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El ejemplo alemán. Garantizar la sostenibilidad del sistema

Extracto de «Viaje a la Libertad Económica» (Deusto 2013)

“No existe conflicto entre el estado del bienestar y el libre mercado”.  Gerhard Schroder

El asistencialismo se ha convertido en una excusa para el bienestar del estado. Y, como veremos posteriormente, se disfraza como coste social mucho gasto político, administraciones duplicadas, etcétera.

Los servicios esenciales se ponen en peligro a medida que la pirámide de población se estrecha, es decir, que el número de jubilados y personas a cargo de otros (niños, descapacitados) se acerca peligrosamente al de contribuyentes.

Si centramos la política de las economías en reducir la renta disponible, ni aumenta la población ni la riqueza, y por lo tanto, el sistema de beneficios sociales entra en peligro.

Eso lo sabía Gerhard Schroder en Alemania cuando lanzó el programa Agenda 2010 de profundas reformas del modelo. Hoy nadie duda de que el país germano ha sobrevivido mejor a la crisis y su sistema de protección social es adecuado, garantizando la sostenibilidad y no obstinándose en mantener el coste.

Cuando Alemania lanzó el plan en 2003, muchos lo criticaron diciendo “Schroder lanza una bomba al estado de bienestar” (El Pais, 2003). Fue tan criticado que la coalición de Gobierno presidida por Schröder -formada por el partido socialdemócrata SPD y Los Verdes- empezó a perder una elección regional tras otra.

Las medidas fueron muy duras, incluyendo enormes recortes a las subvenciones por desempleo, limitando el subsidio hasta €345 euros mensuales en algunos casos, la creación de los mini-jobs, puestos de trabajo temporales de bajo coste para el empresario, introducir el co-pago sanitario y rebajar las pensiones con un coeficiente de sostenibilidad.

Además, bajó los impuestos desde el 19,9% al 15% para las rentas bajas y desde el 48,5% al 42% para los tramos altos.

En 2003, cuando se hicieron las reformas, la cuota de desempleo en Alemania era del 10,5 por ciento y el número de parados rozaba los cuatro millones y medio, y las pensiones y seguridad social eran “insostenibles”.

Sin embargo, ya en 2005  las cifras de desempleo empezaron a bajar, hasta llegar a los tres millones de parados actuales y una cuota del 5,1 por ciento. Además, las pensiones y seguridad social ya no están en peligro, con un superávit de 6.000 millones de euros. La renta per capita aumentaba un 12% en términos reales. El indice Gini, que mide la desigualdad, se sitúa en 0,30, uno de los mas bajos del mundo, similar a Francia y muy inferior a España, Reino Unido, Italia o Estados Unidos.

En 2007, a la mitad de su primera legislatura, Angela Merkel pudo decir en un debate parlamentario que Alemania tenía las mejores cifras de empleo desde la reunificación de 1990 y reconoció que esto era en parte fruto de la agenda impulsada por su antecesor y su rival en las elecciones de 2005.

 Nos dicen que Alemania fue la primera en incumplir el pacto de estabilidad. Claro, por un punto, no seis, y no durante siete años. Y llevando a cabo reformas de enorme calado. Pero nos agarramos a cantos de sirena monetaristas.

El gobierno alemán, que puso en marcha el plan más agresivo de reestructuración del gasto público con Schroder, como comentábamos anteriormente,  implementó un tímido pero fallido plan de estímulo en 2009, con un gasto de 5.000 millones de euros para apoyar el empleo (Kurzarbeit), alcanzando a 1,5 millones de trabajadores. Ante el error, y comprobar que no mejoraba la situación económica ni laboral, la prioridad se situó de nuevo en recortar gastos. Se introdujo una enmienda a la constitución en mayo de 2010 que limita el déficit del estado central al 0,35% del PIB en 2014 y prohíbe a los gobiernos regionales tener ningún tipo de déficit desde 2020.  Estas medidas son mucho más agresivas que los límites de la Unión Europea, que suponen un 3% del PIB.

