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Una reforma fiscal equivocada

15/3/2014 El Confidencial

“The real goal should be reduced government spending, rather than balanced budgets achieved by ever rising tax rates to cover ever rising spending». Thomas Sowell

“Una reforma que parte del principio de suma cero (lo que te doy por un lado te lo quito por otro) y no rebaja ingresos del estado no es reforma”. Juan Manuel Lopez-Zafra

Se ha discutido mucho sobre las recomendaciones del comité de expertos de cara a la reforma fiscal. Yo mismo comentaba algunos de los puntos principales ayer en la radio. Mi mayor problema con las recomendaciones es que las reformas fiscales orientadas a aumentar la base imponible no dejan de ser aumentos de impuestos, y ponen en peligro el crecimiento potencial de una economía en frágil recuperación.

Sinceramente, espero que el Gobierno tenga en cuenta varios elementos que pueden afectar a la principal apuesta del Ejecutivo de cara a las elecciones, la recuperación económica y el empleo.

Considerar la primera vivienda o el coche como renta en el IRPF mientras se baja el tipo del mismo equivale a un aumento neto de lo que paga el ciudadano en impuestos y, de nuevo, ataca la renta disponible y el consumo. Utilizar el concepto de “vivienda improductiva” además es contraproducente para un país con centenares de miles de viviendas sin vender.

Las reformas fiscales orientadas a aumentar la base imponible no dejan de ser aumentos de impuestos y ponen en peligro el crecimiento potencial de una economía en frágil recuperación

Subir el IVA de los productos en el tipo reducido (que ya ha subido al 10%) y super reducidoafecta a nuestra industria más importante, el turismo, a la débil recuperación del consumo y a los márgenes de empresas con enormes dificultades. Con ello sufre el empleo y los consumidores con menos recursos al suponer subidas en carne, pescado, productos sanitarios, transporte de viajeros, servicios de hostelería o libros.

Eliminar deducciones en I+D o inversión en el extranjero es un peligro en un país donde esos conceptos se necesitan cada día más. Decir, como he oído en alguna ocasión “las inversiones las hacen sobre todo las grandes empresas, y si quitas las deducciones no van a dejar de hacerlas” es incorrecto y peligroso.

Con un tipo del 25% en Impuesto de Sociedades no se atrae suficiente inversión extranjera para lo que el país necesita. Reino Unido tiene un 23% y para las pymes con beneficios menores a 300.000 libras, un 20%. Irlanda tiene un tipo del 12,5%, y gracias a ello las mayores empresas se instalan en ese país.

La armonización fiscal no puede hacerse para igualarse al malo e ineficiente,sino a los mejores. Competencia fiscal y gestión eficiente de recursos. Si armonizamos al alza no sólo no atraemos capital, sino que lo echamos de las comunidades con ventajas fiscales.

Adicionalmente, hay varios elementos que no aparecen en el debate y que me parecen esenciales:

  • Una reforma fiscal que parte de justificar el gasto y sólo busca aumentar la recaudación sin atender a la razón por la que han caído los ingresos nace con riesgo de entorpecer la recuperación. Los ingresos han caído por el pinchazo de la burbuja inmobiliaria y de obra civil, que generaba ingresos de 50.000 millones de euros, según los ministros De Guindos y Solbes, la caída de los beneficios empresariales, superior al 60%, y la devaluación interna, que ha cercenado la recaudación en los dos impuestos que más capacidad recaudatoria tienen: el IVA –al caer el consumo- y el IRPF –al aumentar el paro y bajar los salarios a niveles de 2001 en muchos casos.
  • Una reforma fiscal que busca compensar ingresos de burbuja inmobiliaria con recursos de “lo que ha quedado vivo”, no sólo no soluciona el problema del déficit estructural de la economía, que se sitúa por encima del 4%, según AFI, sino que vuelve a poner en los hombros de las empresas y ciudadanos que han sobrevivido a la crisis el peso de un Estado que se niega a reducir su peso. El gasto público ha pasado en seis años de 412.000 millones de euros a 492.000 millones y alcanza el 50% del Producto Interior Bruto (PIB) incluyendo las empresas públicas. Incluso si consiguen arrancar – y lo dudo- 30.000 millones de recaudación adicional, España seguiría gastando más de 60.000 millones de lo que ingresa.

