La OPEP pierde el tiempo

La reunión de la OPEP ha vuelto a ser un fracaso. La decisión de recortar producción se anunció hace meses como un gran triunfo al incluir a países de fuera de la organización. Y fue un error. El resultado, varios meses después del mayor recorte de producción de la historia, no pudo ser más lejano a lo que la organización de productores esperaba. Los inventarios de petróleo en la OCDE aumentaban hasta llegar a máximos de cinco años, EEUU registraba también niveles récord de almacenamiento de crudo y todo ello a pesar de que la demanda de petróleo aumentaba adecuadamente, creciendo más de un millón de barriles al día en términos anualizados. Sin embargo, el precio del petróleo se ha mantenido muy lejos de los niveles que deseaba la organización y, en especial, sus miembros más derrochadores en el pasado, Venezuela en particular.

¿Por qué?

La OPEP ha subestimado la reacción de las nuevas tecnologías y los productores independientes.

El recorte de la OPEP ha sido el mayor regalo al fracking en mucho tiempo. EEUU alcanzaba un crecimiento de producción que sorprendía a los más optimistas y el país se acercaba más a la independencia energética. Que EEUU importe cada vez menos crudo y almacene más, ya que el almacenamiento está en máximos, afecta al precio de varias maneras. Por un lado, los productores estadounidenses han hecho los deberes y han aumentado su eficiencia y reducido costes en más de un 40%, lo que les ha permitido ser competitivos a 45 dólares el barril. Esto hace que el precio del petróleo pierda fuerza ante la evidencia de que el mercado está mejor suministrado y de forma más diversificada. Pero tiene otro efecto muy importante. El “arma del petróleo” que mencionaba Chávez hace años se ha quedado sin pólvora. Al reducirse de manera drástica las necesidades estadounidenses de importación de crudo, la prima geopolítica que históricamente se le concedía al precio del petróleo por la dependencia de EEUU de países políticamente inestables desaparece.

La evidencia de los últimos años nos muestra que el éxito de la revolución energética estadounidense, llevada a cabo sin ningún apoyo de la Administración Obama, todo hay que decirlo, es doble. El sueño de la independencia energética del mayor consumidor de energía del mundo está cada vez más cerca, y la combinación de fracking, renovables, carbón y producción autóctona de crudo convencional y gas natural compitiendo ha sido un factor esencial de competitividad, crecimiento, empleo y, por supuesto, ha destruido el poder de manipular el precio del crudo de la OPEP.

El gran error

Con esta reunión, el cártel ha conseguido cierta volatilidad en el precio a corto plazo, pero su control sobre la cotización del barril a medio plazo es inexistente. Y, lo que es peor, si continúa con los recortes sólo conseguirá que la respuesta de las tecnologías alternativas y la sustitución se acelere. El gran error de la OPEP ha sido pensar que bajando el precio iban a desplazar a las tecnologías alternativas y el avance inexorable de la eficiencia, pero el movimiento suicida fue mostrar que no son lo que siempre habían sido: el suministrador más fiable, competitivo y seguro. Lanzándose a recortes innecesarios, enviaron un mensaje a sus clientes muy potente: merece la pena seguir avanzando a pasos agigantados con las tecnologías disruptivas.

Porque ninguno –repito, ninguno–, de los países de la OPEP está perdiendo dinero con los precios actuales. Los costes de producción y desarrollo de todos los miembros están varias decenas de dólares por debajo del precio de petróleo actual. Pero se habían acostumbrado a financiar subvenciones improductivas y gasto político, a derrochar la renta petrolera. Por eso, a pesar de tener los costes muy por debajo de los 20 dólares el barril de media, casi ningún país de la OPEP equilibra su presupuesto a estos precios. Entre los 20 dólares y los 100 dólares que desearían hay centenares de miles de millones de dólares en gasto político y subvenciones.

Y mira que lo siento, porque he tenido el honor de asistir a varias reuniones de la OPEP y valoro los principios que siempre han informado su política: defender un suministro y un precio adecuado para consumidores y productores, ser un suministrador fiable y seguro. Se lo mostramos hace años en el libro The Energy World Is Flat (Wiley), traducido en España como La Madre de Todas las Batallas (Deusto). La decisión de manipular el mercado sólo conseguirá que dicho mercado reaccione más rápidamente. Hoy, la OPEP se encuentra ante la alternativa del diablo. Si continúa limitando la producción, la respuesta de los operadores eficientes en distintas tecnologías se acelerará, y si recupera los niveles de producción anteriores a los recortes no va a conseguir financiar los excesos de gasto a los que se acostumbraron los países miembros.