En junio de 2010 Alemania introdujo el mayor recorte de gasto público en sesenta años, el Zukunftspaket (paquete de medidas para el futuro) junto con un plan financiero a medio plazo (2010-2014), que incluía recortes de 80.000 millones, cerca del 0.8% del PIB, y otras medidas hasta alcanzar el 0,35% de déficit objetivo. Más de un tercio de esos recortes se daban en la seguridad social y administración.

En un año, a pesar de la crisis, el déficit del estado cayó del 4,3% en 2010 al 0,8% en 2011, y llegó a un superávit de 0,2% en 2012. A pesar de cumplir los objetivos a 2014 con creces en 2012, el ministro de finanzas Bertrand Benoit anunciaba en julio de 2013 nuevos recortes de 6.100 millones de euros, a pesar de contar con superávit, que según la agencia de calificación Fitch “mejoraba con creces el objetivo anunciado”.

Los ajustes llevados a cabo por Schroder primero, y Merkel después, situaban a la economía alemana en un nivel de competitividad y saneamiento que permitían reducir las emisiones de deuda pública en 24.000 millones menos de lo previsto en 2013, y llegar a situar las cuentas en superávit en dos años, mientras el producto interior bruto crecía un 0,7%.

Ojalá copiemos a Alemania en el plan 2010 de Schroder y el Zukunftspaket antes de tirarnos a gastar. Con un déficit del 6,5% durante años, España sigue en una situación financiera inasumible.

En un entorno de crisis, se pone de manifiesto que la prudencia presupuestaria y no cejar en los objetivos es esencial, como demuestra el ejemplo alemán.

A Schroder nunca se le reconoció lo suficiente la valentía, coraje y determinación en implementar unas medidas que su partido y sus votantes no querían, pero que eran necesarias para evitar la quiebra del sistema. Aumentar renta disponible, reduciendo impuestos, y recortar gastos.

Lo sabían también Margaret Thatcher y Ronald Reagan, por eso durante sus mandatos la política de mejorar renta disponible reduciendo impuestos aumentó la renta per cápita real para las clases más pobres un 34% en Reino Unido y un 39% en EEUU.

A la hora de justificar cualquier dispendio, olvidamos que los gastos en todas esas partidas deben cubrirse cuando se ha ahorrado en los periodos de bonanza,  algo que no hace ningún estado. No se puede decir “no se puede recortar porque todo se va a gasto social”, sino –como aprendió Alemania- “solo se puede mantener un cierto gasto social si se ahorra”.

La libertad económica ha hecho más por reducir la pobreza que ninguna otra política. El desastre del colectivismo en el mundo ha probado que el gasto como única medida solo lleva a la quiebra.

Lo que se juega en Europa

10/5/2014 El confidencial

«No existe política económica que garantice estabilidad y certeza. Los únicos sitios donde hay estabilidad y certeza son la prisión y la tumba» Milton Friedman

Les doy dos cifras para empezar este fin de semana: 60% y 960.000 millones de euros.

El 60% de los votantes europeos probablemente no va a participar en las elecciones, según Europa Press, y el presupuesto aprobado por la Unión Europea para 2014-2020 es de 960.000 millones de euros. Dinero pagado también con los impuestos de ese 60% que tal vez no vote.

En estas elecciones no se deciden, ni tiene posibilidad de aprobarse, gran cantidad de las propuestas que pueblan los programas económicos de algunos de nuestros partidos. Se decide si Europa va a continuar por la senda del saneamiento y empezar a atraer capital y crear empleo o caer en otro error y agrandar el agujero.