  • Cuando se acepta como mantra que tenemos “un problema de ingresos y no de gastos”, el diagnostico nace erróneo y la recaudación se convierte en confiscatoria. España nunca ha recaudado más del 41% del PIB, y no va a aumentar los ingresos fiscales en casi nueve puntos de PIB rascando de lo que ha quedado del desastre económico de 2007-2012. Analizar el gasto público quitando los costes de la deuda, la protección social y los extraordinarios como si estos no se pagaran o no fueran parte de lo que un gestor público debe tener en cuenta en su escandallo es tremendamente dañino, porque parte de la base de que todo lo demás es inamovible. Lo extraordinario se convierte en ordinario.

  • El cuento de la lechera del fraude fiscal no puede servir de excusa para subir los impuestos a quienes no lo cometen o gestionan su contribución dentro de la legalidad, ni mucho menos para asumir que esos supuestos ingresos perdidos se van a recuperar. El historial de error en el cálculo de ingresos estimados por nuevas acciones tributarias de nuestros gobiernos es haberse equivocado entre un 50 y un 70% entre la cifra real y la esperada. Si además en España la economía sumergida se estima en un 24% del PIB -y es mucho estimar- y en los países más avanzados cercana al 15%, la “cántara de leche recaudatoria” que nos están vendiendo es muy inferior a lo que realmente se conseguiría. Hay que luchar contra el fraude, claro, pero caer en el error de gastar hoy esperando unos ingresos a futuro es lo que nos lleva a estos lodos.

Recuerden el caso de Francia y el error de pensar que con gasto público y déficit se sale del agujero (como comentábamos aquí).

No se puede decir que no se haya hecho nada en cuanto al gasto, pero sí se puede afirmar que se ha hecho menos de lo necesario comparado con el ajuste de toda la economía.

El Gobierno cifra en 7.384 millones de euros lo ahorrado con la reforma de las administraciones públicas, y pronostica un ahorro a finales de 2015 de 28.898 millones de euros. Es decir, si damos por válidas las cifras, el ahorro conseguido con los mal llamados recortes –ya que el gasto no ha bajado- no llega a un 21% de todo lo que aumentaron los gastos desde 2005 a 2012 (143.000 millones de euros).

Argumentar que se ha recortado el gasto social es incorrecto cuando en 2012 superaba en 3.000 millones lo gastado en 2010 (según IGAE) y se ha disparado en 56.000 millones desde 2006.

Mientras tanto, la economía española privada ha visto ajustes del 40-60%, y las administraciones públicas exigen que el esfuerzo vuelva a recaer sobre empresas y familias.

Se ha creado la aristocracia del gasto político, que rechaza cualquier ajuste adicional y siempre exige el esfuerzo a los demás.

Pero además, no se puede hablar de ahorro cuando han aumentado los gastos. Y repito, los gastos extraordinarios cuentan, cuestan y se pagan, no son aire. ¿Ha escuchado usted alguna vez a alguien decir “si quito los costes de la obra de casa, la hipoteca, los intereses de la tarjeta, el seguro, el dentista y el taller del coche mis gastos son muy bajos”?

La deuda del conjunto de las administraciones públicas españolas ha alcanzado los 960.640 millones de euros. Se ha reducido el coste, pero la cantidad sigue aumentando, a un ritmo del 8%.

Incluso si eliminamos los gastos extraordinarios de los rescates autonómicos, el de las cajas -todas públicas, recordémoslo- y de facturas sin pagar –ese que siempre olvidan los que dejan los impagos-, las administraciones publicas siguen siendo muy deficitarias. Eso suponiendo, y es mucho suponer, que el Estado no consuma aún más al calor de “lo que vamos a ingresar”.

La fiscalidad debe orientarse hacia dos objetivos: atraer capital y crear empleo. Y ante todo, debe evitar hacer el cálculo desde un gasto inamovible para alcanzar una cifra de ingresos de pasado burbujero, como comentábamos aquí.

El cuento de la lechera del fraude fiscal no puede servir de excusa para subir los impuestos a quienes no lo cometen o gestionan su contribución dentro de la legalidad, ni mucho menos para asumir que esos supuestos ingresos “perdidos” se van a recuperar.

En mi libro “Viaje a la Libertad Económica” hablo de la enorme cantidad de gasto político que sigue entorpeciendo la recuperación, hasta 80.000 millones de euros anuales. Juan Rallo en su libro“Una Revolución Liberal” muestra que el coste del estado español es de 22.100 euros por trabajador anualmente, 8.275 anuales por habitante.

