El pasado 18 de abril impartí una conferencia en Pamplona, con los amigos de Civismo.
Estuvimos charlando sobre cómo el intervencionismo lleva a los países a la ruina, poniendo palos a las ruedas del crecimiento y no dejando a las naciones crecer.
El pasado 18 de abril impartí una conferencia en Pamplona, con los amigos de Civismo.
Estuvimos charlando sobre cómo el intervencionismo lleva a los países a la ruina, poniendo palos a las ruedas del crecimiento y no dejando a las naciones crecer.
Las previsiones de crecimiento, déficit y desempleo presentadas ayer por el ministro De Guindos suponen un ejercicio de responsabilidad que merece valorarse. Muy pocos gobiernos hacen revisiones a la baja tan cerca de un escenario electoral. Todos recordamos el déficit oculto de 30.000 millones de euros y los 45.000 millones de facturas escondidas de 2011 y la negación de los mismos hasta el último minuto. Pero también debemos alertar sobre los riesgos y mostrar que la solución es muy evidente.
Lo que nos debería indignar como ciudadanos y contribuyentes es que unos y otros se lancen dardos políticos mientras nuestro país ve las inversiones estancadas.
Nadie parece dar ninguna importancia al hecho de que la inversión directa lleve estancada desde que empezó la incertidumbre política. A nadie parece sorprenderle que los gobiernos del “cambio” hayan paralizado más de 6.000 millones de euros en inversiones que crearían más de 160.000 puestos de trabajo. Eso sí, sin atraer un solo euro de capital para reemplazarlas. Recuerdo que un político dijo recientemente “no queremos ser Las Vegas”. Tal vez ignoraba que dicha ciudad tiene un desempleo inferior al 6% y un salario medio de $45.000 anuales, pero es que nosotros sí que sabemos.
La Comisión Europea resaltaba en su informe sobre España 2016 la importancia de la recuperación de la inversión privada como motor de la economía española. En 2015, España se situó como uno de los diez países con mayor recepción de inversión extranjera directa a nivel mundial, siendo uno de los primeros países de la zona Euro y el cuarto de la OCDE. No solo mostraba un crecimiento evidente superior al de la media de la UE sino que el principal factor ha sido la inversión en bienes de equipo.
Se calcula que un punto porcentual de aumento del PIB de la tasa de inversión aumenta el crecimiento potencial de la economía de 0,35 puntos porcentuales del PIB. Y atacar la inversión es atacar el empleo y el estado del bienestar.
Por lo tanto, deberíamos estar indignados como ciudadanos al ver que a lo largo de nuestra geografía se entorpece y se rechaza la inversión. Por supuesto, el argumento es el “modelo productivo” pero si algo nos ha demostrado el dirigismo público a la hora de invertir es que no genera ni de lejos los mismos impactos positivos. En el historial de más de 44 países se demuestra que el efecto multiplicador es muy pobre en economías abiertas, y puede ser hasta negativo en las altamente endeudadas. Como la española.
La tasa de inversión bruta de las empresas no financieras había crecido desde 2011 hasta situarse a niveles similares a los que teníamos previos a la burbuja inmobiliaria, y sin acudir a un enorme aumento de la construcción. Sin embargo, las estimaciones de consenso y de los organismos internacionales ya alertan sobre el impacto de la incertidumbre con expectativas de que esa inversión caiga a niveles de 2012 tras años de crecimiento sostenido. La confianza es esencial. Y se tarda mucho en recuperar y muy poco en perder.
Es aún más indignante que lo que nos planteen como solución sean más gastos corrientes, más déficit y más impuestos.
Las constantes llamadas a revertir todas las reformas y acudir a los mismos errores del pasado no ayudan. Si no ponemos como centro de la política económica la atracción de capital, la inversión y la creación de empresas y de empleo, no solo continuaremos incumpliendo los objetivos de déficit, sino que erosionamos el crecimiento potencial y, con ello, la posibilidad de reducir el paro.
Es una buena noticia que España estime reducir sus necesidades netas de financiación a 40.000 millones de euros. Hemos mejorado la capacidad de financiación en más de un 40% y la labor del Tesoro en un periodo de tipos bajos y alta liquidez ha sido excepcional. El problema es que el ahorro nos lo hemos gastado, y más, y el desequilibrio se ha generado fundamentalmente por gastos corrientes innecesarios en muchas administraciones. No podemos desaprovechar los periodos de crecimiento aumentando los desequilibrios.