Merece la pena recordar quiénes son los candidatos a presidente de la Comisión Europea: Jean-Claude Juncker (Luxemburgo, conservador) y Martin Schulz (Alemania, socialista). No es una batalla sobre política nacional ni es un debate entre austeridad y despilfarro. En nuestro país, los representantes de los dos grandes partidos sumarán en total un 10%, como máximo, de sus respectivos grupos. Por lo tanto, las soluciones mágicas que se pasean en los medios de comunicación nacionales de volver a 2008 ni entran en la agenda. Son humo. Cualquier entrevista con Schulz o Juncker nos muestra que, gane quien gane:

  • No se va a cambiar el mandato del Banco Central Europeo (BCE) ni existe posibilidad de aumentar los déficits hasta niveles estratosféricos para “relanzar la economía” y cuando falle, quejarse de que los mercados nos atacan. Los que reclaman “copiar a Obama y Bernanke” monetizando deuda (imprimiendo dinero) en realidad lo que quieren es copiar a Argentina cuando rechazan el mismo nivel de apertura económica, bajos impuestos y flexibilidad de Estados Unidos.
  • No pueden prometer los eurobonos. Ya lo comentábamos en 2011 en”Eurobonos no, gracias, la deuda no se soluciona con más deuda” . Ni siquiera está en la agenda, y lo rechazaría el propio grupo liderado por Schulz.
  • Ninguno de los grupos políticos puede garantizar estabilidad ni crecimiento ni reducción de paro. Desde 2008, se han gastado decenas de miles de millones en planes de empleo, un 3% del Producto Interior Bruto (PIB) de la eurozona en planes de estímulo y se ha disparado el gasto público al 49,2% del PIB para acabar con 26 millones de parados.
  • Las delirantes propuestas de una Europa sin Alemania son simplemente imaginaciones. Sin Alemania, Europa no podría financiar déficits de 4-4,5% del PIB a tipos históricamente bajos, y sin el Bundesbank el Banco Central Europeo sería una anécdota. Europa sin Alemania no contaría ni de lejos con la confianza necesaria para asegurar esa capacidad financiera. Europa no es nada sin Alemania y viceversa. Por eso, Alemania, como una parte de los problemas y las soluciones, no debe sostener un eterno “financiador de proveedores” que nunca paguen. Y por eso se mantienen los apoyos a pesar de incumplimientos consecutivos. Porque para decir que Merkel “nos manda”, poco caso hacemos.

Por lo tanto, estamos centrando el debate de Europa en propuestas que ni están en la agenda. Las llamadas inflacionistas siempre olvidan que exigir a Alemania inflación no soluciona nada, cuando un aumento del 5% en sus importaciones del resto de Europa tendría menos de un 0,25% de impacto positivo sobre España y los países periféricos.

Estas elecciones son esenciales para reforzar la confianza empresarial y potenciar el consumo. 

Nada más y nada menos. Desafortunadamente, no vamos a ver enormes cambios en la UE, pero continuar bajo la ilusión de que Europa va a salir de la crisis con planes industriales estatales es un error. La verdadera crisis de Europa, y causa de la desindustrialización y deslocalización, ha sido por esos enormes planes estatales que han llevado a sobrecapacidad y sobrecoste en infraestructuras, energía, etc. El coste de todos esos planes Marshall eternos en los que se ha embarcado Europa desde 1999 (lean mi artículo aquí) ha llevado a ahogar a impuestos a empresas y familias.

Ahora toca atraer capital.

Dependiendo del resultado de estas elecciones, las empresas, que son las que invierten y crean empleo, pueden percibir confianza y recuperar el ánimo inversor, o asustarse ante el riesgo de que Europa vuelva a hundir sus economías con innecesarios planes de estímulo que luego implican enormes aumentos de impuestos.

Fíjense en este grafico cortesía de Merrill Lynch que se resume con la palabradesconfianza.

