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Oligopolios o planificación de burbuja

«No es lo mismo una empresa energética que una que fabrique yogures», José Montilla

“Spain faces the risk of expensive overcapacity and rising tariffs”, ABN Amro, 2006

Escucho el debate reciente sobre supuestos oligopolios que expolian a los ciudadanos y no me sorprende.

En 2005-2006muchos ya decíamos que estábamos creando un monstruo energético de sobrecapacidad, caro, ineficiente y subvencionado, pero nadie hizo caso.

La burbuja de infraestructuras y capacidad de generación eléctrica que se creó con el aplauso de todos, ciudadanos, gobiernos, empresas y reguladores, tiene muchas similitudes con la inmobiliaria.

-Los gobiernos que planificaron para un crecimiento eterno

-Unas comunidades autónomas que tenían que tener todas una planta de regasificación, miles de molinos, cientos de placas solares y decenas de ciclos de gas.

-Una remuneración y un sistema de subvenciones que hunde la competitividad si no crece la demanda.

-Una población que aplaudía los excesos regulatorios en subvenciones.

-Un sector que se lanzó al calor de expectativas de demanda injustificadas y subvenciones y se ahogó en deuda. Ahora se encuentra con rentabilidades paupérrimas y problemas de calificación crediticia.

-Todo un país que piensa que nada se paga.

En 2009, en “El despropósito energético nacional”, yo alertaba de que ya podíamos “rezar que la demanda vuelva a crecer brutalmente, porque si no la factura va a ser de broma”. En 2010, comentaba en mi artículo “Economía insostenible”, que “sostenible es el agujero que estamos cavando, porque la factura de la planificación del “a crecer a crecer”, de las primas y de la orgía de sobrecapacidad la pagarán nuestros nietos”.

Hoy, por culpa de nuestra mentalidad burbujera, la de todos, corremos el peligro de debilitar aún más a nuestras empresas, que son líderes en muchas otras tecnologías, con un sistema confiscatorio y sin seguridad jurídica en el que sufren los más débiles, los pequeños inversores y los consumidores.

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Planificación burbujera

Un documento reciente del presidente de la Comisión Nacional de Energía, Alberto Lafuente, mostraba cómo la planificación energética -que era obligatoria- aprobada por el Gobierno para 2002-2011 asumía un crecimiento medio anual del PIB -y con el la demanda energética- del 2,9% hasta 2006 y del 3% de 2007 a 2011. Ahí es nada.

Bueno, vaya por Dios, todo el mundo se equivoca. Sin embargo, se construyeron decenas de miles de megawatios de nueva capacidad de acuerdo a esas “previsiones conservadoras”. Qué se la va a hacer. Un error lo tiene cualquiera.

Saltemos a 2008, con la burbuja inmobiliaria y la crisis bien asentada, y nos encontramos con que la planificación estimaba, qué casualidad, un crecimiento medio anual del 3% hasta 2016. Otro par de decenas de miles de megawatios construidos. ¡Venga!

 

Inversiones o donaciones

Para atender a esa inexistente “creciente demanda”, gobierno tras gobierno, nacional, regional, local, se liaron a dar permisos. Las inversiones anuales pasaban de 450 millones en gas y otros tantos en electricidad a mucho más del doble. “Hay que invertir”.

Decenas de excelentes profesionales, con décadas de experiencia que alertaban contra esta salvajada de previsiones y esta locura de inversiones innecesarias, fueron retirados de sus puestos. A ellos dedico este artículo. El futuro era nuestro y no había gasto, por extraño que fuera, que no nos pareciera esencial para la -que me parto-“seguridad de suministro” y con “rentabilidad mínima garantizada por el Estado”. Es decir, por usted, consumidor.

Vaya, hombre. Como la burbuja inmobiliaria. Sobrecapacidad del 40%.

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Subvenciones desproporcionadas

Nos encantan las subvenciones. Les buscamos distintos nombres, “ayudas”, “apoyos”, “primas”, “incentivos”. Léxico burbujero. La enorme mayoría de la población las apoyaba, que ahora nadie se rasgue las vestiduras. Solo que nadie quería saber cuánto costaban.

Al carbón, ¡el pueblo con los mineros!, seiscientos millones, pagos de capacidad, otros seiscientos millones, costes regulados, un 10% de crecimiento anual y, por supuesto, primas renovables para todos, aunque las previsiones de crecimiento estaban demostrando ser fallidas. Total, un 1,5-2% del PIB en subvenciones cada año.

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No pasa nada, porque lo paga usted

Entre 2008 y 2011, España pasaba de tener un coste medio de la electricidad antes de impuestos ligeramente superior a la media europea, a tener un coste medio un 20,5% superior a la media (fuente CNE). Y se preguntan por qué cierran las empresas y se deslocalizan.

