Más madera, estancamiento secular y empleo

El Banco Central de Japón se ha convertido en casi el mayor fondo especulativo del mundo. Acumula más del 55% de todos los fondos cotizados (ETFs) del país. Tras dieciséis años de política de tipos cero y quince de expansión monetaria (el primer QE se lanzó en 2001), la deuda se ha disparado al 240% del PIB, el consumo minorista cae y vuelven a la deflación, además de no crecer. Todo ello a pesar de contar con el “estímulo escondido” de los precios del crudo y gas bajos –Japón es una de las economía más beneficiadas por el petróleo barato-. El balance del Banco Central de Japón no ha parado de aumentar hasta ser ya casi el 65% del PIB del país.

Para los defensores del déficit y los que dicen que aumentar la deuda no importa “mientras el coste sea bajo”, Japón es un aviso a navegantes. Bill Gross comentaba esta semana que, a pesar de que un 70% de la deuda emitida está a tipos negativos, el país gasta más del 23% del presupuesto en intereses de la misma. Alguno dirá que “no se hizo suficiente”, pero el fracaso de Abenomics, el plan “más madera” lanzado hace poco más de tres años, ha sido estrepitoso y, como saben mis lectores, ese desastre no ha sido una sorpresa.

El aviso a navegantes es claro. Perpetuar los desequilibrios económicos y esconder los problemas estructurales bajo el manto de la política monetaria, solo lleva a agrandar el agujero. Ignorar el envejecimiento de la población, la productividad, cargar al contribuyente con cada vez mayores impuestos para sostener sectores improductivos, gasto y deuda pública crecientes solo lleva a crear una enorme burbuja, y cuando salte, las consecuencias serán impredecibles.

 

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Porque toda esta fe religiosa en que “hubiera sido peor” y “los bancos centrales deben hacer más” solo se sustenta en la esperanza, casi la idolatría, de que el gas de la risa monetario va a generar crecimiento e inflación “algún día”. Y ocurre lo contrario a lo que se pretende conseguir. En Japón, la inversión real productiva está a mínimos de ocho años y la acumulación de “caja” a máximos –ya casi el 50% del PIB-. La represión financiera no lleva a tomar más riesgo, sino menos.

EEUU Y CHINA TAMPOCO TIRAN

En EEUU, los datos de la semana nos muestran esa ralentización de las economías globales que hemos comentado en varias ocasiones. El PIB crecía al menor ritmo en dos años, y mostraba una caída de la inversión fija del 5,8% -y esta vez no pueden culpar al sector petrolero- y de un 2,6% de las exportaciones.

 

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China alcanzaba un récord de deuda, un total del 237% del PIB. Lo preocupante del dato no es solamente la magnitud en una economía cíclica, sino la constatación del inexistente “desapalancamiento” de la economía. En 2007 esa deuda era un 148% del PIB. El propio Financial Times alertaba de que el enorme desequilibrio llevaría o a una “crisis de crédito” –credit crunch- a la europea o a un estancamiento prolongado a la japonesa, siempre entendiendo las diferencias demográficas. Las recetas de “mitigar” el impacto de un enorme desequilibrio como el acumulado son precisamente las que pueden hacer que China sufra un prolongado proceso de frenada. Prestemos atención a esta desaceleración global, pero seamos también conscientes de que las probabilidades de que se convierta en una recesión similar a la de 2008 son relativamente bajas.

LOS DATOS DE LA EPA

En España, la noticia de la semana fueron los datos de la Encuesta de Población Activa. Un empresario, en Santander, me comentó que “en el entorno de incertidumbre actual es un milagro que el paro siga mejorando”. Y es cierto, muchos de nuestros políticos ignoran las señales de riesgo que llegan de fuera, se lanzan a paralizar o retrasar inversiones desde su púlpito y en la prensa solo se habla del derecho a gastar más aún, mientras el mundo habla del reto de crecer y atraer inversión. Somos los expertos redistribuidores de la nada.

La evolución del paro mantiene la tendencia positiva de los últimos tres años, pero se nota el impacto de estos meses de desacuerdos. La economía crece en el primer trimestre por encima de lo esperado, un 0,8%, y supone ya once trimestres consecutivos de avances, un crecimiento en tasa interanual del 3,4%. Claramente el ímpetu de la economía se mantiene aunque se modera la cifra interanual. Aun así, el paro aumenta en 11.900 personas, aunque no sería difícil que termináramos el año con una creación de empleo de 400.000 puestos. No olvidemos de dónde venimos.