Hemos pasado de la Europa que rebota desde mínimos, empieza a solventar su problema bancario, se financia a mínimos históricos y corrige los desequilibrios alcanzando superávits comerciales, al riesgo de complacencia. Si la Unión Europea es ya de por sí un entramado burocrático, entorpecer aún más la recuperación con intervencionismo y proteccionismo puede hacernos recaer en la crisis.

Queda mucho por hacer:

  • A pesar de las reducciones de déficit, los niveles de deuda siguen siendo inaceptables en la mayoría de los 27 países. La confianza ha mejorado gracias a la gradual recuperación, pero es muy frágil. En el Eurosistema existe un exceso de liquidez de 180.000 millones de euros según el BCE. No debemos caer en la trampa de liquidez que ha llevado a todas las primas de riesgo a mínimos y entregarnos de nuevo al endeudamiento salvaje. Porque la liquidez extrema se acaba, hasta en los países que imprimen moneda y no evita la necesidad de ajustes presupuestarios.
  • En Europa hay 26 millones de parados que solo han aumentado conplanes, estímulos y comités. Mientras, unos partidos y otros debaten si hay que dar 8.000 o 20.000 millones a un “fondo para combatir el paro juvenil”. Ambas cifras son francamente inútiles. No consiguen nada que no se haría, de manera mucho más eficaz, si se redujeran trabas burocráticas e impuestos a las empresas y familias para relanzar el consumo.

Nos pasamos todo el tiempo echando la culpa a Merkel y a Bruselas, o al BCE, de nuestros males, pero a la vez les concedemos una especie de varita mágica que asume que todos nuestros problemas se solucionarían gracias a ellos. Y no es correcto. Ni Bruselas dicta todas nuestras leyes ni su poder o el del BCE es omnipotente.

Europa no va a reducir sus 26 millones de parados recurriendo al déficit y al gasto público. Porque no lo hizo nunca, ni en la época de la expansión. Y porque el sistema financiero europeo sigue siendo demasiado frágil, a pesar de las mejoras incuestionables. Mucho se critica a los bancos, pero casi todo el mundo pide más déficit e inversiones públicas, que deben pensar que se financian en Marte. Luego hablan de deuda odiosa mientras piden más crédito, y, por supuesto, barato.

En Bruselas confían demasiado en un objetivo quimérico de recuperar industria hasta un 20% del PIB, imposible cuando la presión burocrática y fiscal sólo aumenta en sectores subvencionados que encarecen las facturas de los consumidores a niveles inaceptables y en el acuerdo comercial con Estados Unidos que esperan que atraiga hasta 130.000 millones de euros a Europa.

Pero la verdadera solución está en los sectores que ya han sobrevivido a la crisis y en las familias. Un aumento del 3% anual de las inversiones de las empresas europeas y un aumento del consumo del 2% de las familias entre 2014 y 2017 tendría un efecto expansivo que duplica el impacto de los mismos fondos gastados por los estados, y encima no cuestan al contribuyente (correlación observada entre aumento de gasto público y privado con PIB desde 1999).

El coste y burocratización de la UE preocupa, y hay que exigirle el mismo esfuerzo que han hecho empresas y familias. Nos jugamos la partida a dos opciones: volver a repetir los errores del pasado o crear un modelo que pueda competir a nivel global. Estamos saliendo poco a poco del agujero. Espero que, gane quien gane, no compre una pala más grande para cavar más profundo. Porque lo paga usted. Siempre.

«Obama crea empleo», «Alemania no nos deja crecer»… y otros cuentos

«Growth is an outcome, not a policy»

Semana de altísima volatilidad en los mercados, adictos a la droga de los bancos centrales. «Don’t fight the QE» ha sido el mantra, y ha llevado a que la exposición alcista media de los fondos de inversión alcance un 80%, 45% en el caso de los Hedge FundsY en eso apareció China a fastidiar la fiesta, entrando en contracción. Además, las televisiones coreana y china no paran de alertar contra el «imperialismo monetario japonés». Veremos cómo termina todo.