Sin embargo, la media de precios mayoristas -precio del pool– no se movió de la media europea, como mostraba en mi artículo “El carajal eléctrico”.

Los sobrecostes no solo se acumulaban, sino que no se pagaban. Un déficit de tarifa que crece a una media de 4.000 millones de euros anuales desde 2008. Hasta 3.000 millones de euros en 2012, a pesar de los recortes a las eléctricas. Un déficit lleno de “promesas de pago” gubernamentales si la empresa aceptaba la exigencia de gastar -“invertir”- en sobrecapacidad.

 

No se cierra nada

Pero oiga, todos nos equivocamos, qué son 25.000 millones de euros más o menos de coste energético cuando nadamos en la abundancia.

¿Arreglamos el problema? ¿Se permite cerrar capacidad? ¿Se paran las inversiones hasta que se absorba la capacidad excedentaria? ¿Como país líder en renovables, cerramos plantas de carbón, Garoña? Nooooo.

Intente usted cerrar una planta en España. Se le echan encima sindicatos, gobiernos regionales, nacionales, opinión pública. Queremos capacidad gratis. Nos gusta la sobrecapacidad. Lo que no queremos es pagarla. Se aguanta la respiración y se espera “a que crezca la demanda a niveles adecuados”. Adecuados. Otros 1.500 megawatios de capacidad innecesaria en 2012.

Los oligopolios

Toda Europa y todos los sistemas eléctricos necesitan enormes empresas. En todos los países hay dos, máximo seis grupos eléctricos dominantes. ¿Por qué?

Porque las grandes inversiones que exigen los gobiernos, sobre todo en distribución, y las bajísimas rentabilidades que generan -6,8% de rentabilidad sobre el capital empleado en España, 8% en Europa- solo las puede soportar un grupo con un tamaño enorme que aguante la deuda.

Si añaden a ello que, gracias al sistema de “te debo pero no te pago”, el sector no genera caja libre -los beneficios son contables, pero gran parte no se cobra-ya me explicarán cómo se puede generar competencia. Sería un desastre de quiebra tras quiebra como… oh, espera… sorpresa… como fue España antes de las fusiones que generaron estos supuestos “oligopolios”, cuando se tuvieron que juntar empresas en problemas con otras para sobrevivir.

Pero, además, se confunde grandes empresas con manipulación. Oligopolio no hay cuando hay fragmentación. España es uno de los países que mejor se sitúa en el índice HHI (Herfindahl-Hirschman Index). Cuando este número es bajo, la industria es altamente competitiva y de baja concentración.

Renta de posición

Todos los sistemas eléctricos de Europa son marginalistas -el precio de la electricidad mayorista lo fija un proceso de subasta-. En Alemania, hay tres operadores mayoritarios, en Francia, tres, en Italia, cinco, en Reino Unido, seis. Y es precisamente la liberalización en generación la que establece el óptimo de mercado. Decir que la subasta está manipulada cuando ha evolucionado igual que la media europea es, cuando menos, una broma. O una manipulación pésima.

Ah, pero lo que queremos no es competencia, que como prueba el Reino Unido, no genera precios inferiores.

Lo que queremos es lo que llamamos “renta de posición”. Hacerse hueco en el camarote de los Hermanos Marx. No que haya competencia y libre mercado, y que las tecnologías caras cierren y sobrevivan las baratas, no. Lo que queremos es seguir con la sobrecapacidad, pero de un pastel limitado donde le quiten parte al que gana un poco más para darle al ineficiente. Eso aunque la energía del régimen especial –renovables- se debe comprar por obligación sea cual sea la demanda.

No queremos oligopolios, no. Queremos monopolios intervenidos y limitar el mercado. Si luego pasa como en Francia, que EDF ha tenido que ser rescatada dos veces por el Estado, o como ocurrió en España, donde fuimos hundiendo empresas eléctricas hasta que se fusionaron, no pasa nada. Son los malvados capitalistas.

Exigimos inversiones sin rentabilidad -dónde va a parar- un 33% más de empleados que la media del sector, que no se cierre una sola planta ineficiente y establecemos con “no sé qué criterio” la remuneración que consideramos “aceptable”, hasta que las empresas pierden acceso a capital o quiebran, y entonces le echamos la culpa a los mercados financieros.

El balance, la deuda que se genera y la falta de rentabilidad no nos importan.Alguien vendrá a pagar la factura.

Sobrecapacidad, más subvenciones que nadie, más inversiones que nadie, proteccionismo absoluto y todo gratis. Igual que en deuda soberana. No me extraña que todas las empresas, ante la voracidad recaudatoria, la injusticia regulatoria retroactiva y la inseguridad jurídica, decidan no invertir.

