Podemos y Varoufakis, los flautistas de Hamelin de la quiebra

26.02.2016 – 05:00 H.

El Partido ambiciona el poder en sí mismo. No nos interesa el bienestar ajeno, sino únicamente el poder. Ni la riqueza, ni el lujo, ni la longevidad, ni la felicidad: solo el poder en estado puro. El poder es un fin, no un medio.

George Orwell

Ayer en Bruselas, los cinco eurodiputados de Podemos (el mismo partido que exige un aumento del déficit y de la deuda) votaron a favor de una enmienda que “facilite mecanismos democráticos de retirada y exclusión voluntaria de la unión monetaria… y un plan alternativo para una ruptura ordenada del euro” (enmienda 32, cortesía de Miquel Roig).

El mismo partido que exige más deuda y más financiación -en euros, claro- de la UE y del BCE, pide aprobar mecanismos de salida. Fantástico. Présteme más que luego hago impago. Ordenado, eso sí. Ordenado. Menuda sandez.

Endeudarse más y luego salirse del euro supone el impago y el desastre. Las pensiones y Seguridad Social desaparecen al estar invertidas en deuda soberana. La financiación a pymes y empresas se desploma. Y el Estado de bienestar que fingen defender se hunde. Ya lo explicamos aquí en 2012 (‘Salir del euro, implicaciones de una muerte lenta y segura‘).

Pues bien, Varoufakis ha pasado por Madrid invitado por estos señores, dando lecciones.

Bienvenido, Mr. Corralito. Como en la película de Berlanga, llegó, habló y se fue.

Ni una disculpa por haber enviado a sus ciudadanos a un corralito y haber lanzado a la economía a un abismo basado en la entelequia de que “tendrán que aceptar lo que digamos o nos enfadamos”. Sin Plan B. Solo con un Plan A. Que pague otro.

El enésimo rescate griego forzado por Mr. Corralito se sumó a los 240.000 millones recibidos anteriormente, la quita a la deuda griega y los avales y liquidez del BCE, llevando a Grecia a acumular más de un 254% de su PIB en ayudas, una cifra superior en 12 veces a la ayuda que recibió Alemania en 1953 después del Tratado de Londres. A eso lo llaman “falta de solidaridad”. Y no es cierto lo que dicen de que “el rescate se lo llevan los bancos” (lean ‘Mitos y mentiras de los rescates‘) .

Esa cifra brutal se incrementó por una situación económica de implosión generada por la destrucción de confianza global que Varoufakis y Syriza llevaron a cabo.
Los ‘éxitos’ de la gestión de Varoufakis, añadidos al desastre de gestión de gobiernos previos, son difíciles de encontrar en la historia.
Varoufakis, desde su prepotencia de tahúr sin cartas, llevó a un país con dificultades y de negociación de deuda a un Estado fallido y un corralito en tiempo récord.
Llegó a una Grecia que crecía un 0,8%, había reducido el déficit a la mitad y en superávit comercial.
En cinco meses, consiguió que la producción industrial se desplomase, cada día cerraban una media de 59 empresas, 613 puestos de trabajo menos al día y 22,3 millones de euros de ingresos fiscales menos diarios (según cálculos de la Confederación Griega de Cámaras de Industria y Comercio ESEE). Recesión y huida de la inversión y corralito.

Ahora da lecciones por el mundo… Porque la culpa fue de usted y mía, de los alemanes o de los mercados que se negaron a prestarle más y hacer impago. Qué cosas tiene la gente.

La postura económica de Varoufakis, explicada en su libro ‘El Minotauro Global’, se puede resumir en una frase: “Como un adolescente malcriado, si no me das más, la culpa es tuya, no mía, porque yo me lo merezco”.

Quien lo merece es ¿’el pueblo’? No. El Gobierno, la hiperestructura estatal siempre infalible y siempre con buena voluntad, lo que convierte inmediatamente al enemigo exterior, los mercados, Alemania, EEUU, quien sea, en el chivo expiatorio.

Esa estrategia se llama en Grecia ‘katalepsi’ y la practicaban Tsipras y sus acólitos en la universidad en Grecia. Consiste en llevar al centro -al país en este caso- a una situación de desastre y miseria tal que convierta a todos en rehenes cautivos del asistencialismo de lo poco que quede.
Que no nos vengan con planes de crecimiento chino y gasto norcoreano. El plan es buscar activamente la quiebra de una forma u otra para quedarse a gestionar las migajas. Y culpar a otro, eso sí.