Nos habíamos olvidado de los fundamentales.

Obama y el empleo

«Es para reducir el paro», nos repite Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal, mientras nos explica que el mercado laboral sigue siendo pobre y que la recuperación es débil. La administración Obama se vanagloriaba de haber «creado» 5.000.000 de empleos con un plan monetario y de estímulo que ya supone 2,1 billones de dólares gastados. Total, si nos creemos la cifra, sale a casi 500.000 dólares de gasto por empleo «creado». Casi nada. David Stockman, en polos diferentes, alertan del nivel más bajo de participación laboral de las últimas décadas. Pero es que incluso la cifra de Bernanke tiene truco, como dicen los CEOs de Exxon Anadarko, que recuerdan cada vez que les preguntas que hay que mostrar una hipocresía política muy grande para apuntar como éxitos de la política intervencionista a los empleos creados por la industria energética -680.000-, que ha sido perseguida hasta que el gobierno se ha encontrado el plan de estímulo privado gratis más importante: el petróleo y gas doméstico. La revolución del fracking que hace que la electricidad, según el presidente de la CE, sea un 50% más barata en EEUU que en la UE y el gas industrial, un 75% más barato. Eso es un estimulo de verdad, privado y sin subvenciones.

La realidad es que cuando se anunció el plan de estímulo eterno de Obama y la Fed, prometieron que el desempleo alcanzaría el 5%, y, si no se aplicaba, amenazaban con que se dispararía al 8%… Y tras billones de dolares gastados, el desempleo es 7,5%, un 11%

Alemania y el crecimiento

Con ello, llegamos al famoso «Alemania no quiere que crezcamos»… Lo he explicado en varias ocasiones en la CNBC.

«German imports of Spanish products accounted for 22 billion euros, approximately 2% of Spain’s GDP.

If we are optimistic and assume that German imports would increase by 5%, this would be less than 0.1% of the GDP of Spain. Considering a multiplier of 2.5, the maximum increase would be 0.25%. Suppose a similar effect on all countries exporting to Germany, and the impact would not exceed 0.5% of Portugal or Greece’s GDP. Again, this being very optimistic.

That is, making Germany accept inflation and an expansive policy they cannot afford -just look at their banks-, does not solve the problems of the periphery.

The sharp adjustment in domestic demand in peripheral countries, and entering into current account surplus, are much more effective policies to lay the foundations for growth. Why?

Because the impact of an improvement in peripheral Europe foreign direct investments multiplies the positive impact, in the case of Spain to 3% of GDP and in portugal, Greece or Italy by c2.8% without adding more debt and risk to the Eurozone, and at the same time it helps solving the inefficiencies of bloated economies«.

Inversión directa. Ese es el camino de la recuperación, pero hace falta mucha más inversión directa extranjera. Y sólo se va a conseguir cuando el entorno de seguridad jurídica e impositivo sea atractivo, predecible e incuestionable. Y la demanda interna, que apoyará la creación de empleo, la recuperaremos cuando permitamos que crezca el consumo… bajando impuestos.

España tiene un problema. Un 27% de paro. Eso aumenta la morosidad hipotecaria y reduce el consumo. El empleo precario y la devaluación interna no recuperan la actividad económica por sí solos. Hay que recuperar la renta disponible de familias y empresas, ahogadas por impuestos.

Ni el Estado ni las subvenciones crean empleo. El consumo crea empleo.

En estos meses he visto a más de 82 empresas españolas que simplemente no pueden contratar, aunque quisieran, por la burocracia y los bajos márgenes que generan tras los aumentos impositivos.

Eurobonos, no gracias. La deuda no se soluciona con más deuda

26/11/2011 El Confidencial

La imagen de Merkel como un malvado monstruo por rechazar los eurobonos es simplemente injustificada.

