Soluciones ante el reto tecnológico

La cuarta revolución industrial, y el avance de las tecnologías disruptivas, se están analizando en la Unión Europea desde una perspectiva errónea, como hemos comentado en varias ocasiones. Nos planteamos la revolución digital como una amenaza, y desde una perspectiva recaudatoria, fiscal. Exageraciones del estilo de “los robots nos quitarán el trabajo” y ridiculeces como “que las máquinas paguen seguridad social”.

Sin embargo, el enfoque erróneo, tratar de preservar el pasado subvencionando a los sectores obsoletos y penalizando a las nuevas tecnologías, no solo no funciona, sino que no protege nada y, encima, nos hace perder la carrera de la innovación, poniendo escollos al cambio del patrón de crecimiento.

Sí, las tecnologías disruptivas tienen un efecto desinflacionista y fiscal. La democratización de la tecnología genera mucha mayor calidad de vida y prestaciones para todos, pero estorba a la vieja economía y a algunos gobiernos porque los precios no aumentan. La tecnología favorece la eficiencia, y sus economías, basadas en el inflacionismo y la deuda, sufren si no se disparan los precios.

 

La democratización de la tecnología genera mucha mayor calidad de vida y prestaciones para todos, pero estorba a la vieja economía y a algunos gobiernos porque los precios no aumentan

 

¿Quién se beneficia de las subidas de precios? Ningún consumidor, solo los sectores de bajo valor añadido y los gobiernos y sectores de baja productividad endeudados, que esperan que la deuda se les “desinfle” con la inflación. La inflación, el impuesto de los pobres, tiene un enemigo en la tecnología.

Pero, además, la tecnología genera menores ingresos fiscales de los que les gustaría recibir a los gobiernos de “no tenemos un problema de gasto, sino de ingresos”. El caso reciente en Francia, con la victoria de un gigante tecnológico contra las veleidades confiscatorias del fisco galo, es muy revelador, y además con consecuencias en toda la Unión Europea, que está demasiado acostumbrada a hacer estimaciones de cuento de la lecherade ingresos fiscales debidos.

La tecnología destruye las veleidades de que el gasto público solo puede crecer y ratios tan hilarantes como “funcionarios por habitante”. Sin embargo, la cuarta revolución industrial es una gran ventaja para todos, no una amenaza.

Los gobiernos tienen que gestionar mejor, no esperar que el mundo se adapte a sus decisiones de gasto. Porque los gobiernos están al servicio de una sociedad cambiante, no al revés.

El reto de la tecnología no se soluciona poniendo obstáculos burocráticos y fiscales, sino desde la formación y permitiendo que crezcan las empresas de alto valor añadido.

Ya comentábamos aquí que el alarmismo sobre la tecnología esconde las ansias intervencionistas de algunos, pero es que incluso si tuvieran razón, las soluciones que proponen son miopes e inútiles. Si de verdad les preocupase la digitalización estarían favoreciendo -no obstruyendo- la creación y el desarrollo de líderes tecnológicos y facilitando la formación desde el trabajo para crear líderes y expertos. Pero no.

Desde el punto de vista fiscal, la perspectiva miope de intentar recaudar de manera injusta de donde no tienen derecho no ayuda al cambio ni a la mejora.Los impuestos se pagan donde se crea el valor añadido y se tiene la estructura empresarial, no donde le apetezca a un gobierno. La doble imposición fue un desastre para el crecimiento y el desarrollo y caer en esos errores ni soluciona el agujero fiscal ni el laboral.

Seamos claros.

Los robots no destruyen empleo. Los gobiernos intervencionistas, sí.

En Corea del Sur, hay unos 531 robots por cada 10.000 empleados, el paro es del 3,3%. En Singapur, 381 y un paro del 2,7%. En Francia, paraíso del obstruccionismo y la subvención, 127 robots por cada 10.000 empleados, y un paro del 9,6%. Datos de la Federación Internacional de Robótica y la OCDE ¿Quién destruye empleo, la tecnología o la burocracia?

 

Si la tecnología destruyera trabajo, hoy no existiría el empleo, tras décadas de revolución sin parangón.

Los robots no destruyen empleo. Los gobiernos intervencionistas, sí

 

El agujero fiscal solo se puede solucionar de tres maneras:

Primero, dejando de subvencionar al improductivo para penalizar al productivo. Ni se ha conseguido crear empleo, ni mejorar salarios ni liderar el cambio de modelo productivo.

Segundo, abandonando de una vez, y ya deberíamos aprendido, los planes “de estímulo” para crecer que solo dejan deuda y paro.

Tercero, con la mejora de calidad de vida y avance que genera la tecnología, generando mejores ingresos fiscales y más sostenibles por mejora de actividad económica y productividad, que sólo ha empeorado desde la tozudez de “sostener el PIB” con políticas de demanda.

Atacar a las tecnologías disruptivas desde un punto de vista burocrático y fiscal es un enorme error. A esas empresas se les tenía que poner un monumento, no atacarlas. Pero, además, deberíamos crear millones de ellas, para liderar la verdadera revolución, que no es solo la tecnológica, sino la del valor añadido. Y la estamos perdiendo desde la glorificación del burócrata.