 

Un pacto difícil de aprobar

Decía Margaret Thatcher que “el consenso parece ser el proceso de abandono de todas las creencias, principios, valores y políticas, algo en lo que nadie cree y a lo que nadie pone objeciones”.  En un periodo de incertidumbre política es precisamente donde esos principios no pueden abandonarse en aras de cualquier acuerdo de gobierno.

La economía española ha mejorado muchísimo, pero sigue siendo frágil. Pasamos de no tener déficit estructural a un 5% del PIB en 2011, duplicando la deuda pública y con déficits anuales de más de 100.000 millones. Hoy, tras los esfuerzos realizados, se han puesto las bases de un crecimiento sostenible. Pero los desequilibrios se mantienen. Una deuda pública de casi un 100% del PIB y un gasto público que ha aumentado un 41% desde 2004. Por ello no podemos aceptar un acuerdo que propone volver a los errores históricos. Hundir la economía con el inexistente efecto expansivo del gasto corriente e ingresos estimados que no se cumplen.

Si aceptamos relajar el déficit y aumentar el gasto corriente en 25.000 millones aumentaremos el déficit estructural –que se genera aunque la economía crezca- en vez de seguir mejorando. Tras una expansión fiscal de más de 550.000 millones desde 2008 nuestro objetivo no puede ser aumentar la presión fiscal y retrasar la consolidación.

Eliminar deducciones y desgravaciones es un ataque directo a la inversión productiva. En el nuevo escenario fiscal el 80% de los autónomos, según ATA, sufrirá un aumento de impuestos. Hacerlo para aumentar el gasto político en un país que ha mantenido el gasto social en un 21% del PIB en medio de una grave crisis es engañar a los contribuyentes.

En España el gasto social se ha dejado intacto. Es falso que haya que “recuperar” el estado de bienestar. Quieren recuperar el bienestar del burócrata.

Por un lado hablan de eliminar las diputaciones, pero el gasto aumenta. El documento del acuerdo incluye la creación de un nuevo organismo, observatorio o comité estatal casi por página. Y tiene 66.

No se trata de decir no a los acuerdos. Se trata de rechazar lo que, con toda seguridad, agrandará el agujero fiscal español con la experiencia que ya tenemos. Los gastos se cumplen a rajatabla y la estimación de crecimiento e ingresos fiscales demuestra ser optimista.

No hay nada de socialdemócrata en repetir las políticas que han fracasado en media Europa. Y nos lanza a otro shock de deuda.

Publicado en La Razón el 25 de febrero, 2016.

Estados Unidos… Más cerca de la recesión.

Yes, please somebody, please go out to Washington for me, help me get out of this misery

BB King

 

Hace unos meses comentábamos el riesgo de que Estados Unidos se acerque a una recesión . Los malos datos del índice PMI de servicios publicados ayer son muy relevantes por distintas razones.

  • El componente de “expectativas de los negocios” es el más bajo desde octubre de 2009.
  • Los optimistas mantenían un argumento fundamental: que la mejora del empleo y el crecimiento del consumo apuntalaban un crecimiento superior. Ese argumento se desvanece.
  • La desaceleración con respecto a las expectativas es la mayor desde junio de 2015. Este indicador lleva publicándose por debajo de expectativas desde esa fecha, pero es la primera vez que la diferencia entre lo esperado y la cifra real es de más de un 7%.

 

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Varios factores impactarán al crecimiento de EEUU en los próximos meses. Por un lado, el consumo de inventarios acumulados, que ya mencionábamos aquí cuando el consenso aun creía en el espejismo de un crecimiento del 3,5% en EEUU . Por otro lado, la pérdida de empleos en Wal-Mart –uno de los mayores empleadores del mundo- y del sector dependiente indirectamente del energético –infraestructuras, servicios-. Finalmente, los bajos datos de inversión productiva que se ha visto desde 2009 empiezan a mostrar el debilitamiento, mientras que el aumento del coste de endeudamiento para las empresas más arriesgadas ralentiza su crecimiento, tras casi una década de tipos ultra-bajos para los bonos de alto riesgo (high yield).

Algunos se agarrarán al argumento “cuanto peor, mejor”. ¿Cuál es  ese argumento? Pensar que la Reserva Federal no va a subir tipos o incluso lanzar otro programa de expansión monetaria porque la economía empeora. Y entonces las bolsas volverán a subir.

Es una estrategia arriesgada, que ya estamos comprobando como peligrosa en Japón.

En Japón hemos visto también la mayor contracción en nuevos pedidos en tres años. El Banco de Japón se lanzó a tipos negativos, a anunciar mayores estímulos si “fuera necesario”… y el índice Nikkei volvió a registrar pérdidas (un 6% en un mes).