Tras una década de expansión de crédito extrema, esperamos un chute de adrenalina, un latigazo de whisky al alcohólico, un nuevo vial de crack. Exigimos más deuda. Los eurobonos, o un enorme plan de estimulo, ya.  ¿Y quiénes son los mayores defensores de esos eurobonos, de infectar al BCE de deuda periférica y de ampliar el fondo de estabilización? Sorpresa, son los bancos franceses, italianos, etcétera. Esas entidades que solo tienen una media de 25 veces de deuda sobre activos, y que necesitan 250.000 millones de euros para mantenerse a flote en esa carrera para no llegar a ningún lado de la deuda exponencial (running to stand still, como U2).

¿Por qué los eurobonos son una mala idea?

Imagínense ustedes que las 35 empresas del Ibex, con distintos directivos, distintos negocios y distintos balances, decidiesen emitir un bono común “Ibex 35” para cubrir sus necesidades de refinanciación. Los intervencionistas y sus mensajeros mediáticos les dirían que es una gran idea porque así las empresas más endeudadas se beneficiarían de la solidez de las grandes, ¿no? Pues no. Es lo contrario.

No hemos aprendido de 2008, de la crisis de las hipotecas basura (sub-prime), de las fusiones de cajas ni de la burbuja tecnológica. El riesgo no se disipa por acumulación, se contagia.

Por eso, los que se frotan las manos esperando una transferencia de riqueza de Alemania y Centro Europa a los países periféricos de 134.000 millones de euros, el coste de financiación si usamos el diferencial medio entre los bonos, no se dan cuenta que la transferencia sería al revés. Negativa para todos.

De la misma manera en que una empresa sólida y atractiva se desploma en bolsa si compra un chicharro de mala calidad aunque sea “pequeño”, los eurobonos verían su rentabilidad implícita subir entre un 35% y un 40% comparado con el subyacente actual (el bono alemán). Además, la prima de riesgo de esos eurobonos se equipararía, como mínimo, al activo de mayor riesgo de las economías combinadas. El Eurobono no solo no protege en épocas malas, sino que en momentos de bonanza económica no permite a las economías emergentes beneficiarse.¿Confiamos en que cuando España se recupere Portugal o Grecia o Italia lo van a hacer igual? ¿Y ellos, confían en nosotros? Imagínense si Estados Unidos y México lanzaran un bono conjunto. En recesión, cotizaría a riesgo mexicano, y en bonanza, cotizaría con la falta de atractivo de un país maduro.

Por eso me sorprende que en España, donde sabemos y podemos cuantificar el riesgo y oportunidad que supuso la crisis latinoamericana, cuyo crecimiento hoy salva el balance, caja y la prima de riesgo de nuestras empresas, nos sintamos encantados de la vida con la perspectiva de un Eurobono.

Es aún peor. Cuando una de las economías que acepte ese eurobono empiece a despegar, como ocurrió con España entre 1990 y 2005, el coste de su financiación se verá negativamente impactado por las economías que hoy parecen muy sólidas y que lastran en épocas de crecimiento. ¿O nos olvidamos de cuando Alemania y Francia estaban en recesión técnica y nosotros crecíamos a un 3%?

Desde el punto de vista bursátil y de refinanciación corporativa, los Eurobonos son tremendamente negativos. Las empresas europeas tienen 1,1 billones de euros que refinanciar entre 2012 y 2013. La mayoría de ellas goza de una prima de riesgo muy inferior a sus países, gracias a la política de internacionalización, reducción de deuda, de costes y gestión activa de su caja. Pues bien, un eurobono no solo implicaría un aumento del riesgo soberano del subyacente de más calidad (el riesgo alemán en este caso), sino que el coste de refinanciación de las empresas subiría de manera proporcional, perdiendo todas las ventajas de su política de austeridad corporativa desde 2007.

