España es un país que ha sido capaz de sobreponerse a crisis muy duras. Sin duda, tenemos el talento, las empresas, el tejido productivo y la sociedad civil para lograrlo. Sin embargo, no podemos conseguir recuperarnos de manera rápida y eficaz si no ponemos las bases para ello.
El gobierno nos intenta vender una falsa disyuntiva. O vidas o economía. Y es falso. Los países líderes en contención y gestión de la pandemia están trabajando desde el primer día en los dos frentes: controlar la epidemia, con prevención, tests y control y preservar el tejido productivo para que el crecimiento sea sólido y se recupere lo perdido rápidamente.
Por eso mismo es por lo que nos debemos preparar para una recuperación lenta y larga. Mentalizarnos para lo peor para conseguir lo mejor.
El exceso de optimismo e irresponsabilidad no nos van a fortalecer. Y la política del avestruz de esperar que no pase nada escondiendo la cabeza tampoco. Nicholas Bloom de la Universidad de Stanford ya alerta de una crisis que durará al menos cinco años, y Jessica Hinds de Capital Economics alerta de que la recuperación española será mucho más lenta y prolongada que la de la media de la Unión Europea.
Merece la pena resaltar el estudio de Darcy Allen “The problem of ‘freezing’ an economy in a pandemic” en el que muestran el error de pensar que todo se va a recuperar de la misma manera y que el impacto va a ser como un paréntesis.
Las soluciones realistas pasan por mayor cooperación e interacción global, no por mayor proteccionismo. También hay que tomar medidas claras para fortalecer el tejido productivo en vez de políticas extractivas.
Las soluciones realistas pasan por mayor cooperación e interacción global, no mayor proteccionismo
España debe enfrentarse a la realidad. El reciente acuerdo del Eurogrupo nos da acceso a unos 24.000 millones en un crédito blando, pero es un crédito. El requisito es que los fondos se utilicen para sanidad, por lo tanto, no podemos esperar que se financien con este mecanismo las decenas de medidas intervencionistas anunciadas.
Es importante entender que ninguna de las medidas económicas anunciadas viene con memoria económica. Toda la apuesta del gobierno ahora es muy similar a la de 2019, sobrepasar los compromisos fiscales y presupuestarios y esperar que nos los acepten y paguen otros. Eso no va a ocurrir.
Es muy importante empezar a alertar de que nos vemos abocados a un rescate. Los gastos se disparan -incluso excluyendo los que tienen que ver con la sanidad- y se desploman las bases imponibles que permitirían recuperar los ingresos a medio plazo.
En España se han destruido 122.000 empresas con empleados, el 8% del total, en menos de un mes, según datos de la Seguridad Social. Esto no incluye los centenares de miles de autónomos que han tenido que cesar actividad. Esto supone, siendo conservador, 12.200 millones de ingresos fiscales perdidos para al menos 2020, 2021 y 2022.
Es importante empezar a alertar de que nos vemos abocados a un rescate.
Por haberse negado a eliminar impuestos durante la crisis, el efecto en ingresos perdidos en los próximos años será mucho mayor. Haciendo un cálculo muy optimista, los 40.000 millones de euros que se perdieron de ingresos fiscales en la crisis de 2008 se duplicarían hasta 80.000 millones de euros ante la destrucción de bases imponibles, desplome de beneficios y cierre de empresas estimado.
A ello tenemos que añadir la pérdida en empleo. Los datos de marzo ya son alarmantes, pero analistas independientes estiman una caída mucho más fuerte que la de la media de Unión Europea y, lo que es peor, una recuperación más lenta y prolongada.
Con un paro que ya se ha disparado del 13,8% al 15% en un mes, y sectores que van a permanecer deprimidos durante mucho tiempo, el agujero en ingresos de la Seguridad Social y recaudación por IRPF puede ser, por lo menos, de una caída en el periodo 2020-2022 de un 15%.
Todo el plan del gobierno en términos económicos pasa por dos pilares: más gasto y más deuda.
El plan descansa en endeudar al sector privado en más de 190.000 millones (110.000 de préstamos en el balance de la banca y más de 80.000 en el balance de las empresas).
Toda esa cantidad de préstamos avalados y el desplome en beneficios empresariales va a generar un enorme problema a medio plazo tanto de endeudamiento como de ingresos fiscales por impuesto de sociedades.
Habrá también un empeoramiento de las ratios de solvencia y liquidez de la banca ante el aumento de los préstamos de difícil cobro. Los bancos pueden soportar el impacto de la crisis en sus clientes existentes y sus activos, pero difícilmente duplicar el riesgo.