Intentando sostener los sectores rentistas vía subvenciones no creamos empleos, penalizando al productivo los destruimos. Y, si les preocupara el empleo y los salarios, aquello que fingen defender, apoyarían a los sectores disruptivos, que hacen que el poder adquisitivo de los salarios aumente, que la calidad de vida sea mayor y se democratice el conocimiento.

La tecnología no pone en peligro los servicios públicos, los hace mejores y más eficientes. Lo que pone en evidencia es lo innecesario de la enorme cantidad de capas burocráticas que hemos creado.

Si quieren recibir más ingresos, no asalten a los que crean mejores puestos y mejor pagados, dejen que se desarrollen. Y creceremos más, pagaremos mejor y lo haremos de una manera más sostenible.

 

Lo único que intentan proteger es el sistema obsoleto y rentista, y ahogar a impuestos después echando la culpa a los robots

 

Bajo la excusa de defender el empleo lo único que intentan proteger es el sistema obsoleto y rentista, y ahogar a impuestos después echando la culpa a “los robots”. Por eso los mismos que sueltan alarmismos sobre la tecnología son los que defienden el inflacionismo y el intervencionismo. Los mismos que se preocupan por el clima y la sostenibilidad subvencionan el exceso de capacidad para aumentar el consumo y el precio de las materias primas. No por el estado del bienestar sino por sostener el bienestar del estado.

Si le preocupa su pensión o su sanidad, no se preocupe por los robots, preocúpese -y mucho- por el que le dice que lo va a solucionar todo construyendo cosas innecesarias, poniendo puertas al campo y subiendo impuestos.

Si le prometen protegerle del cambio eliminándolo, en vez de liderándolo, ni le protegerán ni lo eliminarán. Pero la factura sí la pagará usted.

Sobre el cuento chino del Club de la Impresora y el BCE

Sobre el cuento chino del Club de la Impresora:

Garzón dice esto:

Y luego pretende decir que somos todos tontos porque:

Lo que cita Garzón no es un «boletín del BCE», sino un boletín de análisis, es decir, es un paper de opiniónde dos economistas, sobre eurobonos.

Pero, además, no es una traducción «literal» en nada. En ningún sitio dice que la deuda pública NUNCA LE SUPONDRÁ UN problema. Se «olvida» que los eurobonos incluirían un compromiso con la estabilidad presupuestaria, como dice el paper DE OPINIÓN.

Es decir: Garzón NO DICE que ha traducido (además de que es falso) la opinión de dos economistas entre cientos que escriben opiniones, no. Dice que ha traducido «un boletín del BCE», haciendo creer a su audiencia que es la opinión oficial o reglamentación del BCE como institución.

Se le olvidó «solo» ESTO:

Ah, y sí, esos dos economistas dicen burradas defendiendo políticas monetaristas e inflacionistas, como él. Porque la idea que proponen de multiplicadores se ha descalificado en centenares de ocasiones por la realidad.

Tampoco dice Garzón que, para que los eurobonos se implementaran, los países tendrían que aceptar la senda de consolidación fiscal.

Si quiere leer papers del BCE, lea a los que alertan sobre estimaciones de ingresos fiscales irrisorias, como las de Podemos (Aquí: https://t.co/58dsP02Nim )

O ya que quiere BCE, que lea uno que dice lo contrario a lo que él propone (https://t.co/jdVB8StJYX )

O el paper que defiende déficit mínimo o superávit.

O uno que dice que la austeridad no afecta tanto a la opinión pública (aquí).

O a Draghi defendiendo la austeridad y la responsabilidad fiscal

O los límites legales y económicos del banco central.

O, mejor, el paper donde defiende que la austeridad funciona mucho mejor que creer en los multiplicadores

«ECB Economists Find That Austerity Works».

Pero para los inflacionistas de: «imprimir no genera problemas», da todo igual porque le echarán la culpa de sus destrozos «al mercado». Como hacen siempre (lean).

La próxima vez, al menos, que se lean lo que citan.

El techo de gasto y el techo nefasto

¿Cómo se consigue que quiebre un país y se hunda el estado de bienestar?

 Haciéndolo insostenible. Luego, con la debacle, se quejan de los “recortes”, y vuelven a quebrar el país.

Y es que tenemos una peligrosa mayoría de políticos que siempre piensan que usted gana demasiado y ellos gastan demasiado poco.

En España ya vivimos las consecuencias de “gastar lo que sea necesario” porque “el problema es de ingresos, no de gastos”. En tres años -en tres- acumulamos un déficit de más de 100.000 millones de euros anuales. Todo con mucha dignidad.

Esos mismos que aprobaron el techo de gasto de 2017, ahora rechazan el de 2018. Curioso, porque el presupuesto de 2018 incluye más partidas sociales que nunca, y todas ellas -sanidad, educación- se sitúan por encima de 2011.

En 2017 alcanzaremos un récord histórico de ingresos. 203.570 millones de euros en impuestos, más que nunca. Récord en IRPF, IVA e Impuestos Especiales y el segundo mejor año de Impuesto de Sociedades, solo superado por el aterrador y -esperemos- nunca replicable pico de la burbuja. Eso a pesar de que las bases imponibles han caído por la debacle de los sectores ultra cíclicos y que casi el 40% de las empresas siguen en pérdidas.