El esfuerzo fiscal (lo que los ciudadanos pagan respecto a su renta) en España es de los más altos de la Unión Europea, mientras que la presión fiscal es aparentemente baja. ¿Por qué?Porque la presión fiscal es un ratio recaudatorio, se calcula en base al PIB, y cuando el 50% del PIB lo controla el Estado y se ha aumentado a base de burbuja de obra civil e inmobiliaria, la trampa de la ratio nace en toda su gloria.

Entendamos la diferencia entre una fiscalidad orientada al crecimiento y otra recaudatoria a corto plazo, que frena el desarrollo potencial.

Hay que bajar impuestos y cortar gasto político. Efectivamente, sin lo segundo ninguna reforma fiscal va a funcionar, porque el déficit estructural creado por dicho gasto es demasiado alto. Lo comentaba en esta columnahace más de un año: “Un tipo fijo por el que todas las compañías comerciales paguen una tasa del 12,5% real, simple, igual para todos. El principal problema de nuestro sistema impositivo -además de ser muy oneroso- es su altísima complejidad. Un tipo real del 12.5% reduciría la administración del impuesto, sus costes asociados y no requeriría de una legión de fiscalistas en busca de deducciones. Un régimen de autónomos donde se pague una cuota de 25 euros –todos, no solamente los jóvenes- y se deduzcan impuestos si se crea empleo estable, como se ha prometido. Un entorno impositivo atractivo y bajo, tanto a nivel corporativo como personal, predecible a largo plazo, es esencial para ayudar al país a recuperarse”.

Sólo pido que el Gobierno tenga en cuenta el riesgo de que la reforma ataque al consumo y retrase la inversión productiva que tanto necesitamos mientras las empresas analizan y se aclaran sobre el impacto y aplicación de las nuevas normas. España puede crecer al 3% y crear millones de puestos de trabajo si no volvemos a ponerle la zancadilla con gasto improductivo. No para garantizar el Estado del Bienestar, sino para justificar el bienestar del Estado.

 

Falacias tributarias, inversión y donación

1/3/2014 El Confidencial

«I’m saying it bluntly, that this administration is the greatest wet blanket to business, progress and job creation in my lifetime” Steve Wynn (Julio 2011)

Me preocupa mucho la deriva populista de algunos grupos políticos, que se ha intensificado con el debate sobre el estado de la Nación. No debería extrañarme, cuando en un país en el que se ha disparado el gasto público en 180.000 millones desde 2003 se escuchan cosas tan alarmantes como “usted y yo estamos de acuerdo, no tenemos un problema de gastos sino de ingresos” sin que se revolucione el congreso.

Por supuesto, es falso. España jamás ha ingresado más de 433.000 millones de euros en el pico de la burbuja inmobiliaria y de obra civil, a pesar de la mayor expansión de crédito después de China y Taiwán. Sin embargo, gastamos más de 60.000 millones por encima de esos ingresos fiscales burbujerosEl gasto se adaptó rápidamente a la fiesta, pero luego los gobiernos se niegan a reducirlo cuando el ciclo cambia. Y hay querecaudar.

Nuestros representantes se lanzan a la represión fiscal sin reconocer el más mínimo error en la gestión ni en el gasto. Cada vez que se comentaba en el debate el agujero dejado por el despilfarro y las facturas sin pagar por las administraciones públicas –total, entre 20.000 y 30.000 millones de euros- que han costado la ruina a miles de empresarios y centenares de miles de empleos, el silencio se tornaba en excusa y se sacaba el nuevo cuento, la demonización de las grandes empresas.

La primera falacia es el mantra de que “España es un paraíso fiscal para las grandes empresas”. En mi libro “Viaje a la Libertad Económica” lo rebato, y Diego Sánchez de la Cruz lo comenta también aquí. Basta con analizar los datos comunicados por las empresas del Ibex 35 para determinar que su tipo efectivo en el Impuesto de Sociedades asciende al 20% de las ganancias anuales. Pero además, en el caso de las grandes compañías industriales, la factura en impuestos alcanza hasta el 50% del beneficio neto generado en España y más de la mitad de los impuestos que pagan en todo el mundo, a pesar de contar con más ingresos fuera que en nuestro país.

