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Energía

La encrucijada de la OPEP

Publicado en El Mundo, 7/12/2014.

El 29 de noviembre del 2014 posiblemente pasará a la historia como un punto y aparte en la historia de la Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP), no desde un punto de vista oficial, pero sí desde un punto de vista práctico.

En esta gran partida de ajedrez que es la economía mundial, la nueva realidad de la oferta y su incapacidad para controlar el precio del petróleo de forma sostenible (por lo menos a medio plazo) ha llevado a Arabia Saudita (y por defecto, al resto de la OPEP) a conceder la derrota en su batalla contra la tecnología y los consumidores, acelerando lo que era quizás era inevitable: la pérdida de control sobre el precio del petróleo.

A pesar de haber telegrafiado sus intenciones desde hace meses -cuando de forma histórica Arabia Saudita rebajó el precio de su crudo, en lugar de cortar su producción- la decisión de la OPEP parece haber cogido por sorpresa a gran parte del mercado.

Pero la caída del precio del petróleo asociada y el fin del monopolio de la OPEP era una cuestión de tiempo, y una de las conclusiones del aplanamiento energético que Daniel Lacalle y yo presentamos en nuestro libro La madre de todas las batallas, y que a través de 10 fuerzas aplanadoras está transformando los mercados, la economía y el orden mundial de forma imparable… e irreversible.

Durante los últimos 40 años hemos vivido en un mundo de desigualdad energética en el que, primero la disponibilidad, y segundo el precio de la energía han variado de forma extrema en diferentes partes del mundo. Y la implicación es clara: desigualdad energética genera desigualdad económica.

‘En la batalla por la igualdad energética, los consumidores siempre han tenido de aliada a la tecnología’

La desigualdad energética es evidente en el petróleo, clave para el transporte y la globalización, pero como argumentamos en el libro, el mundo no sufre de escasez de petróleo, sino de concentración de sus reservas. La idea de que el petróleo se va a acabar es un mito, y como bien dice mi coautor Daniel Lacalle, «el último barril de petróleo no valdrá millones, valdrá cero».

La desigualdad energética también ha sido evidente en el gas natural, clave para la generación eléctrica y producción industrial. Al igual que con el petróleo, el mundo no sufre de escasez de gas, sino de falta de infraestructura para producirlo, transportarlo y almacenarlo. Hay gas de sobra. Y lo mismo ocurre con el carbón o la energía solar, hidráulica, eólica, o nuclear.

En la batalla por la igualdad energética, los consumidores siempre han tenido como aliada a la tecnología. La revolución del fracking -combinación de fracturación hidráulica y perforación horizontal- ha transformado la oferta tanto del gas natural (shale gas) como de petróleo (tight oil, también conocido como shale oil) hasta un punto en el que el que el petróleo y el gas natural están pasando de ser considerados recursos escasos a recursos excedentarios. ¡Quién nos lo hubiera dicho hace sólo unos años!

El potencial transformador de la energía en el orden mundial es enorme y evidente. La caída del petróleo de los últimos meses ha deteriorado la frágil situación económica de muchos países productores, como Rusia o Venezuela, a la vez que la coyuntura de deflación energética ha permitido al Banco Central de Japón introducir una nueva ronda de incentivos monetarios y, en mi opinión, será un factor determinante que permitirá a Mario Draghi y el Banco Central Europeo introducir nuevas medidas de política monetaria en Europa en los próximos meses.

Pero los expertos y los mercados parecen estar divididos. ¿Es la bajada del precio del petróleo algo temporal y transitorio? o ¿se trata de una bajada permanente y estructural? La OPEC parece pensar que se trata de algo transitorio. En su 2014 World Oil Outlook, publicado hace sólo tres semanas, la OPEP reconoce el impacto de la nueva oferta, pero cree que su impacto y crecimiento se va a estabilizar, y mantiene el pronóstico oficial de 110 $/bbl en el 2020 (*). Uno de los argumentos en favor de tan elevado precio es que creen que el potencial del fracking es limitado. Otro argumento (como suele ser habitual en la industria) se basa en el crecimiento de la demanda. Y existen, por supuesto, otros muchos otros factores que podrían impactar el precio como, por ejemplo, la geopolítica. En cualquier caso, sabemos que ceteris paribus una subida de precios hacia los 110 $/bbl, como asume la OPEP, devolvería la competitividad a los productores marginales, posiblemente devolviéndonos a la misma problemática que estamos viviendo ahora. Por otro lado, hay otros muchos factores que apoyan la tesis de que el aplanamiento energético no sólo es permanente y estructural, sino que va a continuar.