España puede crear muchos más de 900.000 puestos de trabajo en los próximos dos años y reducir el déficit por debajo del 3% . Hemos reducido dicho déficit a la mitad y cercenado el desajuste comercial, en lo que han sido más de 14 puntos del PIB de desequilibrio exterior y fiscal, y lo hemos hecho creando empleo por encima de la media histórica de correlación con el PIB.
Como no vamos a crear empleo, crecer de acuerdo a nuestro potencial y reducir el déficit es aumentando el gasto burocrático, los impuestos y entorpeciendo la inversión.
Lo más peligroso de las nuevas estimaciones del Gobierno no es la ralentización, que se soluciona como lo hemos hecho, exportando más y mejor a pesar de que nuestros principales socios comerciales estaban en estancamiento o recesión, atrayendo capital y creciendo a nuestro ritmo potencial. No, lo que realmente me preocupa de esas nuevas estimaciones es la facilidad con las que las incumpliremos acudiendo a las mismas políticas erróneas del pasado, y, cuando entremos de nuevo en riesgo de recesión, no de desaceleración, lo rápidamente que le echaremos la culpa a Merkel o al BCE después de ya ocho años con más de 600.000 millones de expansión fiscal.
“Todos queremos hacer políticas sociales”, decía un partido al pedir más déficit. La mejor política social es crear empleo, no repartir las migajas de lo que queda de entorpecer y ahuyentar la inversión.
Publicado en El Español, 20 de abril de 2016.
La reunión de los productores de petróleo en Doha para intentar acordar congelar la producción ha generado en los últimos días muchos titulares y se ha quedado en nada. Y es que no tiene ningún sentido exigir a los productores de menor coste y más flexibles que reduzcan la producción para que suba el precio y “ayude” a los ineficientes y de alto coste. Y no tenía ninguna lógica congelar la producción porque generaría un efecto irrelevante en el precio y más consecuencias negativas que positivas.
Yo he tenido el honor de asistir a varias reuniones de la OPEP y se ha demostrado desde hace más de una década que, cumbre tras cumbre, se cumplen tres predicciones:
1. Los productores se saltan las cuotas fijadas.
2. La capacidad de influir en el precio del petróleo es menor cada vez.
3. Cuanto más agresivos son los mensajes de los “halcones”, más rápido se desarrolla la tecnología y reduce la dependencia.
Hace unos meses los principales productores y Rusia acordaron “congelar” la producción. Como viene siendo habitual, no solo acudieron a esa cita con la producción de la OPEP y Rusia a máximos, sino que, desde entonces, Irak, Irán y la propia Rusia han aumentado. La propia IEA dudaba de la efectividad de la reunión en Qatar, y la negativa -lógica- de Irán a la hora de recortar o congelar producción hace inútil cualquier acuerdo. Irán, por sí solo, puede suplir la reducción de producción de EEUU y cubrir la cuota de mercado perdida. En estas semanas, la principal fuente de ajuste del mercado no ha sido la decisión de un cártel, sino los cortes temporales por accidentes o mantenimiento no planeado en países como Nigeria. Y aun así se mantiene una capacidad excedentaria de más de 2,5 millones de barriles al día.
En EEUU la producción sí se ha reducido en unos 500.000 barriles al día, pero el que esperaba un desplome brutal no lo ha conseguido. EEUU sigue produciendo 9 millones de barriles al día -más del doble que en septiembre de 2005 y por encima de los niveles de 1985-. Las quiebras de pequeños productores ineficientes sobreendeudados no han afectado al corazón de la industria como hubiera deseado alguno. Las cincuenta compañías que han tenido que declararse en quiebra suponen menos del 1% de la producción de EEUU, según Reuters. Muchos olvidan que quebrar no significa cerrar ni desaparecer. Varias empresas que han hecho impago o reestructurado su deuda -más de 25.000 millones de ampliaciones de capital y equity swaps- se han recuperado posteriormente, con hasta un 30% de aumento de producción.
Pero es que el problema del mercado de petróleo, como ocurrió antes con el carbón, no es el suministro, que es amplio, diversificado y abundante. Es la demanda marginal, la que mueve los precios al alza o a la baja. La inexorable caída del petróleo como rey del transporte está en marcha y es cuestión de tiempo.
El coche eléctrico o de gas natural, de hidrógeno, el avión solar, los combustibles sintéticos, y la eficiencia van erosionando los cimientos del castillo del Rey Petróleo.