Queremos empresas gordas, pero no fuertes. Nos lo merecemos. Y mientras tanto, se debilitan cada vez más. Es el sistema eléctrico soviético, que ha funcionado tan bien que Rusia aún no se ha recuperado.

Lo que no nos gusta es pagarlo. Este carajal, amigos, lo hemos creado entre todos. Entre todos la matamos y ella sola se murió.

El problema de fijar el precio de la luz en los despachos y no en los mercados

La Política Energética española y de la Unión Europea de los últimos 10 años pasará a la historia por ser uno de los peores ejercicios de planificación estatal y con mayor impacto sobre los bolsillos de los consumidores, destruyendo de paso la competitividad de la economía y generando un nivel de sobrecapacidad nunca antes visto. Una política energética que ha obviado el coste y exagerado las expectativas de crecimiento de demanda. Una política que refleja la adicción de los responsables políticos a las «hojas de ruta» que establecen la dirección futura del sector energético con precisión soviética con resultados desastrosos.

La Unión Europea planificó como si el mundo estuviera limitado a nuestros 27 países, auto-proclamándose líder mundial de la economía verde. Pero Europa supone solo un 13% del consumo mundial de carbón y un 16% de gas natural mientras que soporta un 100% del coste de CO2 y un 70% del coste de las primas a las renovables mundiales. Por tanto, el efecto de sus medidas se amplifica por la perdida de competitividad europea a nivel global, en un grupo de países tremendamente endeudados.

Hagamos un repaso de las medidas y sus consecuencias:

La pérdida de empleos por la implantación de la mal llamada economía verde (mal llamada porque no hace más que aumentar el consumo de carbón, que se había dado por obsoleto) asciende a 1,8 puestos de trabajo por cada uno creado

-Hoja de ruta 20-20-20: El objetivo forzado de imponer un 20% de energías renovables en el mix eléctrico esconde, tras unos objetivos aparentemente ambiciosos y unificados, el peligro de los porcentajes. Como no se especifican objetivos absolutos, el coste de la medida es superior para los países más pequeños. Un 20% de renovables en un parque como el alemán, 120GW (giga watios), es muy diferente en coste que el mismo porcentaje en un país como Portugal o España. Alcanzar ese objetivo le costará a Alemania, que es una economía 2,8 veces más grande que la española, lo mismo en subsidios y extra-coste en redes que a España, pero para Alemania ese coste sería solo un 0,3% del PIB, mientras que en España es casi un 1,5%. Se cercena la competitividad de los países pequeños. Así se anula la capacidad de recuperar la economía y, por tanto, de crear empleo. En energía el coste es todo.

Además, la pérdida de empleos por la implantación de la mal llamada economía verde (mal llamada porque no hace más que aumentar el consumo de carbón, que se había dado por obsoleto) asciende a 1,8 puestos de trabajo por cada uno creado. En España, por ejemplo, cada empleo solar cuesta 570.000 euros al año a los sufridos contribuyentes.

Desmantelamiento o cierre de las plantas nucleares: Si los 7GW de plantas nucleares cerradas en Alemania no vuelven a operar, implica incrementar en 8 millones de toneladas adicionales de importaciones de carbón para el país. Si se paran todos los nuevos proyectos nucleares europeos, el consumo de carbón mundial aumentará en 40.000 toneladas entre 2010 y 2020. Y la generación nuclear, como la de carbón, es de “base” (es decir, funciona casi sin interrupción), por lo cual no se puede sustituir en su totalidad por renovables, que son intermitentes. Y aquí entra el gas. La importancia del gas natural como back-up en el mix energético hará que la dependencia aumente. Tenemos una política antinuclear de avestruz. En medio de la UE tenemos a Francia con 58 reactores nucleares, pero parece que pensamos que, si hay un accidente, la radiación se parará en seco en la frontera.

-Forzar un mercado artificial de CO2. Se ha tomado la primera decisión desde la revolución industrial que no supone una mejora en eficiencia económica. Se trata de intervenir los procesos industriales promoviendo tecnologías más caras y manejar la política energética desde los despachos políticos, no desde los mercados. Se inventaron una commodity falsa, el CO2, dióxido de carbono, y le asignaron una oferta y una demanda impuesta. Esa materia prima artificial se dejó cotizar en los mercados con el objetivo de alentar la especulación, esa misma especulación que es tan malvada según nos conviene cuando se trata de oro o petróleo.

