No se sube el Impuesto de Sociedades y hacerlo no reduciría el déficit

Se ha generado una enorme polémica con las declaraciones del ministro De Guindos sobre el impuesto de Sociedades. Ante una posible “multa cero” de Bruselas por incumplir el objetivo de déficit, se ha planteado un adelanto en el pago del Impuesto de Sociedades y posiblemente recuperar el fraccionamiento del mismo.

Conviene recordar que:

– Adelantar pagos no es subir impuestos

– Fraccionar no es subir impuestos.

Se trataría de recuperar una disposición aplicada en el 2013 y prorrogada en 2014 y 2015 por la cual las grandes empresas hacen pagos fraccionados calculados sobre su resultado contable, no sobre la base sujeta al impuesto. Es una forma de tributar por Sociedades típica en la Unión Europea y no significa subir impuestos.

Eso no hace que paguen más, sino que la recaudación sea más homogénea, y el tipo efectivo final no cambia. Piensen que mucha gente se ha llevado las manos a la cabeza porque los ingresos fiscales habían caído en el primer trimestre sin reparar en que el Impuesto de Sociedades arrojaba una cifra negativa (que se compensa a lo largo del año), por devoluciones y ajustes. Ese efecto, se homogeneiza fraccionando.

Y fraccionar y adelantar no es una subida, ni hunde a una pyme. Aplica sobre todo a las grandes empresas (el 100% del aumento de la recaudación por sociedades desde 2011) que están más que acostumbradas a hacer provisiones de gasto anual en sus resultados trimestrales y mensuales.

Bajar impuestos funciona

Bajar impuestos hizo que en 2015 se recaudase casi medio punto más que el crecimiento del PIB nominal. Eso reflejó la recaudación de IVA (+3,4%) y el conjunto de impuestos indirectos (+3,7%) que no muestra efectos de “devolución” o pagos a cuenta, como el IRPF y Sociedades.

Y es que si algo demostró 2015 fue el impacto positivo de la bajada de impuestos en Sociedades. La mayor cifra de recaudación por ese concepto desde 2008, y casi un 20% superior a 2014, a pesar de que los beneficios empresariales aún no han recuperado la cifra “limpia” de 2008. La falacia de que las grandes empresas no pagan impuestos está muy extendida en este país, pero no deja de ser un subterfugio para justificar el exceso de gasto (lean).

Ese aumento de recaudación vino de las grandes empresas (en las pymes aún no se ha recuperado la cifra de ingresos fiscales), superando la cifra de 2007, alrededor de 18.000 millones de euros. Se conseguía así casi el doble de los ingresos por este concepto tras la subida de 2012, llevada a cabo por el agujero de 30.000 millones de euros de déficit oculto, los 45.000 millones de facturas impagadas y los 63.000 millones que nos costó recapitalizar las cajas públicas cortesía de la “Champions League” de la economía. Si hay un gobierno que ha aprendido del error de subir impuestos en recesión de beneficios y balances, es el actual.

Y conviene recordar que, con Reino Unido bajando el impuesto de sociedades al 15%, Irlanda manteniéndolo al 12,5% y Portugal al 21%, subir dicha carga sería simplemente suicida. Como ya hemos comprobado en el pasado, no se reduce el déficit, no se recauda lo esperado y el impacto en la creación de empleo, la inversión empresarial y la actividad económica es negativo. El gobierno lo sabe. Porque subiendo todos los impuestos se consiguió un mísero aumento de recaudación de poco menos de 4.500 millones de euros y se retrasó la recuperación un año. Y el gobierno aprendió de ello.

El ajuste de 6.000 millones

Fíjense que en todo esto viene por un ajuste que Bruselas cifra en 6.000 millones de euros, que es menos que el presupuesto en administración paralela de la Junta de Andalucía para 2016, que es menos que la cifra de subvenciones anuales que entrega España, que es menor que la cifra de exceso de gasto por duplicidades en compras, y muy inferior a la enorme cantidad de gasto duplicado en las administraciones y los aun miles de empresas públicas deficitarias. Es hora de continuar con una reforma que ha ahorrado 30.000 millones de euros y el propio gobierno en funciones estima que puede generar una cifra adicional de ahorro.