La primera falacia es el mantra de que “España es un paraíso fiscal para las grandes empresas”. Basta con analizar los datos comunicados por las empresas del Ibex 35 para determinar que su tipo efectivo del Impuesto de Sociedades asciende al 20% de las ganancias anuales

Las empresas que registran beneficios en España, de hecho, se encuentran con una importante cantidad de impuestos que se deducen tanto a nivel nacional como local y regional, desde gravámenes sobre la actividad económica, verdes, sociales, de bienes inmuebles,etc. Esos factores, en el caso de las diez grandes empresas industriales, son casi equivalentes a su factura por impuesto de sociedades.

Si analizamos la totalidad de obligaciones tributarias que enfrentan las compañías españolas, el tipo es mucho mayor. De hecho, usando datos del informe Paying Taxes de Price Waterhouse Cooper, la presión fiscal total sobre los beneficios empresariales es del 59% en España frente al 41% de Europa.

Sin embargo queremos más, sin entender que es menos, a pesar de la evidencia. Demonizar a InditexMercadona o cualquiera de los grandes grupos es hambre para hoy y hambruna para mañana. Necesitamos muchos más de ellos, no atacarlos para confiscar unos euros más.

En vez de enorgullecernos de que nuestro país haya creado multinacionales con capacidad de superar la crisis del euro, la latinoamericana y seguir creando empleo y creciendo, las tratamos como el Sheriff de Nottingham en Robin Hood. Cállese y acepte, que puede ser peor. Hasta que se vayan, una a una, y recaudemos en cromos de Pocoyó.

Imagínense por un segundo lo que hubiera ocurrido con las grandes empresas españolas si no hubieran podido deducir el fondo de comercio de su inversión internacional y cambiar su estructura a multinacional. Tendríamos un 12% del Ibex en quiebra por su exposición a construcción, concesiones en España y cambios regulatorios.

No nos importa la quiebra de mañana si ayer se recaudaron un par de miles de millones para pagar mayor gasto político. Además de confiscar y mantener la política del avestruz, queremos que se inviertan miles de millones en nuestro país. Donación.

Imagínense mi sorpresa estos días cuando leo unas declaraciones de Ignacio Sánchez Galán, presidente de Iberdrola, comentando su decisión deinvertir menos en España ante la inseguridad jurídica creada por los eternos cambios regulatorios, similar a otras declaraciones de ejecutivos nacionales, y se genera una polémica casi de caza de brujas.

En Estados Unidos y Reino Unido he escuchado en multitud de ocasiones a los presidentes de las grandes empresas, energéticas, reguladas o de cualquier sector, criticar al gobierno abiertamente y tomar las decisiones que mejor defienden, en su criterio, a los accionistas. Recuerden a Rex Tillerson (Exxon) decir “no, thanks” a las sugerencias de Obama.

En el sector energético europeo, empresas alemanas como RWE E.On,incluso empresas semi-estatales como EnelGDF-Suez EDF, han tomado enormes decisiones de recorte de inversiones ante actuaciones gubernamentales que destruían valor, y han criticado abiertamente decisiones como el mal llamado impuesto de Robin Hood en Italia, los cambios en política nuclear en Alemania, o la congelación de tarifas en Francia. Pero solo en España he visto un revuelo y demonización mediática como el percibido esta semana con empresas privadas –y ojo, no privatizadas- como Iberdrola.

Tras sufrir un zarpazo regulatorio de 2.000 millones de euros en dos años,decidir no invertir más no solo es prudente, es imperativo.

Cuando España tiene una capacidad instalada de 104.000 megawatios para una demanda en punta de capacidad de 40.000 megawatios, pensar que deben invertir más no sólo es delirante, sino innecesario. Y no olvidemos que las inversiones reguladas eran obligatorias y dictadas por la planificación del estado, como comentaba en mi artículo “Oligopolios o planificación de burbuja”.

En vez de enorgullecernos de que nuestro país haya creado multinacionales con capacidad de superar la crisis del euro, la latinoamericana y seguir creando empleo y creciendo, las tratamos como el Sheriff de Nottingham en Robin Hood.

Cuando después de invertir 20.000 millones de euros en España se genera el mismo beneficio en 2013 que en 2002 en el territorio nacional debido a los constantes recortes, no invertir más en España es normal. Para los que dicen que las eléctricas “se forran”: tienen la peor rentabilidad sobre el capital empleado de todo el sector eléctrico europeo.  Aun así, el 15% de su plan de inversiones a 2016 se concentra en el territorio nacional en actividades reguladas y distribución.

