

Bitcoin, huyendo del confiscador
Este pasado viernes, Bitcoin, la moneda virtual, aunque yo prefiero llamarlo “reserva virtual”, superó los 1.900 dólares y en una sola semana su capitalización se disparó en 4.000 millones de dólares, llevándolo a máximos históricos. Sobre el fenómeno hemos hablado en esta columna en diferentes ocasiones, y creo que merece la pena analizar las razones por las que sigue creciendo.
Los bancos centrales del mundo están aumentando masa monetaria de manera descontrolada e injustificada. Como hemos comentado en varias ocasiones, más de 200.000 millones de dólares mensuales de recompras en la mayor transferencia de riqueza de los ahorradores hacia los gobiernos. Mientras el ahorrador ve sus depósitos desaparecer con tipos reales negativos y devaluaciones, mientras los bancos centrales buscan a toda costa empobrecer al vecino vía devaluaciones para beneficiar a Estados deficitarios, la represión financiera sigue generando respuestas de los ciudadanos, que buscan salvaguardar sus ahorros del monstruo confiscador de la devaluación.
El principal factor que ha llevado a Bitcoin a subir de manera vertiginosa es esa represión financiera. A principios de año, la demanda de Bitcoin por parte de China se disparó casi un 80% ante los controles de capitales y el miedo -más que fundado- de los ciudadanos a que el Estado intente cubrir los enormes desequilibrios de la economía china con devaluaciones y controles de capitales más agresivos de los ya impuestos. Al fin y al cabo, no se les escapa ni a los economistas más burbujeros y a los depredadores de lo ajeno que China podría mitigar sus enormes problemas de deuda y burbuja financiera asaltando a una población que tiene uno de los ahorros familiares más altos del mundo (48% de ahorro bruto con respecto al PIB, sólo superado por Kuwait y Bermuda). Se confisca ese ahorro vía control de capitales y devaluaciones agresivas, y a correr. Y, como es normal, los ciudadanos se intentan defender.
No sólo China. El trading de Bitcoin de Japón y Corea del Sur se disparaba un 48,6% ante la posibilidad legal de que los comercios empezasen a usar Bitcoin. Con el Banco de Japón “imprimiendo” 70.000 millones de dólares mensuales, Bitcoin se presenta como una alternativa a la represión financiera y como una reserva de valor, ya que la oferta del mismo no se puede decidir unilateralmente por un gobierno o su banco central.
Otro factor importante es que esa “start-up de moneda” que comentábamos hace tres años (lean) ha empezado a ser utilizada de manera generalizada para el comercio. Al dejar de ser un activo financiero únicamente para empezar a utilizarse de manera más amplia para intercambiar bienes y servicios, pierde su condición de “cosa rara incomprensible” que algunos querían darle, para convertirse en una alternativa real monetaria.
Pero no debemos ignorar los riesgos. De momento, los países no consideran a Bitcoin una amenaza, pero si se pone en riesgo de manera relevante su avaricia impresora y devaluadora, no lo duden, se acudirá a la represión legal para intentar pararlo. Aunque no será fácil.
Yo prefiero ver a Bitcoin desde una perspectiva más moderada. A medida que se implemente, con otras cybermonedas, se volverá a la cordura en los bancos centrales.
No olvidemos que los bancos centrales pueden permitirse esta orgía de política monetaria sólo -y no lo olviden los burbujeros– si mantienen la confianza del mercado secundario defendiendo su papel como moneda de reserva. Cuando la confianza y el status como moneda de reserva se pierde, bienvenidos a Venezuela.
Es por ello que estoy convencido de que Bitcoin va a servir como un freno a la expansión monetaria desbocada que llevamos viviendo nueve años con la excusa de que “no hay inflación”, creando disparatadas burbujas en bonos y activos de riesgo y poniendo las bases de la siguiente crisis. Bitcoin puede ser un revulsivo que fuerce a que vuelvan a la cordura los bancos centrales que saben que deben mantener sus divisas como reserva de valor.