En La madre de todas las batallas analizamos la industria energética al completo a través de las 10 fuerzas aplanadoras, e introducimos conceptos como el ancho de banda energético, clave entender no sólo quienes serán los ganadores, y perdedores en el mercado de la energía, sino también en la economía mundial. Aún queda mucha batalla por librar. Las oportunidades son enormes. No te las pierdas.

Diego Parrilla es coautor de ‘La madre de todas las batallas’, gestor de carteras de inversión e ingeniero de Minas por la Politécnica de Madrid. @parrilladiego

(*) Que ya en sus estimaciones anteriores supone menos que aumentar anualmente el precio con la inflación.

 

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Guerra de precios petrolera: el estímulo escondido

El Confidencial 18/10/2014

La salida de casi un billón de euros de activos de las bolsas vuelve a poner cierta cordura en las valoraciones y aflora oportunidades que no eran atractivas en el entorno de euforia de los pasados meses. Pero no será “cualquier cosa” o “los chicharros suben mucho”. Sean cautelosos que el entorno es muy frágil, mientras debatimos si el ébola va a parar las economías globales o si Europa se enfrenta a una tercera recesión. Recuerden las palabras de Sir John Templeton: “Los mercados alcistas nacen con el pesimismo, crecen con el escepticismo, maduran con el optimismo y mueren con la euforia”. No caigamos en ella. Un entorno de altísimo endeudamiento es muy frágil y hay que evitar jugar a la expansión de múltiplos –comprar valores pensando que solo pueden subir por razones externas mientras sus resultados no mejoran-.

Pues bien, a pesar de reducir las estimaciones optimistas, la economía global va a crecer a niveles de 2,7-3% en 2014-2015 en mis estimaciones (vean el grafico de consenso cortesía de Jeremy Warner). Y mientras todo esto ocurre, la guerra de precios en el mercado del petróleo que comentaba McCoy esta semana va camino de ser un verdadero estímulo para las economías del mundo que no debemos ignorar.

“Estamos en una auténtica guerra de precios”, decía el pasado martes Eulogio del Pino (de la petrolera venezolana PDVSA), tras las bajadas a sus clientes llevadas a cabo por Arabia Saudí y Kuwait. Irán, a su vez, anunciaba que la OPEP podría mantener precios de 80 dólares barril durante varios años y el ministro de petróleo de Kuwait comentaba que era improbable esperar una reducción de producción de la OPEP en su próxima reunión de noviembre porque sería “inefectiva”. No es una casualidad.

El petróleo acumula una caída anual muy superior a la corrección del carbón, por ejemplo, también afectado por un crecimiento chino menos “industrial” y más de “consumo”.

Dicha ralentización de China que comentábamos aquí y una demanda de crudo global que sigue creciendo (+0,8%), pero mucho menos que la oferta (+3%), con EEUU a la cabeza, añadido a las amenazas a la cuota de mercado de los grandes productores, sienta las bases de La Madre de Todas Las Batallas.

La guerra está servida. La OPEP busca recuperar cuota de mercado contra EEUU que, con la revolución del fracking, ya produce más que Arabia Saudí. Se percibe que, dejando que el precio baje, los productores con un mayor coste sufrirán y tendrán que retirarse del mercado. Pero no sólo es una guerra contra EEUU y el fracking, o buscando desestabilizar la economía de Rusia, que necesita 100 dólares el barril para mantener sus enormes presupuestos de modernización militar. Es una batalla contra las renovables, que vuelven a quedar prohibitivamente más caras que el petróleo. Es una guerra contra los vehículos eléctricos y de gas natural. Con el precio de la gasolina en EEUU a 3,7 dólares el galón, ya no es económicamente rentable sustituir una flota de vehículos por gas natural o electricidad.

Un buen amigo de Aramco me decía hace un tiempo: “Cuando los precios del petróleo caen, nosotros bajamos costes; cuando las subvenciones bajan, ustedes quiebran”.