Pero el problema es que se dieron cuenta de que lo que esperaban, CO2 a €40-50/tonelada, no ocurrió, dado que cuando los mercados trabajan suelen reflejar la dinámica de oferta y demanda y los precios a caen cuando el PIB de la Unión Europea, y por tanto la demanda energética, se desploma. Ahora el CO2 cotiza alrededor de €9/T. Y el plan no acepta caídas, necesita generar inflación de precio que justifique usar tecnologías alternativas caras. Pero la oferta y la demanda son inexorables, y vuelven a poner encima de la mesa que las tecnologías caras e ineficientes no funcionan ni con un coste inventado, el del CO2. Desafortunadamente, el consumidor final paga los errores de esa planificación maximalista.

-Eliminar transporte de gasolina y diesel a 2050. De nuevo sin calcular ni el coste ni el impacto en la economía. Estamos hablando solamente de una cantidad cercana a los 26.000 millones de euros con los costes de redes e infraestructuras. Pero lo más importante es que no reduce la dependencia energética ni mejora el coste. Electrificar el parque podría bajar el petróleo (paradoja, que será más competitivo otra vez), pero subirá el carbón y el gas natural a precios estratosféricos, y, añadiendo a las primas renovables, los impuestos perdidos por gasolinas y gasóleos, más del 56% del precio final, se transferirían, no lo duden, al consumidor de coches y transportes eléctricos.

No debemos olvidar del impacto de estas medidas, y su coste de implementación, en el déficit presupuestario y la maltrecha situación de deuda de los países europeos. A ver cómo añadimos un coste al sistema que suponga otro 1-1.5% del PIB anual en deuda con “supuestos” beneficios en 2050, con el consiguiente impacto sobre el empleo. Al fin y al cabo, en la mayoría de las empresas los cuatro costes más importantes son la energía, los impuestos, el coste de la deuda y los salarios. Si las tres primeras partes suben desproporcionadamente, la tercera sufre invariablemente.

La sobrecapacidad de los sistemas eléctrico y gasista, que ya alcanza el 25% en media (margen de reserva) en España, no bajará, haciendo que el coste del sistema sea prohibitivo para los consumidores, empresas y familias. Mientras tanto, Europa anuncia incentivos varios para invertir en nueva capacidad, tanto nuclear, eólica y solar, incluso carbón

Además, estas medidas tienen un efecto medioambiental mínimo a nivel europeo y, mucho menos, global. Solo la inversión por parte de China en centrales de carbón invalida todos los esfuerzos europeos por cumplir los objetivos de Kyoto. Así, el peso del carbón como fuente de energía primaria a escala mundial aumentó un 1.3% en 2010 hasta el 52.3%.

La demanda de electricidad y gas europea alcanzó su máximo en 2007 y cuatro años después aún no se ha recuperado. Sin embargo, se ha instalado nueva capacidad de manera irresponsable. En este entorno, la sobrecapacidad de los sistemas eléctrico y gasista, que ya alcanza el 25% en media (margen de reserva) en España, no bajará, haciendo que el coste del sistema sea prohibitivo para los consumidores, empresas y familias. Mientras tanto, Europa anuncia incentivos varios para invertir en nueva capacidad, tanto nuclear (en Reino Unido, 10GW), eólica (7GW/año) y solar (10GW/año), incluso carbón (Alemania, lignito, 5GW planeados). Una cantidad de inversiones que pueden ser muy válidas en un proceso de desplazamiento de otra tecnología, pero resulta que la política hasta ahora es subsidiar no solo a las tecnologías “nacientes”, sino a las “fallecientes” también.

Y no olvidemos que el coste de la ‘política del avestruz’, la autarquía energética que quieren imponer, supera en mucho, incluyendo todos los costes, al equivalente a $700/barril de petróleo (fuente: CERA, Utilities Weekly).

Es cuando menos triste constatar que el «éxito» de Europa en su objetivo de reducción de emisiones obedece fundamentalmente al desplazamiento de su industria al Lejano Oriente, con la consiguiente pérdida de empleos europeos, y al efecto de reducción de demanda industrial que la orgia de endeudamiento desbocado ha generado. Todo un éxito. Y para cerrar el círculo, se ha aumentado la dependencia energética, sea de Rusia, Qatar (gas) o Australia y Sudáfrica (carbón).

España. Un problema de intervencionismo

La liberalización del sistema eléctrico y gasista entre 1999 y 2004 introdujo el mayor periodo de inversiones, mejora de infraestructuras, calidad de servicio y coste desde la época negra de los recortes de suministro de los setenta. Pero en 2004, los gobiernos decidieron intervenir y empezó el problema. Cambiar las leyes a mitad de partido, subvencionar unas tecnologías sobre otras, restringir la libre circulación de capital, crear mercados ficticios (como el de CO2) y generar señales caprichosas de demanda y precio a través de subvenciones. Y lo peor es que sea a través de la tarifa o a través de los impuestos, los errores de planificación siempre los ha pagado el consumidor.

