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Acerca de Daniel Lacalle

Daniel Lacalle (Madrid, 1967) es Doctor en Economía, profesor de Economía Global y Finanzas, además de gestor de fondos de inversión. Casado y con tres hijos, reside en Londres. Es colaborador frecuente en medios como CNBC, Hedgeye, Wall Street Journal, El Español, A3 Media and 13TV. Tiene un certificado internacional de analista de inversiones CIIA y un máster en Investigación económica y el IESE.

Los Impuestos y las Empresas. Aumentar las bases imponibles

Que en España se siga repitiendo que las empresas pagan pocos impuestos enmascara una realidad mucho más importante que la recaudatoria. El tejido y la estructura empresarial.

Hace unos meses lo explicamos en Mitos y Mentiras del Impuesto de Sociedades, pero merece la pena ahondar desde una perspectiva de solución, no de demonizar a unos y otros.

La burbuja española y la internacionalización -que tuvo elementos muy positivos- además de acudir a un alto endeudamiento para crecer, llevaron a las empresas en España a unos beneficios insostenibles que pincharon como un globo en una fiesta.

Hoy, con datos de la Agencia Tributaria, los beneficios empresariales no han llegado a recuperarse a niveles de 2007. La recaudación por impuesto de Sociedades ya está por encima de los niveles de 2009 (20.188 millones) y casi al nivel de 2008 (que fue de 27.301 millones), pero el estimado de 2016 (23.400 millones aproximadamente) está muy lejos del espejismo que fue 2007 -la Champions League de la Economía-, unos 44.823 millones de euros.

Utilizando los datos de la Agencia Tributaria, se ve que los tipos que pagan las empresas son del 22,7% de media. En el caso de las grandes empresas es del 19,8%.

El tipo efectivo sobre la base ha subido tres puntos desde 2008, a pesar de que los beneficios no han recuperado. El efectivo sobre el resultado se ha mantenido, pero si quitamos a los bancos -que acumulan enormes pérdidas, DTAs- también ha aumentado.

No es lo mismo el resultado contable que la base (base imponible). El primero es lo que la empresa gana, y el segundo es sobre lo que tributa tras deducciones y ajustes.

Que se use el primero o el segundo es sólo un ejercicio visto desde un prisma recaudatorio, pero no construye una solución a la evidente estructura de debilidad hipercíclica de los beneficios empresariales españoles.

Es importante recordar que:

– Los beneficios empresariales de 2004 a 2007 de las empresas españolas eran un espejismo inflado por un endeudamiento descomunal, una burbuja interior y unas adquisiciones internacionales a precio de oro. Una muestra de ello es que el índice bursátil -el Ibex 35- no ha visto nada más que revisiones a la baja de expectativas de beneficios (de una media del 15% anual desde 2007 a 2016), el propio índice está muy por debajo de los niveles de 2007 y, además, a pesar de las enormes ampliaciones de capital -dañando al accionista- y provisiones -reconocimiento de pérdidas-, sigue siendo un índice, con una debilidad de resultados y márgenes elevada.

-El endeudamiento desbocado, que llevó a unos beneficios ficticios, en 2016 ascenderá a 175.000 millones de euros (según Bloomberg y Fact-Set), lo que supone 2,5 veces el resultado bruto de los miembros del Ibex, que suponen una enorme parte de la recaudación del Impuesto de Sociedades. Estamos hablando de uno de los índices más endeudados de la OCDE, aún después de haber reducido esa deuda un 20% en cinco años. Una deuda que se ha cortado a base de desinversiones con enormes pérdidas en muchos casos -que resta la base imponible-.

La recaudación, por supuesto, además sufre porque los bancos tienen una enorme cantidad de DTAs (deferred tax assets), es decir, pérdidas acumuladas que reducen su factura fiscal. Si unos enormes bancos pagan un tipo muy bajo por ese efecto, aparece ópticamente que todos pagan un tipo muy bajo. La media, cuando cuatro empresas suponen el 40% de los beneficios empresariales del Ibex, parece ópticamente baja, precisamente por dos o tres.

El debate se centra, en España, en si los tipos que pagan las empresas sobre el resultado son los que hay que usar o las bases imponibles. Y, sinceramente, es perder de vista el elemento realmente importante.

