Elecciones USA: Las sombras del “milagro” Obama le pesan a Clinton

Acabo de regresar de Nueva York, y muchos analistas -sobre todo europeos- se sorprenden ante lo ajustadas que están las encuestas, con Clinton cerca de 269 votos electorales y Trump pisándole los talones con 265 y subiendo. Ya hemos comentado en esta columna en diversas ocasiones el legado de Obama y la atroz deriva proteccionista de Trump.

La pregunta es ¿por qué los americanos no están encantados con la política de Obama? Y, sobre todo, ¿qué riesgos se presentan ante las elecciones? ¿Son los norteamericanos unos malvados desagradecidos que no valoran el éxito de los últimos ocho años?

Al fin y al cabo, si creemos a los analistas del mainstream socialdemócrata europeo, Obama ha “creado” 11 millones de puestos de trabajo (curioso, porque ni el partido demócrata se apunta más de 8,7) y la economía crece a todo tren. La debilidad demócrata en esta campaña, por lo tanto, sólo puede ser por “una conspiración mediática y derechista contra Obama y, por extensión, Clinton… Total, por unos emails de nada…”. Eso es lo que nos parece llegar a Europa.

Pero es que esos datos de empleo distan mucho de la historia y dinamismo de EEUU. Siendo buenos, y negarlo es ridículo, están muy lejos de lo que se espera de una economía que ha tenido un estímulo monetario y fiscal superior a $24,7 billones en ocho años. La deuda ha aumentado un 121% con Obama y el crecimiento es el más pobre en décadas, menos de la mitad de su potencial.

Por un lado, han salido más de 11 millones de personas de la fuerza de trabajo, llevando la participación en el mercado laboral a niveles de 1978, y es completamente falso que se explique por la demografía. EEUU tiene una demografía similar a la de Reino Unido y su participación laboral es casi diez puntos inferior. Además, se ha reducido en casi todos los segmentos de edad (muy relevante entre 25 y 35 años).

En octubre de 2016 salieron de la fuerza laboral 425.000 trabajadores, el nivel más alto de la serie histórica, alcanzando un total de 94,6 millones de norteamericanos en edad de trabajar que ni participan en el sistema ni buscan trabajo. Eso muestra un índice de participación laboral de 62,8%, no visto desde 1978. Por lo tanto, un desempleo bajo se contrapone a una participación laboral paupérrima. Además, el número de ciudadanos norteamericanos que suplementa su renta con cupones de comida (food stamps) se ha duplicado de 20 millones a más de 40.

El empleo temporal se sitúa en 18,2% (menos de 35 horas semanales), es decir, niveles considerados de recesión. En época de crecimiento, EEUU siempre ha tenido una temporalidad inferior al 16,6%. En la recesión de 2001 era del 17% y en 2008 el máximo del 20%. Con Obama y el mayor estímulo de la historia sólo se ha reducido la temporalidad ligeramente al 18,2% y eso hundiendo la mencionada participación laboral.

El dato de octubre publicado la semana pasada mostraba una destrucción de empleos fijos de 103.000 y creación de empleo temporal de 90.000. A propósito, cuando piensen en empleo fijo y temporal en EEUU, piensen en condiciones de flexibilidad que aquí no imaginaríamos jamás.

Desde 2009, duplicando la deuda, ha caído la renta media de los hogares en todos los segmentos (la mediana de $55.000 a $54.000 y el segmento más pobre de $13.000 a $12.000) y los salarios reales continúan a niveles de 2008. Encima, la implantación del llamado Obamacare (Affordable Care Act) ha supuesto que el coste medio de una póliza se dispare hasta un 25%, haciendo una sanidad pública cara e ineficiente aún más cara.

Para acabar de desanimar, en los últimos cinco años el crecimiento anual de productividad ha sido de 0,6% de media, el más pobre desde 1978.

Por lo tanto, no es tan “sorprendente” la falta de euforia ante una nueva administración demócrata. Se entiende mejor cuando se diseccionan los datos de empleo y se ponen en el contexto del mayor estímulo fiscal y monetario de la historia y de haber duplicado la deuda.