El desplome de los ingresos fiscales ha llevado a muchos analistas independientes, desde CaixaBank a Goldman, a estimar un déficit fiscal en 2020 del 10% del PIB. Lo más preocupante es que, ante la destrucción de beneficios y bases imponibles, ese déficit no se reduciría de manera relevante en 2021 y 2022.
Todo eso nos llevará a una deuda sobre PIB del 120-130% en muy poco tiempo, antes de estimar el aumento de gasto por estabilizadores automáticos y gastos anunciados sin memoria económica. Estamos hablando de un aumento de gasto en 2020 que podría superar el 14% con una caída de ingresos sin precedentes.
Las estimaciones de los analistas internacionales hablan de un déficit fiscal del 10% del PIB en 2020.
Estas son cifras que veremos en otros países ¿Cuál es la diferencia? Otros Estados han moderado su gasto estructural, no lo han aumentado en estos años. Otros países han tomado las medidas urgentes para preservar el tejido productivo, por eso su aumento de deuda será asumible. El nuestro, no.
Recordemos que el gobierno estimaba un aumento de ingresos -completamente ficticio- por su batería de aumento de impuestos de 5.000 millones. Hoy, ningún aumento impositivo compensará el agujero fiscal que viene porque los beneficios empresariales y los empleos no van a estar ahí para cotizar.
Si a eso le añadimos que se mantendrá una fiscalidad extractiva y confiscatoria, la inversión y consumo adicional que llegue al país va a ser testimonial comparada con el daño ya infligido.
Todo esto nos llevaría, en poco tiempo, a un rescate. Un rescate que supondría reducciones de pensiones y prestaciones generalizado. Si el gobierno decidiera disparar drásticamente los impuestos, el rescate sería todavía peor porque los ingresos adicionales serían inexistentes al echar a la inversión y el empleo, y el espacio de reforma mucho menor.
Si este gobierno sigue en este camino, lleva a España a un rescate donde veríamos lo que es austeridad de verdad, y no moderación presupuestaria, que es lo que hemos vivido.
Esta es una crisis global en la que algunos países van a intentar vender el populismo y el intervencionismo como soluciones mágicas que lo que hacen es destruir lo que fingen proteger. Sin embargo, las soluciones tienen que ser globales y a la vez locales.
Es esencial que, a nivel global, implementemos lo que estamos viendo que funciona ahora, la colaboración. Lo que funciona a nivel ciudad, región y país no puede eliminarse a nivel mundial. El peligroso intento de implementar políticas intervencionistas solo destruye lo que finge proteger. No podemos esperar que el mundo financie nuestra recuperación si pretendemos limitar su actividad.
A nivel global, al acuerdo entre entidades supranacionales debe unirse la cooperación e importancia de las empresas multinacionales en la solución. Son las que van a ser capaces de reconstruir y fortalecer países que hoy, en nuestro egoísmo de países ricos, estamos olvidando. Como explico en Libertad o Igualdad, mi próximo libro en Deusto, no podemos permitir la cadena de pobreza y miseria que se genera cuando los estados que no son capaces de gestionar presupuestos equilibrados acaparan la economía.
Es por eso que, en España, tenemos que empezar a trabajar en varios frentes:
El papel del Gobierno
El Ejecutivo debe reconocer su papel facilitador, no obrador de milagros. La única manera en la que saldremos de la crisis fortalecidos es si el gobierno reduce su intervencionismo y coopera con el sector privado y los creadores de empleo para atraer todo el potencial a nuestra economía.
Un gobierno así tendrá que utilizar el lápiz rojo y cercenar de los presupuestos todo el gasto innecesario, que es mucho, porque del déficit de 2020 vamos a tener que salir preservando lo que es importante y deshaciéndonos de lo accesorio.
Es el momento de recuperar la subida de salario a las fuerzas y cuerpos de seguridad y los sanitarios haciendo hueco en los más de 30.000 millones de euros de gastos duplicados, subvenciones innecesarias y gasto excesivo.
Protocolos
Dotar a las empresas urgentemente de protocolos y equipamientos sanitarios para gestionar las cadenas de suministro. Eliminar la intervención gubernamental en la cadena de suministro para evitar que a los errores de gestión en la pandemia se añadan los de gestión de materiales. No podemos añadir a una crisis sanitaria una de desabastecimiento.