Cuando sobra capacidad y las inversiones en distribución están limitadas ¡por ley!, invertir más en España es algo que ni el Estado quiere, como han dicho en muchas ocasiones tanto ministros como secretarios de estado. Amenazar con expropiar o cambiar a los gestores de empresas privadas es cuando menos intolerable.

Otras grandes empresas del sector, como Acciona, han tenido que hacer provisiones por pérdidas relacionadas con los cambios regulatorios de 2.200 millones de euros, equivalentes al 65% de su capitalización bursátil y se concentran en reforzar su crecimiento internacional y reestructurar sus actividades. Fuera de España, RWE anunciaba 3.300 millones de provisiones y E.On, tras tres años de ajustes, anunciaba en sus resultados que el 80% de su crecimiento sería fuera de Europa. La propia GDF-Suez, semi-estatal, llevaba a cabo 15.000 millones de euros de provisiones por pérdidas  y anunciaba que el 70% de sus inversiones hasta 2016 se centrarían fuera de Europa y un porcentaje mínimo, el 15%, en Francia.

El ataque a las empresas no es una casualidad, ni es nuevo. La tentación de pensar que confiscando e interviniendo nos vamos a forrar todos y no pasa nada viene desde hace siglos. Y siempre falla. Pero se lleva a cabo desde el conocimiento de que es un mensaje que vende muy bien en un país donde no parece interesarnos crear empresas y riqueza, sino sacar el último euro de las que sobrevivan al intervencionismo e ir juntos, como el coro de Nabucco, a la igualdad en la miseria. Y cuando las empresas a las que confiscamos “por el pueblo” caen, le echamos la culpa a los socorridos mercados o a Merkel y a correr.

Esperemos que los españoles despierten, porque convertirnos en “Argentina sin petróleo” puede parecer un objetivo muy goloso para algunos, pero es muy doloroso para todos.

Recuperación y reforma fiscal

15/2/2014 El Confidencial

«If you put two economists in a room, you get two opinions, unless one of them is Lord Keynes, in which case you get three opinions.» – Winston Churchill

Esta semana me ha ocurrido algo muy curioso. Un análisis mío en La Sexta Noche comentando la recuperación -frágil- de España y su cambio de modelo de crecimiento ha generado una reacción agresiva y virulenta de muchos observadores económicos mediáticos. Una reacción solo comparable a aquella que viví en 2011 cuando hablaba en esta columna de que la crisis no eran los mercados atacando o cuentos inventados por extranjeros envidiosos de nuestro país.

Interesante, porque nos encontramos con una mejora de la economía que reconocen Goldman SachsUBS Spain is getting better«), Citigroup y JP Morgan. El único país de la Unión Europea donde estamos viendo revisiones al alza de las expectativas de crecimiento de hasta un 40%.

Por supuesto, todos nos podemos equivocar, pero es curioso el nivel de agresividad cuando viene precisamente de los negacionistas de la crisis. De los creadores de «camino al pleno empleo», «creceremos más que Alemania», «la burbuja inmobiliaria no existe» y «el Banco de España y el ministro están haciendo un trabajo espectacular» de 2009, nos llega «España no está cambiando su modelo productivo».

¿Y por qué desdeñamos las señales de recuperación evidentes ahora?Porque el Gobierno al que le ha caído la suerte de publicarlas no es de nuestro equipo. Si se diesen esas señales con nuestro bando, desplegaríamos las banderas de «lo peor de la crisis ha pasado».

¿Y qué más da si es un partido u otro en el gobierno? La realidad es que la economía se recupera porque las empresas están buscando nuevos mercados, y por los ciudadanos y su esfuerzo, no por un gobierno u otro. La sandez de atribuir las mejoras económicas al Gobierno y el empleo a los presidentes como si fuesen los Reyes Magos nos lleva a este «análisis económico de Barcelona-Madrid». Si no lo hace mi equipo, no vale.

Los gobiernos no crean empleo ni recuperan la economía. Lo máximo que pueden hacer es no arruinar al país gastando y endeudándose. O decidir llevar a la nación al precipicio tirando de la chequera en blanco, o lo que llaman planes de crecimiento. Lo paga usted.

Negar la importante mejora de las exportaciones en los últimos años y que se haya parado la locura de «incentivar la demanda interna» con gasto inútil es simplemente faltar a la verdad. En eso, lo único que ha hecho el Gobierno es no tirar de la chequera. Porque, con un 40% de sobrecapacidad en energía, infraestructuras, aeropuertos y carreteras, simplemente no hacía falta.