Y es que, si con semejante chute de adrenalina “sólo” se ha conseguido esto, imaginen el riesgo que percibe un ciudadano fuera de Nueva York o Los Angeles.

Estos datos de empleo y economía nos dicen mucho cuando miramos a nuestros países en la UE.

– Nunca se ha salido de una crisis desde el empleo fijo y reducir la temporalidad es muy complejo.

– El “poster boy” de los estímulos monetarios, el ídolo de la socialdemocracia europea, Obama, ha conseguido reducir el paro a niveles del 4,5% desde una flexibilidad y contención salarial que casi nadie en Europa es capaz de defender.

– El enorme aumento de desequilibrios fiscales y financieros no genera el tipo de empleo y calidad que imaginan los populistas europeos en sus cuentos de ciencia ficción.

Es cierto que los datos de la administración Obama son muy pobres teniendo en cuenta semejante mega-estímulo. Es cierto que la crisis fue muy importante, pero que casi ningún dato haya recuperado niveles de época de crecimiento es la evidencia de un fracaso que se refleja en el descontento del votante. Pero es mucho más preocupante pensar que la solución a este pobre historial sea repetirlo con Clinton. Y aterrador que la “alternativa” sea el populismo rancio y proteccionista de Trump. Por lo tanto, ante “susto” o “muerte”, sin duda yo prefiero susto.

Mañana sabremos quién va a ser presidente de Estados Unidos. Si empatan a 269 votos electorales lo decidirá un congreso mayoritariamente republicano, pero también poco “fan” de Trump… Veremos.

Lo que sí queda claro es que EEUU se enfrenta a un periodo complicado donde el crecimiento se presenta pobre y las soluciones mágicas que proponen ambos candidatos mayoritarios no van en el camino de recuperar el crecimiento histórico y la productividad perdida.

Tensión electoral en EEUU y continuidad en España

Quedan pocos días para las elecciones en Estados Unidos y el escándalo de la investigación por parte del FBI de los emails de Clinton ha variado de manera relevante lo que parecía una diferencia importante a favor de la candidata demócrata.

Ya hablamos aquí de la deriva populista de ambos candidatos (lean “el legado de Obama y los retos de Clinton y Trump”) y las mentiras económicas de Trump unidas a una deriva hacia un proteccionismo absolutamente letal para la economía norteamericana.

A estos análisis se ha añadido la noticia de que 370 economistas incluyendo a varios premios Nobel han publicado una carta abierta contra las políticas “peligrosas y destructivas” de Trump en la que alertan sobre los mensajes populistas que se basan en “ideas mágicas y teorías de la conspiración”. El español medio ya sufre esa misma retórica del unicornio con Podemos. En Estados Unidos, lo dice un candidato republicano con posibilidades de gestionar la mayor economía del mundo.

Pero no olvidemos que más de 300 economistas también alertaron sobre la “mal asesorada” política económica de Clinton. ¿Y cuál es el problema? Que ambas políticas económicas están basadas en la magia de unos multiplicadores del gasto que se han demostrado inexistentes, de una política monetaria que incentiva el déficit y el exceso de endeudamiento y una percepción cada vez más intervencionista de la economía que lleva a que el crecimiento sea el más pobre en décadas a pesar de más de $20.000 millones de estímulos y que la participación laboral y la productividad -algo que ninguno de los dos candidatos menciona jamás- estén en mínimos.

Es muy alta la tentación de decirle a los ciudadanos que no se preocupen, que los Reyes Magos existen y que dos y dos van a sumar veintidós porque el presidente sea uno u otro. Y el riesgo de ambos candidatos es que se van a equivocar perpetuando los sectores que a uno y otro le gustan ideológicamente pero que no suponen ninguna ventaja competitiva para Estados Unidos. Es muy de políticos proteccionistas elegir sectores de baja productividad, pero con muchas “inauguraciones” para llevar a cabo la mayor asignación de capital con dinero público posible.

