El impacto si Reino Unido abandona la Unión Europea

Set me free, why don’t you babe, cause you don’t really love me, you just keep me hangin’ on» Holland / Dozier / Holland

Ya tenemos pregunta para el referéndum británico sobre la permanencia en laUnión Europea para 2017. La pregunta es sencilla e inequívoca. «¿Debería el Reino Unido permanecer como miembro de la Unión Europea?». Sí o No.

Yo llevo once años viviendo en Londres y aún no he conocido a un solo británico que defienda la máquina burocrática e intervencionista en la que se ha convertido Bruselas. Un estudio reciente de Open Europe cuantificaba en un coste de 33.000 millones de libras el impacto negativo para el Reino Unido de las cien regulaciones europeas más restrictivas. Y eso analizando cien medidas en una Europa que produce miles de regulaciones anuales. Sin embargo, conozco a muchísimos que valoran enormemente el comercio libre con la UE.

El comercio con la UE supone alrededor del 42,5% de las exportaciones de Reino Unido si descontamos lo que en Londres se llama el «Rotterdam effect», es decir, la cifra que muchos incluyen por la utilización del puerto holandés, que es internacional y abierto.

La contribución neta de Reino Unido a la UE se ha disparado de 3.300 millones de libras en 2008 a 9.800 millones en 2014, el segundo mayor contribuyente neto, mientras que el porcentaje de exportaciones a los países de la unión caía. Este es uno de los principales problemas de percepción pública, el coste. El segundo, la burocracia antes mencionada. Un tercer punto es que mientras Reino Unido ha creado en cuatro años más puestos de trabajo que todo el resto de la Unión Europea, y además recibiendo 318.000 inmigrantes (2014), lo que se impone en Europa es profundizar en el modelo intervencionista fracasado y en el estatalismo que solo ha generado estancamiento. No se le escapa al ciudadano británico que los populismos emergentes en algunos países tienen como objetivo esencial pagar su ansiada fiesta de despilfarro con el dinero de, entre otros, los ingleses.

Los estudios son muy dispares, pero desde el Institute of Economic Affairs estiman un coste de la permanencia cercano a un 3% del PIB de las islas. Solo he leído un informe que estime un beneficio neto, del CBI, cercano al 4% del PIB, pero dicho informe asume que todo el comercio entre Reino Unido y la UE es resultado de la pertenencia a la Unión. Se antoja difícil pensar que todo el flujo comercial es resultado de ser país miembro, pero aún más difícil asumir que gran parte o la mayoría de esas transacciones se desvanecerían estando fuera de la UE.

El hecho de que Reino Unido tenga moneda propia es irrelevante. Hay muchos países de la UE que no están en el euro.

Conociendo las dificultades para analizar escenarios de ruptura, no es complicado pensar que los principales impactos se darían en:

  • Sector financiero: un problema nada desdeñable de regulaciones y exigencias de capital distintas, así como impacto si algunos bancos y casas de inversión se ven forzadas a dejar el Reino Unido. El argumento contrario es que el flujo financiero aumentaría hacia las islas por la deriva intervencionista de una UE ex-UK.
  • Se estiman 3 millones de puestos de trabajo directos e indirectos por pertenencia a la UE. Podría darse un aumento del paro. También se argumenta que Reino Unido crea más puestos de trabajo y no contaría con el flujo migratorio antes mencionado.
  • Comercio: un impacto para ambas partes, que sufriría mientras se renegocian o firman tratados bilaterales. Sobre un total de 430.000 millones de libras, incluso porcentajes pequeños deben valorarse con cuidado.

Para los mercados es claramente un riesgo relevante si la UE pierde a uno de sus contribuyentes netos, sobre todo porque el porcentaje de «pagadores» comparado con «cobradores» convertiría a la Unión en un club de equilibrio mucho más inestable. La realidad es que los impactos no se pueden delimitar fácilmente, aunque siendo cauteloso puede ser perfectamente de un 1-3% del PIB de Reino Unido y un 0,5-0,7% para el resto de la UE en el escenario negativo.

Pero lo que me parece más importante es que el referéndum llega como reflejo del hartazgo ante un modelo de Europa que va contra los principios de libre mercado y apertura que inspiraron la construcción europea y que prefieren los ciudadanos no solamente del Reino Unido, sino de Finlandia y Holanda. Por eso, el simple hecho de que el referéndum se haya planteado es positivo. Yo creo que a la UE le conviene tener un socio como el británico, que vele por los principios de libertad y apertura, y al Reino Unido le interesa mantenerse en una unión donde se recuperen los objetivos de libre comercio. Intentar convencer a uno de los que paga de que un modelo de estancamiento e impuestos crecientes es intocable es, cuando menos, peligroso.