Todos los indicadores, incluyendo el consumo, están mejorando poco a poco. Si no los hundimos a impuestos, seguirán esa tendencia.

Sobre todo, porque la deuda y el déficit siguen siendo extremadamente altos. Endeudar al país en 65.000 millones anuales netos no es ahorrar, es reducir el despilfarro que nos llevó a un déficit superior a los 100.000 millones de euros. Curiosamente, aquella época no causaba alarma entre los que niegan la recuperación.

Y la deuda es un problema porque ahora contamos con el beneplácito de una enorme liquidez global que ha bajado las primas de riesgo de todos los países, pero eso puede cambiar si no utilizamos las épocas de recuperación para reducir la deuda, no el déficit. Curiosamente, lo que recomiendan algunos es… gastar más. Volver a 2009. Prefieren un déficit de … ¿cuánto?… ¿200.000 millones?

Como comentaba antes, hemos visto una mejora de las ventas minoristas que merece resaltarse y, sobre todo, alertar de lo fácilmente que puede revertirse esa mejora si volvemos a caer en la trampa de cercenar la renta disponible de las personas a impuestos.

Mis lectores saben lo crítico que he sido con la política fiscal de esta Administración. Haber aumentado todos los impuestos tiene como consecuencia, entre otras cosas, que la economía en 2014-2015 vaya a crecer muy por debajo de su potencial (3%, según BBVA). Pero además, la temida reforma fiscal puede ser aun dañina.

Las reformas fiscales orientadas a aumentar las bases imponibles en vez de buscar incentivar el crecimiento no son más que subidas de impuestos y, por lo tanto, deprimen el potencial. Se nos repite una y otra vez que las grandes empresas pagan muy poco, pero es incorrecto. Las principales empresas industriales en España pagan hasta un 55% de su beneficio operativo generado en nuestro país en impuestos y más de la mitad de todos los impuestos que pagan globalmente.

Fue precisamente la política fiscal de España, permitiendo la deducción del fondo de comercio de adquisiciones internacionales y evitando la doble imposición en dividendos de filiales, la que permitió que nuestras grandes compañías, que tenían hasta un 70% de sus ingresos en España, se convirtieran en multinacionales. Ahora, tras superar la crisis latinoamericana y la de la Eurozona sin enormes recortes de empleo o inversión, queremos imponerles la crisis de inseguridad jurídica de represión fiscal. Todo para intentar recuperar ingresos de burbuja inmobiliaria, que suponía 50.000 millones de euros, según el ministro De Guindos, para sostener un gasto inasumible. Y no lo duden, con ello y con la eliminación de deducciones vendrá el mismo impacto negativo en inversiones y potencial de crecimiento para las medianas y pequeñas empresas.

La implantación de esas reformas en un periodo largo -tres años- lleva a que muchas empresas frenen sus decisiones de inversión hasta tener la certeza del impacto.

La realidad es que España jamás ha recaudado más de 433.000 millonesy no puede intentar suplir ingresos de burbuja sacándolo del bolsillo del eficiente y del que ha sobrevivido a la crisis.

Que en España hay un enorme desempleo no es una novedad, y que el empleo que se crea es temporal, como en Estados Unidos o los países de nuestro entorno, por otro lado. Hay que fomentar el autoempleo, que es el más bajo de la UE (3% de universitarios crea su propio negocio comparado con un 40% en Alemania), la creación de empresas en sectores de alto valor añadido y cambiar un sistema de subvenciones por uno de beneficios fiscales que no le cuesten al contribuyente los errores de sobre-remuneración de sectores improductivos.

Pero hay que resaltar que la confianza está mejorando y esa es la primera clave para una salida de la recesión. Es indudable que hay mucho dinero entrando en activos financieros y que ahora debe llegar a la economía real. Eso sólo se consigue con una fiscalidad atractiva y una Administración que no entorpezca, sino que facilite. Que no sigamos perdiendo puestos en libertad económica.

España se está recuperando, aunque les moleste a algunos. Puede crecer mucho más, y debe. Tiene muchísimas debilidades y la mejora es frágil, pero eso no la anula. Tiene que profundizarse en permitir la creación de empleo de calidad a través del emprendimiento. Que lea un día «Spain is open for business» de verdad.