La respuesta de la OPEP sólo puede ser una. Demostrar que son los operadores más eficientes y fiables, y que sus Estados dejen de gastar de manera irresponsable una renta petrolera que debería haberse utilizado para diversificar la economía e invertir en futuro y se dilapidó en elefantes blancos. Únicamente de esta manera conseguirán estos países, maravillosos y con grandes oportunidades, seguir siendo relevantes y, además, prósperos.

No lo duden, los precios del petróleo “bajos” son una bendición para los productores, aunque ellos no lo crean. Es el revulsivo que necesitan para despertar de la pesadilla del petroestado, que se duerme en los laureles de unos enormes ingresos inesperados y piensa que puede despilfarrarlos eternamente. Porque las tecnologías disruptivas están aquí para quedarse y sólo tienen un futuro: brillante.

Brasil, ¿un susto o una oportunidad para España?

Un nuevo episodio de crisis política ha hecho temblar a los activos de riesgo expuestos a Brasil. Se estaba dando una euforia a nivel inversión productiva y mercados ante la idea de que “lo peor” para Brasil había pasado -materias primas, devaluación, corrupción-, y las noticias de la semana han sido un shock, un jarro de agua fría. El índice Bovespa caía más de un 10% y suspendió su actividad, igual que el real, que se depreciaba más de 5% con respecto al dólar ante el riesgo de destitución del presidente Temer.

Hablemos de impacto para España.

La economía de Brasil parecía empezar a salir del agujero que comentamos aquí. Brasil ha sido el ejemplo más evidente del desastre de las políticas de demanda, lanzándose a enormes gastos y despilfarro bajo el subterfugio de “incentivar la demanda interna”, y dejando detrás deuda, sobrecapacidad y enormes desequilibrios. A ello había que añadir los casos de corrupciónque llevaron a una crisis política. Pero las cosas, aparentemente, empezaban a mejorar en su economía.

En marzo, el PMI manufacturero mostraba su mejor dato en dos años, mientras la confianza del consumidor y de las empresas registraba máximos de cinco años. El país empezaba a mejorar también en comercio exterior, publicando un superávit comercial de 7.100 millones de dólares en marzo.

Sin embargo, el mercado laboral seguía débil, y el desempleo sigue incluyendo el efecto dominó del pinchazo de la burbuja de infraestructuras. El país sigue en recesión, y su déficit y deuda crecen, a lo que debemos añadir que Moody’s alerta que la “ópticamente baja” deuda brasileña es muy superior, casi el 100% del PIB, si incluimos las empresas públicas. El FMI tuvo que reducir de manera drástica sus expectativas para la economía de Brasil solo hace unos meses.

Sin embargo, según estudios de la Casa de América y el Instituto de Empresa, las empresas españolas recuperaban la confianza en la región y el país. El 76 % de las empresas españolas preveía aumentar las inversiones en Latinoamérica en 2017, según una encuesta de 76 empresas presentes en la región, de las cuales el 70% esperaban aumentar inversiones en Brasil específicamente.

Sin embargo, cuando hablamos del riesgo Brasil para España se suele exagerar. El impacto para España es menor en cuanto a contribución del sector exterior de lo que pensamos. Ya en 2014 las exportaciones a Brasil cayeron un 13% y nuestro país importa una cifra muy similar exportaciones.

Una devaluación de la moneda local -el real- y caer en recesión no tienen un gran impacto sobre la contribución al PIB español del sector exterior. El ejemplo más evidente se ha dado en este periodo de crisis en Brasil, donde el impacto para España ha sido muy bajo, y no ha afectado ni al crecimiento ni ha generado dificultades desproporcionadas a las empresas españolas. Es verdad que el impacto de la devaluación y crisis en los resultados empresariales de las grandes multinacionales diversificadas ha sido importante, pero no devastador.