 

 

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Y es que, seamos conscientes:

La estrategia de esperar que empeore la economía para subirse a la ola de otro estímulo solo funciona mientras existe la sombra de esperanza de que esos estímulos generen mejoras evidentes en la economía real y en las expectativas de crecimiento. Cuando el mercado ya se ha dado cuenta de la inutilidad de solucionar un problema de saturación de deuda con más liquidez, esa “ola” se convierte en nada.

 

¿Qué hará la Reserva Federal?

La alternativa del Diablo. En la Reserva Federal saben que el efecto de los estímulos ha sido menor cada vez. El QE3 en particular. Porque la política monetaria no cubre problemas estructurales. El efecto placebo se disipa.

He tenido el honor de conocer a mucha gente en la Reserva Federal y a dos presidentes de la misma. Creo que es imposible que no suban tipos este año, porque necesitan munición ante un posible brote recesivo. Por supuesto, hubiera sido mejor no crear el incendio para luego buscar agua, pero la realidad es la que es. Y necesitan al menos dos subidas de tipos similares a la anterior. Si una economía con un bajo paro y alto consumo no puede aguantar una subida de tipos de 0,5%, entonces el problema es mucho mayor a lo que estimamos.

La ralentización y probabilidades de recesión generan enormes oportunidades en las empresas que no han caído en la trampa de creer el espejismo monetario. Merece la pena aprovecharlo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Esperando a Draghi, pero ¿qué puede hacer?

24.02.2016 – 05:00 H.

I´m waiting for my man

Velvet Underground

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Nos acercamos a la reunión del BCE en la que una gran mayoría de inversores han puesto toda su fe. “Help, ayúdame”, como diría el difunto Tony Ronald.

Lo primero que debemos entender antes de preocuparnos sobre lo que vaya a decir Draghi es lo siguiente:

La liquidez excesiva en el BCE es ya de 670.386 millones. Cuando se lanzó el programa de recompras, QE, era de 125.000. El problema de la Eurozona no es de liquidez ni acceso a crédito.
Los tipos ultra-bajos no han llevado a una mejora del exceso de capacidad de la Eurozona (se mantiene a niveles de 2008 (20% aprox)

El aumento de crédito es muy inferior al aumento de la masa monetaria (de ahí el exceso de liquidez) porque la demanda solvente de crédito sigue siendo muy baja comparada con las expectativas del BCE.

Las expectativas de inflación subyacente no han caído más pero siguen bajas.

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¿Qué medidas se rumorean que puede tomar el BCE?

  • Aumentar el volumen de recompras de 60.000 a 70.000 millones. Dado el exceso de liquidez generado es como echar más agua a un cubo que ya desborda.
  • Bajar el tipo de depósito. Ya estamos en tipos negativos. Bajarlos más no va a hacer que se preste mucho más. El crecimiento del crédito es muy moderado no por falta de interés de los bancos a la hora de prestar sino por falta de demanda de deuda solvente. Una trampa de liquidez clásica.
  • Extender el programa de recompras. Ya se descuenta por parte de todos los operadores
  • Comprar deuda privada además de pública. Es una hoja de doble filo. No acelera el crédito ya que, como hemos hablado, no existe un problema de liquidez ni de voluntad, y perpetúa la sobrecapacidad en los sectores zombi. Adicionalmente, al descargar de deuda razonablemente rentable a los bancos, estos se encuentran con resultados y márgenes cada vez peores. Les es imposible generar rentabilidad con tipos negativos y los activos de cierta rentabilidad absorbidos por el BCE.

 

El primer problema con el que nos vamos a encontrar es que un incremento de algo que no ha surtido efecto no lo hace más efectivo. Si esperamos que las nuevas medidas de Draghi cambien lo que ya es claramente un resultado muy pobre, que anticipamos en esta columna cuando se lanzó (el plan de Draghi no salvará a Europa), tenemos que creer en la magia de que se revertirá el impacto sobre el crecimiento potencial que ha supuesto la saturación de deuda y los tipos extremadamente bajos.
Recordemos que estas medidas expansivas pierden su cuestionable efectividad –incluso para los activos de riesgo- a medida que se convierten en estructurales. Porque pasan de ser una emergencia ante un entorno de riesgo sistémico a ser un efecto placebo para sostener activos financieros y estados que se endeudan para pagar gastos corrientes.
Mario Draghi volverá a repetir que hay que bajar impuestos y hacer reformas estructurales y los gobiernos volverán a hacer como que llueve.