A este entramado endiablado de costes añadidos a la factura final debemos añadir la presión fiscal, que en España es de las más altas de la OCDE, lo que hace que los precios finales no bajen, de hecho suban, aunque la demanda cae. Hemos cargado al sistema de infinitud de conceptos, que siempre empiezan por la presunción de ser “pequeños”, pero que poco a poco van sumando al total.

En España, se han acumulado €15.000 millones en déficit de tarifa, €6.000 de esos millones en subsidios a la energía solar. Se ha permitido instalar 5.000MW de solar fotovoltaica ante el efecto llamada de unas primas disparatadas, 40 veces superiores a las de la energía eólica cuando se planeaban 150MW.

Pero el problema es que aquí no se paga nada. El déficit no se reduce. Se refinancia y re-empaqueta y la factura de la planificación del “a crecer, a crecer”, de las primas al carbón ineficiente, instalaciones solares y de la orgía de sobrecapacidad la pagarán nuestros nietos y eso será otro gobierno el que lidie con ello.

Y claro, se ha conseguido un nivel de sobrecapacidad en el sistema energético, que hace imposible sufragar la hemorragia de ayudas, primas, parches y dádivas sin subir la tarifa cada cuatro meses al menos. Y se necesitarán nada menos que subidas del 20% anual durante cuatro años al menos para cubrir los excesos de costes generados.

Se ha conseguido un nivel de sobrecapacidad en el sistema energético, que hace imposible sufragar la hemorragia de ayudas, primas, parches y dádivas sin subir la tarifa cada cuatro meses al menos

Para rizar el rizo, no vaya a ser que alguien dude de nuestro historial intervencionista, en el que tenemos medallas como el decreto anti-E.On, el coste de CO2 eliminado del precio, etc… se conceden casi €1.000 millones en subsidios al carbón nacional para mantener a 7.000 mineros. En el país campeón de la energía verde, carbón. Entre seiscientos y mil millones para mantener una industria ineficiente e innecesaria en un mercado energético en el que contamos con un exceso de capacidad de un 22-25% (margen de reserva).

No sorprende, por tanto, que estos gobiernos a los que tanto les gusta ordenar y recomendar de manera paternalista al mundo entreguen subsidios sin control, llegando a la situación, divertida cuando menos, de que en nuestro país todas las tecnologías están subvencionadas de una manera u otra (pagos de capacidad, etc.).

La Solución

Si me permiten ser optimista, les diré que la solución existe. La crisis significa oportunidad, como bien dice el proverbio chino.

Si los partidos políticos dejan que el mercado y la industria solucionen los males endémicos de nuestro maltrecho sector energético, apoyándolo con una política no intervencionista, y con un marco regulatorio estable y sostenible, España podrá encarar los retos del futuro energético desde una posición de liderazgo y de competitividad.

Más libertad de mercado y menos intervención. El primer mal del sector energético español es que la excesiva intervención estatal hace a las empresas más débiles y menos competitivas. La crisis actual no es una crisis de liberalismo excesivo, sino de intervencionismo endeudado, desde los precios de la energía hasta la planificación de capacidad por encima de las necesidades. Ya hablamos del déficit de tarifa, que debe solucionarse ya para que las empresas no estén eternamente en riesgo crediticio.

Otro enorme problema es el de la sobrecapacidad y la creación de señales falsas de demanda a través de subsidios innecesarios. Si una tecnología o una planta, sea carbón, ciclo combinado de gas o un molino de viento, sobre todo si está totalmente depreciada, no genera retornos aceptables, que la empresa que la gestiona la cierre o la mantenga con los retornos de sus otros negocios. ¿Saben ustedes cuántas plantas de generación con petróleo quedan? Casi ninguna. ¿Por qué? Porque fueron desplazadas por tecnologías más rentables y mejor posicionadas. Si mantenemos a base de subsidios tecnologías ineficientes y anti-económicas, no solo mantenemos una sobrecapacidad innecesaria en el sistema, sino que el consumidor no ve las ventajas de las partes bajas del ciclo económico.

Extensión de la vida de todas las nucleares por ley. Ya están construidas, funcionan estupendamente, tienen un coste asumido por las eléctricas y en el mundo la apuesta es clara, nada menos que 56 reactores en construcción, o 51 Giga vatios de capacidad. No rechacemos una energía barata y limpia dentro de su mix energético… sobre todo cuando ya la tiene.

Una regulación en distribución e infraestructuras homogénea y predecible. Por alguna razón que aun no sabemos, en España las inversiones en transmisión (redes de alta tensión y gasoductos) reciben una remuneración muy adecuada y estable, lo que nos ha llevado a contar con un sistema muy competitivo y flexible, pero las redes de distribución (minorista) se remuneran por debajo del coste de capital, siendo un coste para las empresas eléctricas y gasistas, que se endeudan e invierten a perdidas. Esta falta de remuneración competitiva debe subsanarse para que la inversión cubra el coste de capital, y la tarifa debe reflejarlo. Así se evitaran riesgos de apagones y fallos en el sistema.