Y es que los medios se fijan en el 2007 como si fuera algo lógico en vez de un periodo insostenible de burbuja.

Pero, con ese debate no se va a llegar a nada, porque se haga lo que se quiera hacer en términos de política fiscal, el verdadero problema es:

– Unos beneficios empresariales de bajísima rentabilidad sobre el capital empleado (por debajo de coste de capital en más de la mitad de los beneficios del Ibex).

– Unos resultados muy cíclicos y muy débiles en empresas pequeñas y medianas. El número de sociedades con beneficios en 2007 era del 51,9%, pero es que antes de la «crisis» era del 53%. Muy bajo. El último dato oficial de la Agencia Tributaria lo sitúa en el 44%. Es decir, la mayoría de empresas en España están en pérdidas.

– Una estructura de grandes empresas compuesta fundamentalmente por conglomerados en sectores muy maduros y de bajo crecimiento.

La solución no es demonizar, sino verlo desde un punto de vista de futuro. ¿Qué hay que hacer? Aumentar las bases imponibles. Si no se llega a llevar a cabo la internacionalización de nuestras empresas entre el 2004 y 2010, hoy no quedarían vivas al menos doce de las mayores empresas de España. Que ese proceso haya reducido las bases imponibles es un efecto mínimo con respecto a otros mucho más importantes. El empleo que han mantenido, la diversificación y los miles de millones de impuestos que no son Sociedades que siguen pagando.

Lo miremos como lo miremos, es importantísimo atraer capital y muchas más grandes empresas, aumentar las bases imponibles permitiendo que los sectores de alto valor añadido se desarrollen. Con una fiscalidad que mire hacia el futuro.

Porque si seguimos con el debate estéril de la demonización de las empresas, ni mejoran las bases imponibles ni la recaudación. Llegará otra crisis y pillará a un tejido empresarial debilitado -90% PyMEs- y de baja rentabilidad y pobre crecimiento -la inmensa mayoría de los grandes conglomerados-, y nos llevaremos las manos a la cabeza.

La prueba de que España no es un paraíso fiscal para las grandes empresas es que, desafortunadamente, no tenemos miles de ellas instaladas en nuestro país. Si hubiera un entorno fiscal más favorecedor para las empresas, seríamos Irlanda, Holanda o Luxemburgo, y creceríamos como ellos, recaudaríamos más, como ellos, y crearíamos aún más empleo.

Sea como sea, ruego a todos nuestros líderes que piensen en nuestros hijos y nietos y que centren sus medidas en atraer y aumentar bases imponibles. O volverán a decir año tras año que todo es un problema de ingresos.

El bombero pirómano

Esta semana hemos oído al gobernador del Banco de Japón, alertar de que los bajos tipos de interés están poniendo la semilla de la siguiente crisis.

Es, como mínimo, hilarante que el gobernador del Banco Central que acumula ya el 55% de los ETFs de Japón y el 42% de la deuda de Japón, además de mantener los tipos reales a cero desde hace más de quince años, hable de los tipos bajos como si fueran un OVNI que ha caído del cielo. ¿Quién baja los tipos a niveles insostenibles y completamente desligados del riesgo asumido? Los bancos centrales.

Por supuesto, siempre hay alguno que dice que los bancos centrales bajan los tipos porque se lo exigen los mercados –vaya por Dios, como siempre- pero es una falacia que la gobernadora del banco central ruso mostró en una excelente entrevista en CNBC… Si fuese una demanda de empresas y mercado para invertir más, la inversión productiva real se habría disparado con los tipos bajando de cinco a cero, y no ocurre así.

Lo que ocurre es que los bancos centrales asumen, equivocadamente, que hay un problema de demanda y no de sobrecapacidad y asumen una cifra de ahorro con respecto a la inversión que les parece demasiado alta porque usan como base el periodo de burbuja. Vamos, que buscan perpetuar los desequilibrios achacando la menor inversión a un anormal comportamiento del sector privado.

