda total, España está reduciendo sus desequilibrios a pasos firmes. Empresas y familias muestran una reducción de deuda que compensa el menor ajuste del sector público. Las necesidades de financiación neta se han reducido de manera drástica, como explicábamos aquí.

3) “El programa del BCE”. No olvidemos que entre 2009 y 2011 el BCE bajó tipos de 4,25% al 2% y luego al 1%, y en esos años compró más de 44.300 de bonos del Estado. A pesar de ello, la economía no mejoraba y se destruían 3,5 millones de empleos a pesar de que se echaba la culpa de la crisis al enemigo exterior, “los mercados” y todas esas excusas. A pesar de ello, la prima de riesgo se disparaba por los enormes desequilibrios acumulados. Si usted cree que comprar bonos crea empleo, es como pensar que va a llover si todos bailamos en círculo.

Pero no olvidemos que todos esos efectos, que por supuesto ayudan, aunque no sean ni de lejos “la causa de todo”. Deben darnos la oportunidad para fortalecer la economía y que la recuperación se convierta en crecimiento sostenido.

Es importante resaltar los cambios en la composición del crecimiento para conseguir dos objetivos: mejorar nuestra economía y no caer en los errores del pasado.

No caer en los errores del pasado. Cuidado con las cuatro palabras más peligrosas de la economía “estimular la demanda interna”, que supondría volver a los elefantes blancos y los gastos inútiles para crear una supuesta demanda que luego solo se convierte en deuda, paro y más impuestos.

El consumo privado se espera que crezca un 2,7% en 2017, y la demanda interna ya supone el mayor componente del crecimiento. No hace falta estimularla, aparece cuando se deja de destruir empleo y se permite respirar a las empresas y familias.

El crecimiento de la inversión se ha moderado en el segundo trimestre, sin embargo se estima un crecimiento para 2017 superior al 3,5%, que superaría al 3,1% de 2016, y que es perfectamente acorde con una economía que todavía sufre del exceso de capacidad creado “estimulando la demanda interna” en los años de “hay margen”.

La aportación del sector exterior sigue siendo clave. Las exportaciones del segundo trimestre se han moderado por el efecto base de un primer trimestre espectacular, y se espera que, a nivel anual, las exportaciones aumenten un 4%, con las importaciones manteniendo un crecimiento del 4,5%. Gracias a ello, España podrá mantener la contención del déficit comercial, que –no debemos olvidarlo- llegó a ser de un 10% del PIB cuando íbamos de negar la crisis y hacer “estímulos”.

El gran reto de la economía española continúa siendo la productividad, que crece muy modestamente (como en el resto del mundo), y que estemos preparados para cuando suban los tipos y se acabe el peligroso programa de recompras del BCE. Esa burbuja no es una a la que nos debamos subir, porque cuando pinche –y lo hará- pillará a muchos más endeudados y con menos opciones. Es importante, por lo tanto, recordar que España ya tuvo una prima de riesgo muy baja sin estímulos y jamás olvidar que se disparaba también con ellos. Por eso es tan importante que el objetivo de reducción de deuda se cumpla. No solo “reducir el déficit”, que es aumentar la deuda de manera más lenta, sino bajar la carga estatal. Para ello debemos facilitar que la inversión crezca más que un 3,5%-4%, que se creen más empresas y las que hay, crezcan. Eso no se consigue con falsos estímulos de gasto, que solo dejan desequilibrios, sino permitiendo que aprovechemos el potencial del país, que no necesita estimularlo, ya existe, y que sigamos avanzando en el crecimiento del sector exterior.

Los datos del PIB son positivos. Recordemos que el consenso no consideraba ni siquiera un 2,5% de crecimiento para 2017 hace doce meses. Pero no son datos para acomodarse y pensar que todo está hecho y que podemos volver a los errores de 2007, sino para recordar que nunca deberíamos haber llegado a esos desequilibrios.

Los estímulos se vuelven contra el BCE

¿Puede el Tribunal Constitucional alemán acabar con el estímulo de Draghi? Esta semana hemos leído que dicho tribunal emitía una resolución que criticaba el programa de recompras, cuestionando su legalidad, pero refería el caso a la justicia europea para que se pronuncie, antes de dictar sentencia. Según sus apreciaciones, dicho estímulo monetario podría ser ilegal e ir contra el mandato del banco central.