Entre 2008 y 2013 la subida media del paro en el primer trimestre fue de 366.000 personas, y en 2011, un brutal aumento de 811.000 parados. Lo que es una pena es que, entre llamadas a derogarlo todo y a soluciones mágicas, se sigan poniendo escollos a la creación de empleo y, a pesar del crecimiento, quedemos por debajo de los 500-550.000 nuevos trabajos de potencial. España puede beneficiarse, como ocurrió en 2014 y 2015, de la situación global al atraer más inversión por su gran potencial y mayor confianza. No debemos entorpecerlo. Si seguimos pensando que las inversiones son para paralizarlas y las empresas para asfixiarlas, no bajará el paro. Pero seguro que crearán un “observatorio” para estudiarlo.

Vídeo: Charla en Foro Económico de El Diario Montañés (Santander)

Hay que acabar con el tsunami burocrático de las PYMES, tener claro que las subidas de impuestos son letales para la economía.

 

«Para reducir nuestro endeudamiento exterior, el alto desempleo y la bajísima transición que existe de pyme a gran empresa hay que hacer una revolución interna, que es abrir ventanas y puertas y mirar lo que están haciendo los líderes del mundo», ha dicho, con el fin de poner en marcha medidas concretas que eviten «el tsunami administrativo y burocrático» al que se enfrentan las pymes cuando llegan a un nivel de facturación.

«Hay que hacer mucho más por la formación en emprendimiento. De los 4,5 millones de parados, la mitad no tiene preparación suficiente». ¿Y qué hay que hacer? Lacalle propone «cambiar la mentalidad como hizo Reino Unido, Irlanda o Holanda para orientar la formación hacia el trabajo, para que los empresarios puedan reciclar a esas personas que han salido de sectores obsoletos en sectores de alta productividad, y para eso necesitamos darnos cuenta de dónde se está moviendo el mundo».

A la recesión por un sillón

Ayer recibimos la enésima “propuesta de mínimos” desde Compromis, que volvía a calcar el programa de soluciones mágicas e inviables de Podemos. La sorpresa llegó cuando el PSOE, un partido supuestamente serio con una historia de 22 años gobernando España, anunciaba que estaba de acuerdo con 27 de los 30 puntos.

Bueno, la sorpresa o la “no sorpresa”, porque se ha llegado a un punto en el que en nuestro país se dice una cosa y la contraria y se llama consenso. “Además, coincide con el acuerdo con Ciudadanos”, replicaba el portavoz del partido socialista. ¿En qué? Pues en nada, pero intentarlo vale un buen sillón y muchos puestos a repartir, luego “ya se verá”.

Pedir prestado más, y a la vez hacer impago. Una combinación letal que, a buen seguro, hará que todos los inversores se lancen a comprar nuestra deuda.

Ese documento de despropósitos con el que sorprendentemente están de acuerdo “al 90%” incluye, entre mensajes inconcretos y brindis al sol del tipo “reindustrializar”, los viejos dogmas del populismo nacional. Eliminar el compromiso con la reducción del déficit y a la vez reestructurar.

Pedir prestado más, y a la vez hacer impago. Una combinación letal que, a buen seguro hará que todos los inversores se lancen a comprar nuestra deuda. Tú préstame mucho más, que verás la risa cuando no te pague. Eso sí, que sea barato, no vayas a ser usurero. Pueden esperar sentados. “Reformar el art. 135 de la Constitución, priorizar el gasto social y reestructurar la deuda”.

Recordemos que el artículo 135 solamente refleja lo que ya es un compromiso del pacto de estabilidad. Pero además, el gasto social en España no solo se ha priorizado sino que no se ha reducido en estos años a pesar de la caída de ingresos tributarios por la crisis. Las cifras oficiales de gasto en sanidad, muestran que en 2015 se destinan casi 4.000 millones de euros más que antes de la crisis (61.238 millones en 2007, 64.130 millones en 2015).

El gasto en educación por alumno se ha mantenido y España sigue invirtiendo un 14% más que la media de la OCDE, con los últimos datos oficiales. De hecho, el gasto social total ha aumentado un 17% en los últimos cuatro años. El presupuesto para 2016 asume 249.166 millones de euros, más de 35.200 por encima de la cifra de 2011 y superior a la de 2007. Todo ello con un nivel de desempleo inferior al de 2010.

Ese gasto se ha priorizado a pesar de la caída de la recaudación por pinchazo de la burbuja inmobiliaria, el déficit estructural, y el hecho de que los beneficios de las empresas no aumentaron en el periodo. ¿Y cómo van a “priorizar” nuestros amigos el gasto social? Veamos su historial. Paralizando inversiones. En las ciudades “del cambio”, más de 6.000 millones de euros y 165.000 empleos potenciales menos.Aumentando impuestos a empresas y eliminando deducciones, para destruir aún más la inversión productiva. E incumpliendo el déficit.

