Los estímulos se vuelven contra el BCE

¿Puede el Tribunal Constitucional alemán acabar con el estímulo de Draghi? Esta semana hemos leído que dicho tribunal emitía una resolución que criticaba el programa de recompras, cuestionando su legalidad, pero refería el caso a la justicia europea para que se pronuncie, antes de dictar sentencia. Según sus apreciaciones, dicho estímulo monetario podría ser ilegal e ir contra el mandato del banco central.

Es cierto que es un caso que lleva cierto tiempo en los medios y que salta ahora tras la decisión de referir el caso a la corte europea, pero no debemos olvidar los hechos.

El Banco Central Europeo (BCE) ya acumula más del 10% de la deuda total de los principales países de la Eurozona. El Banco de España tiene más de 235.000 millones en bonos por el programa del BCE.

Los estados de la eurozona dicen que se han “ahorrado” más de un billón de euros en intereses por la política de represión financiera (bajar tipos y aumentar masivamente la liquidez) del BCE. Solo tiene un problema.

Ese “ahorro” se lo han gastado, y los países deficitarios serían incapaces hoy de asumir una modestísima, aunque urgente y necesaria, subida de tipos. Ese “ahorro” ha sido a costa de los ahorradores, que han visto sus planes de pensiones y fondos de inversión de bajo riesgo generar cada vez menos rentabilidad y, en más de un 70% de los casos de fondos de pensiones europeos, en agujeros patrimoniales, ante la acumulación de más de seis billones en bonos de tipos reales negativos.

El balance del BCE ya supera el 35% del PIB de la Eurozona y los principales bancos centrales acumulan casi un 20% de la deuda de sus países.

Todo esto dicen que no es ningún problema porque “no hay inflación”. El problema es que los tipos bajos y la alta liquidez perpetúan los desequilibrios, incentivan al sobreendeudamiento y, lo que es más importante, al incrementar la sobrecapacidad y la deuda, se desploma el crecimiento de la productividad y la velocidad del dinero, y la inflación ni está ni se le espera.

Pero la enorme inflación que genera en los activos financieros es un brutal riesgo. Los bonos soberanos con rentabilidad a mínimos históricos, las bolsas a múltiplos de burbuja, gasto desbocado “porque los tipos son bajos” … pero “no hay riesgo”. Con 1,7 billones de euros de exceso de liquidez en el BCE, cuando salte toda esta burbuja -porque la pregunta es cuándo, no si va a saltar-, los mismos que le dicen que no hay riesgo porque no hay inflación, le dirán que saltó por falta de regulación.

Y, además, la política de represión financiera no funciona. Ni inflación ni devaluación. Solo burbuja. Los consumidores europeos respiran aliviados, ni les hunden el coste de vida con la inflación, el impuesto de los pobres, ni les asaltan sus ahorros -90% en depósitos- devaluando para “empobrecer al vecino”.

El Banco Central Europeo muestra, vaya qué cosas, su preocupación por la fortaleza del euro («se expresó la preocupación por la posibilidad de que el tipo de cambio se dispare en el futuro”, minutas de la reunión del 19-20 julio). Sin embargo, desde que se lanzaron a intentar devaluar como locos, bajando el euro un 20% contra sus monedas, no es sorpresa que las exportaciones fuera de la eurozona de los 28 países del Euro se hayan estancado. El timo de que devaluando se exporta más.

Pero el BCE está preocupado porque sigue obsesionado por la planificación central y la idea de que se van a resolver los problemas creando inflación por decreto. Su objetivo a partir de ahora es devaluar a toda costa. Las apuestas a favor del euro se encontrarán con la apisonadora del banco central, caiga quien caiga. No por las exportaciones, ni por el crecimiento ni mucho menos por los ahorradores, sino por perpetuar los desequilibrios que, lejos de haberse solucionado, vuelven a presentarse en esta vieja Europa donde pretendemos suplir los problemas demográficos, tecnológicos y de productividad imprimiendo, es decir, diluyendo la leche con agua.

Probablemente, la decisión de la justicia europea sea que el programa es perfectamente legal. Y respiraremos aliviados porque el banco central podrá seguir aumentando la bola de riesgo con nuestro beneplácito y el aplauso de todo el consenso. Luego, cuando estalle, sacaremos el comodín de “los malvados mercados” y pediremos otros programa de estímulo.

¿Se ha acabado la crisis?

Esta semana hemos leído en varios medios de comunicación que Bruselas certificaba “el final de la crisis”. En un comunicado incómodamente triunfalista, se felicita de que Europa ha salido de la crisis y vuelto al crecimiento “gracias a la acción decisiva de la Unión Europea”

¿De verdad? ¿Gracias a “la acción decisiva” “la economía europea está de nuevo en forma”? Es cierto que en el comunicado dice que “todavía queda mucho por hacer para superar el legado de los años de crisis”, pero si algo podemos decir de la crisis europea es que la “decisiva” actuación de la Unión Europea no ha ayudado a salir de la crisis, sino que la ha perpetuado y adormecido.