Es cierto que es un caso que lleva cierto tiempo en los medios y que salta ahora tras la decisión de referir el caso a la corte europea, pero no debemos olvidar los hechos.

El Banco Central Europeo (BCE) ya acumula más del 10% de la deuda total de los principales países de la Eurozona. El Banco de España tiene más de 235.000 millones en bonos por el programa del BCE.

Los estados de la eurozona dicen que se han “ahorrado” más de un billón de euros en intereses por la política de represión financiera (bajar tipos y aumentar masivamente la liquidez) del BCE. Solo tiene un problema.

Ese “ahorro” se lo han gastado, y los países deficitarios serían incapaces hoy de asumir una modestísima, aunque urgente y necesaria, subida de tipos. Ese “ahorro” ha sido a costa de los ahorradores, que han visto sus planes de pensiones y fondos de inversión de bajo riesgo generar cada vez menos rentabilidad y, en más de un 70% de los casos de fondos de pensiones europeos, en agujeros patrimoniales, ante la acumulación de más de seis billones en bonos de tipos reales negativos.

El balance del BCE ya supera el 35% del PIB de la Eurozona y los principales bancos centrales acumulan casi un 20% de la deuda de sus países.

Todo esto dicen que no es ningún problema porque “no hay inflación”. El problema es que los tipos bajos y la alta liquidez perpetúan los desequilibrios, incentivan al sobreendeudamiento y, lo que es más importante, al incrementar la sobrecapacidad y la deuda, se desploma el crecimiento de la productividad y la velocidad del dinero, y la inflación ni está ni se le espera.

Pero la enorme inflación que genera en los activos financieros es un brutal riesgo. Los bonos soberanos con rentabilidad a mínimos históricos, las bolsas a múltiplos de burbuja, gasto desbocado “porque los tipos son bajos” … pero “no hay riesgo”. Con 1,7 billones de euros de exceso de liquidez en el BCE, cuando salte toda esta burbuja -porque la pregunta es cuándo, no si va a saltar-, los mismos que le dicen que no hay riesgo porque no hay inflación, le dirán que saltó por falta de regulación.

Y, además, la política de represión financiera no funciona. Ni inflación ni devaluación. Solo burbuja. Los consumidores europeos respiran aliviados, ni les hunden el coste de vida con la inflación, el impuesto de los pobres, ni les asaltan sus ahorros -90% en depósitos- devaluando para “empobrecer al vecino”.

El Banco Central Europeo muestra, vaya qué cosas, su preocupación por la fortaleza del euro («se expresó la preocupación por la posibilidad de que el tipo de cambio se dispare en el futuro”, minutas de la reunión del 19-20 julio). Sin embargo, desde que se lanzaron a intentar devaluar como locos, bajando el euro un 20% contra sus monedas, no es sorpresa que las exportaciones fuera de la eurozona de los 28 países del Euro se hayan estancado. El timo de que devaluando se exporta más.

Pero el BCE está preocupado porque sigue obsesionado por la planificación central y la idea de que se van a resolver los problemas creando inflación por decreto. Su objetivo a partir de ahora es devaluar a toda costa. Las apuestas a favor del euro se encontrarán con la apisonadora del banco central, caiga quien caiga. No por las exportaciones, ni por el crecimiento ni mucho menos por los ahorradores, sino por perpetuar los desequilibrios que, lejos de haberse solucionado, vuelven a presentarse en esta vieja Europa donde pretendemos suplir los problemas demográficos, tecnológicos y de productividad imprimiendo, es decir, diluyendo la leche con agua.

Probablemente, la decisión de la justicia europea sea que el programa es perfectamente legal. Y respiraremos aliviados porque el banco central podrá seguir aumentando la bola de riesgo con nuestro beneplácito y el aplauso de todo el consenso. Luego, cuando estalle, sacaremos el comodín de “los malvados mercados” y pediremos otros programa de estímulo.

¿Se ha acabado la crisis?

