Todas las entradas de: Daniel Lacalle

Acerca de Daniel Lacalle

Daniel Lacalle (Madrid, 1967) es Doctor en Economía, profesor de Economía Global y Finanzas, además de gestor de fondos de inversión. Casado y con tres hijos, reside en Londres. Es colaborador frecuente en medios como CNBC, Hedgeye, Wall Street Journal, El Español, A3 Media and 13TV. Tiene un certificado internacional de analista de inversiones CIIA y un máster en Investigación económica y el IESE.

Theresa May lanza el ‘brexit’ duro

El discurso de este martes de Theresa May en Reino Unido, sobre el brexit fue claramente más duro y agresivo de lo que muchos esperaban.

La reacción de la libra, que se disparó tras las palabras de May, fue el ejemplo más claro de un rebote causado por la acumulación de posiciones bajistas en la moneda británica y, en cuanto se lanzaron mensajes de apoyo a la inversión y el comercio global, se deshicieron muchas posiciones. Adicionalmente, las palabras de Anthony Scaramucci en Davos anunciando que el acuerdo de comercio entre EEUU y Reino Unido podría acelerarse en seis meses, supuso un revulsivo. Pero el tema de la libra no es tan relevante, ya que se mueve a 10% de los niveles medios de los últimos ocho años.

Es evidente que Theresa May ha hecho un discurso firme y de confrontación, mostrando nula flexibilidad con respecto a la Unión Europea, porque percibe un apoyo incondicional de la primera potencia mundial. En mi opinión, sería difícil escuchar palabras como “continuar en el mercado único no sería un brexit para nada”. Y May lanzaba una batería de propuestas claramente orientadas a su electorado y los defensores del brexit. Si hubiera sido más conciliadora, los defensores de salir de la Unión Europea se habrían sentido muy decepcionados, y los partidarios de quedarse, también, ya que no aceptan un “medio brexit”. Por lo tanto, un discurso para los conversos.

Las palabras de Scaramucci, un gran gestor y asesor de Trump con el que he coincidido en la CNBC en alguna ocasión, son muy importantes, porque uno de los argumentos negativos sobre el brexit siempre ha sido lo lento y complicado que es cerrar tratados bilaterales. Obama llegaba a amenazar con años de negociaciones. Trump promete pocos meses. Carl Icahn siempre ha dicho que la única razón por la que se retrasan los tratados bilaterales es porque hay muchos comités que pagar.

Theresa May cuenta con otro as en la manga cuando anuncia que “mercado único no, gracias”. La enorme mayoría de los países de la Unión Europea tienen un enorme superávit comercial con Reino Unido, sobre todo Alemania. Es decir, exportan al Reino Unido mucho más de lo que importan. Por ello, muchos defensores del brexit asumen que cerrar acuerdos bilaterales no solo será más fácil de lo esperado, sino a velocidad exprés. No es tan sencillo. La Unión Europea no se guía exclusivamente por beneficios y relevancia económica y, en este caso en particular, podría ser uno de esos en los que prefiere perder unos cuantos miles de millones en actividad comercial, que ceder.

Pero el discurso de May muestra que la prioridad absoluta es tener independencia con respecto a los organismos de la UE, y que cualquier otra consideración es secundaria.

Cuando comentaba que el parlamento decidiría sobre el acuerdo, muchos pensaron que eso llevaría a un voto negativo. Sin embargo, los defensores del brexit cuentan con que, durante estos meses, las razones para querer estar en la Unión Europea sigan debilitándose -inmigración, populismos intervencionistas, crecientes, bajo crecimiento, crisis bancarias- mientras que los motivos para salirse se fortalezcan -negación de las estimaciones recesivas, etc-. Espero que ninguno tenga razón y que ni Europa empeore ni se desplome el Reino Unido. Pero el hecho es que los conservadores están convencidos de una victoria pro brexit en el parlamento, sobre todo tras los comentarios recientes del líder laborista, Corbyn, defendiendo soberanía en inmigración y un discurso completamente diferente al pro-europeísta de antaño.

Adicionalmente, May pone encima de la mesa una importante propuesta. Gestionar su regulación e impuestos para hacer de Reino Unido un centro global de atracción de capital.

En muchas ocasiones hemos comentado en esta columna que el brexit es una oportunidad para Europa de acabar con trabas al crecimiento y bajar impuestos para impulsar la economía, y cuando analizamos, debemos ser conscientes que el riesgo es doble. Por supuesto que hay posibilidades muy importantes de fuga de empresas y talento hacia Europa, pero solo si somos capaces de mostrar que competimos de manera inequívoca en fiscalidad, facilidad para crear empresas y crear empleo.