En un artículo demoledor, un antiguo miembro de la Reserva Federal alertaba de que el riesgo sistémico en los mercados se ha multiplicado porque los académicos que pueblan los órganos decisores de los bancos centrales ignoran el riesgo financiero y no entienden los desajustes que crean en el mercado.

Ese es el problema de la política del “bombero pirómano” de los bancos centrales. Su objetivo no es evitar una crisis sino perpetuar los desequilibrios buscando la inflación a cualquier precio. Para ello se usa la excusa del “empleo”. Como si crear empleo estimulando burbujas no destruyera mucho más cuando pinchan.

Todo el resto es irrelevante. ¿Los bonos basura a los tipos más bajos de los últimos 35 años? No pasa nada “porque no hay inflación”. ¿Las primas de riesgo a niveles completamente injustificados para la solvencia de los Estados? No pasa nada “porque no hay inflación”. ¿El banco central comprando hasta el 10% de la deuda total de un país? No pasa nada “porque no hay inflación. ¿Préstamos incobrables refinanciados hasta el infinito? No pasa nada porque “no hay inflación”. Y sí la hay… Una enorme inflación en activos financieros que ha generado la mayor burbuja de bonos de la historia.

Ahora, enhorabuena, llega la inflación… Y –oh, sorpresa- nos encontramos con que los bancos centrales se encuentran con la trampa de que no pueden parar sus políticas. La Reserva Federal dice que hay incertidumbre por la política fiscal de Trump… Sorprendente, porque no tenía ninguna “incertidumbre” sobre el efecto maravilloso de la política monetaria, aunque revisasen todos los años a la baja sus propias expectativas.

Ignorar las burbujas no es una novedad. Les invito a buscar un solo comentario de presidentes de banco central alertando sobre la burbuja inmobiliaria o la de internet etc… Ninguno. Se justifican como un “nuevo paradigma” y a correr.

No es una casualidad que esos académicos mencionados ignoren los riesgos financieros y sean los gestores de fondos los que los muestren. Casi ningún académico sufre por negar una burbuja. Y, como mostraba Paul Romer, son muchos los incentivos perversos de defender lo que sea ajustando el resultado a la defensa de la política de turno.

En Europa, al menos, tenemos un presidente del BCE que no para de avisar que “la política monetaria no sirve sin reformas estructurales”, pero ni caso. Ante la evidencia de que el riesgo se multiplica, lo único que se les ocurre a unos y otros es que se lleve a cabo una política muchísimo más agresiva, pero en vez de generar burbujas financieras que genere burbujas estatales. Como si no se le hubiera ocurrido a nadie.

El bombero pirómano mantiene esas burbujas manipulando el coste y la cantidad de dinero y, cuando falla, la culpa –no lo duden ustedes- será de los mercados. “Tome riesgo, que no pasa nada, que el banco central apoya” y, luego, “es que usted tomó demasiado riesgo”.

Y lo “solucionarán” con otras 20.000 páginas de regulación. Total, el problema es de regulación, no de que los tipos sean artificialmente bajos y se empuje con represión financiera a tomar riesgos desbocados. Es de regulación, pero se dice en esos papeles que prestar a los estados no tiene riesgo.

Los datos de diciembre muestran que en Europa se dieron 78.200 millones de euros de salidas de capital en deuda ante el aumento de la inflación y las pérdidas nominales de los bonos con tipos casi cero… Pero es que, además se dio una salida de inversión extranjera directa de 52.000 millones de euros (datos de BNP). La frágil recuperación europea puede sufrir un importante revés si se sigue manteniendo el gas de la risa monetario y, sobre todo, si se siguen perpetuando desequilibrios que pueden llevar a una importante crisis a un sistema financiero que pedía y aplaudía a rabiar las “políticas expansivas” y ahora ve, aterrado, que hunde sus márgenes y su solvencia.

La salida de esta enorme burbuja no va a ser fácil (lean), porque los bancos centrales creen tener muchas “soluciones” a la deflación y a la inflación, pero ni idea de cómo va a apagar el fuego de la estanflación el pirómano que empezó el incendio diciendo que unas pocas llamas no eran malas porque en el edificio hacía frío.