Esta semana hemos leído en varios medios de comunicación que Bruselas certificaba “el final de la crisis”. En un comunicado incómodamente triunfalista, se felicita de que Europa ha salido de la crisis y vuelto al crecimiento “gracias a la acción decisiva de la Unión Europea”

¿De verdad? ¿Gracias a “la acción decisiva” “la economía europea está de nuevo en forma”? Es cierto que en el comunicado dice que “todavía queda mucho por hacer para superar el legado de los años de crisis”, pero si algo podemos decir de la crisis europea es que la “decisiva” actuación de la Unión Europea no ha ayudado a salir de la crisis, sino que la ha perpetuado y adormecido.

La economía europea no está “en forma”. Según el Bank of International Settlement, y Merrill Lynch, Europa tiene hoy más empresas zombi que antes de la crisis, el 9% de las grandes empresas no financieras cotizadas se consideran muertos vivientes, es decir, que generan beneficios operativos que no cubren sus costes financieros, a pesar de los tipos a mínimos de la serie histórica y un estímulo monetario sin precedentes.

Y eso son las grandes empresas, donde los resultados empresariales del Eurostoxx siguen por debajo de 2008. Si vamos a las pymes, la Unión Europea tiene mayores ratios de quiebras y pérdidas que en 2008, pero la presión fiscal sobre las empresas ha aumentado.

De hecho, si algo se puede decir del tejido empresarial europeo es que ha sido devastado a impuestos. La Unión Europea ha seguido poniendo trabas a los sectores de alta productividad y sosteniendo a los mal llamados campeones nacionales y zombis, esa enorme cantidad de conglomerados de bajo valor añadido, alta deuda y pobres márgenes. Mientras Estados Unidos veía el despegue astronómico de los gigantes tecnológicos y los beneficios empresariales creciendo doble dígito, aquí les poníamos trabas, y hoy, en el Eurostoxx 100, tenemos la misma colección de dinosaurios que hace una década.

La banca europea, a finales de 2016, mantenía más de 1 billón de euros en préstamos de difícil cobro y esa cifra supone el 5,1% del total de préstamos comparado con un 1,5% en EEUU o Japón.  Europa ha ido de crisis financiera en crisis financiera y recientemente hemos tenido nuevos episodios en Italia, España y Portugal.

Esa Unión Europea, que en noviembre de 2008 se vanagloriaba de tener la banca más regulada y más solvente del mundo, ha demostrado ser un monstruo normativo e hiperregulado que no previene nada. Mientras en EEUU los bancos repagaban con intereses el rescate, dejando beneficios al Estado (de más de 15.000 millones de dólares), Europa sigue manteniendo una banca hipertrofiada, estatizada, cuyos activos pesan más del 300% del PIB de la Eurozona, con márgenes bajísimos y completamente subordinada a los poderes públicos mediante una regulación que penaliza el préstamo a empresas privadas con muchos más requisitos de capital y casi ninguno a la financiación pública.

¿Qué decir del empleo y del crecimiento? La Unión Europea “certifica” la salida de la crisis con un desempleo del 9,1%, todo manteniendo a toda costa las rigideces, y una tasa de más del doble que los países con mercados laborales flexibles y entornos empresariales dinámicos, como EEUU o Reino Unido.

¿Y esa acción decisiva qué ha dejado financieramente? Una deuda de casi el 90% del PIB y un crecimiento que, al 1,7% estimado, es casi la mitad del potencial. Muchos culpan a la austeridad.

¿Austeridad? El gran ganador de la crisis en Europa ha sido el sistema burocrático.

Con un gasto público que en media supera el 46% del PIB, casi la mitad de la riqueza anual de la UE, y un déficit anual de más del 1,7% en media, y deuda del 90%, hablar de austeridad es como comer diez kilos de bollos y llamarlo “dieta”.

La carga fiscal, en este periodo, se ha aumentado en toda la UE (con honrosas salvedades, como Irlanda) con una cuña fiscal sobre el trabajador medio del 45% y de las empresas del 40%.

Muchos les dirán que Estados Unidos llevó a cabo políticas de gasto público. Estados Unidos, en el pico de la crisis, gastaba un 43% del PIB (la UE, un 50%) y lo ha bajado al 34%, y eso con el 21% del presupuesto en 2009 dedicado a defensa, el tercer capítulo más voluminoso del presupuesto de EEUU que no ha bajado del 15%.