Incrementando la rigidez derogando todas las reformas desde 2010 y aumentando la burocracia, para hacer aún más complicado que las empresas contraten y que se creen nuevos puestos de trabajo, en un país donde aún estamos por debajo de la media de nuestro entorno en facilidad de crear empresas y donde tenemos algunas de las cuotas sociales más altas de la OCDE.

Las propuestas con las que dicen que “coinciden en un 90%” incluyen, como no podía ser de otra manera, los viejos cuentos de la Renta Básica, aumentar gastos corrientes. Estamos hablando de un aumento de gasto mínimo de 25.000 millones de euros. ¿Y cómo van a financiar esos gastos? Con el cuento de subir los impuestos a “los ricos”. Lo explicaba aquí, la entelequia de “subir impuestos a las rentas altas” se convierte, como ha ocurrido allá donde gobiernan, desde Navarra a Valencia, desde Grecia a Portugal, en más impuestos para todos y encima, peores ingresos.

Porque la media de error en estimaciones de ingresos esperados ha sido del 50% históricamente. Como explican los propios inspectores de Hacienda “de unos estudios previos sin fundamento surgen propuestas inadecuadas e imposibles” (enero 2015)¿Aumentar gastos, saltarse –más- el objetivo de déficit y encima “reestructurar” –hacer impago? La entelequia de pensar que, dejando de pagar la deuda o reestructurando, vamos a poder gastar más y encima endeudarnos barato es uno de los unicornios más divertidos –si no fuera peligroso- de los inflacionistas del populismo nacional.

Por supuesto que existen casos de reestructuración de deuda. Lo que nunca se ha dado, porque es una soberana estupidez, es una reestructuración acompañada de más gasto y más déficit, que es más deuda.

La evidencia es clara. Nunca se ha dado esa combinación. Reestructuración implica, siempre, enormes recortes. Lo explicaba aquí. Según el estudio de 275 casos de impago, las consecuencias son un impacto negativo en el crecimiento del país de un 0,6% a un 1,2% mínimo, un desplome del crédito concedido del 40% de media al perder la confianza internacional, y la quiebra generalizada de pymes porque se seca el crédito.

Lo que nunca se ha dado, porque es una soberana estupidez, es una reestructuración acompañada de más gasto y más déficit, que es más deuda. La evidencia es clara. Nunca se ha dado esa combinación
La pérdida de acceso a los mercados internacionales es inmediata y no solamente del Estado, sino las empresas, que encuentran costes más caros, plazos más cortos… si hallan financiación. Y el que piense que esto no pasa porque “el Banco Central Europeo apoya”, que se dé un paseo por Atenas. Sin embargo, esta colección de propuestas de ‘terror-gore’, que han criticado –con todo detalle- economistas de todo tipo de sensibilidades desde que Podemos lanzó su batería de programas de Economía-Ficción, ahora encuentra coincidencia en un 90% en un partido serio… Por un sillón.

Y es que cuanto más nos acercamos a horas cruciales, más evidente es que muchos parecen encantados de recuperar las fórmulas que nos llevaron al borde de la quiebra con el subterfugio de la inexistente “austeridad” que no ha sido más que moderación presupuestaria. El problema es que, con esta batería constante de exigencias de “mínimos” desde la nada, porque exigir gastar lo que no hay es nada, se mueve casi todo el arco parlamentario hacia propuestas cada día más alucinantes, y que nos llevarán de nuevo a un shock de deuda.

Hacen falta nuevas elecciones. Muchos ciudadanos votaron con unas ideas de moderación, de líneas rojas y compromisos que han sido demolidos durante el proceso de jugar a las sillas musicales. No haber alcanzado pactos sobre propuestas inaceptables, lejos de ser un fracaso, es un éxito de la democracia. El votante ya está bien informado sobre donde y a qué políticas va a ir su voto. Nadie podrá decir que no estaban avisados.

Porque los mismos que fingen defender el estado de bienestar desde la irresponsabilidad presupuestaria son los que lo hundirán con propuestas mágicas inviables.
Porque los mismos que fingen defender el estado de bienestar desde la irresponsabilidad presupuestaria son los que lo hundirán con propuestas mágicas inviables. Lo triste es que una parte de los ciudadanos crean que no se puede estar peor y que la razón por la que esas medidas siempre han fracasado en el pasado es porque no las han aplicado ellos. Lo que buscan no es la prosperidad, sino el estancamiento, para erigirse en “benefactores” de las migajas. Siempre lo digo. El objetivo del populismo no es reducir la pobreza, sino beneficiarse de gestionar el asistencialismo.

 

Publicado en El Español, 27 de abril de 2016.