 

El impacto de la devaluación y crisis en los resultados empresariales de las grandes multinacionales diversificadas ha sido importante, pero no devastador

 

La inversión española en Brasil es muy relevante y debe ser analizada correctamente. Las inversiones españolas en Brasil alcanzaron un máximo en 2013 con 2.538 millones de dólares, y la Cámara de Comercio estima que las inversiones totales llevadas a cabo entre 2014 y 2017 alcanzarán los 18.000 millones de dólares. Debemos distinguir entre inversiones dolarizadas y no-cíclicas –en renovables, por ejemplo, con contratos a largo plazo y costes en moneda local, y en infraestructuras o sectores regulados- con las inversiones pro-cíclicas en moneda local.

Estas últimas son menos de un 30%, según estimaciones propias. Pero no debemos olvidar en telecomunicaciones, comercialización y consumo que la probabilidad de impago y riesgo de caída de ingresos son relevantes. De nuevo, atendiendo al ejemplo de la caída en la recesión, hemos podido comprobar que las empresas han soportado el efecto recesivo con fortaleza.

También debemos analizar esas inversiones desde el punto de vista de su financiación. Más del 90% de la inversión española en Brasil está hecha con financiación ajustada al riesgo moneda, es decir, que la deuda está en la moneda de los ingresos. De ahí que la morosidad de las entidades financieras españolas que han apostado por Brasil haya repuntado, pero siga siendo baja (cerca de un 5%).

Nuestro análisis, por supuesto, es económico, pero debemos incluir factores relevantes como la seguridad jurídica y el riesgo político, y eso hace que el coste de capital de las empresas se dispare, además del ya mencionado riesgo de devaluación y repunte de los impagos.

DEMASIADO PRONTO

Probablemente, el error de las empresas españolas con respecto a Brasil ha sido el de declarar el fin de los problemas demasiado pronto, y empezar a aumentar inversiones. O, por otro lado, la combinación de valoraciones, precio, un tipo de cambio euro-real fuerte, y bajo coste de deuda para las empresas europeas les ha llevado a tomar decisiones de inversión con una perspectiva a más largo plazo. Sea como sea, el impacto a corto plazo no puede ignorarse. Muchos ya cometieron el error de negar el riesgo de recesión durante los últimos años de la burbuja brutal de 2001 a 2012.

 

El error de las empresas españolas con respecto a Brasil ha sido el de declarar el fin de los problemas demasiado pronto, y empezar a aumentar inversiones

 

La economía brasileña tiene potencial, pero no podemos ignorar que dichas oportunidades han sido limitadas por la enorme sobrecapacidad creada durante los años de “incentivar la demanda interna”, las cuatro palabras más peligrosas de la economía.

Brasil no supone un peligro inminente. Las empresas están adecuadamente preparadas y nuestro comercio bilateral seguirá siendo muy equilibrado en cuanto a balanza de exportaciones e importaciones. Pero no caigamos en el error de redoblar la apuesta porque “lo peor ha pasado” y acudiendo al canto de sirena del “crecimiento”. Recuerden tres palabras: Exceso de capacidad.

Brasil tiene una oportunidad de oro de recuperar la confianza inversora y retornar al crecimiento, poniendo la transparencia, la seguridad jurídica y el respeto a las leyes internacionales como pilares fundamentales. Debe abandonar su tendencia a cubrir sus desequilibrios con enormes elefantes blancos -proyectos inútiles y caros de infraestructuras- y debe pasar de un modelo de euforia-depresión-euforia a un crecimiento más sostenido. ¿Fácil? No lo es.

Otra quiebra solar

SunEdison, Sungevity, Suniva, Beamreach, Verengo Solar… y, ahora, otro gigante, Solarworld. El caso de Suniva es alucinante. Anunció su quiebra justo después de recibir millones en subvenciones.

Las quiebras en el sector solar ya superan en activos a todas las de empresas ineficientes carboneras y de fracking juntas. Lo interesante es que esta batería de quiebras, que acumula más de 120 cadáveres de grandes empresas en todo el mundo es autoinfligida.

No es por falta de crecimiento. Las instalaciones solares fotovoltaicas se dispararon un 50% en 2016, con instalaciones anuales creciendo en 76 GW. ¿Conocen la famosa maldición que dice “si corres te duele, si andas, te duele más y si te paras, te mueres”? Eso, queridos amigos, es lo que le pasa a gran parte del sector solar.