Todas estas tecnologías han vivido al calor de un necesario “alto precio del crudo”, justificándose porque el petróleo solo puede subir y por la mayor de las falacias: que la OPEP necesita estos precios para equilibrar sus presupuestos (como muestra el gráfico de Merrill Lynch). Ese error que he comentado desde hace años en esta columna. Olvida que hasta un 60% del presupuesto de dichos países son subvenciones “sociales” totalmente discrecionales. Es decir, que no son, ni de lejos, los costes de producción o extracción, que se sitúan en una banda de 35-70 dólares por barril, sino que incluyen muchos gastos superfluos.

Cuando baja la marea se descubre quién va desnudo. Y eso es precisamente lo que estamos viendo, una carrera similar a la que comentaba aquí en 2010 cuando el gas barato casi acabó con los operadores de renovables más ineficientes y endeudados. Los nuevos productores de petróleo (shale y tight oil) en EEUU se encuentran ahora con el mismo escenario de competencia, tienen que ponerse las pilas, ser más eficientes y bajar costes. Lo mismo tendrán que hacer las renovables acostumbradas a precios de 200 dólares el barril equivalente. Y Rusia o Venezuela tendrán que limitar sus gastos de “cheque en blanco”.

La tabla inferior (cortesía de JP Morgan) muestra el precio del petróleo necesario para generar una rentabilidad de 10% en cada zona de EEUU. Como ven, la guerra de precios puede enzarzarse hasta precios que hoy nos parecerían inasumibles… Y, tal y como ocurrió en 2008, cuando el petróleo cayó a casi 30 dólars el barril, lo que es probable que veamos es que muy pocos dejan de producir.

Con un mercado en exceso de suministro casi estructural gracias a la revolución del fracking, esta guerra va a poner a prueba a muchos ingenieros y generar muchas mejoras de eficiencia.

¿Y por qué no baja la gasolina en Europa o España? Impuestos. Casi un 50% del precio que pagamos son impuestos. Y estos se han ido aumentando progresivamente en los últimos ocho años.

El precio de la gasolina 95 se divide fundamentalmente en impuestos (48%), coste de la cesta de petróleos adquirida por el país (43%) y el 9% aproximado es el margen de comercialización y refino.

¿Quién se beneficia de la caída del crudo? El consumidor de EEUU, que no tiene que asumir el expolio impositivo de unos estados europeos que son todos muy “verdes”, pero que viven subidos a la joroba de la OPEP como reyes. Y también aquellas economías globales que importan crudo para otras muchas actividades.

En EEUU el precio del galón de gasolina se encuentra hoy –tras la última bajada ésta semana- a 3,17 dólares (según la AAA), el nivel más bajo desde 2011. Teniendo en cuenta que una familia norteamericana gasta al año una media de 2.600 dólares, esta guerra de precios es equivalente a una mejora de renta disponible de 500 dólares anuales.

Si el petróleo baja 10 dólares por barril de manera sostenida, supondría un estímulo a las economías globales equivalente a un 0,4% del PIB mundial, según el FT. Un efecto positivo superior al de los billones de estímulos monetarios aplicados en los últimos años.

De hecho, la guerra de precios que vivimos ya supone un estímulo diario de 1.800 millones de dólares, casi 660.000 millones de dólares anuales, según Brean Capital.

En noviembre publico mi libro La Madre de Todas las Batallas (Deusto) (The Energy World Is Flat en inglés, publicado por Wiley), donde analizo las oportunidades que genera un nuevo orden mundial en el que los productores, las nuevas tecnologías y la revolución energética se baten por una cuota de mercado donde ya no vale el “todo sube” y el cuento del “se acaba, se acaba” como excusa.

La batalla está servida. Como en otras ocasiones, el arma es la eficiencia. Los operadores de menor coste y mayor capacidad de aguante, ganarán. Y con ellos, los consumidores, por fin. Si los impuestos lo permiten.

 

 

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¿Por qué siempre suben la gasolina y la luz?: Impuestos

El Confidencial 8/4/2010 a 2012 actualizado 3/4/2014

Una de las preguntas que mas me hacen los lectores es por qué los precios de las gasolinas en España no se mueven a la baja cuando el petróleo cae pero si suben cuando lo hace el petróleo. Primero conviene aclarar que las gasolinas, en España, no han reflejado casi nunca las subidas de precios de crudo extremas. Lo que realmente afecta al bolsillo del consumidor son los impuestos ya que siempre se han «aprovechado» los periodos de caída de precio del crudo para subirlos. Es el elemento “colchón” con el que los estados de la OCDE recaudan más pase lo que pase.