¿Falta de estímulos? Todo este “éxito” de “actividad decisiva” de la Unión Europea se ha “conseguido” con:

1) Un enorme estímulo en 2008 de “plan para el crecimiento y empleo”. Un estímulo del 1,5% del PIB para crear “millones de empleos en infraestructuras, obra civil, interconexiones y sectores estratégicos”. Llegaban los Reyes Magos del Superestado redentor. Se destruyeron 4,5 millones de empleos y casi se duplicó el déficit. Eso después de que, entre 2001 y 2008, la masa monetaria de la Eurozona se duplicara.

2) Dos enormes programas de recompra de bonos soberanos con Trichet como presidente del BCE, bajadas de tipos del 4,25% al 1% desde 2008. A Trichet algunos le acusan de “crear la crisis” por subir los tipos al 1,5% y “solo” comprar más de 115.000 millones de bonos.

3) Un megaestímulo adicional del BCE, además de los programas de liquidez TLTRO con Draghi que ha llevado a los bonos soberanos a los tipos más bajos de la historia y a comprar casi el 10% de la deuda total de los principales estados. Un estímulo tan excesivo y brutal que, a cierre de este artículo, la liquidez excesiva en el BCE es de 1,7 billones de euros (era de 125.000 millones cuando se lanzó el mal llamado plan de estímulos).

El problema de la Unión Europea nunca ha sido de falta de estímulos, sino de exceso de los mismos. La Unión Europea ha sido un plan de estímulo estatal encadenado tras otro, desde su creación. A medida que se multiplicaba el gasto y la inversión improductiva, la sobrecapacidad se mantenía a niveles del 20% (aún continúa) y los constantes errores de los planes estatales “para crecer” dejaban más impuestos y más escollos a los sectores productivos, y una carga adicional a los ciudadanos. Hasta que llegó la saturación, y estalló.

Echarle la culpa a EEUU y a Lehman, o a lo que quieran, es muy fácil, pero la pregunta es sencilla. Si el problema de la crisis era de los “tontos” de EEUU y la Unión Europea estaba más y mejor regulada que ninguno y más social y controlada que nadie, ¿por qué ha tardado más del doble en salir de la crisis y con menos empleo, menos crecimiento, menos beneficios, más impuestos y más deuda?

La respuesta es evidente. Porque esa “acción decisiva” ha sido decisiva solo para retrasar la salida de la crisis. Igual que las políticas intervencionistas retrasaron la salida de la gran depresión siete años, los enormes escollos burocráticos y fiscales, los incentivos perversos generados por la falacia de los “estabilizadores automáticos” (gastar más), y la falsa austeridad que solo ha sido moderada contención presupuestaria, han prolongado la crisis.

No, la Unión Europea no ha “salido de la crisis”. España tampoco. Hemos salido de la depresión con mucho esfuerzo y con reformas estructurales que nos han ayudado a reducir los desequilibrios, pero el riesgo de caer en los mismos errores que cometimos en 2008 es enorme.

Hay que reconocer algo en el informe de Bruselas. Salimos poco a poco de la crisis de manera más sana, aumentando superávit comercial, exportando y reduciendo desequilibrios. Eso es positivo. Y lo hemos hecho gracias a los ciudadanos y las empresas, a pesar de la “acción decisiva” de la maquinaria burocrática por autoperpetuarse y mantener los excesos a toda costa. Ahora toca devolverle a los ciudadanos y empresas el esfuerzo que han hecho, aumentando la renta disponible, dejando respirar a las pymes y autónomos, bajando impuestos.

Pero no olvidemos. Hubiera sido mucho peor si nos hubiéramos lanzado a la entelequia de gasto y déficit que proponen algunos. Hoy, como nos ocurrió con el “plan de crecimiento” de 2008, estaríamos hundidos.

No caigamos en triunfalismos. Estos resultados con semejante cantidad de estímulos y gasto no son para tirar cohetes. Crecer un 1,7% aumentando el balance del BCE hasta más del 35% del PIB de la eurozona y dejando sobrecapacidad y deuda es peligroso, porque no nos preparamos para la próxima crisis.

Hay mucho más que hacer. Empecemos por dejar de asfixiar al productivo para subvencionar al improductivo. Y la Unión Europea empezará a crecer más cerca de su potencial.