Impuestos
Eliminar los impuestos a la creación de empleo, a la inversión y a la actividad económica. El enorme espacio fiscal que nos va a permitir la Unión Europea debe usarse para preservar el tejido productivo y permitirle hibernar durante el cierre forzoso. Cero impuestos para cero ingresos.
El Estado no tiene ningún problema para financiarse y proveer los servicios sanitarios y de seguridad además de los costes de desempleo. No olvidemos que cuenta con el apoyo constante del Banco Central Europeo y de la Unión Europea. Debe utilizar el espacio fiscal para permitir sobrevivir a las empresas, porque sin empresas no hay recuperación.
La inversión
Proponer un programa intensivo de atracción de inversión para el día siguiente a la crisis, que desbloquee las enormes trabas administrativas que existen para invertir y que, además, facilite la llegada de inversión extranjera y doméstica.
Al contrario de lo que dijo Josep Borrell en una entrevista (“el Estado, que aparece no sólo como el prestamista de última instancia; ahora el Estado es el empleador de última instancia, el consumidor de última instancia, el propietario porque habrá inevitablemente que capitalizar empresas con nacionalizaciones, aunque sean transitorias, y el asegurador de última instancia”), la solución es la opuesta.
No existe ningún problema para recapitalizar la economía y sanearla desde el sector privado, lo que tenemos es un cierre forzoso de la economía por orden gubernamental. El Estado no puede cercenar las piernas de la economía y luego presentarse como la solución con una silla de ruedas pagada por los mismos a los que deja discapacitados.
La razón es bien sencilla, la salida de la crisis no puede venir de la mano de los que han creado un problema de prevención y gestión. Poner a controlar la economía a quienes no sufren pérdida cuando fallan es lo contrario a una solución.
Start-ups y emprendedores
Facilitar un programa de recapitalización de start-ups vía facilidades fiscales. En esta crisis están desapareciendo las empresas del futuro. Al ahogar sus ingresos y no tener activos mobiliarios o préstamos ellas no pueden acceder a las ayudas y avales de los gobiernos, que están orientados a empresas tradicionales.
Dotar de líneas de liquidez sin recurso para autónomos y pymes. Los avales no son más que pequeñas garantías para parte de un préstamo. La inmensa mayoría de las empresas no tienen acceso a esos préstamos porque no tienen activos mobiliarios o estaban en pérdidas en 2019.
Oportunidad cero y empleo
Plan de choque de capitalización urgente de la economía. España va a necesitar más de 150.000 millones de euros para recapitalizar los sectores más abatidos por el cierre forzoso. Eso solo se va a poder llevar a cabo con un plan de oportunidad cero que atraiga a inversores de todo el mundo dispuestos a tomar riesgo y colaborar en la recuperación de las empresas.
Plan Empleo Inmediato. España no puede tardar 24 o 36 meses en recuperar los millones de desempleados que se están creando por falta de previsión. Ni puede hacer a todo el mundo empleado público. No existe el sector público sin el privado.
Para conseguir ese objetivo es esencial eliminar todos los impuestos a la contratación y las barreras que se han erigido en los últimos meses para que el empleo se relance rápidamente. En Estados Unidos el empleo perdido en un mes se recupera entre uno y tres meses después, en España debe ser igual.
Autopista administrativa
No se puede esperar meses, incluso años, para recibir permisos para invertir en España. Hay que eliminar todas las trabas burocráticas para atraer toda la inversión que pueda llegar.
Sector público ágil
No existe la posibilidad de nacionalizar y estatalizar la economía. Los que ven esta crisis como una oportunidad para nacionalizarlo todo deberían responder a una pregunta “¿cómo financian el capital circulante, la inversión y el empleo al día siguiente?” La política de destruir al sector privado es la de la quiebra y la miseria.
Sin sector privado no hay sector público, y la desaparición de la confianza en nuestro país, añadida a la desaparición del atractivo inversor y el riesgo de la deuda nos llevarían a la quiebra.
Sólo con un sector público fiable, ágil, facilitador y fiscalmente responsable se pueden mantener los servicios esenciales que vamos a poner en peligro si tomamos la senda del intervencionismo. Si quieren saber lo que son recortes, esperen a ver lo que pasa cuando se elimina la credibilidad de un país.
La disyuntiva
España tiene dos opciones: O lanzarnos a la quiebra y el rescate con políticas intervencionistas caducas que no han funcionado nunca y sufrir mucho más que recortes, o salir de esta crisis como el país donde todo el mundo quiera invertir y crear empleo. Ustedes y yo debemos elegir la segunda.