Atacar el gasto político desde el FLA (Fondo de Liquidez Autonómica), forzando a que todo lo que no es gasto social deba revisarse cada mes. Y financiarse con caja excedentaria, si los ciudadanos lo aceptan.

El ejercicio de cinismo mostrado ayer por los partidos que han disparado el déficit en las Comunidades del “Cambio” subiendo impuestos y gastando más, es predecible. Pero indigna la irresponsabilidad de partidos serios que siguen defendiendo gastar más y subir impuestos usando subterfugios lingüísticos como “armonizar” (subir) , “reordenar” (subir), “imposición medioambiental” (subir) y “eliminar deducciones” (subir), y que se lanzan a criticar que el gobierno fraccione pagos y los adelante para mantener el gasto.

Exigir más gasto social y relajar el déficit y a la vez indignarse por aumentar el gasto social y relajar el déficit es, cuando menos, postureo.

Si el Partido Popular no enarbola sin fisuras la bandera de la rebaja de impuestos como cimiento esencial de su política, de la gestión de gobierno y motor de la recuperación, como el conservador británico y todos los que han salido de la crisis creciendo y creando empleo, caerá en el mismo error de 2012. Pensar que los que piden siempre más gasto y más impuestos se lo van a reconocer -lo llamarán austericidio y malvados recortes- y, peor aún, que se reduciría el déficit. España ha conseguido reducirlo un 43% con el esfuerzo de todos. Ahora es esencial y justo devolver a los ciudadanos ese esfuerzo, y que el ajuste llegue de esas administraciones que se han negado a reducir su gasto político.

Estoy convencido de que Luis de Guindos, Cristobal Montoro y todos los miembros del gobierno saben que la senda de la recuperación, el crecimiento, el empleo y la reducción del déficit no se va a acelerar poniendo palos a las ruedas de los sectores productivos para sostener otro Observatorio u otro comité.

Mientras en España nos mesamos los cabellos con el déficit pensando que subiendo impuestos lo reduciremos, una falacia más que demostrada porque siempre se gasta más de lo que se ingresa, en Irlanda, país rescatado y que sufrió una crisis tan grave como la nuestra, van camino de superávit y de reducir su deuda por segundo año. Atajando gasto superfluo, no acudiendo a los unicornios de que gastar más baja el déficit. Y con bajos impuestos, atrayendo empresas, capital y creando empleo.

Tenemos ante nosotros la oportunidad de seguir siendo un ejemplo de mejora y salida de la crisis. Miremos a Irlanda, no a Portugal. Bajar impuestos no es electoralista, es devolverle a ciudadanos y empresas el esfuerzo que las administraciones aún deben hacer.

El enfermo europeo ¿Por qué se sigue rescatando a la banca?

El 28 de junio de 2013, el Consejo Europeo aprobó a bombo y platillo la propuesta de directiva que fijaba los mecanismos de recapitalización de la banca ante episodios de insolvencia sobrevenida. El llamado “bail-in”, que se iba a implementar a lo largo de 2016 y 2018, forzaría a las entidades financieras a recapitalizarse con cargo a sus accionistas y bonistas, no contra el erario público. Un mecanismo que muchos reclamábamos desde hacía años.

Sin embargo, ante el inminente riesgo de la banca italiana, que acumula más de 200.000 millones de euros de préstamos de difícil cobro, vuelve a saltar el fantasma de los rescates públicos de la mano de, nada más y nada menos que de Mateo Renzi, el primer ministro italiano, y un firme defensor de evitar los mismos.

¿Por qué?

El problema de Europa es triple.

– Una economía hiperbancarizada. Los activos totales de la banca en Europa superan el 320% del PIB de la Eurozona. En el cénit de la crisis, en EEUU no llegaban al 80%.

– Una errónea política de dar la patada hacia delante vía tipos bajos y alta liquidez ha hecho que los préstamos de difícil cobro se acumulen ante la entelequia de que “en unos años todo se arregla” gracias al BCE. Los préstamos de difícil cobro en EEUU en el peor momento de la crisis no llegaban al 7% del total, en Italia la cifra es casi el triple, hoy. En la Eurozona los préstamos de difícil cobro (seamos serios, la mayoría son simplemente incobrables superan los 900.000 millones de euros) .