La economía europea no está “en forma”. Según el Bank of International Settlement, y Merrill Lynch, Europa tiene hoy más empresas zombi que antes de la crisis, el 9% de las grandes empresas no financieras cotizadas se consideran muertos vivientes, es decir, que generan beneficios operativos que no cubren sus costes financieros, a pesar de los tipos a mínimos de la serie histórica y un estímulo monetario sin precedentes.

Y eso son las grandes empresas, donde los resultados empresariales del Eurostoxx siguen por debajo de 2008. Si vamos a las pymes, la Unión Europea tiene mayores ratios de quiebras y pérdidas que en 2008, pero la presión fiscal sobre las empresas ha aumentado.

De hecho, si algo se puede decir del tejido empresarial europeo es que ha sido devastado a impuestos. La Unión Europea ha seguido poniendo trabas a los sectores de alta productividad y sosteniendo a los mal llamados campeones nacionales y zombis, esa enorme cantidad de conglomerados de bajo valor añadido, alta deuda y pobres márgenes. Mientras Estados Unidos veía el despegue astronómico de los gigantes tecnológicos y los beneficios empresariales creciendo doble dígito, aquí les poníamos trabas, y hoy, en el Eurostoxx 100, tenemos la misma colección de dinosaurios que hace una década.

La banca europea, a finales de 2016, mantenía más de 1 billón de euros en préstamos de difícil cobro y esa cifra supone el 5,1% del total de préstamos comparado con un 1,5% en EEUU o Japón.  Europa ha ido de crisis financiera en crisis financiera y recientemente hemos tenido nuevos episodios en Italia, España y Portugal.

Esa Unión Europea, que en noviembre de 2008 se vanagloriaba de tener la banca más regulada y más solvente del mundo, ha demostrado ser un monstruo normativo e hiperregulado que no previene nada. Mientras en EEUU los bancos repagaban con intereses el rescate, dejando beneficios al Estado (de más de 15.000 millones de dólares), Europa sigue manteniendo una banca hipertrofiada, estatizada, cuyos activos pesan más del 300% del PIB de la Eurozona, con márgenes bajísimos y completamente subordinada a los poderes públicos mediante una regulación que penaliza el préstamo a empresas privadas con muchos más requisitos de capital y casi ninguno a la financiación pública.

¿Qué decir del empleo y del crecimiento? La Unión Europea “certifica” la salida de la crisis con un desempleo del 9,1%, todo manteniendo a toda costa las rigideces, y una tasa de más del doble que los países con mercados laborales flexibles y entornos empresariales dinámicos, como EEUU o Reino Unido.

¿Y esa acción decisiva qué ha dejado financieramente? Una deuda de casi el 90% del PIB y un crecimiento que, al 1,7% estimado, es casi la mitad del potencial. Muchos culpan a la austeridad.

¿Austeridad? El gran ganador de la crisis en Europa ha sido el sistema burocrático.

Con un gasto público que en media supera el 46% del PIB, casi la mitad de la riqueza anual de la UE, y un déficit anual de más del 1,7% en media, y deuda del 90%, hablar de austeridad es como comer diez kilos de bollos y llamarlo “dieta”.

La carga fiscal, en este periodo, se ha aumentado en toda la UE (con honrosas salvedades, como Irlanda) con una cuña fiscal sobre el trabajador medio del 45% y de las empresas del 40%.

Muchos les dirán que Estados Unidos llevó a cabo políticas de gasto público. Estados Unidos, en el pico de la crisis, gastaba un 43% del PIB (la UE, un 50%) y lo ha bajado al 34%, y eso con el 21% del presupuesto en 2009 dedicado a defensa, el tercer capítulo más voluminoso del presupuesto de EEUU que no ha bajado del 15%.

¿Falta de estímulos? Todo este “éxito” de “actividad decisiva” de la Unión Europea se ha “conseguido” con:

1) Un enorme estímulo en 2008 de “plan para el crecimiento y empleo”. Un estímulo del 1,5% del PIB para crear “millones de empleos en infraestructuras, obra civil, interconexiones y sectores estratégicos”. Llegaban los Reyes Magos del Superestado redentor. Se destruyeron 4,5 millones de empleos y casi se duplicó el déficit. Eso después de que, entre 2001 y 2008, la masa monetaria de la Eurozona se duplicara.

2) Dos enormes programas de recompra de bonos soberanos con Trichet como presidente del BCE, bajadas de tipos del 4,25% al 1% desde 2008. A Trichet algunos le acusan de “crear la crisis” por subir los tipos al 1,5% y “solo” comprar más de 115.000 millones de bonos.