Así es el ‘impuesto a la muerte’

En esta ocasión contamos qué es y qué consiste el impuesto de sucesiones. Un impuesto tremendamente injusto y con carácter confiscatorio que grava por un bien por el que se ha tributado en varias ocasiones con anterioridad.

. Desde un punto de vista jurídico:  El Impuesto de Sucesiones y Donaciones es injusto, viola el principio de igualdad, viola el principio de capacidad económica, viola el principio de equitativa distribución de la carga tributaria y para colmo tiene alcance confiscatorio (lean).

. España aplica el segundo tipo más alto en Sucesiones de la Eurozona. En España se tributa hasta el 34% de la herencia; en la Eurozona, el 12% (lean).

. En la mayoría de Europa es un impuesto residual o inexistente (lean). En 10 de los 19 Estados que comparten el euro no se exige ningún tipo de tasa a la hora de heredar.

No solo es así sino que el sistema de valoración en España (inflando al valor catastral) lleva a pagar unos impuestos exagerados sobre una cantidad completamente desligada del valor de mercado.

La diferencia entre valor catastral y precio ‘infla’ impuestos a inmuebles hasta un 30%

En el caso de tributar por el impuesto de Transmisiones Patrimoniales o el de Sucesiones, el impuesto a pagar puede llegar a estar ‘inflado’ entre un 20% y un 30%, según la Asociación Profesional de Expertos Inmobiliarios (APEI).

. Hace diez años se renunciaba a 3,4 herencias de cada cien. El año pasado, 2017, la cifra aumentó a diez de cada cien, según datos del Colegio de Notarios . «Una de las principales causas es, precisamente, la imposibilidad de los herederos de afrontar el pago de los gastos. Si bien es cierto que en Madrid, el Impuesto de Sucesiones y Donaciones se encuentra bonificado al 99% y no supone por tanto un gran desembolso para el heredero, en otras comunidades como Extremadura, Cataluña o Andalucía, este impuesto es mucho más elevado» Guadalupe Fernández-Blanco, abogado.

En nueve meses de 2017, de enero a septiembre -últimas estadísticas disponibles hasta la fecha- el número de renuncias creció un 11,7% en comparación con el mismo periodo de 2016. El incremento es relevante, más aún si se tiene en cuenta que entre 2007 y 2016 el número de renuncias a herencias ya había acumulado un aumento del 250%.

En 2011 fueron unas 11.000 las renuncias. En 2010 se superaron las 16.000, tres años después se rozaron las 29.000, en 2016 se contabilizaron casi 39.000 y en 2017 superaron las 40.000 renuncias a herencias.

Cada día, 117 españoles rechazan una herencia por no poder pagar el impuesto.

. No es igual porcentaje de renuncias en todas las comunidades.  Desde 2015, una media del 9% de los herederos en Madrid rechazan percibir la transmisión de bienes. A nivel nacional, las media es el 10,5% para los mismos años. La media la baja Madrid por el elevado volumen. El abandono de herencias es mayor cuanto mayor es el impuesto y mayor el diferencial catastral mencionado: Tres puntos más en Andalucía y hasta cinco puntos más en Asturias. Datos colegio de Notarios 2017.

. Ello convierte a las comunidades autónomas en enormes agentes inmobiliarios. Se quedan los inmuebles en los que las familias no pueden sufragar los impuestos calculados con un valor catastral inflado, y luego los subastan a descuento sobre precio de mercado. ¿Quién compra esos inmuebles expropiados? Los ricos, que son los que pueden comprar paquetes de inmuebles por decenas de millones de euros. Es un impuesto profundamente anti-redistributivo y regresivo.

España es el segundo país que más castiga el Patrimonio de la UE. Usar «solo» sucesiones esconde la liosta de impuestos adicionales que penalizan el patrimonio. Si sumamos el Impuesto de Patrimonio, el Impuesto de Sucesiones y Donaciones, el Impuesto de Transmisiones Patrimoniales, el Impuesto de Actos Jurídicos Documentados y el Impuesto de Plusvalía Municipal, encontramos que España recauda el 1,5% del PIB por este concepto (Eurostat 2016).  La media comunitaria es mucho más baja: no llega al 1% del PIB. Tras 2019, cuando se eliminó el impuesto de Patrimonio (IdP) en Francia, España será el único país de Europa que mantenga IdP.

