La falacia del «austericidio»

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Gráfico cortesía perpe.es

El cuento de la «austeridad», que no ha sido más que moderación presupuestaria.

Casi €685,000 millones en términos reales de gastos por encima de los ingresos acumulados en los últimos 8 años.

Entre 2004 y 2009 el gasto público en términos reales creció casi un 20%, y entre 2009 y 2015 se redujo apenas un 5,7%. «Austericidio»

España ha sido deficitaria todos los años -menos tres, los de la burbuja inmobiliaria- desde principios de los ’80.

Con la pérdida de los ingresos extraordinarios que generaba dicha burbuja (40.000 millones anuales), no solo no se ajustaron los gastos, sino que aumentaron. Desde 2007 el gasto público siempre ha estado muy por encima de los ingresos.

Vea el vídeo sobre la evolución del déficit (aquí).

¿Austericidio?

El gasto social en España no solo se ha priorizado sino que no se ha reducido en estos años a pesar de la caída de ingresos tributarios por la crisis. Las cifras oficiales de gasto en sanidad, muestran que en 2015 se destinan casi 4.000 millones de euros más que antes de la crisis (61.238 millones en 2007, 64.130 millones en 2015).

El gasto en educación por alumno se ha mantenido y España sigue invirtiendo un 14% más que la media de la OCDE, con los últimos datos oficiales.

Gasto anual en educación por alumno:

– España: 7.861€
– OCDE: 6.829€

De hecho, el gasto social total ha aumentado un 17% en los últimos cuatro años. El presupuesto para 2016 asume 249.166 millones de euros, más de 35.200 por encima de la cifra de 2011 y superior a la de 2007 en gasto social directo e indirecto. También el directo se ha mantenido (187.000 millones). Todo ello con un nivel de desempleo inferior al de 2010.

¿Un problema de ingresos?

La Administración ingresó por tributos un 5,2% más en 2015 que en 2014 hasta llegar a los 242.265 millones de euros, un montante que no se embolsaban las arcas públicas desde 2007. En 2008 era de 229.579 millones de euros, y en plena burbuja inmobiliaria, 267.610.

Si quitamos los tres años de burbuja, los gastos siempre crecen más que los ingresos (lean).

¿Por las bajadas de impuestos?

Pese a que el año pasado el Gobierno bajó el Impuesto sobre la Renta y el de Sociedades, la suma de ambos alcanzó los 105.570 millones, un aumento del 4% respecto a 2014.

 

La falacia del intervencionismo. Ni Corea ni Nórdico

Cuando ustedes y yo escuchamos a algunos economistas en España discutir sobre lo que hay que hacer para cambiar el patrón de crecimiento, nos suelen decir aquello de “como Corea del Sur”. Esa frase suele ser pronunciada, curiosamente, por los más intervencionistas y cercanos al inflacionismo socialista, que de “progresista” no tiene nada.

Siempre me ha divertido esta afirmación. “Hay que hacer como Corea”. Corea del Sur tiene un gasto público sobre PIB del 21% (comparado con un 43,3% nuestro). Menos de la mitad. Y eso con un 12,5% dedicado a defensa. Eso lo “olvidan”. Vaya por Dios, en eso no. Corea del Sur tiene una tasa de impuesto de sociedades del 24,2%, que ha bajado desde casi el 28% de 2007. Eso también lo “olvidan”.

Como las enormes deducciones a la inversión, que hacen que las empresas que entran a invertir en el país no tengan casi tributación efectiva. Bueno hombre, en esto tampoco.

En Corea del Sur el gasto en I+D es de los más altos del mundo, con un 3% del PIB, pero el 50% se dedica a tecnología. Corea es el cuarto país del mundo en número de patentes registradas. La mayoría de dicho gasto es privado. Las veinte primeras empresas del país suponen el 52% del mismo. Vale, de acuerdo, en eso tampoco…

Corea del Sur tiene uno de los mercados laborales más flexibles del mundo, y menos de un 4% de paro. El país permite rescindir un contrato por cualquier causa con un plazo de preaviso de 30 días antes del despido y sus cuotas sociales son mucho más bajas que las nuestras. El primer paso crucial para remediar la crisis de Corea del Sur –causada en parte por una concentración excesiva en pocas empresas muy maduras y obsoletas- fue la atracción de tanta inversión como fuera posible y flexibilizar al máximo el mercado laboral. Mantener la paz industrial fue un requisito para atraer la inversión extranjera, para la resurrección y supervivencia de la industrial. No existe el convenio colectivo sectorial y la afiliación sindical no llega al 10% de la fuerza laboral.