3) Un megaestímulo adicional del BCE, además de los programas de liquidez TLTRO con Draghi que ha llevado a los bonos soberanos a los tipos más bajos de la historia y a comprar casi el 10% de la deuda total de los principales estados. Un estímulo tan excesivo y brutal que, a cierre de este artículo, la liquidez excesiva en el BCE es de 1,7 billones de euros (era de 125.000 millones cuando se lanzó el mal llamado plan de estímulos).

El problema de la Unión Europea nunca ha sido de falta de estímulos, sino de exceso de los mismos. La Unión Europea ha sido un plan de estímulo estatal encadenado tras otro, desde su creación. A medida que se multiplicaba el gasto y la inversión improductiva, la sobrecapacidad se mantenía a niveles del 20% (aún continúa) y los constantes errores de los planes estatales “para crecer” dejaban más impuestos y más escollos a los sectores productivos, y una carga adicional a los ciudadanos. Hasta que llegó la saturación, y estalló.

Echarle la culpa a EEUU y a Lehman, o a lo que quieran, es muy fácil, pero la pregunta es sencilla. Si el problema de la crisis era de los “tontos” de EEUU y la Unión Europea estaba más y mejor regulada que ninguno y más social y controlada que nadie, ¿por qué ha tardado más del doble en salir de la crisis y con menos empleo, menos crecimiento, menos beneficios, más impuestos y más deuda?

La respuesta es evidente. Porque esa “acción decisiva” ha sido decisiva solo para retrasar la salida de la crisis. Igual que las políticas intervencionistas retrasaron la salida de la gran depresión siete años, los enormes escollos burocráticos y fiscales, los incentivos perversos generados por la falacia de los “estabilizadores automáticos” (gastar más), y la falsa austeridad que solo ha sido moderada contención presupuestaria, han prolongado la crisis.

No, la Unión Europea no ha “salido de la crisis”. España tampoco. Hemos salido de la depresión con mucho esfuerzo y con reformas estructurales que nos han ayudado a reducir los desequilibrios, pero el riesgo de caer en los mismos errores que cometimos en 2008 es enorme.

Hay que reconocer algo en el informe de Bruselas. Salimos poco a poco de la crisis de manera más sana, aumentando superávit comercial, exportando y reduciendo desequilibrios. Eso es positivo. Y lo hemos hecho gracias a los ciudadanos y las empresas, a pesar de la “acción decisiva” de la maquinaria burocrática por autoperpetuarse y mantener los excesos a toda costa. Ahora toca devolverle a los ciudadanos y empresas el esfuerzo que han hecho, aumentando la renta disponible, dejando respirar a las pymes y autónomos, bajando impuestos.

Pero no olvidemos. Hubiera sido mucho peor si nos hubiéramos lanzado a la entelequia de gasto y déficit que proponen algunos. Hoy, como nos ocurrió con el “plan de crecimiento” de 2008, estaríamos hundidos.

No caigamos en triunfalismos. Estos resultados con semejante cantidad de estímulos y gasto no son para tirar cohetes. Crecer un 1,7% aumentando el balance del BCE hasta más del 35% del PIB de la eurozona y dejando sobrecapacidad y deuda es peligroso, porque no nos preparamos para la próxima crisis.

Hay mucho más que hacer. Empecemos por dejar de asfixiar al productivo para subvencionar al improductivo. Y la Unión Europea empezará a crecer más cerca de su potencial.

Asfixiados a impuestos

No para usted de escucharlo. “España tiene un problema de ingresos, no de gastos” y “la presión fiscal en España es más baja que en la UE”. Son argumentos incesantemente repetidos. El problema, dicen, es que recaudamos poco. Nadie parece parar, sentarse y pensar por qué. Muchos impuestos, pobre recaudación.

España es uno de los países de la OCDE con una mayor imposición al trabajo. Según el informe Taxing Wages de la OCDE, un trabajador en España tiene una presión fiscal sobre su salario total del 39,5%, comparado con el 36% de media de la OCDE. Casi cuatro de cada 10 euros de salario bruto de un trabajador medio español van a pagar los impuestos al trabajo. ¿Debemos agradecer que no sea tan alta como la de Bélgica o la de Francia? Es una manera de ver el vaso medio lleno o medio vacío.

En España siempre se habla de “la media de la Unión Europea” como si fuera sacrosanta a la hora de gastar o imponer tasas, nunca -eso no- en facilidad para crear empresas, apertura o libertad económica. Y es que esa “media” es fantástica, Francia y Bélgica la disparan, el resto dicen que está por debajo de la media, y sube la media de nuevo. Una media que solo ha conseguido que esas economías estén en estancamiento desde hace dos décadas y con tasas de paro que duplican a las economías líderes del mundo. Es el truco de la media de gasto o imposición creada por el que tiene como incentivo gastar y subir más los impuestos. Entre 2009 y 2013, esa presión fiscal sobre el salario aumentó en España más del doble que en la media de la OCDE.