. La OCDE y el FMI no «recomiendan subir» este impuesto y ya está. Recomiendan bajar muchos otros. Lo que dice la OCDE es que «se ha concluido que el uso de los impuestos sobre sucesiones resulta menos distorsionador y menos perjudicial para el crecimiento que otros impuestos«.  Nótese la palabra «Menos».

Casualmente lo que piden es bajar cotizaciones sociales, impuestos a las empresas y al empleo, pero eso no lo dicen los intervencionistas. En cualquier caso, lo que pida la OCDE y el FMI siempre está orientado a sufragar el gasto existente, no a ser más eficientes y gastar menos desde el sector público.  La OCDE también recomienda subir el IVA y los impuestos de los carburantes, lo cual es igualmente criticable, con lo que sus recomendaciones son, como mínimo, irrelevantes desde el punto de vista de defender el impuesto de sucesiones.

Recordemos que los defensores del impuesto de sucesiones no tienen ninguna intención de bajar ningún impuesto, solo subirlos.

. No tiene nada de redistributivo. La recaudación por Sucesiones no sufraga sanidad o educación, sino la enorme red de gasto clientelar de las comunidades autónomas que cuesta más de 28.000 millones de euros anuales en España. En Andalucía se ha aumentado esa red clientelar mientras se recortaba en Sanidad y se expoliaba a los herederos (lean).

. No tiene nada de liberal. Adam Smith o John Stuart Mills defendían un impuesto a las herencias cuando no existía la inmensa cantidad de impuestos que paga una renta o patrimonio actual, impuesto sobre bienes inmuebles,  plusvalía municipal, al ahorro, al patrimonio, impuesto sobre transmisiones jurídicas, impuesto sobre la renta y el valor añadido y toda la enorme cantidad de impuestos que existen hoy en día, que dejan el ahorro en un acto de heroicidad (lean). No vale decir «los liberales clásicos estaban de acuerdo con el impuesto de sucesiones» sin decir que ya se grava mucho más la renta, el ahorro y la riqueza de lo que ellos jamás imaginaron.

Por qué no se hizo caso a los técnicos en Bankia

Ayer, en EL ESPAÑOL, se detallaban los correos electrónicos que han servido para investigar a los responsables del Banco de España y la CNMV durante la salida a bolsa de Bankia.

Por supuesto, la investigación seguirá su curso y no debemos llegar a conclusiones apresuradas, pero al lector le parecerá curioso que las autoridades prefiriesen lanzar una oferta pública de acciones antes de una recapitalización privada vendiendo Bankia a otra entidad financiera solvente que absorbiese el agujero patrimonial. La segunda hubiera supuesto reconocer el enorme agujero de las cajas públicas, y eso no era “posible”.

Detrás de estas decisiones, que no son nuevas ni excepción en Europa, siempre se encuentra un problema de diagnóstico, de ingenuidad y de incentivo perverso.

– Diagnóstico: Todos ustedes recordarán aquellas soflamas diciendo que “las cajas tienen mejores ratios de solvencia y liquidez que la banca británica” y que todas las alarmas eran “envidia” de un modelo de éxito por parte de fondos de inversión “bajistas” (el término más ridículo jamás inventado).

– Ingenuidad: En España, también lo hemos visto en otros países del mundo, aunque los técnicos alerten de los graves desequilibrios de las entidades financieras, se tienden a negar esos problemas porque el consenso de economistas y políticos tiene una visión siempre optimista de las perspectivas futuras. Puede que se leyeran con detalle los alarmantes análisis de los técnicos del Banco de España, pero en una Europa –un mundo- que fía todo en el mercado financiero a las frases “a largo plazo todo sube” y “el año que viene mejora”, se decide aguantar la respiración a ver si baja el agua. No solo ocurre con el sector financiero, ocurre con las adquisiciones y crecimiento inorgánico, con las inversiones ruinosas –que se justifican con el mantra de ese largo plazo- y la fe en que las bolsas solo suben. Esa era la idea, como “todos” –ejem- los analistas decían que la bolsa estaba muy barata y los bancos suben mucho, sacar a bolsa y luego llevar a cabo sucesivas ampliaciones de capital –que los inversores “engullirían vorazmente”- y todo solucionado.