El Laberinto Griego

“He who knows how will always work for he who knows why” David Lee Roth

Hoy hablaremos de Grecia.

¿Por qué la crisis de Grecia no afecta hoy a los mercados como lo hizo en el pasado?

La respuesta fácil es “por el helicóptero monetario de Draghi”. Efectivamente, el BCE crea cada tres meses “una Grecia” con su programa de €60.000 millones mensuales de recompra. Pero hay algo que olvidamos y que hace ese programa mucho más agresivo que los vistos  en Japón o EEUU. En el máximo del QE norteamericano, la Reserva Federal cubría el 87% de la oferta de bonos soberanos a 10 años de EEUU. En el caso del BCE, supone hasta un 120% de la oferta neta de bonos de algunos países.

Pero además hay que entender que, tras el episodio de Chipre, los cortafuegos en el sistema financiero son cada vez más eficientes. Hoy el 60% de la deuda griega está en manos de los países de la Eurozona, un 77% en total en manos del Fondo Monetario Internacional, el BCE y la Eurozona. Del total, ni un 15% está en manos de fondos extranjeros. Si Grecia hace impago, lo pagaremos los ciudadanos europeos.

¿No es la deuda griega insostenible?

Lo miremos como lo miremos, Grecia no es insolvente ni su deuda impagable.

Grecia paga el 2,6% de su PIB en intereses por la deuda, mucho menos que otros países incluido España. Ninguna agencia o analista considera que el país sea insolvente si esa cifra no llega al 10%. Además cuenta con un perfil de vencimientos mucho más a largo plazo que el resto de países de la Eurozona, con un vencimiento medio de 16,4 años. No es un problema, por lo tanto, de reestructurar. Grecia ya cuenta con condiciones mucho más ventajosas comparada con cualquier reestructuración. El gran error histórico de Grecia ha sido no valorar que cuenta con condiciones más atractivas que las que pretende conseguir rompiendo la baraja.

Siempre comentan la quita y ayudas a Alemania tras la Segunda Guerra Mundial. Pues bien, Grecia ha recibido el equivalente a 54 planes Marshall (el 214% de su PIB) y una quita del 70%, casi diez veces más de lo que recibió Alemania, que fue un 22% de su PIB, según el London Debt Agreement de 1953 (fuente NY Times).  Algunos dicen que ayudas han servido para pagar a ‘bancos extranjeros’. Para empezar, es incorrecto por ignorar el 70% de quita -pérdida soportada por los acreedores-. Pero en cualquier caso ¿para qué se creen que se utilizaron las ayudas a Alemania?

Ninguna reestructuración histórica ha sido más ventajosa que la griega. Sin embargo, gobierno tras gobierno buscan forzar una máquina que no funciona porque el problema griego era y es fundamentalmente de competitividad.Grecia se sitúa en el puesto 81 en el ranking global de competitividad comparado con España (35), Portugal (36) o Italia (49), es decir, la economía griega tiene niveles de competitividad similares a Irán o Argelia, no a un país europeo. Devaluar e imprimir no cambia ese problema. Durante décadas antes de entrar en la UE, Grecia acudía a las devaluaciones competitivas como solución mágica a problemas estructurales y los breves periodos de crecimiento inevitablemente llevaban a enormes recesiones que, en media, seguían generando crecimientos interanuales muy pobres.

Ninguna reestructuración histórica ha sido más ventajosa que la griega. Sin embargo, gobierno tras gobierno buscan forzar una máquina que no funciona

Como bien explica el profesor Michael Mitsopoulos en “Understanding The Crisis In Greece, from Boom To Bust” (MacMillan), los sucesivos gobiernos griegos han permitido a una creciente e ineficiente maquina estatal y burocrática fagocitar la economía productiva y siempre lo han disfrazado de crisis de deuda. Y el de Syriza no es distinto a los anteriores ya que su receta económica es la misma. Disfrazando sus propuestas bajo “crisis social” y centrando toda la atención en el fraude fiscal -que es y era un problema real- vuelven a obviar el enorme dilema de productividad y las barreras a la creación de empresas. Grecia se encuentra en el puesto 61 en cuanto a facilidad para hacer negocios (Doing Business, World Bank) comparado con España en el 33.