Casi un 50% del precio que pagamos son impuestos. Y estos se han ido aumentando progresivamente en los pasados ocho años.

El precio de la gasolina (95) se compone de:

– Impuestos: 48% (IVA 21%, Impuesto Especial de Hidrocarburos + Impuesto Venta Minoristas 28%)

– Coste del petroleo (precio internacional y no «manipulable»): 43%

Es decir, el 91% del precio de la gasolina 95 (90% en Gasoleo Tipo A) son impuestos y precios internacionales imposibles de manipular. Solo el 9-9,5% son costes fijos  (logística y comercialización) incluyendo el margen de las petroleras (que ronda un 4-4,3%).

Es decir, los impuestos fagocitan la posible mejora de los precios del crudo. Y las gasolineras trabajan con márgenes muy bajos, de  menos del 4,3%, con lo que no tienen capacidad para asumir el incremento constante de impuestos. Los margenes de las petroleras en España (margen operativo de refino y comercialización) no llegan al 9%.

Así los cambios porcentuales en los periodos de mayor volatilidad del crudo no se reflejan en enormes bajadas o subidas del precio de la gasolina o gasóleo, lo que ilustra el efecto “colchón” mencionado, que impide variaciones más pronunciadas. Así, el precio antes de impuestos (PAI) fluctúa en línea con los precios del crudo, pero la curva de precio de venta al público se mantiene más firme debido al IVA e impuestos especiales. 

En la factura eléctrica ocurre algo similar: Un 62% lo fija el gobierno (36% son impuestos y un 19% primas a las renovables).

– Impuestos: 30,1%

– Primas a renovables: 19%

– Impuestos regionales: 3,7%

– Ayudas sociales: 2,5%

– Otros: 6,7% (moratoria nuclear, compensación islas, déficit tarifa)

– Redes eléctricas: 12,5%

– Coste de la energía consumida: 25,5%

Pero no es un problema exclusivo de subvenciones renovables. Es un problema de subvenciones a todo y de todo... La interrumpibilidad (€500 millones), al carbón (€400 millones), cogeneracion (€1.989 millones) pagos de capacidad (€600 millones).. Todos estos conceptos los explico aquí y aquí

Es decir, la factura eléctrica se ha cargado de costes fijos regulados que no han parado de subir mientras la demanda caía a niveles de 2005. El concepto «energía consumida y redes» (kilovatios, transporte y distribución) habría subido un 12% en el período 2005-2013, mientras que el segundo, costes regulados por el gobierno, se habría elevado en un 189%. El coste de la luz en España ha subido un 63% desde 2008 hasta 2014.

El margen de beneficio para las comercializadoras es del 2,5%. El resultado operativo de las grandes eléctricas en media registra un margen (todos los conceptos incluidos) en España de menos del 8%, comparado con un 15% en las grandes eléctricas europeas (media Eurostoxx Utilities Index). Cuando se critica a las eléctricas se suele incluir sus beneficios en el extranjero que en el caso de las grandes españolas supera el 50% del total.

Y en esto nos proponen el coche eléctrico, que es un proyecto entretenido, pero desafortunadamente no va aliviar el sufrido bolsillo del contribuyente.

Habrá que pensar en el coste de las baterías de ion de litio, que rondará en 2014 entre los €200 y €300/Kilowatio hora. Y por supuesto, es más que optimista pensar que el precio de la electricidad que suministre a esos vehículos va a ser barato, teniendo en cuenta que las tarifas tienen que subir entre un 4 y un 8% anual para cubrir los costes de energías tradicionales y renovables. Y los mismos impuestos, ya verán.  

Lectura adicional: El problema del déficit de tarifa https://www.dlacalle.com/el-deficit-de-tarifa-la-ultima-burbuja/

El déficit de tarifa es un monstruo de subvenciones imposible de asumir”

Oligopolios o planificación de burbuja

El problema de fijar el precio de la luz en los despachos y no en los mercados