Los subsidios son necesarios para lanzar proyectos energéticos de largo plazo, pero en un sistema endeudado crean incertidumbre y riesgo crediticio

Promover innovación y limitar los subsidios a un 0,5% del PIB.  Todos los sectores se quejan de los subsidios de los otros. Los subsidios son necesarios para lanzar proyectos energéticos de largo plazo, pero en un sistema endeudado crean incertidumbre y riesgo crediticio. Aprovechemos para garantizar que no supongan una losa para la economía reduciendo el número máximo a un porcentaje del 0,5% del PIB anual y totalmente reflejados en el precio final que paga el consumidor. España ha conseguido ser líder en renovables pero el coste ha llevado a incrementar un déficit de tarifa ya de por si monstruoso. Ahora es necesario encontrar un equilibrio entre un límite a los subsidios y un marco legal que garantice la rentabilidad a largo plazo para los innovadores.

Incentivar la eficiencia, no el consumo. Los precios bajos de la energía incentivan el consumo. Es un hecho. Mantener precios de gasolinas, electricidad y gas artificialmente bajos hace que aumente la factura energética de un país que importa 1,1 millones de barriles al día de crudo. Se ha demostrado, incluso con la crisis y el crecimiento de las renovables, que esas importaciones bajan muy poco. Por ello debe fomentarse el ahorro energético a través del precio adecuado, no de políticas cosméticas de bajo impacto. Dejar de esconder el coste real de la energía a través de un déficit acumulado anual es esencial para que el consumidor sepa lo que cuestan las diferentes tecnologías y que responda con un consumo responsable.

Más Upstream. España tiene un déficit estructural de acceso a recursos naturales, con exposición a países como Argentina y Venezuela, pero muy baja o nula a África, Rusia, Canadá y Estados Unidos. Las empresas energéticas pueden acceder ahora a recursos naturales en gas y petróleo en áreas de menor riesgo si los retornos lo justifican. Un pacto con Rusia o Noruega, que necesitan acceso al mercado final, por ejemplo, sería muy interesante y similar a lo acordado en los años 80 con Argelia. Merece la pena tener visión global, que el gas no va a estar siempre a 7 dólares/mmbtu o el petróleo a 100 dólares/barril.

Aprovechar la sobrecapacidad de regasificación. En España contamos con seis plantas de regasificación, un número a todas luces excesivo para la demanda del país. Sin embargo, esa sobrecapacidad puede utilizarse para crear un centro Europeo de suministro, un “hub”, que permita maximizar el potencial de esas plantas y, combinado con la política antes mencionada de mayor acceso a recursos naturales, acumular gas natural barato que permita apoyar la competitividad del país.

La quimera de “aumentar” competencia no ha demostrado mejorar los costes para el consumidor, tal y como ha demostrado el modelo británico. Lo que genera beneficios a los consumidores es tener empresas energéticas de bajo coste

Más competitividad. La quimera de “aumentar” competencia no ha demostrado mejorar los costes para el consumidor, tal y como ha demostrado el modelo británico. Lo que genera beneficios a los consumidores es tener empresas energéticas de bajo coste. Si se incentiva la eficiencia y se reducen los subsidios que premian a las políticas equivocadas, o las rescatan, forzaremos a las empresas a ser más competitivas y ofrecer productos y servicios más atractivos para el consumidor. Como ejemplo, hemos visto más beneficios para el consumidor por las ofertas combinadas de gas + electricidad de las grandes empresas que en la creación de multitud de grupos subvencionados.

La solución es simple. Mercado sin intervención en los sectores liberalizados, y en los sectores regulados, un marco estable y predecible. Si la generación con carbón o con gasoil tiene que reducirse o desaparecer, que lo haga. Si el precio de la electricidad o sistema gasista que hemos aceptado es caro, el consumidor debe saberlo para tener claro qué es lo que está promoviendo. Mantener al consumidor engañado, en el caso de España, creyendo que la energía que consumimos es barata a base de prolongar el déficit de tarifa, o recortar los retornos de otras tecnologías, es simplemente engañar.

Mientras los gobiernos sigan intentando planificar e intervenir en el mercado de la energía como si el resto del mundo no existiera, se verán abocados al fracaso. Y ya llevamos muchos años con atroces resultados. La economía verde, que me parece fenomenal si no la tienen que pagar nuestros nietos, solo triunfará si es competitiva. Los gobiernos solo deben crear un marco regulatorio razonable y estable para las tecnologías y que sea el mercado el que ofrezca soluciones. Compitiendo. Y evitar generar inseguridad jurídica, como ocurrió en España con las primas mal planificadas.