En el libro La Madre de Todas las Batallas (Deusto), ya explicábamos como el “arma del petróleo” ha ido perdiendo fuerza y efectividad desde el principio del siglo XXI. El arma de la eficiencia arrasa con el poder del cártel y acaba de un plumazo con las previsiones de los agoreros que llevan 40 años anunciando el fin del petróleo.
La eficiencia, según la IEA, resta hasta un millón de barriles al día de demanda potencial cada año. La eficiencia energética ha ahorrado al mundo 57 billones de dólares en los últimos 25 años. La intensidad energética de los países de la OCDE ha estado cayendo cada año, y hoy, para crear una unidad de PIB en las principales economías se usa un 40% de energía primaria menos que hace diez años. El consumo energético de la OCDE es en 2014 tan bajo como lo fue en 2000, mientras que el PIB ha aumentado en $8,5 billones, un 26%. Incluso la cifra China impresiona, pues lleva cayendo a la mitad desde los años 80.
El problema del mercado de petróleo es estructural, le guste o no a los miembros de la OPEP y Rusia. Cuando tuve esa discusión en Viena y Oslo con motivo de la publicación de “The Energy World Is Flat” (la versión inglesa de La Madre de Todas las Batallas, con Diego Parrilla) la reacción general era de rechazo. Hoy pocos dudan de que veremos muchos años de precios bajos, pase lo que pase en las decisiones de los petroestados.
Congelar la producción no sirve para nada cuando hay 2,5 millones de barriles al día de capacidad excedentaria.
Un acuerdo entre productores sin Irán es como una reunión de los Stones sin Keith Richards.
Cuanto más se ataque a los principios de la OPEP de demostrar que son los productores más flexibles, eficientes y baratos, más rápida y negativa será la respuesta de los clientes a la hora de reforzar la seguridad de suministro vía alternativas.
Un ajuste de producción no solo iba a ser incumplido por un grupo heterogéneo que no cuenta con mecanismos de garantizar que se cumplan. Es que aceleraría aún más un proceso de sustitución que no ha parado porque bajaran los precios del crudo-.
No, la industria del petróleo no va a desaparecer. Pero debe adaptarse a lo que fue durante 120 años, un sector que no precisaba de precios crecientes, que se adapta vía costes, y no se lamenta de que pinche la burbuja. Un sector que devolvía a sus accionistas la diferencia entre el precio “normal” y el registrado en una subida, en vez de gastárselo en crear imperio.
Las empresas y estados que esperan que suban los precios para justificar sus adquisiciones erróneas, gastos inútiles y subvenciones desproporcionadas, van a seguir sufriendo. Porque el problema ya era evidente cuando no generaban caja libre a $113 el barril. Era y es un error de mala asignación de capital por acostumbrarse a precios de burbuja, no de cuotas.
Publicado en El Español, 18 de abril de 2016.
Decía mi buen amigo Jim Rickards que el gran error del periodo post 2008 es que hemos pasado de crear burbujas a crear unicornios. Una burbuja, aunque sea fugazmente, es algo tangible, existe antes de pinchar. Un unicornio es algo que no existe. Y estamos rodeados de mensajes de fe en los unicornios.
EL FMI Y LA RECESIÓN DE BENEFICIOS
La ralentización global es ya evidente en lo que algunos ya llaman “recesión de beneficios”. No sólo hemos visto esta semana una revisión de las estimaciones de crecimiento global del Fondo Monetario Internacional (como comentamos en detalle aquí) sino que Capital Economics y varios analistas alertan de la sorprendente –y diplomática- expectativa de aumento del PIB chino e indio.
Los bancos chinos aumentaron el crédito en más de 189.000 millones de dólares en marzo, una cifra que duplica la de febrero. El agresivo aumento de deuda de China para generar menos crecimiento muestra que, lejos de atacar los desequilibrios, el incentivo perverso es perpetuarlos. Con un endeudamiento total que ya supera el 230% del PIB, China necesita casi cuatro veces más deuda para generar una unidad de PIB que hace ocho años, según Morgan Stanley.
Pero ¿qué es una recesión de beneficios? Es la constante bajada de expectativas de resultados empresariales a pesar de lo que consideraríamos un “entorno benigno” -bajos tipos, alta liquidez-. En Europa, las estimaciones de beneficio por acción de las grandes empresas para el primer trimestre de 2016 han caído un 12% desde finales de enero.