Una de las primeras medidas de Syriza en ese sentido no puede ser más reveladora: reabrir la TV pública, que pagan los griegos -entre otros conceptos- con un impuesto incluido en la tarifa eléctrica. Y luego, muy sociales ellos, hablar de que hay que “bajar la tarifa eléctrica”. ¿El gasto en defensa es desproporcionado?  La primera medida de Syriza, mantenerlo y cambiar suministrador a uno más caro. A Syriza no le interesa atacar el problema de productividad de su economía, igual que no le interesaba a los anteriores. Porque la alta productividad no genera clientes cautivos de los favores burocráticos y sectores buscadores de renta que dependan del estado.

¿Cuál es el problema para llegar a un acuerdo?

Punto número uno,  eliminar la recomendación de la UE superávit comercial. No importa que Grecia nunca haya mejorado su economía aumentando el déficit comercial, ni que no haya un plan explícito de donde y cómo se va a invertir ese exceso de importaciones. Dice Paul Krugman que si a Grecia se le permite no tener superávit comercial el paro bajaría un 10%… ¿Basado en?… Nada, porque nunca ha ocurrido. El paro en Grecia siempre se ha disparado tras los cortos periodos de inflar las importaciones.  Grecia es el ejemplo perfecto de repetir una y otra vez, con distintas siglas, los mismos errores del keynesianismo de cavar zanjas para luego taparlas -con el dinero de los demás-, lo que Mises llamaba “convertir pan en piedras”.

El gran escollo de las negociaciones de estos días no es llegar a un acuerdo que ayude a Grecia a mejorar y crecer, sino que la UE acepte aumentar los desequilibrios históricos de la economía griega y mantener el estado rentista. Y tras reestructuraciones y acuerdos, dentro de cinco años, volver a lo mismo.  Pero ya no cuentan con el factor miedo de “crear riesgo sistémico”.

«No se puede competir por ver quién se parece más a Syriza»

Daniel Lacalle Syriza
El Mundo, 1 de junio de 2015

Economista, gestor de fondos y rostro habitual en los debates económicos –y en los que no lo son–, Daniel Lacalle ha abandonado recientemente su puesto como vicepresidente de PIMCO, la mayor gestora de renta fija del mundo. La salida se produjo poco después de que Esperanza Aguirre afirmara que Lacalle iba a cambiar la City por Madrid para integrarse en su candidatura a la alcaldía. Por ello, su cambio profesional levantó no pocas suspicacias

Pregunta.- ¿Cómo ha sido su salida del fondo? ¿Ha tenido algo que ver su posible presencia en las listas de Esperanza Aguirre?

Respuesta.-Ha habido una desinformación absoluta en este tema. Lo que ha ocurrido es algo completamente normal en cualquier fondo que decide reorientar su estrategia y con el que sigo manteniendo una relación magnífica. No ha tenido nada que ver con las elecciones.

P.-¿Cuál es su vinculación con Esperanza Aguirre?

R.-No voy a negar que tengo una afinidad ideológica y personal de amistad con Esperanza Aguirre, que tiene un proyecto espectacular pero del que ni soy miembro, ni soy militante, ni asesor. Yo le doy mi apoyo como se lo puede dar cualquier ciudadano.

P.-¿Le llegó a plantear que formara parte de la candidatura?

R.-Claro, por supuesto. Lo que ocurre es que en ese momento, con mis compromisos, me era completamente imposible, lo cual no quita que yo apoyase su candidatura y su proyecto.

P.-¿Qué le parecen los resultados que ha obtenido?

R.- Me da mucha pena que el resultado haya sido peor de lo esperado. Porque Esperanza Aguirre no ha tenido una campaña, lo que ha tenido es una avalancha de ataques por todos lados, por lo que ha habido muy poco espacio para hablar de proyecto, de ideas para la ciudad, y demasiados ataques personales. Ha faltado un debate serio.

P.-¿Cómo se entiende que Cifuentes haya obtenido más votos que Aguirre en la ciudad de Madrid?

R.-La identificación con cualquier corrupción ha sido monstruosamente injusta. Yo recuerdo un programa en el que le ponían prácticamente como responsable de casos ocurridos en negocios privados de otras personas. Yo creo que ha habido una campaña muy agresiva en varios medios. A ello hay que añadir lo difícil que es defender un proyecto de bajos impuestos, reducción de burocracia y apertura tras las difíciles decisiones a nivel nacional.