Pero además, la ruta hacia los eurobonos, perfectamente planificada desde Bruselas, es una ruta que usa los años 2012 y 2013, en los que los países periféricos tienen más vencimientos de deuda, para cercenar soberanía económica a favor de tres entes, el FMI, el BCE y la UE, que no han demostrado ninguna capacidad ni tienen track-record de hacerlo mejor que los desastrosos gobiernos individuales. Cambiar un mal gestor por otro es perder soberanía, convertirse en una provincia “experimento” económica e ir de Guatemala a Guatepeor.

Los eurobonos serían el “big short” de 2012

Léanse el libro de Michael Lewis The Big ShortEmpaquetar y disfrazar activos de alto riesgo en un conglomerado que se vende artificialmente como bajo riesgo genera no apetito, sino voracidad bajista. Nada mejor que un activo sobre-preciado y con el riesgo “escondido” para poner unos cortos (lo que llaman posiciones bajistas) de magnitud espectacular. Les aseguro que si se aprueban los eurobonos yo intentaría lanzar un fondo Short Only al día siguiente.  Oh, y si a los listos intervencionistas se les ocurre prohibir cortos, lo que se dará es una estampida de capital fuera de Europa, de nuevo. Y adiós Eurostoxx. Short Only.

Déjenme darles un ejemplo, cortesía del gran John Hussman. Casi todos los medios y los analistas nos dicen que el BCE hace una labor estupenda y que debe infectar su balance más y más con deuda de países en riesgo. Nos cuentan que debe imprimir dinero y endeudarse. Por supuesto, los que nos lo cuentan no dicen que ese dinero lo pondremos los ciudadanos europeos a través de impuestos. Pero lo que nunca jamás nos dicen es que el riesgo que inyectamos a ese fondo de estabilización es creciente. Vean el grafico, que muestra como el diferencial del bono del fondo de estabilidad con el bono alemán se ha ido disparando a pesar de los mensajes tan positivos de los amigos de la intervención, y tiemblen. La deuda no se soluciona con más deuda.

La solución

Y lo repito. Un problema de deuda no se soluciona con más deuda. Un problema de liquidez, no de solvencia, como el actual, no se resuelve nada más que aumentando los ingresos y reduciendo los gastos y desde el ahorro, que se ha desplomado a 11 puntos de PIB. Pero sobre todo reduciendo los gastos, tras la orgía de gasto publico.

La solución pasa por mantener una Europa centrada en la moderación presupuestaria, algo que ya existe en los tratados aprobados. No hay que cambiar nada, lo que hay que hacer es cumplirlos, sea España ahora o Francia después, que sus problemas tienen. Por eso, ceder soberanía económica y fiscal a una Unión Europea que jamás ha reducido su presupuesto y que no tiene ningún historial de éxito en gestión, es ridículo. Yo no dudo para nada que este país, que ha salido de decenas de problemas mayores, puede poner la casa en orden, dejar de gastar en subsidios sopa-boba 11.000 millones de euros anuales, reducir duplicidades y atraer capital. Y lo mismo Portugal, Italia o Alemania.

La solución es que de una vez se enteren de que es más atractivo invertir en un país que crece menos pero que maneja sus gastos de acuerdo a sus ingresos que financiar una sopa boba de subsidios que destruyen empleo, PIB y competitividad y esperar que escampe y colocar el paquete de eurobonos sub-prime a algún insensato.

La solución pasa por atraer financiación no bancaria, privada, que estará encantada de apoyar el proceso de reconstrucción y por generar un entorno legal, administrativo y regulatorio estable y eficiente que nos haga un socio no solo para Europa, sino para el resto del mundo. Y por pasarlo mal un par de años, que ya nos toca despertar del sueño de préstamo Cofidis.

Desde un punto de vista económico y de inversión, cercenar la oportunidad de revalorización de nuestra deuda si lo hacemos bien, y vaya si podemos, es suicida. Es un “pacto del diablo” que nos hipoteca durante décadas para mantener el Pan y Circo de la década perdida que hemos vivido.