– Incentivo perverso: ¿No se han preguntado nunca por qué en una Europa tan unida no hay casi fusiones transnacionales en el sector financiero? A los Estados no les gusta perder “sus” entidades financieras porque, como explicamos en “Por qué se sigue rescatando a la banca” se pierde el privilegio de financiarse eternamente usando los balances de los bancos para acumular deuda soberana y de tener acceso prioritario a crédito para financiar elefantes blancos, infraestructuras de rentabilidad cuestionable y proyectos de dudoso cobro.

No es una casualidad que, ante la alarma de los técnicos, se prefiriese una solución –ejem- “moderada”… las fusiones frías de las cajas –para que siguieran existiendo dichas entidades a toda costa- y la salida a bolsa de una entidad creada tras la fusión de varias entidades a todas luces inviables… Total, los mercados lo absorben y luego deja de ser un problema.

Los técnicos no estaban solos en su preocupación. Muchos fondos fueron acusados de “terroristas financieros” por alertar del enorme agujero de las cajas públicas (lean). La propaganda era tal que un buen amigo mío puso como saludo en su cuenta de Bloomberg “No more Bankia calls”… Pero el problema de alto endeudamiento del país se negaba, el dominó de quiebra de pymes ante el impago de facturas de la administración pública se obvió, el ratio de préstamos de difícil cobro se publicaba con cifras claramente cuestionables…

El comodín era esconder, extender y la bolsa. Si se lleva a cabo un proceso de fusiones “frías” las entidades serían más grandes y con ello más fuertes… Pero fusionar a algo insolvente con una entidad poco solvente solo hace de un problema un problemón. Comprar tiempo para que se recapitalizasen “lentamente”. Y pensar que los inversores son tan ingenuos que van a comprar cualquier entidad financiera bajo la premisa de que “subirán mucho”. Se mostraba una ignorancia de los mercados a la que se unía la soberbia de no reconocer el agujero creado en la época de “a crecer”.

Esa negación de la realidad fue muy peligrosa. Porque puso en peligro a las entidades solventes. Se puso en duda a todo el sistema financiero cuando se produjo el resultado inevitable: Las entidades “mejor reguladas del mundo” y “más solventes”, porque tenían políticos y agentes sociales en sus órganos de gobierno, en vez de malvados capitalistas avariciosos, eran cualquier cosa menos lo que nos vendían. El Rey estaba desnudo.

La solución hubiera pasado por una reforma financiera como la que se hizo después, un ejercicio de transparencia que separase a las entidades solidas de las problemáticas. Se hubiera evitado el rescate posterior llevando a cabo un proceso de ventas abierto, en el que incuestionablemente se habrían registrado enormes provisiones y ajustes patrimoniales –como ocurrió después-, pero el impacto sobre el país y el sector financiero hubiera sido mucho menor. Una vez colorado en vez de ciento amarillo, no. Porque fue cien veces colorado.

El problema español de entonces se ha repetido en Italia, y se repite en muchos países. Los estados no quieren perder su brazo derecho, “sus” entidades, y no quieren reconocer un agujero que –en el caso europeo, más de 200.000 millones de préstamos de difícil cobro- se mantiene ya durante años.

Sería deseable que, en el futuro, en vez de apartar y criticar a quienes alertan de riesgos como estos, los gobiernos fueran más prudentes y, sobre todo, menos burbujeros.

La gran lección del desastre de Bankia y las cajas públicas debe ser:

– Juntar varias entidades insolventes no las hace solventes.

– Esperar que pase la tormenta sin hacer nada suele llevar a ahogarse.

– No vuelvan a creer que los mercados absorberán entidades de nula rentabilidad y baja solvencia porque “en bolsa todo sube” y “a largo plazo funciona”

Mientras leen este artículo, varios partidos están promoviendo “bancas públicas” de nuevo. Lean los diez mitos sobre la misma aquí.

Luego, cuando vuelvan a generar un agujero patrimonial irrecuperable a base de financiar “sin objetivo economicista” dirán que la culpa es de… el capitalismo. Me parto.