Los analistas nos hemos equivocado de manera estrepitosa en cuanto a los efectos negativos que supondría el mero anuncio de la victoria del brexit. Los datos macroeconómicos, consumo, empleo, etc han sido mucho mejores a la debacle anticipada ante ese catalizador. Pero el hecho de que las predicciones catastrofistas se equivocaran no elimina riesgos muy importantes de un bloqueo comercial o una negociación poco amistosa. Tampoco podemos olvidar que en Escocia ya han anunciado que les da igual el ofrecimiento de tratado bilateral exprés de Trump.

Europa no puede sentarse mirando a otro lado pensando que el mundo está equivocado. Es una oportunidad de oro para entender el reto de Trump y May y la importancia de las bajadas de impuestos que lleva pidiendo Draghi y gran parte de empresas y familias. Es una oportunidad de oro para que Bruselas recapacite y entienda que podemos sufrir por la salida de capitales. Nomura estimaba una pérdida de la UE de 63.000 millones de dólares por la repatriación de fondos a EEUU.

El Reino Unido propone una bajada del impuesto de Sociedades al 17% -“o donde sea necesario”, según Gove-, EEUU, también. Israel bajará ese impuesto a un rango del 4% al 12%. Sinceramente, si pensamos que no hay riesgo de descapitalización manteniendo con rangos del 25% al 34%, estamos muy equivocados.

Esperemos que la Unión Europea recupere la iniciativa y se muestre ante el mundo como una alternativa de crecimiento, competitividad, atractivo empresarial y empleo. Esa será la victoria para todos de un proceso en el que todos podemos ganar si nos centramos en crecer, no en empobrecer al vecino.

Ojo, porque los medios europeos están hablando de un brexit con movimiento de empresas y capitales en un solo sentido, y puede ser al revés. Demostremos que Europa puede fortalecerse desde el impulso fiscal al crecimiento económico, no al crecimiento de la burocracia.

Entrevista en ABC. Invertir más allá del tuit del presidente

 

Entrevista completa aquí

2017 ha arrancado plácidamente, pero las poco ortodoxas formas de Donald Trump, y potenciales volcanes de incógnitas como el Brexit o las elecciones en Francia y Alemania causarán más de un sobresalto. Daniel Lacalle, director de Inversiones de Tressis y responsable del fondo Adriza International Opportunities, que se ha revalorizado un 6% desde la victoria del magnate, y José Miguel Maté, consejero delegado de la gestora, recomiendan una gestión activa para exprimir el mercado.

¿Renta fija o renta variable?

José Miguel Maté. «El activo estrella será la renta variable, pero también hay renta fija interesante, como high yield en Europa y EE.UU., y algunos tipos de renta fija en el sector financiero. A lo largo del año habrá oportunidades para entrar y salir, sobre todo si se van moderando esas expectativas de mayor inflación, lo que puede dar lugar a una gestión activa de las carteras».

Daniel Lacalle. «La combinación de ambas es lo importante. Hay renta fija que está extremadamente cara, particularmente lo que se percibe como activos de menor riesgo, y una renta variable, especialmente en sectores ultracíclicos, que descuenta unos niveles de crecimiento exagerados».

No dejar EE.UU…

Lacalle. «El efecto de las bajadas de impuestos no está reflejado en las estimaciones de consenso y la posición de las empresas norteamericanas con respecto a su política de dividendo y de recompra de acciones suele dar sorpresas, por lo que hay margen de crecimiento».

Maté. «Los tipos de interés siguen siendo bajos. Por ello, seguimos apostando por EE.UU., pero nos hemos introducido en compañías de tamaño medio y pequeño».

…pero Europa será favorita

Maté. «Europa debería ser la favorita si sigue habiendo una cierta mejoría y se mantiene la política ultraexpansiva por parte del BCE y vientos de cola como un euro débil y un petróleo relativamente barato. Pero también hay riesgos: el sector financiero está por resolver en países clave, hay un gran peso de la burocracia y también tensiones políticas, como el efecto del Brexit o el auge de los populismos en Alemania u Holanda, que van a crear mucha volatilidad».

Lacalle. «El gran riesgo es que ya estamos en el sexto año en el que las estimaciones de crecimiento de beneficios de los analistas son optimistas. Eso es negativo si luego no se cumplen, porque las grandes empresas europeas no tienen una política de remuneración que lo compense».

La crisis financiera colea

Lacalle. «Hay una visión edulcorada de que ya ha terminado. El sector aún tiene en Europa varios problemas. Su peso dentro de la economía es el mayor de todo el mundo desarrollado y, a pesar del apoyo del BCE, mantiene préstamos de difícil cobro por valor de 200.000 millones. Y falla el modelo de negocio en un entorno de tipos bajos y con un proceso de digitalización complicado».

Maté. «Sigue habiendo una sobrecapacidad importante, pero es cierto que por valoración puede haber algunas oportunidades».