Además, España es uno de los países con más impuestos a las empresas. Y eso pone barreras al crecimiento y al tamaño de las mismas. Usted leerá constantemente que las empresas pagan muy poco, pero es falso. Si atendemos solo al impuesto de sociedades, las grandes empresas tributan a un 19,8% sobre su base imponible y el resto de las empresas un 24,4%, cuatro y dos puntos más que en 2008, respectivamente. Las bases imponibles se han desplomado con la crisis y el impacto de las pérdidas en expansión internacional, y a pesar de ello, en 2017 el impuesto de sociedades será el segundo de mayor recaudación de la historia.Si miramos cifras de Bloomberg, veremos que las grandes empresas españolas tributan prácticamente lo mismo que las europeas.

Pero el truco de los intervencionistas está en no considerar todos los impuestos que sufre la actividad empresarial. Y ahí se explica mucho más. En un estudio excelente de Javier Santacruz para Civismo se demuestra la enorme carga fiscal que soporta una empresa.

Las conclusiones son reveladoras. Cuando añadimos impuestos a la actividad económica, inmuebles, aranceles, impuestos autonómicos, locales, especiales, indirectos, verdes, etc. resulta que la carga impositiva es brutal:En conjunto, las empresas en España pagan en función de su tamaño los siguientes porcentajes de tipos efectivos sobre el resultado bruto de explotación: Empresa pequeña, 41,67%, empresa mediana, 51%, y gran empresa 61,57%.Esos tipos efectivos son hasta dos puntos superiores en Andalucía, Aragón o Asturias.

Incluso si deducimos los costes laborales, hablamos de una carga fiscal total que se mueve entre el 30% para las empresas pequeñas y el 40% para las grandes.Este análisis incluye todos los impuestos y sirve para analizar el enorme coste impositivo de la actividad empresarial. Pero, incluso armonizado, y con una muestra creciente de países en términos comparables, PwC señala en su informe “Paying Taxes” que España, con un 49%, se sitúa casi 9 puntos porcentuales por encima del tipo efectivo medio europeo (UE y otros países de la región, con un 40,3%).Y aquí llega un grave problema que he comentado en muchas ocasiones, esta fiscalidad no favorece el crecimiento de las empresas ni la mejora de la inversión, ni el empleo, porque busca recaudar el máximo de lo que queda, no favorecer el aumento de las bases imponibles.

El informe de Civismo resalta que el salto de mediana empresa a grande “se traduce en 10 puntos más de presión fiscal sobre el beneficio de explotación, lo que actúa en detrimento del crecimiento de las compañías y, por tanto, de su capacidad de generar más riqueza y empleo. Algo especialmente preocupante en un país donde el 99,8% de las empresas son pequeñas y medianas”. Efectivamente, en mi libro “Acabemos con el Paro” (Deusto, 2015), mostraba que el desincentivo fiscal y burocrático al crecimiento de pyme a gran empresa es enorme. Lo llamo el “tsunami fiscal y burocrático”, que lleva a tantos miles de empresas a no tener ayuda a la hora de crecer. Muchas, queriendo hacerlo, ni pueden. Es como una enorme zancadilla impuesta desde los que siempre piensan que gastan poco y que usted gana mucho.

Ahora, con esos datos, no les extrañará a ustedes que la Presión Fiscal que mide Eurostat, que es una ratio recaudatoria (ingresos fiscales sobre PIB) sea muy baja. Porque la carga fiscal es muy alta y, a más impuestos, menos crecimiento, menos empleo y menos recaudación.

Se recauda menos precisamente porque se imponen escollos al crecimiento y a la mejora del tamaño y calidad de las empresas. Adicionalmente, el trabajador sufre el mismo desincentivo a medida que se imponen mayores cargas. Por supuesto, con ello, se ponen trabas a la contratación, a la inversión y a la reducción del paro. Y la culpa, según algunos, es del “capitalismo feroz”, cuando lo que vivimos es “Recaudacionismo Feroz”.

Nos seguirán machacando a impuestos diciendo que hay margen, que estamos “por debajo de la media”, esa que suben los más intervencionistas, y que recaudamos poco. Cuanto más confisco, menos recaudo, y además, la culpa es nuestra. Y no funcionará. Usted se preguntará que, si estos datos son evidentes, por qué los políticos no llevan a cabo una fiscalidad facilitadora y orientada al crecimiento. Porque el objetivo no es la prosperidad y el empleo, sino el control. Por ello siempre se ponen de acuerdo en aumentar la presión, sabiendo que, además, le echarán la culpa a usted cuando los ingresos no cubren sus gastos.