Y ese es el problema de ambos candidatos. La glorificación de las soluciones mágicas y poner escollos al crecimiento. Uno con enormes aumentos de impuestos y gasto en sectores de baja productividad, y otro que, a pesar de las bajadas de impuestos, busca perpetuar vía apoyo público a los sectores más obsoletos -el carbón, por ejemplo- y que pretende exportar y comerciar más limitando los tratados bilaterales.

Gracias a Dios, las empresas norteamericanas no dependen de los candidatos y gestionan su día a día desde un dinamismo envidiable. Esta semana, en Nueva York, lo pude comprobar. Es muy positivo escuchar a grandes empresas criticar en público y abiertamente a ambos candidatos. Demuestra libertad.

MIENTRAS TANTO, EN ESPAÑA…

Ya tenemos gobierno. Y debe ser un gobierno que preste una atención especial a lo que ocurre en el exterior, porque -siempre lo digo- España puede salir beneficiada de una economía global con retos importantes y con importantes riesgos de ralentización. Si ponemos como pilar fundamental de la política de gobierno atraer capital y crear empleo y evitamos los cantos de sirena de repetir los errores de 2008, saldremos reforzados como ya expliqué.

El primer reto -e importante- es no caer en el error de 2012 de subir impuestos, que se empezó a revertir con la recuperación. Se consiguió en 2015 que la recaudación creciera más que el PIB nominal y que se alcanzase un crecimiento superior gracias a la política de devolver parte del esfuerzo a las familias y empresas que gestionaron admirablemente la crisis. No podemos caer en el error de subir impuestos ante una ralentización global porque tendría efectos letales sobre nuestro crecimiento potencial.

En empleo hemos demostrado que 2016 podía ser mucho mejor que 2015, con un aumento de afiliados de 591.899 hasta octubre, un 3,44% más y creciendo el empleo fijo un 10%. Recordemos que el consenso no esperaba más de 450.000 afiliados más en 2016 y consideraba el año 2015 como “irrepetible”. Hay que seguir por ese camino.

No olvidemos la energía. Una de las mejores noticias de los últimos años ha tenido muy poco eco en los medios de comunicación. La factura de la luz anual de una familia media se ha reducido un 14,2% desde 2012, tras una etapa completamente alocada en la que subió más de un 67% entre 2004 y 2012, cuando se cargaba la tarifa de subvenciones y costes fijos. El gran objetivo de esta nueva legislatura es que los costes energéticos sigan reduciéndose y evitar los cuentos de los que prometen enormes ahorros “el año que viene” a cambio de brutales sobrecostes inmediatos.

Nos encontramos en un entorno complicado global y el aumento del proteccionismo ha hecho que el comercio global se resienta de manera preocupante. No olvidemos que el gran éxito de nuestra recuperación ha sido crecer y crear empleo exportando más, hasta llegar a un 35% del PIB en el sector exterior. Hemos conseguido ese récord exportador con nuestros grandes socios comerciales en ralentización o estancamiento. Para continuar en la senda del crecimiento, la exportación y del empleo tenemos que fortalecer un modelo con fiscalidad atractiva, seguridad jurídica y atracción de capital. Los que apuestan por lo contrario serán los perdedores de un 2017 complejo.

China se estabiliza… endeudándose

Los datos de China han apoyado a las bolsas al mostrar un crecimiento del PIB en línea con lo estimado y los precios industriales han vuelto a una tendencia positiva en septiembre, el primer cambio de tendencia positivo desde 2012, aunque sea extremadamente modesto. Esto apoya la tesis de una recuperación de la inflación a pesar de la ralentización del crecimiento que hemos comentado en esta columna (lean).
¿Por qué? China ha sido un factor esencial en la subida y posterior desplome de la inflación global (lean) al haber generado una demanda marginal desproporcionada durante el periodo 2001-2008 acompañado de enorme sobrecapacidad y bajadas de precios vía intento de exportar más posteriormente. Actualmente, 16 países que suman el 55% del PIB global están mostrando la preocupante tendencia de subida de expectativas de inflación y bajada de estimaciones de crecimiento, según Morgan Stanley. Sin embargo, esa supuesta estabilización en China viene acompañada del mayor aumento de deuda nunca visto a nivel global. China ha aumentado su deuda en 4,5 billones en doce meses, más que Estados Unidos, Japón y la Unión Europea juntos.