El «efecto Trump»

Lacalle. «Con Trump no empezará el proteccionismo, porque ya lleva ocho años creciendo en EE.UU. y China. La diferencia es que la nueva Administración quiere renegociar acuerdos bilaterales para evitar que China pueda romperlos y la culpa recaiga sobre Washington. Probablemente será bastante menos proteccionista de lo que nos tememos, porque su capacidad para maniobrar sin el apoyo del Congreso y del Senado es baja».

Maté. «Otra cosa serán los titulares. Gobernar a golpe de tuit es complicado y puede generar nerviosismo. La parte positiva de su discurso son sus políticas fiscales de estímulo y repatriación de capitales, que pueden tener impacto a corto plazo».

El «tiro en el pie» de la OPEP

Lacalle. «La política que le había funcionado a la OPEP era la de demostrar que era el suministrador más barato, flexible y fiable. Tras el recorte de producción del año pasado el petróleo está a 53 dólares. Enhorabuena: te has pegado un tiro en el pie y aún así sigue muy por debajo de sus máximos. Es el mayor regalo que le han podido hacer al fracking. El petróleo habría tenido un mejor comportamiento a largo plazo si se hubiera mantenido la producción y se hubiese dejado que mejorase el crecimiento y el consumo».

Maté. Las subidas adicionales estarán muy limitadas. Es verdad que la horquilla se ha desplazado ligeramente hacia arriba, pero parece razonable que se mantenga en 50-60, con algún pico.

Buscando las oportunidades

Lacalle. Lo importante es encontrar empresas en las que la generación de beneficios esté concentrada en su negocio base, el pago de dividendos se haga con caja excedentaria, su dependencia del ciclo económico sea baja y que la remuneración del equipo directivo sea en acciones. Es un año en el que hay que prestar especial atención a los beneficios empresariales y buscar las empresas que hayan hecho los deberes en la época de la alta liquidez.

 

 

Trumponomics y ¿Guerra Comercial?

A medida que se van desvelando los detalles de la política del próximo presidente de Estados Unidos empiezan a aparecer análisis interesantes.

De momento, y como hemos comentado en esta columna, el Banco Mundial estima que las bajadas de impuestos de Trump podrían ser el revulsivo que necesita la economía global para recuperar el crecimiento, mientras el equipo de economistas de Deutsche Bank considera que dichas medidas son las que deberían llevar a cabo en la Unión Europea, y estima que podrían duplicar el crecimiento real del PIB en Estados Unidos –siempre hay que ser prudente-. Michael Spence, premio Nobel, también apuntaba un impacto similar esta semana.

La evidencia de las bajadas de impuestos para aumentar el crecimiento es demoledora. El ejemplo de más de 200 casos en 21 países demuestra que son mucho más efectivas las bajadas de impuestos y reducciones de gasto, a la hora de incentivar el crecimiento y la prosperidad, que los aumentos de gasto. Estudios de Mertens y Ravn (The dynamic effects of personal and corporate income tax changes, 2012), Alesina y Ardagna (Large changes in fiscal policy, taxes versus spending, 2010), Logan (2011), o el FMI concluyen que en más de 170 casos el impacto de bajadas de impuestos ha sido mucho más positivo para el crecimiento. Pero hay que gastar menos.

En el caso de Trump, esas bajadas en el Impuesto de la Renta implican que los ciudadanos que ganen menos de 25.000 dólares anuales no paguen IRPF, los de menos de 75.000 dólares, lo hagan sólo al 10%, entre 75.000 y 225.000 dólares, al 20% y para el resto, al 25%. La mayor bajada de impuestos de la historia supondría en las rentas más bajas casi duplicar su renta disponible actual.

El Impuesto de Sociedades, al 15%, se añadiría a un incentivo de repatriación de capitales en el extranjero con una tasa del 10%. Goldman Sachs estima que EEUU repatriaría más de 1 billón de dólares (casi equivalente al PIB de España) con esa política.

¿Cómo se financiaría? Con aumentos de eficiencia en el gasto por Sanidad, eliminando y sustituyendo el desastroso coste del Affordable Care Act (Obamacare) aunque aumenta en 600.000 millones de dólares las ayudas sociales. ¿Cómo? Reduciendo la administración eliminando regulación y partidas innecesarias. El plan de infraestructuras, del que tanto se ha hablado, no aumentaría el gasto público porque sería financiado por el sector privado vía deducciones fiscales e ingresos por tarifas y peajes.

Cuando tuve la oportunidad de comentar estos recortes con el equipo de Mulvaney, me explicaron que el efecto en déficit fiscal sería cero con un aumento adicional del crecimiento de la economía de 1% anual -ligeramente inferior al que muestran el FMI o Mertens y Ravn en sus estudios mencionados.