Bajar Impuestos, Ya

10/11/2013 El Mundo

Desde que empecé a trabajar, la presión fiscal en la Unión Europea no ha hecho más que aumentar. De hecho, Jorge Valín, autor de El gobierno es el problema, mostraba un gráfico extremadamente revelador: España es el país donde más ha aumentado la presión fiscal desde 1965.

Sin embargo, nos dicen constantemente que la presión fiscal es baja y que hay «margen para subir impuestos».

Aquí conviene diferenciar dos términos esenciales: presión fiscal y esfuerzo fiscal. Parecen lo mismo, pero no lo son. El primero mide los gastos del Estado; el segundo, los impuestos que pagan las personas.

La presión fiscal se obtiene dividiendo la recaudación tributaria entre el PIB, por lo que es un dato macroeconómico que depende sobre todo de la actividad económica del país, y no tanto de la bajada o subida de impuestos.

Por el contrario, el esfuerzo fiscal mide el peso que representa la fiscalidad en la renta per cápita, es decir, qué porcentaje de lo que se gana va destinado al pago de tributos. Por lo tanto, afecta de manera más directa al bolsillo de los ciudadanos. Incluye todo tipo de impuestos, desde el IRPF hasta el IVA, pasando por las cotizaciones a la Seguridad Social u otros impuestos directos.

«Trabajamos más de medio año sólo para pagar impuestos, y en 2013 esa cifra aumentó aún más»

Según un estudio elaborado por el Instituto Juan de Mariana y la Asociación Española de Asesores Fiscales y Gestores Tributarios (Asefiget), el esfuerzo fiscal en España se sitúa en el 40%, supera la media de la Unión Europea y la de algunos países como Alemania, Reino Unido y Suecia. Trabajamos más de medio año sólo para pagar impuestos, y en 2013 esa cifra aumentó aún más.

En Europa, los impuestos están ahogando la renta disponible de las familias y hundiendo a la clase media. Según un estudio del Instituto Económico Molinari publicado por Le Figaro, los ciudadanos europeos trabajan hasta finales de junio exclusivamente para pagar impuestos. Lo que se denomina «el día de la liberación fiscal», es decir, la jornada en que dejamos de contribuir a los gastos del Estado.

En 2013, el día de la liberación fiscal en España fue el 12 de junio, ligeramente superior a la media europea, pero tiene truco porque no incluye los impuestos indirectos. Si incluimos todos los impuestos, se sitúa a mediados de julio. En el resto de la Unión Europea, los trabajadores irlandeses son los que menos sufren, trabajando para el Estado hasta el 24 de abril, y los franceses y belgas los más castigados, hasta el 26 de julio y 8 de agosto respectivamente. Esto lleva a que nos equivoquemos cuando tomamos como referente los salarios medios en cada país. Lo que importa es la renta disponible, que es lo que incentiva el consumo.

[…]

En principio, siempre pensamos que las subidas de impuestos van a generar una mayor recaudación, sin embargo, no es así, sobre todo en un mundo globalizado e interconectado.

No olvidemos que los impuestos, al retirar renta disponible, tienen un efecto desincentivador. Por ejemplo, recuerdo cuando trabajaba en una empresa en la que muchas personas me decían que «no merece la pena pasar de subdirector a director, porque la subida de impuestos por cambiar de tramo te hace perder dinero». Eso hacía que mucha gente simplemente no aspirase a ese cambio que, en principio, debería ser positivo y estimulante.

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‘Viaje a la libertad económica. Editorial: Deusto.

A finales de los años noventa tuve un bar. Nuestro negocio siempre declaraba absolutamente todo, teníamos a todos los empleados afiliados a la Seguridad Social, etc. Pero vi lo duro que es para muchos operadores en hostelería poder sobrevivir. Recuerdo algunos proveedores que apenas podían ahorrar tras pagar cuotas de autónomos, y lidiar con retrasos en pagos, aumentos de impuestos indirectos y trabas burocráticas. Muchas veces, la economía sumergida es por necesidad, no por gusto.

Siempre digo que la economía no se sumerge, emerge. Es decir, que la decisión de mover una actividad económica fuera del control tributario no es una decisión tomada por gusto, ya que supone tremendas dificultades, riesgos y consecuencias negativas a medio plazo, no sólo por menores ventas -ya que desde la ilegalidad no se puede crecer adecuadamente-, sino también por otros factores, desde el acceso a crédito hasta la calificación de los negocios y empresas por parte de consumidores y agencias independientes. Y cuando se dan las condiciones medianamente adecuadas, los negocios optan por «emerger» tributariamente, no al revés.