P.- ¿El resultado electoral podría afectar económicamente a la ciudad?

R.- Creo que el impacto, como mínimo, es de parón. Y luego la incertidumbre es un enorme problema porque resulta muy difícil pensar que alguien se va a lanzar a invertir sin saber qué clase de Gobierno vamos a tener y qué clase de actitud y marco legal e impositivo se va a tener de cara a los creadores de empleo.

P.- ¿Percibe preocupación en la City ante la victoria de Podemos y sus marcas blancas en Madrid y Barcelona?

R.- Más que una preocupación, lo que percibo es sorpresa porque precisamente en estas ciudades es donde hay un mayor empuje de pequeños y medianos empresarios, de ahorradores que van a sufrir las políticas impositivas de estas fuerzas.

P.- ¿Ha caído el Gobierno en la complacencia?

R.-Yo creo que los partidos han caído en la complacencia de pensar que la recuperación económica era el factor determinante. Pero hay otras cosas como los principios y los valores que no se pueden olvidar ni quitar de tu ideario: bajos impuestos, apertura económica, crecimiento económico, reducir burocracia, defensa de la vida y la familia… Todos se han querido acercar a un batiburrillo socialdemócrata completamente peregrino prometiendo cosas que saben que son imposibles de financiar. Ante el auge de Podemos, todo el espectro político se ha movido hacia una izquierda de carta a los reyes magos de niños malcriados.

P.- ¿Y eso es palpable en la gestión y en las promesas electorales del PP?

R.- Al PP le ha hecho mucho daño su política fiscal porque ha ido directamente contra su electorado y contra su ideario. Han subido los impuestos más de lo que muchos partidos de izquierda pedían y se ha recortado menos el gasto que en muchos países de la UE, incluso en muchos que son más socialdemócratas.

P.- ¿Cree se puede llegar a echar por tierra la recuperación de la economía española?

R.- Lo que puede ralentizar la recuperación es la pérdida de la confianza. Si de aquí a las elecciones de noviembre los partidos políticos se lanzan a prometer ridiculeces… Lo que no se puede es entrar en una dialéctica de a ver quién propone gastar más y subir más impuestos. No se puede hacer un concurso de a ver quién se acerca más a Syriza.

Grecia y el resultado del populismo

La crisis griega vivida entre junio y julio probablemente haga que Syriza pase a la historia como uno de los gobiernos de mayor incompetencia de la historia.

Tsipras se ha comportado como un populista de libro. Prometiendo lo inalcanzable, y adoptando una postura negociadora de «órdago sin cartas», ha llevado a su país de un problema de negociación de condiciones financieras a un corralito y un referéndum, que pretendía dar fortaleza negociadora a Syriza, y que ha conseguido lo contrario. El viernes 10, el parlamento griego aceptaba una propuesta final de Tsipras que era más dura que la que los ciudadanos votaron «no». El populismo siempre promete el cielo y luego solo ofrece infierno.

La dimisión del ministro de finanzas Yannis Varoufakis también ha sido la culminación de una actitud de populismo de libro. Tsipras y Varoufakis llegaban al gobierno griego con una economía que empezaba a ver la luz al final del tunel. Grecia crecía un 0,8% en 2014, reducía su déficit público a la mitad y cerraba el ejercicio antes de las elecciones con superávit comercial. Varoufakis prometía un acuerdo rápido y positivo para los griegos. El día que dimitió no había acuerdo, la economía se encontraba en recesión y los ciudadanos se veían haciendo colas de horas en los cajeros para sacar 60 euros.

La política de aislarse de todos los países miembros de la Unión Europea ha sido un grave error. En lugar de buscar apoyos y alianzas con países relevantes y cercanos en sus propuestas, como Francia, Tsipras y Varoufakis se lanzaron contra todos desde una posición suicida, en la que no contaban ni con fondos ni con opciones para jugar el órdago.

Al final, como no podía ser de otra manera, Grecia presentó una propuesta diametralmente diferente a las promesas de Syriza. Privatizaciones, recortes y aumentos de impuestos mayores a los que hubieran acordado amigablemente unos meses antes de llevar al país al corralito apurando los plazos cuando no disponían de liquidez.