– Exigencia política de que “fluya el crédito”. A la banca europea se le ha diagnosticado el “saneamiento” erróneamente y mucho antes de tiempo por la obsesión de los Estados de que se lancen a prestar a toda velocidad, a pesar de que ni las condiciones económicas ni de riesgo aconsejaban aumentar el balance, porque la demanda de crédito solvente no aumentaba. Vía la mayor política de represión financiera de la historia de la Unión Europea, se ha debilitado, en vez que permitir que la banca se fortalezca. A pesar de enormes provisiones y ampliaciones de capital, el proceso de fortalecimiento de los balances bancarios ha sido mucho más lento de lo deseable.

Hasta que en Europa no se rompa este triángulo letal no se va a salir de la crisis. Pero ningún Estado quiere hacer una reforma financiera como la española porque pierde poder en el sistema financiero y quiere tener a su alrededor “sus bancos”. La viñeta inferior, cortesía de Signe Wilkinson, lo ilustra magistralmente.

 

Viñeta Signe Wilkinson

 

En definitiva, no es que Renzi haya sucumbido a los males del perverso capital, es que no hay manera matemática de cubrir el riesgo de una banca descapitalizada sólo a través de ampliaciones de capital y acudiendo a los bonistas. De hecho, se están rescatando a los depositantes, nos guste o no. Más de 600 entidades, muchas de ellas públicas, con enormes conexiones políticas con municipalidades y entes públicos, y que han ido perpetuando sus desequilibrios.

La negativa a hacer un ejercicio de transparencia como el que hizo España con la reforma financiera hoy pesa mucho en los bancos europeos.

Llevo diciéndolo desde hace años. A la banca europea se le exige soplar y sorber a la vez. Reforzar capital y a la vez prestar mucho más, seguir financiando estados deficitarios y a su vez regar de crédito a familias y pymes que, encima no lo demandan. Hay que sostener el PIB y en Europa siempre se acude al gasto para ello.

¡Que paguen los accionistas y bonistas! Perfecto, pero eso no cubre ni de lejos la enorme cantidad de préstamos incobrables. Y debemos saber que eso implicará quiebras y, con ellas, pérdidas de depósitos. Los 20 mayores bancos de la Eurozona tienen una capitalización bursátil total que no llega a un tercio del total de activos bancarios. Con tipos reales negativos y márgenes de intermediación en caída libre, aumentos de capital de un 20-25% y decenas de miles de millones en provisiones y desinversiones han ayudado a aumentar la ratio de capital de máxima calidad, pero no han “saneado” un sector debilitado e hipertrofiado.

Lo que es peor, es imposible que se sanee un sector bancario que ha hecho enormes esfuerzos, como explicamos aquí. Vean la diferencia entre un país, España, que ha hecho un esfuerzo vía reforma financiera, y otro, Italia, que se ha negado.

¡Si no prestan los bancos que preste la banca pública!

En Europa seguimos pensando que todo es un problema de más crédito y es erróneo. La banca pública genera todavía mayores desequilibrios (lean). De hecho, algunas de las entidades con peor situación de solvencia de Europa son públicas. El caso español fue evidente, el rescate tuvo que hacerse a las cajas públicas ineficientes, y la banca privada se recapitalizó vía mercado.

Pero no es un problema de propiedad, pública o privada, ni de regulación. Todos los papeles y normas que quieran no van a solventar un problema de modelo de crecimiento y un sector financiero que, lo gestione un politólogo o un parlamentario, se endeudará en más de 20 veces sus activos para prestar a sectores rentistas. Endeudado e intervenido… Y volverá a rescatarse con impuestos.

Hasta que no desatasquemos una Europa hiperbancarizada con una enorme simbiosis estado-sector financiero, la consecuencia será siempre la misma. Nos rasgaremos las vestiduras porque hay que rescatarla, y le echaremos la culpa a cualquier chivo expiatorio, mientras repetimos el error, multiplicado, exigiendo que se financie a sectores de baja productividad y estados deficitarios a tipos irrisorios… Y luego les decimos a los bancos que son culpables, primero de no prestar y luego de no gestionar el riesgo.