*Texto íntegro de una conferencia del gestor Daniel Lacallesubvenciones tarifa

Sube la luz, baja el crédito

Bureaucracy gives birth to itself and then expects maternity benefits – Dale Dauten

Llega el 2014. Sube la luz, baja el crédito. ¿Les suena?

Después de más de una década de riesgo regulatorio e intervención en energía y banca, decretos leyes, “reforma” tras “reforma” y decenas de miles de páginas de normas, los resultados son tan desastrosos que la solución que nos ofrecen es: más regulación y más intervención. Y es que ya lo comentaba yo hace años, cuando leo las palabras «sector estratégico” me echo a temblar. Porque sé que detrás de esas palabras vienen miles de millones en pérdidas. Y gobiernos que regulan, meten la pata y… regulan más. Y los errores de la intervención anterior se los achacan a “los mercados” y a una inexistente liberalización. A menos que llamemos “liberalización” a privatizar, seguir metiendo mano en todos los sectores y cuando sale mal, echarle la culpa a los extranjeros. Es decir, liberalización a la ‘argentina’.

Muchos de los villanos de las películas de James Bond suelen tener un modus operandi similar. Crean un enorme riesgo, una amenaza mundial, con el objetivo de vender después “la solución” a un coste desorbitado o controlar el mundo.

El 57% del precio final que pagan en la electricidad son costes fijos regulados, primas, impuestos y subvenciones. Esto hace, como con las gasolinas y gasóleos, que ustedes no se beneficien cuando bajen las materias primas

España ha pasado de tener unos precios de la electricidad que estaban entre los más baratos de la Unión Europea a ser de los más caros, solo superados por Chipre Malta. Las razones las he explicado, en muchas ocasiones, en mi post explicando cómo hemos llegado a este despropósito de Déficit de tarifa y cómo miramos a otro lado hablando de oligopolios en vez dePlanificación de burbuja.

Por qué sube la luz de repente un 11% ¿Manipulación? ¿De quién?

Deben ustedes saber que el 57% del precio final que pagan en la electricidad son costes fijos regulados, primas, impuestos y subvenciones. Esto hace, como con las gasolinas y gasóleos, que ustedes no se beneficien cuando bajen las materias primas, porque los costes fijos lo fagocitan.

De la factura de la luz menos de la mitad es lo que se llama el componente de la energía, es decir, el efecto del precio de mercado. Y éste ha subido un 26% en diciembre. Las razones:

– Se cierra una planta nuclear (Garoña) y se mantiene en parada técnica con innumerables nuevas regulaciones a Vandellós y Almaraz. Sacamos del sistema a través de regulaciones confiscatorias y burocráticas a la energía barata y poco volátil de alta disponibilidad.

– Cae un 40% la producción eólica, que es extremadamente volátil. Encima… tras los cambios regulatorios retroactivos recientes… caída del 40%.

– Menor producción hidráulica (-7%). Llueve menos y la energía más barata de todas es sustituida por… carbón, caro y subvencionado.

– Esto ocurre a la vez que la demanda crece un 1% en diciembre comparado con 2012.

La combinación de estos factores lleva a que el componente energético se haya disparado un 26%. Pero es una combinación desafortunada, extrema, y no replicable. ¿Manipulado por las grandes eléctricas? Ya lo dudo, cuando por ejemplo, Endesa no participó en la subasta (solo comprador) e Iberdrola solo un 4%.

La mayor manipulación que ha sufrido el mercado mayorista de electricidad ha sido la imposición de un mix energético volátil y caro, donde en picos de demanda extremos el carbón ineficiente o el gas más caro disparan el precio y en épocas de baja demanda los costes fijos, primas y regulados siempre suben. Es decir, es una anomalía que, como en otras ocasiones viene de muchos años de hundir al sector, pagando ustedes.

Mientras tanto, el otro componente, el fijo, el de las subvenciones, impuestos y alegrías, sube todos los años. Así, cuando bajan las materias primas usted no ve bajar su factura, y cuando suben, usted paga.

En abril de 2013 la subasta de la electricidad arrojó una bajada del 17%. Otra anomalía por circunstancias muy específicas. Nadie se mesaba los cabellos.

No es una casualidad que los dos sistemas peor y más intervenidos, Italia y España, tengan los precios de electricidad mayorista más caros

Mirar el componente energético mes a mes es algo que solo pasa en España. En AlemaniaItaliaReino Unido o Finlandia, todos sistemas marginalistas, nadie se escandaliza por una subida puntual del 27% del coste energético… ni de una caída similar posterior. ¿Por qué? Porque en esos países nadie fija la tarifa a principio de año con la bola de cristal y luego tiene que lidiar con las diferencias de haber estimado mal… Y acumular déficit de tarifa.