Ah, vaya, en eso tampoco.

Lo único que les gusta de Corea del Sur es que se lanzó a un plan de gasto público -que, en cualquier caso, jamás llegó ni de lejos a los niveles de dispendio público españoles y nunca supuso un aumento de carga impositiva a la iniciativa privada-.

Y el silencio se convierte en sepulcral cuando les recuerdas que la utilización industrial en Corea ha caído al 72,3% en 2016 desde el 80% de 2012 por la sobrecapacidad creada en los sectores dirigidos desde las cuatro palabras más peligrosas de la economía: “estimular la demanda interna”. Construir cosas que no se necesitan, pero ya se utilizarán. El sector naviero, receptor de generosas subvenciones durante años, se evidencia como el mayor ejemplo de ese error rentista de “a largo plazo todo vale”, pero no es el único. Ahora el gobierno se plantea medidas para “corregir la sobrecapacidad” creada. Aun así, Corea del Sur es una economía que ha sabido salir de las dificultades de la dependencia y retos que genera Japón o China, desde la apertura, la flexibilidad y la atracción de capital. Un modelo de verdad, que no tiene nada del intervencionismo falsamente “progresista” que nos quieren hacer digerir.

Entonces, ¿qué ocurre? Lo mismo que con la falacia del “modelo nórdico” del populismo local. Que sólo se fijan para lo que supone gastar, pero olvidan que para redistribuir hay que crear.

Cuando hablan de los países nórdicos ignoran su respeto absoluto a la propiedad privada, que son de los primeros en el mundo en libertad económica y facilidad para crear negocios, en privatizar telecomunicaciones y eléctricas (Suecia rescató a Nordbanken y privatizó hasta Correos), que los funcionarios no tiene puesto vitalicio, en un mercado laboral flexible y en reducción de impuestos, como Suecia (bajado impto. sociedades de 28% en 2006 a 22% en 2013).

La economista del Institute of Economic Affairs Nima Sanandaji escribió con detalle la falacia de la percepción de que el modelo de estos países estás sustentado en la intervención estatal, cuando ese proceso de creación del estado de bienestar viene de un modelo de apoyo y facilidad para el inversor y la iniciativa privada.

Si los economistas y líderes de la política española realmente valorasen el modelo nórdico o el coreano pondrían como pilar de su programa atraer inversión y crear empresas, jamás aceptarían un plan de aumentar gasto corriente deficitario como el que puebla sus programas, o la rigidez e intervencionismo que se pretende imponer a empresas, contratadores y autónomos para sostener los miles de observatorios y duplicidades burocráticas.

Porque los inflacionistas del gasto público no quieren un modelo surcoreano, sino norcoreano. Justificar y aumentar los desequilibrios del sistema español perpetuándolos.

Nos acercamos a unas elecciones cruciales.

Volverán a usar la falacia nórdica y surcoreana porque son países lejanos y no queda bien decir que su modelo, de verdad, es Grecia, Portugal o, en el mejor de los casos, la Francia intervencionista y estancada de los últimos 25 años. Eso para decirnos que usted y yo ganamos demasiado, que ellos gastan muy poco y que la prosperidad la va a crear un comité de políticos.

La oportunidad para España no es hablar de países que esas formaciones no copiarían nunca. Nuestra oportunidad es mejorar el modelo español, no inventar modelos inexistentes. Seguir exportando más y mejor, continuar reduciendo el déficit tecnológico, dejar que nuestras pymes y autónomos crezcan. Para “modelos” burocráticos ya tenemos más que copiado todo lo malo.

Para redistribuir algo hay que crear riqueza, no pintarla. Lo progresista es facilitar el desarrollo, no entorpecerlo.

Publicado en El Español, 2 de mayo de 2016.

Más madera, estancamiento secular y empleo

El Banco Central de Japón se ha convertido en casi el mayor fondo especulativo del mundo. Acumula más del 55% de todos los fondos cotizados (ETFs) del país. Tras dieciséis años de política de tipos cero y quince de expansión monetaria (el primer QE se lanzó en 2001), la deuda se ha disparado al 240% del PIB, el consumo minorista cae y vuelven a la deflación, además de no crecer. Todo ello a pesar de contar con el “estímulo escondido” de los precios del crudo y gas bajos –Japón es una de las economía más beneficiadas por el petróleo barato-. El balance del Banco Central de Japón no ha parado de aumentar hasta ser ya casi el 65% del PIB del país.