Hoy, tal vez, la banca suba en bolsa porque se va a rescatar a los italianos. Pero es un espejismo en un entorno de represión financiera, y hasta que no entendamos que el principal objetivo de los estados y el BCE debe ser desbancarizar de verdad, no de cara a la galería, la economía real y potenciar la financiación privada, identificada con los objetivos de pymes y empresas, iremos directos a la próxima crisis europea.

Multa o no multa… Hay que cortar el déficit

El 18 de noviembre de 2011, tras el Consejo de Ministros, Elena Salgado, ex vicepresidenta económica, insistió en que “España cumplirá con comodidad el objetivo de déficit” del 6% del PIB porque “hay margen suficiente para que no se produzca ninguna desviación”. Unos meses después, el déficit de España se cerraba con una desviación de más de 30.000 millones de euros.

En diciembre de 2015, el ministro de de Hacienda, Cristobal Montoro, aseguraba que España cumpliría con el objetivo de Bruselas. La desviación final fue mucho menor, de casi un punto, pero se generó. La de 2011 fue de más de tres. Una de las evidencias que muestran estos desvíos es lo rápido que se aumentan los gastos en España. Todo aumento de ingresos se consume, con creces.

En 2015 los ingresos fiscales aumentaron más que el PIB nominal gracias al crecimiento y las bajadas de impuestos, mostrando una fortaleza superior a otras economías de nuestro entorno. Los gastos se dispararon mucho más. España lleva, desde que decidimos que “había margen”, una expansión fiscal acumulada de más de 650.000 millones de euros en ocho años.

Con los ingresos extraordinarios de una burbuja inmobiliaria insostenible, el gasto público aumentó casi un 9% anual, un 49% en total, entre 2004 y 2009. Desde entonces se ha reducido menos de un 5%. Y que no les vengan con el subterfugio de que se gasta todo en Sanidad y Educación. España es el único caso entre las economías occidentales que multiplicó gasto, empleados y empresas “públicas” durante la recesión. Una auténtica administración paralela que consume, solo en Andalucía, 7.000 millones de euros del presupuesto. Diferenciemos gasto público de gasto político, y de ese nos sobra mucho.

Entre los dos periodos mencionados, 2011 y 2015, España ha conseguido reducir el déficit un 43%, y lo ha hecho a pesar de la decisión consciente de mantener el gasto público, sobre todo el social, que ha aumentado en 7.107 millones de euros desde 2011 a 2015, hasta los 187.211 millones. Además, lo ha hecho con un ajuste de la economía de casi 15 puntos del PIB entre déficit comercial y fiscal. No solo se han reducido importantes desequilibrios, sino que se ha hecho creciendo casi el doble que la media europea y creando 655.000 puestos de trabajo, bajando el paro a niveles de 2009. Pero no, no es suficiente. Y debemos seguir avanzando.

Esta semana la Comisión Europea ha analizado el incumplimiento del déficit de España, además de Portugal. La intención de Bruselas es que la sanción sea cero, como comentamos en esta columna y según confirmaron a EL ESPAÑOL fuentes europeas, además de las sugerencias de Dombrovskis y Moscovici durante su rueda de prensa («la multa puede ser igual a cero»).

Lo que está claro es que ponerle una multa a un país que ha reducido el déficit a la mitad y creando más empleo que la mayoría de países de la UE sería sorprendente e injusto. Pero reforzar los controles es esencial, sobre todo ante un escenario de pactos, cuando la mayoría de la oposición parlamentaria solo habla de gasto, déficit y subidas de impuestos. Por eso es curioso que economistas y partidos que “exigen” relajar el déficit y aumentar gastos hoy se rasguen las vestiduras porque se relaja el déficit y se aumentan gastos.

Pero el problema del incumplimiento del déficit, fuera de cuestiones partidistas, es mucho más relevante, como explicábamos en “el déficit y los chocolates del loro”. Es que no se ha interiorizado en nuestro país que más déficit no es nada bueno ni supone más empleo. Que el déficit es la constatación de un desequilibrio estructural y su acumulación -más deuda-, lo que mal llaman “relajar”, siempre acaba en enormes recortes.

¿Dónde están los errores que cometemos que nos llevan a incumplir los objetivos?