Otra cosa que ocurre en esos países es que el precio de la energía no lo dicta en picos de demanda la tecnología más obsoleta y cara, porque se preocupan de que el mix energético cumpla dos condiciones: que sea poco volátil y que sea barato. Sustituir energía de ‘base’ barata (hidráulica y nuclear) por energía cara y volátil solo lo hacemos ‘los ricos’.

No es una casualidad que los dos sistemas peor y más intervenidos, Italia y España, tengan los precios de electricidad mayorista más caros.

«Pero qué locuras dice, señor Lacalle, lo que necesitamos es más intervención y más regulación», me dirán. No se preocupen, estamos en camino. Luego, cuando ni bajen los precios y además tengamos que rescatar a los sistemas intervenidos, como ha pasado en Francia, dirán que es culpa de los mercados.

Baja el crédito

¿Quieren regulación? Tomen dos tazas. Si pensaban que iba a ‘fluir el crédito’, tras el análisis de transparencia y los acuerdos de la temible Unión Bancaria, pueden dudarlo.

Les dejo este magnífico grafico cortesía del Financial Times sobre lo ‘acordado’ sobre el mecanismo de control para poner en marcha el proceso de cierre y liquidación de bancos con problemas. Kafkiano. ¿Y aun piensan que la Unión Bancaria va a acelerar y mejorar el mecanismo de transmisión de crédito, agilizar el motor del sistema financiero y evitar los rescates con dinero público? De hecho esta extremada complejidad esconde la obsesión de varios países de que se deje abierta esa posibilidad, la de intervención con fondos públicos para “mantener vivos a los nuestros”… con el dinero de los otros.

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Del análisis de transparencia de la EBA (European banking Authority) me quedo con varios elementos importantes que siguen poniendo sobre la mesa que la Unión Bancaria no es la panacea ni el cimiento, sino el tejado, y que queda mucho, pero mucho que hacer a nivel nacional antes de plantearlo.

Pero sobre todo, la avalancha regulatoria que viene, con incertidumbres sobre morosidad, capital con o sin riesgo soberano, hace imposible que la banca lleve a cabo el ejercicio de reducir deuda, mejorar capital y prestar más. Es soplar y sorber a la vez.

imagen-sin-titulo (8)– El ratio de capitalización de los bancos ha mejorado poco, del 10 al 12%.

– La exposición a deuda soberana sigue siendo enorme (vean el gráfico).

– La morosidad en el crédito sigue siendo muy alta. 191.000 millones de créditos de difícil cobro en España (13% ex SAREB). Va a fluir el crédito cuando se reúnan los Beatles.

Hasta que estos dos gráficos (exposición a deuda soberana y capitalización) no se aplanen (es decir, que el riesgo asumido por bancos sea similar en proporción) y se acelere la capitalización y limpieza interna de los bancos con más problemas, es imposible hablar de Unión Bancaria sin olerse que los errores de los peores los acabaran pagando otros países.

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Porque lo que al ciudadano medio se le escapa es que el problema bancario, esa correa de transmisión de la expansión eterna, aún está lejos de solucionarse. Que el 2007 y la orgia de deuda no puede volver aunque quisiéramos.

La banca ha mejorado, pero debemos ser conscientes de la fragilidad de esas cifras de capitalización. En un sistema bancario tan endeudado y enorme (320% del PIB de la eurozona) donde la cobertura de riesgo por impagos es aún solo del 50% y se cuenta como capital de ‘calidad’ a activos que han sufrido enormes volatilidades, ese capital desaparece rápidamente.

Por eso cuando leo “hemos puestos miles de millones para arreglar la banca y solucionar el crédito y no fluye”, me temo que sobreestimamos lo que se ha hecho como “solución”. Se decidió no dejar quebrar a nadie, mantener a todos y se ha retrasado la limpieza del sistema siete años. Unos mejor que otros, pero el sistema aun frágil.

Mientras siga el incentivo perverso de que los estados enchufen deuda soberana en los bancos, y estos de acumularla como “activo sin riesgo” -menuda broma- seguirá ocurriendo lo que comentaba en mi post No esperen que vuelva el credito.

Pero como en todos los «sectores estratégicos”, tras decenas de miles de papeles de regulación desde la creación de la Unión Europea, mientras a los estados las empresas les sirvan como instrumentos de gestión de planificaciones burbujeras, seguridades sociales encubiertas y alfombras para esconder deuda, nos pasaremos años diciendo que no entendemos que la economía no crezca, por qué cae la demanda y que lo que hay que hacer es…. intervenir más. Hasta la derrota final.