La economía suele estar sumergida cuando la presión impositiva imposibilita la supervivencia de las empresas y negocios en el marco legal. Los márgenes son tan bajos y los costes de mantenerse en la legalidad tan onerosos que simplemente no pueden «emerger». Sin embargo, los negocios de bajos márgenes, muy estacionales o volátiles, siempre salen a la luz de la legalidad cuando la carga impositiva es baja y reconoce el carácter cíclico de sus actividades.

Muchas veces hablamos de la economía sumergida como un fraude, no como una necesidad. Y en una gran parte, lo es. Todos conocemos un caso u otro de trabajadores o negocios que simplemente no podrían existir dentro de un marco impositivo confiscatorio. No es casualidad que en un país donde las pymes generan el 70% del valor añadido, pero se mueven en sectores muy cíclicos y estacionales (turismo, servicios, construcción), siempre aflora la mayor parte de la base imponible -ingresos sujetos a tributación- al bajar los impuestos a niveles no confiscatorios.

De igual manera, una menor tributación puede aumentar la recaudación porque incentiva la actividad, incluso de empresas extranjeras que podrían plantearse instalarse en el país. Sin esa ventaja, esta recaudación fiscal no se produciría.

Además, atrae el consumo y, finalmente, reduce la economía sumergida y el fraude.

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En estos años he visto a más de 150 empresas medianas españolas que simplemente no pueden contratar, por la burocracia y los bajos márgenes que genera tras los aumentos impositivos. En España, en un año se aumentaron todos los impuestos.

«Ni las subvenciones ni el Estado crean empleo. El consumo crea empleo»

Y en un entorno de endeudamiento excesivo, lo que se debe valorar como primera magnitud es precisamente el consumo. Ni el Estado ni las subvenciones crean empleo. El consumo crea empleo.

Una sociedad que cuenta con renta disponible para adquirir bienes y servicios genera un efecto multiplicador positivo muy superior al del gasto público. El consumo, para empezar no genera deuda pública, pero sobre todo, se reparte de manera más uniforme en sectores de alta productividad y margen, y con mayor impacto para el empleo que los planes de crecimiento estatales, que suelen concentrarse en sectores de baja productividad pero muy intensivos en capital, la construcción y obra civil.

[…]

Las subidas de impuestos perpetúan un Estado ineficiente y obeso y crean un círculo vicioso al confiscar renta disponible, lo que destruye el consumo y hunde a las empresas, detiene las inversiones y retrasa la recuperación del empleo. Sin consumo no hay inversión ni empleo.

Cambiemos el círculo vicioso por el círculo virtuoso de aumentar la renta disponible, reducir los gastos superfluos y crear riqueza.

[…]

Siempre nos dicen que es imposible bajar impuestos, porque si no ¿quién construye puentes y asfalta las carreteras? No deja de ser una excusa para contar con un presupuesto superior. Ninguno de los gastos esenciales del Estado está en peligro si el gobierno trabaja con un presupuesto base cero y con prioridades. Además, el crecimiento de la actividad económica aumenta los ingresos.

¿Por qué en la mayoría de los casos no se hace? Cuando se tiene una mentalidad funcionarial, lo que importa es el presupuesto. No cómo se financia ni el efecto en la economía, sino mantener o aumentar la cantidad de dinero que se gestiona. El poder lo da la firma de cheques. Y perder ese poder es diluir influencia.

Por ello, los gobiernos locales, regionales, estatales, nunca piensan en el efecto sobre la economía. Simplemente porque sus incentivos no están en generar crecimiento, sino en aumentar sus «activos bajo gestión», el presupuesto que manejan y su círculo de influencia. Además, políticamente siempre se justifica el gasto, aunque se compruebe que la obra pública en España, por ejemplo, suele superar en un 29% la cantidad presupuestada, según el Tribunal de Cuentas, y en la Unión Europea sea entre un 5% y un 10%.

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No hay soluciones mágicas ni donaciones exteriores. La solución ya está aquí, no por la chequera del gobierno ni los bancos centrales, sino por la innovación, esfuerzo y calidad de nuestras empresas. Dejémoslas crecer. No nos dediquemos a intervenir y entorpecer.