– Estimaciones de ingresos exageradas. La media de error de las administraciones españolas -y europeas- con respecto a los ingresos fiscales ha sido, según estudios de la Universidad de Lisboa y el BCE, constante y además el error aumenta en los dos años posteriores al estimado. El cuento del “palo de hockey” en economías abiertas y endeudadas. En el caso español, una media del 1% del PIB. Preocupa que la mayoría de los partidos fíen el cumplimiento del déficit a ingresos estimados por partidas que son, como mínimo, extras (por ejemplo, “fraude fiscal”).

-Los gastos casi siempre aumentan más que los ingresos. España, desde 1980, ha sido en casi todos los años, una economía deficitaria. Excepto en el breve periodo de la burbuja inmobiliaria, nuestra economía simplemente se “come” los ingresos fiscales, sea cuales sean, con la política de patada hacia delante. Por eso decir que hay que subir impuestos para reducir el déficit es falaz. Las administraciones públicas consumen cualquier mejora de ingresos con creces, y se ataca el crecimiento potencial y la actividad económica. No hay más que ver el ejemplo de las “Comunidades del cambio”, han aumentado impuestos e incumplido déficit mucho más que la media. Cuando estábamos fuera del euro hundíamos la economía a base de “devaluaciones competitivas” que ni reducían el paro -media de 17,5%- ni mejoraban el patrón de crecimiento. Echar la culpa a las autonomías es fácil, pero no nos engañemos, esos gastos se multiplicarían igual centralizados.

Ejecución presupuestaria. Si uno mira la ejecución presupuestaria de cada año hasta mediados de año, la cosa pinta bien…. Hasta que llega septiembre y se acercan las Navidades. Y se disparan, de manera literal, los gastos. A la carrera de “consumir presupuesto” se añade la de “si incumples, te tienen que rescatar”. Un Fondo de Liquidez Autonómica que ha funcionado como garantía de estabilidad también se ha utilizado por algunos como incentivo perverso para perpetuar el incumplimiento.

LA SOLUCIÓN, RESPONSABILIDAD CREDITICIA

Los que defienden aumentar los desequilibrios o, lo que es peor, reducir el déficit gastando más están poniendo en peligro el propio estado de bienestar que fingen defender. Si no hacemos los deberes ahora, cuando hay liquidez y tipos bajos, los recortes serán mucho más duros cuando esas condiciones no se den. “Relajar el déficit” solo nos lleva a acumular mayores problemas.

No gastar cantidades basadas en ingresos no recibidos aún. Hasta que no se recaude, no gastar. Presupuesto base cero y déficit cero, como en Alemania, con competencia fiscal. Una fiscalidad más cercana al ciudadano y que el gobierno autonómico o local tenga que responder de sus errores y sus subidas de impuestos ante sus votantes.

Unificación de centros de compra, reforma de la administración, que el propio ejecutivo estima puede ahorrar hasta 30.000 millones más. Y lucha contra el fraude fiscal realista, sabiendo que es una estimación, y no gastándose el dinero antes de recaudarlo. Si aflorando 15.600 millones hemos incumplido el déficit por un punto, no piensen que es la panacea de nada. Que nos lo gastamos antes de que aparezca. Es curioso que los mismos que dicen que un ajuste del gasto de 10.000 millones de euros sería letal para la economía no consideren que aumentar los impuestos en la misma cantidad sería devastador.

Tenemos un entorno excelente para tomar decisiones de calado. Crecemos un 2,8% anualizado, creamos empleo a tasas superiores al crecimiento del PIB nominal, se ha reducido el déficit comercial y la capacidad de financiación de la economía ha mejorado de manera sustancial. Pero no podemos ignorar los desequilibrios. Nuestra economía no va a salir del agujero deficitario usando a empresas y autónomos como cajeros que financien las ocurrencias políticas. Es la hora de medidas de oferta como las que ya se están implementando, y de reformas completas del sistema de gasto.

El impulso reformista debe recuperarse. Debemos poner todos el empeño, porque lo que no nos podemos permitir es enfrentarnos, silbando y mirando a otro lado, a un entorno global de ralentización, que se disparen los tipos y nos lancemos a otro shock de deuda. Pensar que la política monetaria va a cubrir los desequilibrios de la economía es un grave error y ya se ha demostrado que no funciona. Pensemos, de verdad, en España. No repitamos el 2008.