Para los defensores del déficit y los que dicen que aumentar la deuda no importa “mientras el coste sea bajo”, Japón es un aviso a navegantes. Bill Gross comentaba esta semana que, a pesar de que un 70% de la deuda emitida está a tipos negativos, el país gasta más del 23% del presupuesto en intereses de la misma. Alguno dirá que “no se hizo suficiente”, pero el fracaso de Abenomics, el plan “más madera” lanzado hace poco más de tres años, ha sido estrepitoso y, como saben mis lectores, ese desastre no ha sido una sorpresa.

El aviso a navegantes es claro. Perpetuar los desequilibrios económicos y esconder los problemas estructurales bajo el manto de la política monetaria, solo lleva a agrandar el agujero. Ignorar el envejecimiento de la población, la productividad, cargar al contribuyente con cada vez mayores impuestos para sostener sectores improductivos, gasto y deuda pública crecientes solo lleva a crear una enorme burbuja, y cuando salte, las consecuencias serán impredecibles.

 

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Porque toda esta fe religiosa en que “hubiera sido peor” y “los bancos centrales deben hacer más” solo se sustenta en la esperanza, casi la idolatría, de que el gas de la risa monetario va a generar crecimiento e inflación “algún día”. Y ocurre lo contrario a lo que se pretende conseguir. En Japón, la inversión real productiva está a mínimos de ocho años y la acumulación de “caja” a máximos –ya casi el 50% del PIB-. La represión financiera no lleva a tomar más riesgo, sino menos.

EEUU Y CHINA TAMPOCO TIRAN

En EEUU, los datos de la semana nos muestran esa ralentización de las economías globales que hemos comentado en varias ocasiones. El PIB crecía al menor ritmo en dos años, y mostraba una caída de la inversión fija del 5,8% -y esta vez no pueden culpar al sector petrolero- y de un 2,6% de las exportaciones.

 

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China alcanzaba un récord de deuda, un total del 237% del PIB. Lo preocupante del dato no es solamente la magnitud en una economía cíclica, sino la constatación del inexistente “desapalancamiento” de la economía. En 2007 esa deuda era un 148% del PIB. El propio Financial Times alertaba de que el enorme desequilibrio llevaría o a una “crisis de crédito” –credit crunch- a la europea o a un estancamiento prolongado a la japonesa, siempre entendiendo las diferencias demográficas. Las recetas de “mitigar” el impacto de un enorme desequilibrio como el acumulado son precisamente las que pueden hacer que China sufra un prolongado proceso de frenada. Prestemos atención a esta desaceleración global, pero seamos también conscientes de que las probabilidades de que se convierta en una recesión similar a la de 2008 son relativamente bajas.

LOS DATOS DE LA EPA

En España, la noticia de la semana fueron los datos de la Encuesta de Población Activa. Un empresario, en Santander, me comentó que “en el entorno de incertidumbre actual es un milagro que el paro siga mejorando”. Y es cierto, muchos de nuestros políticos ignoran las señales de riesgo que llegan de fuera, se lanzan a paralizar o retrasar inversiones desde su púlpito y en la prensa solo se habla del derecho a gastar más aún, mientras el mundo habla del reto de crecer y atraer inversión. Somos los expertos redistribuidores de la nada.

La evolución del paro mantiene la tendencia positiva de los últimos tres años, pero se nota el impacto de estos meses de desacuerdos. La economía crece en el primer trimestre por encima de lo esperado, un 0,8%, y supone ya once trimestres consecutivos de avances, un crecimiento en tasa interanual del 3,4%. Claramente el ímpetu de la economía se mantiene aunque se modera la cifra interanual. Aun así, el paro aumenta en 11.900 personas, aunque no sería difícil que termináramos el año con una creación de empleo de 400.000 puestos. No olvidemos de dónde venimos.

Entre 2008 y 2013 la subida media del paro en el primer trimestre fue de 366.000 personas, y en 2011, un brutal aumento de 811.000 parados. Lo que es una pena es que, entre llamadas a derogarlo todo y a soluciones mágicas, se sigan poniendo escollos a la creación de empleo y, a pesar del crecimiento, quedemos por debajo de los 500-550.000 nuevos trabajos de potencial. España puede beneficiarse, como ocurrió en 2014 y 2015, de la situación global al atraer más inversión por su gran potencial y mayor confianza. No debemos entorpecerlo. Si seguimos pensando que las inversiones son para paralizarlas y las empresas para asfixiarlas, no bajará el paro. Pero seguro que crearán un “observatorio” para estudiarlo.