Pues bien, los 72.000 millones de euros estimados para el tercer rescate a Grecia van a ser muy dificiles de recuperar porque el gobierno de Syriza no ha presentado una sola medida que busque atajar el estado clientelar, mejorar la competitividad y facilitar la creación de empresas

Si recordamos la historia de los rescates recibidos por Grecia, suman 240.000 millones, 110.000 millones de euros en abril 2010, seguido de 130.000 millones en marzo de 2012. Adicionalmente, el país recibió una quita de la deuda y avales, además de apoyo del Banco Central Europeo, que ha permitido a Grecia tener uno de los costes más bajos y periodo de pago más largo de su deuda de todos los países de la Unión Europea. Si unimos a todo ello un nuevo rescate de 72.000 millones, Grecia habrá recibido en ayudas el equivalentes a un 254% de su PIB. Es decir, más de 56 planes Marshall y más de diez veces lo que recibió Alemania en el acuerdo de Londres de 1953.

Sin embargo, la economía griega ya está cayendo en picado. La producción industrial caía un 4% en un mes, y las estimaciones de crecimiento pasaban de un +0,5% a una caída del 2%. Es por ello que un Eurogrupo que desconfía totalmente de Syriza se encuentra muy dividido a la hora de dar otro rescate que probablemente se perderá. La posición de Finlandia es totalmente contraria al rescate, la de Holanda es similar, mientras que Alemania es más conciliadora. Francia e Italia son los más proclives al rescate.

Pero lo importante no es la cantidad desorbitada invertida -si se recupera- en rescatar a Grecia, sino que no se resuelven los problemas estructurales de la economía griega:

– Un sector público hipertrofiado y clientelar que historicamente siempre ha gastado mucho más de lo que ingresaba. Además de un gasto público que pesa casi un 59% del PIB y que continúa en términos absolutos por encima del pico de la burbuja de 2007, la media anual de déficit fiscal de Grecia desde su entrada en el euro ha sido del 8%. En los 20 años anteriores a su entrada en el euro, dicha media anual de déficit superaba el 7%.

– Muy baja competitividad. la economía griega tiene uno de los índices de competitividad más bajos de la OCDE. De hecho, se encuentra a nivel de países como Argelia o Irán.

– Enormes escollos para la creación de empleo y empresas. Según el Banco Mundial, el país tiene una de las posiciones más bajas en el ranking de facilidad para crear empresas debido a sus altísimas cargas sociales y una burocracia entorpecedora.

De nuevo, el gobierno griego prefiere atacar la creación de empleo y valor añadido además del consumo antes de atacar el gasto clientelar. El estado griego mantiene cientos de “comités” de “análisis” que emplean a más de 10.000 personas y cuestan alrededor de 200 millones de euros anuales. Más de 70 empresas públicas con una media de empleados que llega a ser un 30% superior a cualquier comparable europea, y la mayoría generadoras de pérdidas. Muchos se rasgan las vestiduras con el gasto en defensa de Grecia y pocos dicen que Syriza se ha negado a reducirlos en 400 millones de euros, como pedía la UE.

También conviene resaltar la responsabilidad de la Unión Europea que no monitoriza el gasto público griego. Al centrarse solamente en los grandes números, olvida que sigue perpetuándose una burocracia clientelar y un sistema hipertrofiado. Y sin atacar ese problema, la economía productiva no va a renacer.

El verdadero drama es que con las medidas anunciadas por Syriza en lo que concierne a impuestos, se pone otro palo en las ruedas de los sectores creadores de riqueza y empleo.

La confianza en el estado griego es inexistente y el miedo a una salida del euro continúa desmoronando las posibilidades de crecimiento del país, ya que supondría la quiebra del sistema de pensiones y seguridad social, además de un empobrecimiento inmediato con una devaluación del 50-70%. La salida del euro de Grecia supone no solo llevar al país diez años atrás y lanzarlo a una enorme recesión con inflación disparada, sino que sentaría un grave precedente ante una Unión Europea frágil y dividida, lo cual llevaría las primas de riesgo al alza y la inversión en países periféricos a la baja ante la posibilidad de nuevos casos de salida y devaluación.

A cierre de este artículo se articulaba un acuerdo «in extremis» para mantener a Grecia en la Unión Europea y la Eurozona. Las nuevas exigencias del Eurogrupo y el deterioro a onos vista de la economía helena se encuentran con un gobierno cuya incompetencia manifiesta ha llevado al país a una situación de recesión o debacle.

Porque el banco central europeo puede apoyar, pero no imprime crecimiento. La política monetaria no soluciona los problemas de competitividad. Los enmascara.

Me temo que dentro de tres años, hablaremos de nuevo de la crisis griega, mientras el gobierno pone otra piedra en el zapato a las empresas y consumidores.