De momento, los que predecían un desplome del Bitcoin como una especie de timo electrónico se han equivocado. Yo, que no he invertido en Bitcoin nunca, pero lo veo como una alternativa urgente y necesaria al descontrol de las políticas monetarias mal llamadas keynesianas, cuando son simplemente demenciales, espero que siga creciendo y que, con ello, sirva de freno a las veleidades de los que siempre acuden a meter la “mano virtual” en el bolsillo de los ahorradores -a través de devaluaciones y bajadas de tipos- para solucionar sus errores.
Una parte de la mejor cura a los que piensan que devaluando y con tipos negativos se soluciona el mundo, que es una falacia evidente, es un Bitcoin fuerte.
La OPEP pierde el tiempo
La reunión de la OPEP ha vuelto a ser un fracaso. La decisión de recortar producción se anunció hace meses como un gran triunfo al incluir a países de fuera de la organización. Y fue un error. El resultado, varios meses después del mayor recorte de producción de la historia, no pudo ser más lejano a lo que la organización de productores esperaba. Los inventarios de petróleo en la OCDE aumentaban hasta llegar a máximos de cinco años, EEUU registraba también niveles récord de almacenamiento de crudo y todo ello a pesar de que la demanda de petróleo aumentaba adecuadamente, creciendo más de un millón de barriles al día en términos anualizados. Sin embargo, el precio del petróleo se ha mantenido muy lejos de los niveles que deseaba la organización y, en especial, sus miembros más derrochadores en el pasado, Venezuela en particular.
¿Por qué?
La OPEP ha subestimado la reacción de las nuevas tecnologías y los productores independientes.
El recorte de la OPEP ha sido el mayor regalo al fracking en mucho tiempo. EEUU alcanzaba un crecimiento de producción que sorprendía a los más optimistas y el país se acercaba más a la independencia energética. Que EEUU importe cada vez menos crudo y almacene más, ya que el almacenamiento está en máximos, afecta al precio de varias maneras. Por un lado, los productores estadounidenses han hecho los deberes y han aumentado su eficiencia y reducido costes en más de un 40%, lo que les ha permitido ser competitivos a 45 dólares el barril. Esto hace que el precio del petróleo pierda fuerza ante la evidencia de que el mercado está mejor suministrado y de forma más diversificada. Pero tiene otro efecto muy importante. El “arma del petróleo” que mencionaba Chávez hace años se ha quedado sin pólvora. Al reducirse de manera drástica las necesidades estadounidenses de importación de crudo, la prima geopolítica que históricamente se le concedía al precio del petróleo por la dependencia de EEUU de países políticamente inestables desaparece.
La evidencia de los últimos años nos muestra que el éxito de la revolución energética estadounidense, llevada a cabo sin ningún apoyo de la Administración Obama, todo hay que decirlo, es doble. El sueño de la independencia energética del mayor consumidor de energía del mundo está cada vez más cerca, y la combinación de fracking, renovables, carbón y producción autóctona de crudo convencional y gas natural compitiendo ha sido un factor esencial de competitividad, crecimiento, empleo y, por supuesto, ha destruido el poder de manipular el precio del crudo de la OPEP.
El gran error
Con esta reunión, el cártel ha conseguido cierta volatilidad en el precio a corto plazo, pero su control sobre la cotización del barril a medio plazo es inexistente. Y, lo que es peor, si continúa con los recortes sólo conseguirá que la respuesta de las tecnologías alternativas y la sustitución se acelere. El gran error de la OPEP ha sido pensar que bajando el precio iban a desplazar a las tecnologías alternativas y el avance inexorable de la eficiencia, pero el movimiento suicida fue mostrar que no son lo que siempre habían sido: el suministrador más fiable, competitivo y seguro. Lanzándose a recortes innecesarios, enviaron un mensaje a sus clientes muy potente: merece la pena seguir avanzando a pasos agigantados con las tecnologías disruptivas.
Porque ninguno –repito, ninguno–, de los países de la OPEP está perdiendo dinero con los precios actuales. Los costes de producción y desarrollo de todos los miembros están varias decenas de dólares por debajo del precio de petróleo actual. Pero se habían acostumbrado a financiar subvenciones improductivas y gasto político, a derrochar la renta petrolera. Por eso, a pesar de tener los costes muy por debajo de los 20 dólares el barril de media, casi ningún país de la OPEP equilibra su presupuesto a estos precios. Entre los 20 dólares y los 100 dólares que desearían hay centenares de miles de millones de dólares en gasto político y subvenciones.