Esa bomba de relojería de sostener el PIB a base de disparar el endeudamiento tiene un doble riesgo. El aumento del endeudamiento viene fundamentalmente del sector inmobiliario y las infraestructuras. El primero ya supone la mayor burbuja de la historia, reconocido por el propio millonario chino Wang Jianlin, y nos muestra señales que cualquier español reconocerá. Prestamos concedidos sin ningún control, endeudamiento para gastos corrientes y deuda para cubrir vencimientos de otros préstamos bajo el mantra de que “las casas nunca bajan”.

Los precios en ciudades como Shanghai han subido un 30% en doce meses. El segundo, la fiebre de infraestructiras, es igualmente preocupante. Decenas de miles de millones en dólares gastados en proyectos innecesarios y sin rentabilidad económica real ni necesidad evidente en un país que ya tiene una sobrecapacidad cercana al 40%. La mala asignación de capital en la economía china no es una excepción, es la norma.

Según Capital Economics y Goldman Sachs, más del 65% de los préstamos que se originan van a sectores de baja productividad con rentabilidad económica muy baja o dudosa. Y las regiones y gobiernos locales no tienen la menor intención de parar el circulo vicioso.

El problema de todo esto es que ha quedado claro que el gobierno chino se ha rendido y ha abandonado sus promesas de “cambio de modelo” para multiplicar los desequilibrios.Por eso, los analistas temen que el repunte de los precios industriales, al haber sido causado por una orgía de deuda, se corrija en el primer trimestre de 2017 abruptamente al aparecer mayor sobrecapacidad y caída de la utilización.

La fe en que todo se solucionará porque lo decida un comité nos muestra hasta qué punto nos creemos el mantra de que la planificación central lo arregla todo. Y no nos damos cuenta de que siempre ocurre lo mismo. Muy pocos gobiernos limitan o paran la mala asignación de capital, porque son los primeros beneficiados de que se perpetúe. Ningún miembro del comité central chino le dirá que necesitan cuatro veces más deuda para generar una unidad de PIB que hace ocho años. Pero esos desequilibrios que se están acumulando son, probablemente, de los más peligrosos.

Como ya comentamos aquí, la construcción de infraestructuras sin control ni necesidad real no solo no apoya el crecimiento, sino que lo limita. Y la deuda que deja detrás va a ser muy difícil de pagar, aunque se devalúe el Yuan aún más. Según Moody´s la capacidad de repago de deuda se ha reducido a niveles de 2006 y el montante de préstamos de difícil cobro se dispara. Ya ha alcanzado un máximo no visto en una década. Ustedes me dirán que es una cantidad -1,8%- ínfima sobre el total prestado, pero no solo la tendencia es preocupante, sino que muchos afirman que la cifra real es muy superior, ya que casi ningún banco chino considera los préstamos a entidades estatales como de riesgo.

Los elementos positivos de la economía china se mantienen. El consumo crece a doble digito, la clase media aumenta, los sectores no estatales mejoran la productividad nacional, y el elemento demográfico juega a su favor. Pero los desequilibrios acumulados en alto endeudamiento, sobrecapacidad y pobre asignación de capital no se suplen ni enmascaran con esos incuestionables elementos positivos. Por un par de puntos de PIB se corre el peligro de muchos años de ralentización. Que se haya doblado la apuesta por la burbuja endeudada en vez de atacar con firmeza los excesos, seguramente hará sufrir a la economía china, y con ella al resto del mundo.

No, esta vez no es diferente. Es igual que siempre que se infla la burbuja vía deuda.