Pero algunos cuestionan, y eso es bueno, el impacto. El Instituto Peterson (datos cortesía Luis Torras) estima menores ingresos de 2,85 billones de dólares por la reforma fiscal y mayores gastos en defensa de casi 1 billón de dólares en 10 años. Un 25% de aumento de deuda.

Otros estudios (del CRFB) estiman que la deuda, de hecho, se reducirá. Recortar un 1% planes de gasto anual que se habían disparado, generaría 750.000 millones de dólares adicionales en 10 años. Los ingresos por Impuesto de Sociedades se mantendrían por aumento de la actividad económica y la repatriación de inversiones. Un aumento de los salarios reales reduciría el coste en el impuesto sobre la renta en un 35%. Ello generaría un aumento cero en términos nominales de deuda.

Pero, ¿cómo se reduciría la deuda sobre el PIB? Con el efecto de una inflación superior a la actualmente esperada, un crecimiento real mayor, alcanzar la independencia energética en 2019 –eliminando trabas a la exploración y producción además dispara la inversión- y, muy importante, lo que explicamos en esta columna: el efecto aspirador de salida de capitales de mercados emergentes hacia Estados Unidos ante la fortaleza del dólar. El “secreto” de Trumponomics es que la economía de mercados como China será tan frágil que los billones de dólares de capital que se fueron a países emergentes desde 2009, vuelvan al país.

Muchas incógnitas y muchas incertidumbres, que la realidad deberá poner en contexto. Pero lo que ha demostrado el pasado es que gastando más y subiendo impuestos no se reduce la deuda. EEUU aumentó un 121% la deuda en ocho años con Obama (lean “El legado de Obama”) y caídas de la inversión real.

El gran escollo de todo este plan es el aumento del proteccionismo que, como comentamos aquí, puede suponer un importante recorte en estimaciones de crecimiento y empleo. Los mensajes que llegan desde Estados Unidos han moderado enormemente los riesgos, y entre otras cosas, se ha probado que la capacidad real del Presidente de tomar medidas ejecutivas anti-comercio es muy limitada –igual de limitada que fue para Obama en tantos aspectos-. En el país, el congreso y el senado están dominados por republicanos, pero no por defensores del proteccionismo. Pero no podemos olvidarlo, porque está probado que un aumento de tasas y aranceles al comercio genera el doble en pérdidas por ingresos de exportaciones para el país.

Pero no olvidemos que la administración Obama fue la que más medidas proteccionistas impuso en los últimos ocho años. Más que ningún otro país… Y entonces nadie se quejaba. Y así les fue. El crecimiento más pobre de cualquier recuperación económica en las últimas décadas.

¿Y SI ENTRAMOS EN UNA GUERRA COMERCIAL?

Los que me leen desde 2007 saben que tengo un enorme respeto por la visión y sentido común de Rex Tillerson, y esta semana sorprendió a muchos con un comentario en el propio comité que tiene que aprobar su nombramiento, que prueba que dice lo que piensa, en donde sea. Sus comentarios criticando a China por las islas del Pacífico y avisando que no se le debería dar acceso al gigante asiático a dichas islas. Tillerson siempre desconfió del “crecimiento” burbuja de China y en Exxon se negó repetidamente a invertir de manera relevante y entrar en grandes alianzas con empresas chinas.

¿Es la antesala de una guerra comercial con China? No lo creo, pero lo que sí sabemos es el impacto de una guerra comercial total a nivel global. Desplome del consumo de hasta el 3% anual, media de caída de la inversión del 10%, entrada en recesión y desempleo casi duplicado (estudios de Peterson, OCDE y WTO).

La realidad es que para algunos miembros del equipo de Trump no es una cuestión de guerra comercial. Es el desproporcionado superávit comercial que tiene China con Estados Unidos. El más alto del mundo.

China exporta a Estados Unidos unos 483.000 millones de dólares (2015) y Estados Unidos solo $116.000 al gigante asiático y se atribuyen muchas de las imposibilidad de exportar a que el triángulo autoridades regulatorias, empresas estatales y gobierno chino es en realidad un solo ente.

Sin embargo, una parte relevante de esas importaciones son productos electrónicos, maquinaria y ropa que las propias empresas americanas fabrican en China y luego envían a Estados Unidos. De ahí vienen muchos mensajes proteccionistas de la administración Trump.

Tenemos que monitorizar ese riesgo. Pensar que todo irá bien porque impidas que se fabrique e importe desde otros países, no ocurre. Muchas de esas empresas simplemente no podrían siquiera mantener su negocio. Los grandes desequilibrios entre China y Estados Unidos no se solucionan equiparando el proteccionismo americano al chino, como se ha intentado desde 2008, sino rompiendo barreras para que China se equipare al resto de la OCDE. Precisamente ahora que sus monumentales desequilibrios monetarios y de deuda empiezan a pesar de manera agresiva, es la oportunidad de atraer a China al mundo, no el mundo a China.