Y mira que lo siento, porque he tenido el honor de asistir a varias reuniones de la OPEP y valoro los principios que siempre han informado su política: defender un suministro y un precio adecuado para consumidores y productores, ser un suministrador fiable y seguro. Se lo mostramos hace años en el libro The Energy World Is Flat (Wiley), traducido en España como La Madre de Todas las Batallas (Deusto). La decisión de manipular el mercado sólo conseguirá que dicho mercado reaccione más rápidamente. Hoy, la OPEP se encuentra ante la alternativa del diablo. Si continúa limitando la producción, la respuesta de los operadores eficientes en distintas tecnologías se acelerará, y si recupera los niveles de producción anteriores a los recortes no va a conseguir financiar los excesos de gasto a los que se acostumbraron los países miembros.
La respuesta de la OPEP sólo puede ser una. Demostrar que son los operadores más eficientes y fiables, y que sus Estados dejen de gastar de manera irresponsable una renta petrolera que debería haberse utilizado para diversificar la economía e invertir en futuro y se dilapidó en elefantes blancos. Únicamente de esta manera conseguirán estos países, maravillosos y con grandes oportunidades, seguir siendo relevantes y, además, prósperos.
No lo duden, los precios del petróleo “bajos” son una bendición para los productores, aunque ellos no lo crean. Es el revulsivo que necesitan para despertar de la pesadilla del petroestado, que se duerme en los laureles de unos enormes ingresos inesperados y piensa que puede despilfarrarlos eternamente. Porque las tecnologías disruptivas están aquí para quedarse y sólo tienen un futuro: brillante.
Brasil, ¿un susto o una oportunidad para España?
Un nuevo episodio de crisis política ha hecho temblar a los activos de riesgo expuestos a Brasil. Se estaba dando una euforia a nivel inversión productiva y mercados ante la idea de que “lo peor” para Brasil había pasado -materias primas, devaluación, corrupción-, y las noticias de la semana han sido un shock, un jarro de agua fría. El índice Bovespa caía más de un 10% y suspendió su actividad, igual que el real, que se depreciaba más de 5% con respecto al dólar ante el riesgo de destitución del presidente Temer.
Hablemos de impacto para España.
La economía de Brasil parecía empezar a salir del agujero que comentamos aquí. Brasil ha sido el ejemplo más evidente del desastre de las políticas de demanda, lanzándose a enormes gastos y despilfarro bajo el subterfugio de “incentivar la demanda interna”, y dejando detrás deuda, sobrecapacidad y enormes desequilibrios. A ello había que añadir los casos de corrupciónque llevaron a una crisis política. Pero las cosas, aparentemente, empezaban a mejorar en su economía.
En marzo, el PMI manufacturero mostraba su mejor dato en dos años, mientras la confianza del consumidor y de las empresas registraba máximos de cinco años. El país empezaba a mejorar también en comercio exterior, publicando un superávit comercial de 7.100 millones de dólares en marzo.
Sin embargo, el mercado laboral seguía débil, y el desempleo sigue incluyendo el efecto dominó del pinchazo de la burbuja de infraestructuras. El país sigue en recesión, y su déficit y deuda crecen, a lo que debemos añadir que Moody’s alerta que la “ópticamente baja” deuda brasileña es muy superior, casi el 100% del PIB, si incluimos las empresas públicas. El FMI tuvo que reducir de manera drástica sus expectativas para la economía de Brasil solo hace unos meses.
Sin embargo, según estudios de la Casa de América y el Instituto de Empresa, las empresas españolas recuperaban la confianza en la región y el país. El 76 % de las empresas españolas preveía aumentar las inversiones en Latinoamérica en 2017, según una encuesta de 76 empresas presentes en la región, de las cuales el 70% esperaban aumentar inversiones en Brasil específicamente.
Sin embargo, cuando hablamos del riesgo Brasil para España se suele exagerar. El impacto para España es menor en cuanto a contribución del sector exterior de lo que pensamos. Ya en 2014 las exportaciones a Brasil cayeron un 13% y nuestro país importa una cifra muy similar exportaciones.