Pero a los redistribuidores de la nada les parece poco. Piden un “suelo de ingresos”, la sandez más grande jamás propuesta, y que demuestra la visión de que empresas y familias están al servicio de los burócratas y no al revés.

No existe sector público sin un sector privado potente. Y no “suelo”, el sótano oscuro y maloliente sin ingresos es el que consiguen con políticas anticuadas e ineficaces de asaltar a los sectores productivos a impuestos. Con sus políticas de expolio se consigue destruir los ingresos del estado a través del destrozo de la actividad económica, la inversión y el empleo, y, con ello, el estado de bienestar que fingen defender.

España ingresa y gasta menos que otros países, es su excusa. Para ello, empiezan la casa por la ventana. No creando más riqueza, más empresas y más empleo, sino negando el riesgo y gastando antes de recaudar. Todo con la excusa de los ricos.

Los que se pasan el día mencionando a otros países a la hora de gastar, siempre olvidan que para tener un estado de bienestar amplio hay que tener un tejido empresarial potente, con beneficios y márgenes sólidos y familias que puedan ahorrar, y no ir “bajando” el umbral de lo que es ser “rico” para arrancar cuatro euros más para alimentar el leviatán.

La próxima crisis de deuda la crearán los que fingen defender “lo público”.

Ya lo explicamos en “La Deuda Gratis No Existe”. Una crisis de deuda no ocurre solo porque la deuda pública sea alta sino, sobre todo, porque la confianza en la solvencia del país desaparece cuando se lanzan a gastar sin control basándolo en ingresos de ciencia ficción. Lean “El Timo de los Presupuestos Alternativos”.

Es por ello por lo que es tan importante fijar un techo de gasto que, a la vez que atiende a los servicios básicos, no entorpece el crecimiento económico y el empleo, y ayuda a atraer inversión. No solo por la credibilidad de las cuentas públicas, sino la estabilidad.

Y, lo más importante, la reducción del déficit es esencial, se ha reducido a la mitad sin inflación ni alto crecimiento global, pero hay que reducir la deuda total. Y eso no se va a hacer nunca con la patada hacia delante de gastar más hoy a ver si mañana ahorro. La razón es sencilla, la prima de riesgo de la deuda española actualmente viene “reducida” por la política del BCE, en parte -aunque no toda- . Debemos tener un nivel de solidez en las cuentas públicas claro para que, cuando esa política termine o se convierta en parte de la liquidez, la prima de riesgo baje porque los fundamentales son todavía mejores.

“Pero, ¿y la emergencia social?”. Bueno, ya sabemos que la emergencia social desaparece en cuanto los populistas gobiernan, sin haber cambiado nada. Los niños desnutridos se atiborran y las familias sin hogar desaparecen con la llegada de las “coaliciones de cambio” al poder, en un día.

Pero lo que es aberrante es que en este país se quiera recuperar el gasto público de la época de burbuja, se llame inversión pública al ladrillo, los aeropuertos innecesarios y los frontones duplicados, y se consideren los estabilizadores automáticos que genera la recesión un “derecho” a perpetuar y aumentar. Pero no me digan que no es divertido que pongan como “recuperar derechos” la época en la que el gasto se disparaba por… el aumento del paro y el gasto en seguro de desempleo.

No me digan que no les parece divertida esta frase. “El reparto del déficit es neoliberal”. Es uno de los hitos de la demagogia lingüística. El déficit no es un derecho, es una obligación, y más déficit es más deuda y más impuestos en el futuro. Pero ya es delirante tildar a aumentar la deuda de “neoliberal”.

El gasto público no es una cifra que deciden los burócratas y los demás debemos sufragar. El gasto público es la gestión de los recursos que tenemos en base a la capacidad de crecer y mejorar.

Para redistribuir riqueza hay que crearla. Y cuánto redistribuir no es una decisión del burócrata, sino lo que acuerda la sociedad que le contrata dependiendo de su capacidad y a cambio de sus servicios.

No existe la dicotomía entre gastar más y bajar impuestos, porque la evidencia del fracaso de “gastar para crecer” es más que evidente. Ningún país de los que se han lanzado a planes de estímulo público ha reducido su deuda en los últimos diez años, y todos la han aumentado mucho más (vean el vídeo de ayer). Hay que dejar respirar y devolver el esfuerzo a empresas y familias que son los que han sufragado la salida de la crisis.

Si empezamos la casa por la ventana, aumentando déficit, gastando con estimaciones de ingresos completamente ficticias, y multiplicando los desequilibrios, volveremos a caer en un shock de deuda. Con una importante diferencia. El próximo será mucho más severo porque no se podrán bajar más los tipos de interés o aumentar la liquidez. La casa se desplomará, de nuevo.

El techo de gasto es importante. Pero el techo nefasto es el que hunde al país con la entelequia de que gastar más reduce la deuda.

Y, entonces, los redistribuidores de la nada dirán que la solución es… gastar más.