Un sector que saca pecho de lo mucho que han bajado los costes y lo competitivo que es, y que a la vez echa la culpa del dominó de quiebras… a los precios bajos. Una enorme caída generada por el exceso de capacidad -superior al 40% a pesar del crecimiento exponencial- y, con ello, la necesidad de los operadores de generar caja y vender a menor precio. La maldición del sector ha sido su propio crecimiento.

Muerte por capital circulante. Enormes planes de expansión y nueva capacidad para atender una demanda que ha crecido exponencialmente, pero ni de lejos al ritmo de la capacidad productiva. Dinero barato y jugosas subvenciones justificaban la patada hacia delante de un modelo de negocio que distaba mucho de ser un modelo energético, sino constructor-promotor. Endeudado, dependiente de subvenciones e incapaz de absorber sobrecapacidad y competir con sus propias bajadas de precios.

Con los costes cayendo, muchas empresas son inviables económicamente y si se revirtiera la caída de precios, también.Si subieran los precios de los paneles para acabar con la sangría de quiebras, el mantra de que la solar es competitiva con otras energías desaparecía en un minuto. Cualquiera de las empresas mencionadas en el primer párrafo hubiera necesitado aumentos de precios en sus productos cercanos al 50% solo para dejar de quemar caja, ni siquiera ganar dinero. Lo explicamos aquí, el que nace por burbuja, muere por burbujero.

Los eficientes sobrevivirán y se los merendarán. Como ha ocurrido toda la vida en el sector energético. No achaquemos a falta de compromiso medioambiental lo que es un evidente error de endeudamiento y de fraude escondiendo deuda fuera del balance y dando estimaciones optimistas para “inflar” la acción.

El problema es que en una parte importante del sector solar aún piensan que el problema es que no se les “apoya” lo suficiente o que se tiene que apartar por ley a otro y sostener su negocio por un bien superior mientras acaparan subvenciones.Y no funciona. La prueba de que no es un problema de apoyo ni de crecimiento, es que la lista de quiebras avanza tras reestructuraciones de deuda, ampliaciones de capital, reducciones de tipos de interés, masivas inyecciones de liquidez, y crecimientos espectaculares.

 

Si una empresa solar quiebra en un entorno de enormes subvenciones, crecimiento espectacular, bajos tipos de interés y alta liquidez no es que cometa errores, es que es una bomba a punto de estallar.

 

Por eso quebrarán más ante crecimientos mayores. Porque se perpetúa el modelo incorrecto de sobrecapacidad, alta deuda, dependencia de subvenciones e ineficiencia.Y eso no es atacar a la tecnología. Confundir tecnología y compromiso medioambiental con modelos de negocio endeudados e ineficientes es muy burbujero, pero es falaz.Mientras el eólico y parte del solar funciona con modelo energético industrial, en el subsector solar aún perdura en gran parte el modelo constructor-promotor, y eso no lo soluciona una cumbre del clima o 50GW más de instalaciones anuales.

Pongamos en valor a los eficientes, que los hay. Mientras el sector solar se lanzaba a negar la realidad y aguantar la respiración hasta que pasase la tormenta, lanzándose a la quiebra, otras han aprendido a gestionar un modelo realista, en parte gracias a fondos de capital riesgo y empresas externas que han comprado lo que quedaba del desastre creado por unos ingenieros que ignoraban el capital circulante y el nivel de endeudamiento.

La cordura empieza a implantarse con modelos energéticos industriales, que utilizan menos de la mitad de deuda y gestionan los inventarios como empresarios, no como burbujeros con síndrome de Diógenes. Pero el problema es el mismo, si los costes siguen bajando por competencia, las empresas ineficientes seguirán quebrando, y si suben, no serán competitivas. La alternativa del diablo.

Las tecnologías disruptivas no pueden basarse en modelos inflacionistas, porque su propio desarrollo ataca la inflación de precios -de la electricidad, de activos- y, por lo tanto, no se puede apalancar como si fuese un activo de rentabilidad garantizada creciente.

Una tecnología disruptiva solo puede triunfar si entiende su función. Abaratar costes y reducir la intensidad de utilización de su actividad (energía en este caso). Si se basa el sector en un modelo constructor-promotor endeudado, pierde su condición de innovación y competitividad para convertirse en un modelo rentista, precisamente lo que critican de las empresas incumbentes.

Hay vida en el sector solar, y mucha. Pero si mueren sus empresas, no será culpa de otros, sino de ellos mismos.