Una devaluación de la moneda local -el real- y caer en recesión no tienen un gran impacto sobre la contribución al PIB español del sector exterior. El ejemplo más evidente se ha dado en este periodo de crisis en Brasil, donde el impacto para España ha sido muy bajo, y no ha afectado ni al crecimiento ni ha generado dificultades desproporcionadas a las empresas españolas. Es verdad que el impacto de la devaluación y crisis en los resultados empresariales de las grandes multinacionales diversificadas ha sido importante, pero no devastador.
El impacto de la devaluación y crisis en los resultados empresariales de las grandes multinacionales diversificadas ha sido importante, pero no devastador
La inversión española en Brasil es muy relevante y debe ser analizada correctamente. Las inversiones españolas en Brasil alcanzaron un máximo en 2013 con 2.538 millones de dólares, y la Cámara de Comercio estima que las inversiones totales llevadas a cabo entre 2014 y 2017 alcanzarán los 18.000 millones de dólares. Debemos distinguir entre inversiones dolarizadas y no-cíclicas –en renovables, por ejemplo, con contratos a largo plazo y costes en moneda local, y en infraestructuras o sectores regulados- con las inversiones pro-cíclicas en moneda local.
Estas últimas son menos de un 30%, según estimaciones propias. Pero no debemos olvidar en telecomunicaciones, comercialización y consumo que la probabilidad de impago y riesgo de caída de ingresos son relevantes. De nuevo, atendiendo al ejemplo de la caída en la recesión, hemos podido comprobar que las empresas han soportado el efecto recesivo con fortaleza.
También debemos analizar esas inversiones desde el punto de vista de su financiación. Más del 90% de la inversión española en Brasil está hecha con financiación ajustada al riesgo moneda, es decir, que la deuda está en la moneda de los ingresos. De ahí que la morosidad de las entidades financieras españolas que han apostado por Brasil haya repuntado, pero siga siendo baja (cerca de un 5%).
Nuestro análisis, por supuesto, es económico, pero debemos incluir factores relevantes como la seguridad jurídica y el riesgo político, y eso hace que el coste de capital de las empresas se dispare, además del ya mencionado riesgo de devaluación y repunte de los impagos.
DEMASIADO PRONTO
Probablemente, el error de las empresas españolas con respecto a Brasil ha sido el de declarar el fin de los problemas demasiado pronto, y empezar a aumentar inversiones. O, por otro lado, la combinación de valoraciones, precio, un tipo de cambio euro-real fuerte, y bajo coste de deuda para las empresas europeas les ha llevado a tomar decisiones de inversión con una perspectiva a más largo plazo. Sea como sea, el impacto a corto plazo no puede ignorarse. Muchos ya cometieron el error de negar el riesgo de recesión durante los últimos años de la burbuja brutal de 2001 a 2012.
El error de las empresas españolas con respecto a Brasil ha sido el de declarar el fin de los problemas demasiado pronto, y empezar a aumentar inversiones
La economía brasileña tiene potencial, pero no podemos ignorar que dichas oportunidades han sido limitadas por la enorme sobrecapacidad creada durante los años de “incentivar la demanda interna”, las cuatro palabras más peligrosas de la economía.
Brasil no supone un peligro inminente. Las empresas están adecuadamente preparadas y nuestro comercio bilateral seguirá siendo muy equilibrado en cuanto a balanza de exportaciones e importaciones. Pero no caigamos en el error de redoblar la apuesta porque “lo peor ha pasado” y acudiendo al canto de sirena del “crecimiento”. Recuerden tres palabras: Exceso de capacidad.
Brasil tiene una oportunidad de oro de recuperar la confianza inversora y retornar al crecimiento, poniendo la transparencia, la seguridad jurídica y el respeto a las leyes internacionales como pilares fundamentales. Debe abandonar su tendencia a cubrir sus desequilibrios con enormes elefantes blancos -proyectos inútiles y caros de infraestructuras- y debe pasar de un modelo de euforia-depresión-euforia a un crecimiento más sostenido. ¿Fácil? No lo es.