Incluso si excluimos los sectores ligados a las materias primas, la bajada ha sido del 10%. Según Bloomberg, las expectativas de beneficios empresariales de los principales índices –EEUU, Europa y Japón- no solo se han reducido, sino que muestran decrecimiento en varios sectores bandera. Mientras tanto, la caída de producción industrial de Japón, -5,2%, nos muestra de nuevo que el gas de la risa monetario no imprime crecimiento.
Es importante entender una recesión de beneficios porque es aún más grave que una recesión de balances, que se soluciona desinvirtiendo y reduciendo gasto innecesario. Cuando esperamos unicornios, dos de ellos, los aumentos de ingresos fiscales y el crecimiento de los salarios reales, dependen de manera directa de esta variable. Adicionalmente, Standard & Poor´s estima que la inversión global caerá un 10% en 2015-2016.
La recuperación más pobre de la historia ha durado ya casi 70 meses y en Estados Unidos, tras el mayor estímulo monetario y fiscal desde su creación, el agujero de financiación de las pensiones públicas ya supera en tres veces al PIB de España ($3,4 billones) y el fiscal no baja de $439.000 millones a pesar de aumentar los ingresos un 8%. Se estima que dicho déficit aumentará en 2016 a 544.000 millones.
La represión financiera y el estímulo eterno no están consiguiendo más que aumentar la deuda y generar un agujero que será muy difícil de tapar si no ponemos como pilar de las economías las políticas de oferta, recuperar la renta disponible y bajar impuestos, no subvencionar al ineficiente con los impuestos del que crea valor.
LOS PARAÍSOS PERDIDOS Y EL GRAN UNICORNIO
Y otra semana en la que salen a la luz todo tipo de noticias sobre paraísos fiscales. Recuerdo cuando la gran Lola Flores alentaba a cada español a poner una peseta para cubrir sus deudas con Hacienda. O cuando Rod Stewart hacía un “Atlantic Crossing” (cruzando el Atlántico) porque dejaba Reino Unido para vivir en EEUU (sí, por razones fiscales). De aquella época en la que se usaba a los personajes con proyección mediática como medida ejemplarizante, hemos pasado a la demonización de todo, legal o ilegal, confundiendo gestión fiscal con evasión y atacando a diestro y siniestro antes de analizar si las actividades son lícitas o no. Pues bien, esta semana hemos escuchado el gran unicornio. “Si no existieran los paraísos fiscales, no habría déficit”.
Gabriel Zucman, autor de The Hidden Wealth Of Nations, es uno de los mayores expertos en fraude y refugios fiscales. Estima que a nivel mundial –sí, mundial- se pierden aproximadamente $200.000 millones de ingresos impositivos al año, es decir, no se cubre ni el 50% de un año de déficit de EEUU, no digamos ya del déficit público global, que ha aumentado solo entre 2007 y 2014 en 25 billones (trillones americanos). Si se hubiera recaudado todo lo escondido estimado no cubriría ni un 2% del aumento de deuda pública global en el periodo.
¿Significa eso que hay que ignorarlo? No. Lo dije y lo repito. Hay que actuar con contundencia contra el fraude, pero no caer en el cuento de que debemos o podemos gastarnos hoy lo que nunca recaudaremos mañana. En España se han aumentado las bases imponibles en más de un 10% desde 2013, una buena noticia. Y, además de la recuperación, por la labor de los Inspectores. Los de verdad, que se dedican a trabajar, y no algunos que no lo son y van dando cifras de ciencia ficción de ingresos perdidos.
Hay otros datos positivos. La riqueza financiera neta de las familias españolas ya supera los 1.230.000 millones de euros en 2015, un aumento del 4,8%. La deuda de los hogares está ya a su nivel más bajo desde junio de 2006, 781.512 millones, una caída del 2,9% con respecto a 2014.
El ajuste llevado a cabo por las familias en un entorno de caída de salarios, aumento de impuestos y salida difícil de la crisis contrasta con el modestísimo ahorro de las administraciones públicas. Un ajuste ejemplar, y debería ser modelo para algunos políticos que siguen sin reconocer la importancia de la responsabilidad presupuestaria y se atreven a hablar de “repartir el aumento del déficit” y “derecho a déficit”.
Contar con el unicornio de los ingresos perdidos estimados y gastarlos antes de aflorarlos es un agravio a todos los que luchan cada día para poder pagar sus facturas.Pasarles a nuestros nietos la factura de nuestros observatorios, duplicidades y subvenciones improductivas no es un derecho, es un insulto.
Buen fin de semana.
Publicado en El Español, 16 de abril de 2016.